La plaza de las hierbas


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                               -1895, Puente de San Francisco y al fondo, la Plaza de las Hierbas-













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Encontrándome en Bogotá, iba caminando de lo mas despreocupado por la Carrera 5, ya casi llegando a la calle 16.
Y como venía disfrutando tanto de ese agradable clima, como la diversidad de tipos de negocio que merodean por todas esas latitudes. No noté la presencia de un señor, que me dijo…
-      Su merced, por favor… - Escuché nítidamente la voz masculina de un ser que iba vestido a la usanza indígena muy antiquísima.
Pero en su rostro pude notar esa calma y ese señorío, que prácticamente me obligó a atender su petición y le respondí con la mayor de mis buenos modales:
-      ¿Me llama el señor? – Él se me quedó mirando con ese tipo de mirada que en un principio me desarmó; pues no deseaba molestar mi atención.  
Al contrario, lo vi muy solicito, y en el acto me detuve.
(Supe, o mejor dicho: Presentí, que no era ningún tipo de mendigo o alguna persona de mal proceder.)
-      Mí Don…Sé que usted no es de esta ciudad.
-      ¿Y cómo asegura eso?  …Si puedo saberlo… - Le pregunté un tanto intrigado. Él se acomodó en medio de su vestimenta y señalándome hacía adelante, me invitó de la siguiente forma…
-      Vamos a la plaza de las Hierbas. – Yo lo miré muy extrañado pues conocía que por allí quedaba era: Parque Santander, o por lo menos ese era el nombre que me habían dado en el hotel donde me hospedaba.
Pero nunca me habían hablado de esa bendita plaza: “De las Hierbas” Extrañado me quedé. Pero no deseaba coartarle la buena voluntad de este habitante tan: Genuino.
-      Es curioso. Nadie me había hablado de esa plaza. ¿Y en dónde se encuentra…? – Razoné, casi en monosílabo a lo que me invitó.
-      Vamos. No queda muy lejos. – Y se dispuso a guiarme, como buen baqueano que era.
Lo que sí es bueno notar es que en esa memoria que tenía del bullicio y de la multitud de personaje…Varió.
Y fue tanto su cambio, que de repente y de una forma insólita, comencé a ver como se transfiguraba a una ciudad…A una aldea o a algo muy parecido…Que no conocía.
Y las personas que antes veía, me refiero a su vestimenta, ya no era la misma. Sin entenderlo, lo seguí, pero mas hipnotizado por ese tipo de mutabilidad: ¡Qué me dejó perplejo!
Pronto vi gente menuda. Mujeres con grandes trenzas.
Vestidas a una forma, que antes no había presenciado.
(En cierta forma: Quedé muy turbado. Anonadado.)
Guerreros en posición muy altivas. De distintas procedencias.
Me explicaba en una lengua muy extraña. Me costaba entender.
Pero en verdad: No sé cómo podía entenderle.
¡Yo nunca he hablado en idiomas tan guturales! Extraños.
Pero logré entender: Que él pertenecía a la cultura Calima.
Me hablaba de la nación: Muisca. (¿Y dónde queda eso…?)
La Quimbaya, y otra nación que me dijo, que creí escucharle: la Tairona. (Y otras mas que se me escapan de la memoria.)
Por señas me pedía tiempo para poder explicarme.
Y en la medida en que me transmitía sus recuerdos, algo en  mí me servía como si fuese una inspiración, que me traducía a la perfección lo que me informaba.
(Yo seguía hablando en mi imperfecto castellano…Y él en su vernácula lengua… ¡Y nos entendíamos! No sé explicar este extraño suceso. ¡Pero así pasó!)
Me dijo que en su pueblo natal, todos vivían en perfecta armonía con el medio ambiente.
Hasta la llegada de los conquistadores españoles.
Me narró escenas de mucha violencia.
Del nivel de despotismo con que fueron diezmados.
De la intensa maldad y codicia que trajeron a sus tierras los hombres que venían de Europa.
Eran seres de muy bajos sentimientos. Miserables asesinos.
Me habló tanto y tanto…Que sin quererlo, me hice uno con su pueblo.
Con sus vivencias. Con sus querencias.
Con ese trato tan perfecto del que me hablaba.
Lo noté muy seguro de lo que me decía. Y para ser coherente en lo que acá narro, debo informar que nunca dejamos de caminar.
Llegamos a la plaza de las Hierbas (Tal cómo él lo conocía.)
Pero en el fragor de su conversación, las distintas épocas se me fueron sucediendo a una velocidad vertiginosa y él me daba muestras a cada instante de que no se extraviaba en su relato.
Me confesó, que en ese mismo sitio, posteriormente sería conocido como parque de San Francisco, y me aseguró que estaban junto al convento y a la iglesia, del mismo nombre….
Y luego me confesó que hoy en día es conocido como: Plaza Santander.
Una curiosa transformación se me fue ejecutando en la medida en que este ser pronunciaba y me señalaba cada cosa…
Pude ver por instantes (Algo breve, pero seguro.) dichas imágenes.
E incluso, veía a los colonizadores (Tanto religiosos como sus militares)   -¡Qué curioso es todo esto!-   Me decía yo mismo, muy impresionado por tan singular sapiencia.
Y en un momento en que me quedé mirando a un cura, seguido de varias monjas, quienes iban con esos curiosos ropajes, vi de la forma tan impactantes como ellos mismos se percataban de mi presencia…Y por la forma como me señalaban.
(Vi como se hacían la señal de la cruz en sus cuerpos y alarmados, huían de mi presencia.)
…No entendí en el momento, el por qué, de tan extraño comportamiento…
Pero me quedé así: ¡Absorto! Por unos minutos mas.
Y en un visaje tan natural, como electrizante, centenares de años, de culturas se me fueron sobre poniendo, uno tras otro.
Y cómo si me sacaran de un vórtice de un tiempo inexcusable…
…De repente: ¡Me vi solo!
Viré a un lado. Luego a otro. Di vueltas a noventa, a ciento ochenta y hasta trescientos sesenta grados.
Giré sobre mi mismo eje. Y no una vez… ¡Muchas!
Tantas,  que mareado caí al piso. Creí perder el conocimiento.
Solícitos  varios transeúntes acudieron a mi auxilio.
Me encontraba sumamente grogui. Atontado.
Mi mundo giraba a velocidades espeluznantes. A punto de vomitar.
Con la ayuda recibida, me llevaron literalmente cargado hasta una de las bancas.
Me sentaron.
(¡Qué horror: Seguía en una espiral que no parecía tener fin!)
Alguien me socorrió y me dio los primeros auxilios.
Poco a poco, fui volviendo a mis cabales.
Y ya viéndome recuperado. Se fueron alejando, hasta dejarme solo.
Aturdido como estaba, entendí que debía volver a la seguridad de mi hotel. Intranquilo, pues aun deseaba seguir en la charla con tan peculiar personaje. Lo busqué con insistencia.
…Pero de él, sólo me quedó tan espectacular viaje que me hizo hacer. Aprendí mucho. Atesoré lo que me había transmitido.
…Pero anímicamente, ya no me sentía con el deseo de continuar en ese viaje…A tan precarias existencias.
 …A lo lejos, lo volví a ver…
En su rostro se dibujó una extraña mueca, que interpreté como una especie de sonrisa.
Era su forma de despedirse, y luego dio la vuelta…
Lo vi alejarse por la cercanía de un tiempo que va y vuelve a su pleno antojo. Aunque muchos: Nieguen y se resisten a asumirlo…




   









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