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Fui al hospital público, ya que me habían informado que un amigo estaba hospitalizado allí. En cuanto me lo informaron; pensé: “Pobrecillo. Venir a caer enfermo en estos momentos tan bestiales. Ya que es conocido por todos, que no tienen ni gasa, ni agua oxigenada. ¡Nada!
Los políticos se lo han llevado todo. Son unos depredadores del Erario Público. Se llenan los bolsillos. Y nos dejan a todos en el estero.
¡Qué lástima!” -  E iba lamentando en todo el camino.
-         ¡Qué maluco es ser pobre en este  país que lo tratan de meter al comunismo!  …Es muy triste… - Rezongaba conmigo mismo, ya que no es prudente hacerlo con mas nadie. Hay que cuidarse…
(He conocido muchos casos en los que los familiares hasta han tenido que caer en manos de los prestamista     -¡Empeñando hasta su casa!-    para poder hacerle frente a todo cuanto medicamentos es requerido.
Pero… ¿Qué puedo hacer? ¡Solamente lamentarme! Amargarme al ver cómo todos en este inmenso país…Nos están devorando.)
Pero: ¿qué podía hacer…? Total. Todos estamos “pasando aceite” como esos carros viejitos, cuyo aceite es quemado al instante, dejando botes de ese apestoso liquido maloliente y apestoso  en todo sitio en que lo estacionen.
Logré entrar. Y en verdad: El espectáculo es muy deprimente. Desolador.
Sigo insistiendo mentalmente lo mismo: ¿Cómo puede un país: ¡Tan rico en riquezas naturales! ¡Tan hermoso! Con playas exquisitas. Con una población tan trabajadora y decente…Y venir a caer en “esto”…?
Contemplo todo al ir transitando por las distintas dependencias hospitalarias y en verdad: ¡Lo que me provoca es…Ponerme a llorar!
A berrear como si fuese un ternero. ¡No puede ser posible! 
…Pero es lo que estoy presenciando.
Pareciera que en vez de ser un instituto hospitalario en tiempos de paz…Lo hubiesen transformado en una “Tienda de campaña en tiempos de guerra”
Pero esta es la realidad con la que todos nosotros, los que no estamos enchufados, ni pertenecemos a este gobierno déspota y corrupto.
(¡Gracias a Dios, que ni siquiera tengo trato con ninguno de ellos! ¡Ni los conozco, como tampoco pretendo ir a conocerlos!  …Por sus frutos los conoceréis…Y estos son frutos de su “Revolución bonita”)
Trato de no seguir mirando mi entorno…Porque me entristece mucho presenciar todo esto.
…Pero he de hacer “tripas corazón” o algo parecido…
En eso escucho a un hombre muy delgado, de tez blanca   -pero quemado por este sol muy tropical, por cierto-   que insistentemente reclama mi atención. Lo veo que está en una situación muy deplorable.
Veo que no se suelta sus manos de su estomago flácido. Pero manchado en un color ya negruzco   -asumo que es su propia sangre-    pues lo veo que se está desangrando.
-         Por el Amor a Dios…Ayúdeme… - Escucho su voz muy quebrada. Suplicante y expectante. Acudo a él   -Pero yo no soy Médico-  Me digo a mi mismo. Pero aun así…Me acerco.
-         Señor…Ayúdeme. Por el Amor a Dios. Qué alguien se conduele de este pobre hombre. – Ya estoy a su lado, y sin quererlo me mancha con su sangre.
-         Señor. Yo soy venezolano. Nacido y criado aquí. – Estaba ansioso porque alguien le escuchase, aunque ninguno de los internos, pareciera condolerse de ese espectáculo tan deprimente.
Me armé del valor necesario y estuve presto, aunque sea para escucharlo y no sé…
(¡Qué impotencia tan enorme! Entiendo y sufro con su dolor, pero ¿Qué puedo hacer yo…?)
-         Yo no soy un mendigo. Soy un Padre de familia. Que caí en la desgracia.
Perdí mi empleo, ¿y sabe por qué? Porque fui a comprar la leche de mi menor hija, ¡de apenas seis meses de edad!
Y resulta que los bandidos, esos desgraciados, ¡le habían echado cal!
¿Usted sabe eso?  ¡Cal! La cal que se utiliza para albañilería.
Esos muertos de hambre, le echaron eso. ¡Desgraciados! ¡Malditos!
No les interesa la salud de nadie. Solo les interesa llenarse sus bolsillos a costa del pueblo. No somos nada señor.
Y mi esposa le hizo su teterito y se lo dio.
¿Y qué íbamos a saber que llevaba ese veneno?
Y a partir de esto…Comenzó mi desgracia.
He tenido que hipotecar mi rancho, vender mi casa.
¡Regalar prácticamente todo lo que tenía…!
Para recibir una tontería para poder hacerle frente a tantos medicamentos. Esto no es vida, señor. Y me disculpa que le esté contando mis problemas. Pero aquí nadie se conduele de mí.
¿Y sabe el por qué?  …Porque ya no tengo dinero…Por eso. – Hizo un silencio prolongado. Pienso que los dolores lo tienen atenazado.
Pobrecito este Padre de familia.
¡Qué situación la que estamos padeciendo todos!
(Soy sincero: ¡Mi deseo era salir: Volando. Esfumarme de ese antro de pobreza y de tristezas!  …Pero era que me sujetaba como si yo le representase a él, su tabla de salvación. ¡Vaya “tabla de salvación: Yo!)
Ya toda mi ropa estaba contaminada con su sangre.
Por primera vez en mi vida, me veo en este vía crucis.
Los minutos sobrepasaban en medio de la crudeza humana.
Imbuido en tanta miseria humana. En la mayor de las degradaciones que humano alguno…Se ve sometido a caer…
-         Pero esto debo resolverlo yo mismo. Yo no puedo aumentar las desgracias a mi señora. ¡Pobrecita ella!  …Pero me han herido de gravedad…Ya mis fuerzas me fallan. Mi visión se me está nublando.
¿Sabe por qué estoy así…Herido…Agonizando ya…? – Con mucho dolor intenté responderle. Pero era que mi corazón lo tenía hecho añicos.
¡No supe, ni pude articular palabra alguna…Ni siquiera un suspiro!
-         Me he dado a la tarea de estar mendigando.
De montarme en los buses, en todos los que me consigo en la calle. Para contarles mi drama. Para que me ayuden…Con un bolívar aunque sea…Y cuando me bajé de un autobús…Unos asesinos. Me siguieron.
Me despojaron de todo el dinero que había logrado reunir.
Y como les presenté resistencia. Me apuñalaron. Una y otra vez.
Me han matado amigo. Me han quitado la oportunidad de poder seguir ayudando a mi hija y a mi esposa.
…Y ahora… ¿Qué puedo hacer…? Voy a morir, desangrado. Sólo. Triste. ¡Gracias a Dios que me ha enviado a uno de sus ángeles!
¡Ayúdeme! – Le escuchaba su ya menguada voz pidiéndome auxilio.
Y yo gritaba: ¡Enfermera! ¡Enfermero! ¡Doctor! ¡Auxilio!
Pero al igual que al agonizante ser…A mí tampoco me escuchaban.
…Del resto…Ya no puedo seguir…
En mis brazos quedó…














   









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