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“Tú eras un hombre ¡sucio!”
- Te voy a narrar
varias cosas que me están pasando, y quizás sea, por esta cantidad de cervezas
que nos estamos bebiendo (Que me está “aliviando o apartando” de mis propios
dramas.) y por eso me voy a dar la libertad de contarte algunas de las
“cuestiones” que me están pasando con mi esposa… - Miguel lo observó y no dijo
nada -sabiendo lo hermético que siempre
ha sido José de las cosas de su vida íntima-
por lo que apuró su trago y le
hizo señas de que pediría una nueva ronda.
Estaban en una
tasca de clase media.
La música era muy
amena.
El ambiente era
muy propicio y se prestaba para pasar un rato distinto.
José hizo lo
mismo, tomó su botella de cerveza y se tomó lo que quedaba en ella.
Tamborileó con
sus dedos la mesa, tratando de seguir el ritmo musical. Se sentía bien.
Esperaron a que
llegara el mesero, con las dos nuevas botellas, limpiara la mesa y retirara los
dos vacíos.
Miguel levantó su
botella y le dijo…
- ¡Arranca con
“tus cuestiones”! – José le sonrió, aprovechó para tomarse un trago bien largo
y comenzó de esta forma…
- …Bien sabes que
no suelo hablar de mis cosas.
Pero en esta
ocasión, te voy a contar “algunas cosillas” mas que todo por esa amistad que
durante muchos años hemos mantenido. Y porque sé -y me consta- de que no vas a ir por allí, revelando lo
que en secreto he mantenido…Hasta hoy… - El amigo en cuestión notó por el
cambio del tono de voz de su acompañante de que la cuestión era muy seria…
Y se aprestó a
escucharle con la mayor atención posible.
- En principio:
No quiero que me interrumpas…
- Ok.
- No busco tus
regaños…Ni comentarios negativos.
- Ok.
- Tan solo
escúchame. Y quizás (solo “quizás”) si te pido tú opinión, entonces me la des;
como lo que eres ¡mi único amigo! (Pero
por favor, no te me pongas pesado ¿ok?)
- Por supuesto,
cuenta con eso.
- Bueno, aclarado
todo, debo decirte que te voy a hablar de varias situaciones que me están
ocurriendo en mi matrimonio.
Y cómo te lo
dije: ¡Cero crítica! No quiero verme envuelto en situaciones desagradables,
¿ok?
- Ya me lo
dijiste.
- He tenido
muchas discusiones con mi esposa, y te he de confesar que…La estoy pasando, muy
mal.
Me explico: En
una conversación que tuvimos mientras yo limpiaba los platos después del
almuerzo, ella me dijo:
“Tú eras un
hombre muy sucio” -Eso me sonó muy
ofensivo y humillante- (Y a decir
verdad: No me recuerdo ¿cómo empezó esto…?)
pero traté de no entrar en una nueva discusión y le respondí…
“O sea que antes
lo era y ¿ahora qué? -A lo que me respondió: “Sí. Si lo fuiste.
Pero ya conmigo, yo te enseñé a que fueras aseado”
¿O sea que antes
no lo era?
No. Yo te enseñé
a “ser aseado” -Fue su respuesta.
(No te lo voy a
negar: ¡Me quedé muy molesto!)
Yo me dediqué a
terminar de lavar los platos y se me quedó grabado en mi mente ese comentario.
Pensé que semanas
atrás, -en casa de uno de mis
hijos- él nos comentó: a su esposa, una
amiga de ella y a mí, la experiencia que tuvo mientras vivía en una casa, -él pasó unos dos meses, fuera de este país
y alquiló una habitación en esa casa familiar-
y en ella un colega suyo
-músico- vivía también allí, pero
su esposa, no se bañaba y cargaba a sus hijos sucios y llenos de mocos.
Su esposa -mi nuera- le preguntó: ¿Pero no se baña?
- No. Ni baña a
sus hijos, que se la pasan llenos de barro y orinados, porque para colmo
duermen todos en un colchón matrimonial, tirados en el piso…
- ¿Pero ellos
duermen juntos? -Le preguntó la colega
de mi nuera (Que cómo sabes es: educadora.)
- Ellos dos y sus
dos hijos que son unos infantes.
- ¿Pero ella no
se baña? -Le volvió a preguntar.
- Ni siquiera se
peina, anda toda despeinada y con las lagañas que le cubren sus ojos.
¡Toda sucia y
hedionda!
¡Ah pero mi amigo
no! ¡Ese se baña todos los días!
Y siempre lo vas
a ver: ¡Bien vestido y afeitado!
Él no es como su
mujer. -Nos aseguró mi hijo, yo observé a la amiga de
ellos, que meneaba con insistencia su cabeza y con sus manos hacía señas de
inconformidad, ¡hasta que reventó y le
dijo!
- Pero si ese
amigo tuyo, se acuesta con ella en ese colchón todo meado y sucio… ¡Es porque
él mismo es también un sucio! -Mi hijo le respondió…
- ¿Sucio? ¡Él se
baña, se afeita y siempre lo vas a ver…Con su perfume! Él no es como ella.
- Te equivocas:
¡Un hombre limpio no se acuesta con una sucia, ¿y en un colchó meado?! ¡Eso
jamás!
Mi hijo se quedó
callado. Entendió que el razonamiento de su amiga, era inobjetable.
(Y esa
conversación…Se me vino a mis recuerdos, y a decir verdad…Lo analicé mucho.)
…Y allí, mientras
esta señora, me decía lo mismo…
¡No sé el por
qué! Pero me dieron ganas de responderle… ¡Pues si yo fui “un hombre sucio…!
Usted querida
amiga ¡también lo fue!
- Perdón… ¿Se lo
dijiste? - Le consultó Miguel quien ya
no se contenía mas y explotó en su interrogante…
- Como te dije:
“Me dieron ganas de responderle”
¡Pero no lo hice!
- ¿Y por qué no
lo hiciste…?
- Migue…No quise
entrar en discusión.
Y para decirte la
verdad: ¡Sabía que no se lo iba a decir de “buena forma”!
…Pero ten la
plena seguridad, que en cualquier momento: ¡Se lo digo!
- Dime la verdad:
¿Le tienes miedo?
- No, no le tengo
miedo. Pero es que no me gusta entrar en discusiones que sé que a la final…
Voy a perder.
- ¿Qué vas a
perder…? ¿Por qué?
¡Te está
ofendiendo!
¿No te das
cuentas? – José se quedó pensativo.
Y no le respondió
en el acto. Por su parte, su compañero lo miraba sin poder explicarse el por
qué, él le toleraba eso…
- Veras…Si yo le
respondo y entramos en una discusión. Yo voy a levantar mi voz, ella me va a
responder igual. Y ya ese tipo de discusiones, lo hemos tenido en varias
ocasiones.
Y créeme…A la
final…Ella gana.
Ella es
hipertensa. Y puede ser que a ella le dé algo…Aparte de que en este país,
cualquier mujer te puede enviar preso, porque las leyes, protegen es a ellas, y no a nosotros, los
hombres.
Y además…Le van a
creer es a ella y no a mí.
Por otra parte:
Me va a botar de su casa. -Recuerda que
esa es, su casa- y yo, pues tendré que
irme a buscar en donde irme a vivir.
(No tengo ni en
dónde caerme muerto.)
- ¿…Y….? ¡Tú eres
hombre!
¿O es que ya te
diste por vencido?
Mira, ningún ser
humano tiene por qué aguantar humillaciones de nadie.
¡Y menos de su
esposa!
- ¿Quieres saber
“mi verdad”? – Le dijo en tono cansado José, mientras veía como con sus manos
lo instaba su acompañante a que siguiera…
- …La verdad: ¡Es
que no tengo a dónde irme a vivir!
- ¿Y no tienes
dinero para pagar una habitación…?
- Si.
- Además, tú no
estás ni cojo, ni manco, ni loco, como tampoco eres un tarado…
¡Tú puedes
abrirte una nueva puerta!
No sé, busca a
ver. Empieza a buscarte un mejor trabajo, a mirar por ahí, a ver si consigues
una habitación. O quizás en casa de alguno de tus hijos, o de tu propia
familia. ¡No sé!
- ¿Viste? – Le
interrumpió molesto José, a lo cual su acompañante se quedó en vilo, viendo su
molesta pregunta.
- Te dije: ¡Cero
comentario! ¿Te lo dije o no…?
- Bueno, sí que
me lo dijiste…Pero…
- Sé lo que
tendré que hacer…Cuando lo tenga que hacer.
(Confía en mí.
Además…Algo tendré que hacer.)
Mientras
tanto, ¡solamente te lo narré porque en
primer lugar! Me siento tranquilo.
Sosegado.
Porque eres tú,
mi amigo de muchos años, sé que algo tendré que hacer. Ya veré. Ya veré.- Su oyente terminó su cerveza y le preguntó
por señas si quería tomarse otra mas, y en vista de que él lo aprobó, llamó
nuevamente al mesero y le hizo señas para que repitiera el pedido anterior.
Una vez que se
hubo retirado el empleado, Migue levantó nuevamente su botella y le dijo,
tomándole una de sus manos…
- Amigo,
perdóname: ¡Nadie sabe las goteras de su propia casa…Tan solo él que la está
“viviendo”!
…Y perdona mi
exaltación. Sé que me lo advertiste antes de revelarme ese secreto.
…Yo quisiera
ayudarte, pero en verdad…No puedo. Bien sabes cómo son las mujeres (son
igualitas en cuanto a que “siempre” quieren “instruirte” e indicarte cómo debes hacer las cosas.), y
si te llevo a mi casa -aunque sé que no
me lo estás pidiendo- (Ciertamente…Me
traería problemas con ella…Es así.) Pero en verdad…Perdona mis comentarios.
…Pero no hay nada
mas triste el que tú propia mujer te diga eso.
-No sabría, cómo actuaría yo, en tú lugar- pero creo que eso es muy duro.
Y si me pides un
consejo…
- Quise
desahogarme… Muero solo. Bien sabes que mis cosas, no se las cuento a nadie.
¡Así soy yo!
¡Tengo un nudo en
mi garganta!
Sé que debo morir
callado.
(Nadie me va a
comprender.)
Pero no pude
aguantarme mas y por las confianza que te tengo…Te lo dije.
- ¡Y te agradezco
tú confianza! Pero debe ser muy duro. No quisiera estar “en tu pellejo” - José
bajó su cabeza, y no le comentó nada.
Pensaba en todas
las veces que le ha tocado salir a vivir solo en una habitación. -Es muy duro- Vivir solo.
Y lo sabía por
experiencia propia.
Siendo divorciado
como lo era, y vuelto a casar. También meditó: “Una mujer cabe en cualquier
casa” Pero un hombre solo…Apesta.
“Huele a pescado en descomposición”
Produce
desconfianza…
El hombre cuando
se queda solo… ¡Espanta!
(Y cuando pierde
su propia casa…Es un arrimado de cuidado.)
Además ya su
madre, hace muchos años que ya había muerto. La única que con toda seguridad,
le hubiese abierto las puertas de su casa.
¿Y a dónde podría
alojarse?
Es muy duro, pero
algo bueno en su camino saldrá…
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
¡Señor
bendice a mi pueblo: Venezuela!
Tráenos
la Paz,
llénanos
de tus incontables bendiciones.
Nubes
oscuras que nos presagian:
¡Guerra
y Destrucción!
Guárdanos
del Maligno,
que
nuestra sangre propicia.
No
se lo permitas
envía
tus poderosos Ángeles.
Imparte
tu Justicia, Mi Señor y Mi Dios.
Solo
en Ti confío.
¡Gracias
por escuchar esta plegaria!
Amen.
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