B.E.L.B.
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@Belbaltodano +BernardoEnriqueLópezBaltodano
-
Pienso Andrés, que esa no es la
mejor forma para educar a un hijo. (Me da mucha pena, el tener que confesarte
esto. Pero.)
Y tendrás que
perdonarme, ya sé, que tu dedicación es al mil por ciento. (Lo veo,
constantemente.)
Pero también debes
tener en cuenta: ¡Qué es necesario reprenderlo! Educar no es necesariamente:
Castigar.
No es conveniente
darle todo cuanto pide.
¡Es mi opinión! Discúlpame
si te ofendo -cosa que no es mi intención- al contrario, como amigo que soy tuyo -y que te aprecio- es que me atrevo a decírtelo, ¡aun corriendo
el riesgo de que te enojes conmigo! – El ya citado, se pasó su mano derecha
sobre su escasa cabellera. No dio muestras de enojo alguno.
Meditó unos instantes,
su mirada se perdió en la profundidad de su análisis. Y sin quererlo, retornó a
su infancia, a la forma como él mismo fue educado. Y en efecto, él no estaba
criando a su hijo, tal como lo hizo su propio padre. ¡Ah qué de vivencias tuvo!
Y después con la mejor
de sus sonrisas, le dijo…
-
¡Hombre Miguel! Sabes muy bien que
te aprecio y entiendo que cada una de tus palabras brotan de lo mas profundo de
tu corazón. ¡Es mas, sé que tú eres tan igual cómo yo mismo!
-
No compañero. Lamento tener que
contradecirte, pero no somos iguales. ¡Para nada! Yo reprendo a mis hijos. (Y mucho.)
Y los mantengo con “la
cuerda cortita” ¡porque me he comprobado a mí mismo! (Oye y es cierto!)
Que no les estoy
haciendo un bien, malcriándolos en todo lo que me pidan. – Andrés dio media
vuelta y haciéndole señas con sus manos, le dijo…
-
Cuando yo era un niño: Mi padre
nunca llegó a consentirme.
Era muy severo.
Siempre me reprendía. Por todo. Y bastaba que alguien se fuera a quejar de mí,
para que me cayera “a cuero limpio”
¡Fue muy bárbaro
conmigo!
No me dio ni siquiera:
¡Una oportunidad! – Respiraba con dificultad, el volver a hechos pasados no le
causaba buena impresión. Pero lo hizo, era necesario.
-
¡Bueno eso es lamentable! Es muy
triste oír eso…
Pero peor es andar de
extremo a extremo.
-
¿Cómo así?
-
Tú padre era muy estricto contigo
ok. ¿Y tú?
¡Eres demasiado
condescendiente! Con tu hijo.
Son los extremos.
Entiéndelo. - Reflexionó otro tanto mas.
Y convino con lo
siguiente…
-
Cierto. Pero es que si lo
reprendo -y es que me vuelvo a mí pasado- y no deseo eso mismo a mí pobre hijo.
De verdad: que no.
No sé, si logras
comprenderme. – Al parecer con estas últimas palabras daba por zanjada esta
conversación.
Cambiaron de tema y
entraron en otras disyuntivas.
Y así fue pasando el
tiempo en esa diatriba constante en la que ambos discurrían en sus tiempos de ocio.
En otra ocasión,
posterior a esa de la conversación, Miguel fue testigo cuando el hijo menor de
su dilecto cuate de chanzas, había
llegado de la
escuela con algunas
cosas
-que su padre no le
había comprado- y llamó poderosamente su atención, y fue
testigo de la forma en cómo lo encaró…
- Hijo mío… ¿Qué traes
en tus manos…? No recuerdo haberte
comprado ese morral. – Su hijo sin darle importancia, pasó a su lado y le
respondió…
- ¿Ah, el morral…? Me
lo conseguí tirado en el pupitre de un compañero y cómo él no estaba, me lo
traje.
- ¿Ah, te lo regaló
él…?
- Si. Digamos que sí.
– Y sin darle la mayor importancia siguió su camino a su cuarto.
- ¡Yo sé que él se lo
está guardando y en cuanto lo vea, se lo devolverá! ¡Ya tú lo verás! – No le
quedó mas remedio que responderle…
- Aja. Si tú lo dices… - En silencio, comenzó a
analizar este caso…
Y pensó para sí mismo,
al ver a su amigo, tan pasivo.
“¿Qué le pasará? ¿Cómo
va a dar por cierto eso? Si el chamaco le está diciendo que su compañerito no
estaba…
¿Y si no estaba, cómo
pudo regalárselo…? Nada.
Se adueñó de algo que
no le pertenece. Así de sencillo.
Eso no es suyo. ¡Tan
sencillo como eso! Y él lo sabe.
¿Por qué se lo trajo?
Para mí…Eso es un hurto.
Se ha apropiado de
algo que no es suyo. Y su padre se lo acepta.
…Mejor no me sigo
metiendo. ¿Total?” – Y mientras hacía sus propias conclusiones, su anfitrión le
llegó con “su cara bien lavada” tratando
de justificar, lo injustificable.
-
¿Viste? Pero yo le creo a mí hijo.
Él es incapaz en apoderarse de algo que no suyo. ¡No señor! No le he enseñado a
él que haga ese tipo de cosas. – Y comenzó a tararear, sin darle ningún tipo de
importancia.
-
“Mejor es que no me siga metiendo en
problemas que en realidad no son míos. Pero qué barbaridad. Cómo se hace de la
vista gorda….A mí mi padre, no me lo hubiera perdonado, como yo tampoco a
ninguno de mis hijos. Pero…” – No quiso terminar su frase.
Creyó que estaba
pecando en contra del que desde que eran niños han sido unos colegas en esta
vida…
Tampoco le gustaba que
cuando él llegaba, el hijo ni siquiera lo miraba. Ni siquiera lo saludaba. Y
eso no está bien.
Pero: ¿Qué puedo
hacer? Tan solo soy un visitante.
(Pero la verdadera
educación comienza es: En la casa.
Y si nosotros que
somos los padres no instruimos a nuestros propios hijos… ¿Quién lo hará…? Pero
así es la vida.)
…Hay situaciones en
las cuales: Es mejor callar.
Porque: Calladito, te
ves mejor.
…Porque las apariencias, en
ocasiones engañan…Y casi siempre…Importancia no le damos.
Y de tanto en tanto cuenta nos damos que sólo son eso: “Fachadas”
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