Selva de Nicaragua - Centro América.- |
¿Y
a quién creen que llamaron?
¡A
nosotros!
(¡Modestia
aparte! …Tanta sinceridad me inquieta…
¡Pero
es la única verdad! ¿Y yo? Yo formo parte de: ¡Lo mas Granado y excelso!
¡Los
más valientes y osados! …Modestamente
hablando…)
¡Somos
únicos y los mejores de este mundo! Jamás nadie nos podrá igualar.
Así
que nos alertaron y acudimos. ¿Qué mas
podíamos hacer?
¡Los
mejores! ¡Los únicos! ¡Inigualables en toda la bolita del mundo!
Esa
noche llegamos a la selva ya pasada la media noche.
Demás
está decirles que en lo personal yo me encontraba… Fuera de mi elemento.
Hacía
un frío espantoso. En esa ocasión fui con Nemesio y Abraham.
Entramos
muy bien armados. Escopetas de todos los
calibres. Metralletas. Fúsiles de asalto.
¡Y
hasta Lentes de Visión Nocturna!
Tal
como hoy. Que vamos muy bien apertrechados.
Al
llegar un indiecito nos ofreció su servicio
como guía.
Yo
le dije que no lo necesitábamos. Pero insistió.
Nos
alertó que ése era una extensión muy peligrosa.
Que
habían bestias antidiluvianas. ¡Gigantescas y horrendas!
(Aquí
entre nosotros: ¡Que quería asustarnos! ¿A nosotros? ¡Indio loco!)
Indicándonos
que existían muchos recovecos qué él había nacido allí y que desde que era un
mocoso, recorría todo eso. Puro: Bla-bla-bla-bla y todo esa pajería loca.
Una
y otra vez decía lo mismo hasta que el mismo Nemesio. Accedió.
Al
final, Abraham mismo me trataba de convencer. ¡Y dale y dale y dale!
-
¡No necesitamos baqueanos! - Le
afirmaba.
- ¡No importa! - Me contradijo Nemesio.
-
¡Si, no importa! - Confirmó Abraham.
-
Y debo aclarar que él resto de los grupos que fuimos a esta ocasión.
Insistieron
hasta más no poder. ¡Ya hasta me tenían
harto!
El
caso es que sostuvimos una pequeña discusión.
Nos
dijimos de todo. ¡Pero bueno!
En
una incursión de esas deben ir, solamente los
que uno conozca.
¡Por
cuestión de seguridad! Esta es mi opinión al respecto.
-
¿Cuál seguridad? - Me atajó Nemesio. ---------- Martes; 07-01-14.-
-
No entiendo de eso. - Apuntó Abraham.
-
Debemos cuidarnos: Uno a otro. – Continué - Los que participen, debemos
conocernos.
La
cosa es que al indiecito, nadie lo quiso
llevar. ¡Digo yo!
¿Y
por qué será? ¡Piénselo bien! Nada ocurre por casualidad.
¡Nada! Todo tiene su explicación…Lógica.
¿Verdad? ¿No lo entienden?
¡Y
se nos pegó a nosotros! ¿Y por qué…?
Y
como vio que dos estaban a su favor. Allí se nos pegó. ¡Insiste que insiste!
¡El
caso es que me vencieron! Siempre he pensado, que en esta cuestión los que
vayan conmigo, debemos ser conocidos y tenernos confianza. Ya he oído muchos
cuentos.
De
gente que han tenido enfrentamientos anteriores y…”
- ¿Y qué pasó? – Inquirió intrigado Solís.
-
“¡Ya van a ver! El caso, es que salimos con el indiecito”
-
¿Y cómo se llamaba el indiecito? - Lo
interrumpí nuevamente
-
“¡Dago! Así dijo que se llamaba. ¡Y bueno, así lo conocían todos!”
-
¿Aja? – No sé el por qué, pero tenía mis dudas al respecto.
-
“Fuimos los últimos que subimos. Digo esto para los que no la conocen.
Es
sumamente peligrosa.
Hay
toda clase de depredadores: Pumas, grandes culebras…Elefantes, etc.”
-
¿Y hacia allí vamos? - Protesté sin
molestarme en dejar traslucir, que me atenazaba el pánico. Mis amigos rieron a
batientes.
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