-Aparecen en la gráfica: (De izquierda a derecha) Mi hermana: Rufina Amelia, Martha Isabel, BELB, Mariana de los Ángeles, Marlene Esperanza y la última que casi no se ve: Lucinda Josefina...Claro faltan: Mi hermano mayor: Juan Manuel (Q.E.P.D.) y Auxiliadora Enriqueta -Mi hermana mayor.
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+BernardoEnriqueLópezBaltodano
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“Hoy estoy sentimental”
En efecto…Los recuerdos acuden a mí, como si fuesen manantiales…Sus
gotas me impregnan…
Me rejuvenecen, me hacen revivir aquella época en que era el “rebelde
sin causa” el que todo lo rompía; el que
al llegar les rompía aquel encanto que sentían mis muchas hermanas con sus
pretendientes…
(A todos esos babosos que se enrojecían al contemplarlas.
¡A todos de una forma u otra: Los espantaba!
¡Fuera chusmas! ¡Fuera de mí casa!)
Aquel que le caía a piedra a los “posibles enamorados” (De todas mis
hermanas: ¡6 en total!), el que ponía cara de “perro rabioso”
Era el indómito. Ingobernable. (Mi hermano mayor ya se había
rendido. Y yo: Tuve que tomar esa tarea. ¡Era mi deber!)
…Sin duda alguna; era “el rompe fiestas” de todas mis hermanas.
(Y mejor que ni le pregunten a ellas…Cada una tiene su versión al
respecto.)
Mi madre siempre trataba de mediar. De hacerme entender.
Y yo le respondía: Si mama… (Pero en cuanto veía a alguno de ¡esos
babosos! Era que no me podía contener. Y los perseguía.)
Y en aquellos años mozos, mi vieja siempre me decía:
- Hijo a una mujer ¡Ni con el pétalo
de una rosa! (Y mentalmente yo me decía: Con el pétalo no mama… ¡Hay que darles
con la mata entera!) …Claro está, nunca
se lo dije…
A una mujer siempre se le respeta.
¡Siempre!
(Y mentalmente me decía: “Siempre
que me respeten”)
Siempre fue muy cuidadosa mi madre, recuerdo cuando ella trabajaba
en el hospital Central Dr. Urquinaona de Maracaibo, en su horario de: 7 am
hasta las tres de la tarde…Y luego tomaba la otra guardia de: 3 pm hasta las
once de la noche.
¡Hacía dos guardias seguidas! Porque el sueldo no le alcanzaba para
mantener a sus hijos. 16 horas diarias laborando.
A mí me tocaba irla a buscar a la av. El Milagro, a la sede de ese hospital
y esperarla para venirnos a San Francisco (La urbanización)
Fueron días muy duros para nosotros
-cómo familia que éramos-
Recuerdo que cuando iba con mi madrecita linda (Ella era muy bella,
hermosa…Con su uniforme blanco, con su cofia, con sus medias de nylon blancos y
sus zapatos blancos… ¡Ah qué de recuerdos!)
…Yo en cuanto veía a los hombres que se le acercaban…Corría a
recoger piedras y a lanzárselas…
- ¡Faltas de respeto! ¿No ven que
viene con su hijo?
¿Ah, no me respetan, porque soy aun
un niño…? – Les gritaba mientras los veía correr espantados por mi acción.
Me hacía respetar…Desde aquel entonces.
Hoy que me caen esos rocíos que me ilusionan y me hacen reflexionar…Medito:
“Un Hombre no es el que lleva pantalones”
(Recuerdo a mi progenitora. Siempre aleccionando. Siempre remarcándome
cada cosa… ¡Bueno su voz retumba en lo mas profundo de mis días!)
“El Hombre verdadero: Respeta a una mujer.
Recuerda hijo mío…Que tú madre, es una mujer también. Ten mucho
cuidado. No juzgues a ninguna mujer. Respétalas. Considéralas.
Y por sobre todas las cosas: A mí hermano y a mí mismo, nos obligaba a que aprendiéramos a
auto abastecernos. A que aprendiéramos a lavar nuestra ropa, los platos, a
mantener todo en orden.
(…Bueno…Eso de mantener el cuarto y mis cosas bien acomodadas… ¿Yo?
No. –No va con mi personalidad- Nunca me aprendí esa lección. En cambio mi
hermano mayor: Juan Manuel… ¡Ese sí que se lo aprendió totalmente!)
Porque un hombre no sabe con quién se va a casar.
Y a lo mejor se casa con una mujer que no le gusten los oficios del
hogar.
Crecí con esa orientación. Y siempre (Bueno…Casi…) me he hecho mis
cosas. Aprendí a cocinar. A zurcir mi propia ropa (En honor a la verdad: …Mejor
sigo con otra parte de este relato…)
El caso es que me he sumergido en esos momentos.
Recordar a mi vieja cuando llegábamos a la casa ya casi a media
noche…Y yo corría a mi camita, mientras ella iba a la cocina, para cerciorarse
¿qué habían comido sus hijitos? A chequear la ropa limpia. Las ollas. Los
platos. ¡Todo lo relacionado con nosotros!
A conversar con la señora del servicio y a darle las órdenes
pertinentes de lo que se iba a cocinar para el día siguiente.
Para luego subir a chequear a cada uno de sus hijos. Revisar las
tareas. Ayudar a sus hijitas a terminar sus tareas.
Limpiar su cuarto. El cuarto de cada uno de nosotros.
Para acostarse ya de madrugada y tener que levantarse a las cinco de
la madrugada, para llamar a sus hijas, ayudarlas a vestirse, etc.
Y luego que salíamos todos sus hijos…Ella corría a bañarse y a salir
corriendo porque ya eran las siete de la mañana y a esa hora debía entrar a su
trabajo de todos los días.
Sin duda alguna, mi Madre, fue toda una Madre.
…En una de las tantas veces, yo fui testigo de que cobraba su
quincena…Y con el mismo cheque: Se lo llevaba a una señora que le prestaba
dinero a comisión. ¡Y se lo endosaba! Le pagaba la deuda.
Y la buena señora, le preguntaba…
- ¡Pero bueno vieja! ¿Y qué van a comer
tus hijos ahora…? – Mi madre le decía con la mayor de las resignaciones…
- ¡Dios proveerá! – Y la señora le
devolvía el cheque.
No le aceptaba el pago de esa forma.
(Bueno. Era otra época. Otro tipo de
personas.
No como hoy en día…)
¡Las cosas de la señora López! O “la vieja López”, como la conocían todos
sus compañeros de trabajo.
Así era ella. Así nos levantó. Con su sacrificio constante. Con su
amor y dedicación por cada miembro de su familia.
…Mi vieja…
Y de esto damos fe todos sus hijos.
Como enfermera, ella atendía con devoción a sus muchos pacientes.
Y cuando morían. La llamaban para que asistiera a su sepelio.
Y después a misa de mes. Y a misa de año también.
Su trabajo fue un apostolado.
¡Dios te bendiga vieja, donde estés, ojalá estés en el Edén!
Descansando…Porque en este mundo: ¡Sufriste enormemente!
Paz a tus restos. Rosa Amelia Baltodano viuda de López.
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