Plaza Ribas - La Victoria - edo. Aragua "Aragua en turismo.com. ve"
“Qué muchacho para ser:
¡Tan feo!”
La
plaza Girardot en: La Victoria – edo. Aragua, fue el escenario en donde se
suscitó este evento que estoy a punto de narrarles, y comenzó de esta forma…
Era
el mes de diciembre, y el ambiente decembrino es muy contagioso.
…En
principio: ¡Varios grados menos de temperatura!
Los
adornos alusivos a esa fecha son en realidad muy emblemáticos, amén de que el
ánimo de la misma gente es muy alegre.
Era
una tarde muy tranquila y en dicha zona
se respiraba ese aire tan halagador.
Al
frente la Casa de la Cultura, un sitio emblemático y muy singular en donde se
presentaba todo lo que a Arte se refiere.
En
una de sus esquinas, se encontraba la sede del Ilustre Concejo Municipal de
Ribas.
Bordeando
en uno de sus lados: la Iglesia, con su fachada muy ilustre.
En
otra de sus esquinas, estábamos: Dixon,
Antonio, mi hermano y yo, para ser mas preciso frente a la arepera de su papá.
Antonio
estaba en plena “fiebre” con el ajedrez. Y siempre me estaba invitando a jugar,
pero en lo personal eso de estar "rebanándome" mis sesos para ese
juego, aunque lo llamen “deporte” no es de mi agrado.
Y
en verdad: ¡Ya le estaba huyendo!
Pero
al amigo en cuestión, eso le encantaba.
Mi
hermano, sí que estaba dispuesto a emprender esa faena y así se lo hizo saber.
-
¡Aleluya! ¡Al fin un inteligente en tu familia! – Me dijo mientras desenfundaba
todas sus piezas encima de una de las construcciones que servían de asiento.
Lo
vi, muy alegre y hasta dicharachero.
(Y
en verdad, hasta fastidio me da el estarlos viendo en esa faena.) Pensé en mis
adentros, pero sin atreverme a exteriorizar estos pensamientos. (Claro está.)
Fue
cuando me puse a detallar mi entorno, y vi a una señora ya anciana, de ese tipo
de personajes de pueblo que pululan en forma anónima.
La
dama en cuestión caminaba con la cabeza echada hacia adelante y mirando siempre
el piso, amén de una notable joroba.
Pues
bien, la persona en cuestión, iba de una banca a otra, miraba de soslayo a
todos los que en ese momento allí estábamos.
Y
Dixon, era en ese tiempo un jovencito flaco y alto, blanco, con un defecto
espantoso…
Le
agradaba chuparse el dedo, delante de todo el mundo.
Y
al parecer…Era el motivo de que esa señora se fuera de banca en banca.
Me
explico: Él chupándose el dedo la miraba fijamente, sin pestañear. Y la seguía
con esa curiosidad que él tenía…Para ese entonces.
Y
la vieja, de repente comenzaba a
chequear quién en ese momento la “apremiaba” con la mirada y al darle la vuelta
a los cuatro costados…Miraba que era ese muchacho.
Una
y otra vez.
La
vi, cuando se levantó refunfuñando y lanzando palabrotas, que por la forma en
como nos miraba…Debían ser groserías.
-
¡Esa vieja está loca! – Nos aseguró Antonio.
-
Viene todas las tardes y se la pasa “hablando sola” y luego tú le pones atención…Y no hay nadie.
Dejó
de prestarle atención a su “guerra” con mi hermano y se fijó en ella.
Pronto
nos vimos riéndonos de sus ocurrencias, ya que parecía que estaba espantando
moscas, mientras nos miraba con rabia.
Me
fijé en Dixon y este la seguía mirando, con esa forma de mirar “tan fijo” que
él tenía.
Le
hice señas y sacándose el dedo lleno de saliva nos dijo riéndose…
-
¡Debe ser una loca de carretera! – Nos seguimos riendo, hasta que mi hermano le
reclamó la atención debida a su partida de ajedrez.
Me
fijé en una bandada de perros callejeros que en ese momento pululaban por allí.
Eran mas de doce los que conformaban esa jauría.
-
Con toda seguridad: ¡Debe ir una “perra maluca” entre ellos! …Y ya tienen varios días en esa vaina. – Nos
informó Antonio y en el acto se volvió a sumergir en su tarea, ya que mi
hermano aprovechaba “sus descuidos” para derrocarle o bien un peón o algún
caballo o a un alfil “mal parado”, provocándole la cólera debida.
-
¡Eso no correcto! – Reclamaba muy molesto, mientras seguía todo cuanto
ocurriese en la plaza en cuestión.
-
Eso te pasa por no poner atención a mis jugadas. Si pusiera atención…No te
comería a tus piezas…Pero… – Le reprochó mi hermano, mientras le tumbaba otra
de sus piezas fundamentales, y el gesto que hacía el amigo en cuestión era de
cólera.
Se
ponía las manos sobre su cabeza, en señal de tragedia. (Y eso me provocaba
mucha risa.)
De
repente, vemos que la señora de mucha edad, se volvió a levantar de la nueva
banca, mientras gritaba: “¡Qué muchacho para ser tan feo!” se persignaba y
salía espantada.
-
¿Y por qué no miras a otra parte…? – Le interrogaba pero sin mirarlo.
Me
fijé y vi al Dix, fajado chupándose su dedo asqueroso y mirándola fijamente.
-
¡Déjala quieta Dix! – Antonio dejó de prestarle atención al juego y se precisó
en el muchacho en cuestión y agregó…
-
¡Cónchale vale! Deja a esa pobre vieja en paz.
¿No
ves que me estás desconcentrando? – Él lo miró y le respondió…
-
¡Pepe pero si no le estoy haciendo nada! – Se defendió sacándose su dedo lleno
de saliva.
-
¡Bueno Dix! Deja en paz a esa vieja. – Lo regañó mi hermano.
-
…La verdad es que la “cargas a monte” – Aseguró meneando su cabeza el compañero
nuestro, mientras le ponía su mano derecha sobre el tablero, como para impedir
que mi hermano le fuera a hacer un desastre a su ya maltratada tropa.
Dicho
esto se volvieron a enfrascar en su “alucinante” faena de juegos de tácticas.
(Me
daba risa la cara de tragedia que ponía mi compañero de estudios, mientras mi
hermano le saqueaba todas sus piezas.)
Me
quedé buscando a la manada de perros callejeros, pero ya se habían ido y es
entonces cuando el que combatía con mi hermano, levantando su brazo izquierdo
me dijo…
-
Se fueron hace rato ¡por allá! – Y me señaló la dirección del Concejo
Municipal, yo miré hacia ese sector, pero ya no había nada por allí.
En
pocos minutos comenzaron a salir del ateneo una cantidad considerable de
personas y me quedé viéndolas…
-
Están saliendo de una función privada del cine contemporáneo…
-
¡Por esa razón es que te gano! – Le reclamó mi hermano. - ¡Ponle atención a
esto chico! – Le repetía una y otra vez.
-
…Pero si le estoy informando a tu hermano…
-
¡Pon atención a nuestro juego! – Le aconsejó mientras le informaba…
-
¡Jaque! – De inmediato puse atención y en verdad, uno de los caballos de mi
hermano estaba amenazando al rey enemigo.
Antonio
se puso amarillo y después rojo de la furia, se puso ambas manos en su mejilla
y exclamó…
-
¿Qué nueva trampa me estás montando…?
¡Qué
broma tan sería con ese tú hermanito…! – Me dijo muy serio. Eso me provocó mas
risa.
-
Mira a ver, como te sales de esta, porque te voy a dar: ¡Jaque Mate! – Me reí
al ver la cara de apuro que reflejaba mi compañero de estudios.
Por
varios minutos nos concentrábamos los tres en cuál era la estrategia que debía
asumir para evitarse tan lamentable perdida, cuando de repente escuchamos
nuevamente una voz que gritaba diciendo…
-
¡Parece un demonio! ¡Madre mía, protégeme de ese diablo! – Nos volteamos a ver…
Era
nuevamente la dichosa anciana, quien se estaba levantando de otra banca
distante nuestro, pero señalaba al Dix…
-
¡Qué muchacho pa feo! – Todos nos dimos cuenta del escándalo formado y todos
buscábamos la dirección que ella señalaba…
-
¿Otra vez muchacho loco? – Le increpó muy molesto el jugador que iba perdiendo
su partida.
-
¿Hasta cuándo la vas a seguir fastidiando?
-
¡Pepepepepe pero si no le estoy haciendo nada malo! – Se defendió el chavalito
mientras mi amigo lo enfrentaba con toda su cólera desatada, ya que lo acusaba
de que por su culpa él estaba perdiendo su juego ante mi hermano.
-
Asume tu responsabilidad. – Le concluyó mi hermano, pendiente siempre del
tablero.
-
¡Yo no puedo seguir jugando así! – Reclamó en medio de su enorme enfado.
-
¿Pero quién te está “molestando…”? – Le dijo muerto de la risa mi hermano, y ya
para ese momento el amigo ofendido estaba rojo de la cólera.
-
¡Así no se vale! – Concluyó dándole un manotón a todas las piezas.
Todos
nos quedamos asombrados, ante esa actitud asumida, y en medio de sus medias
palabrotas, recogía cada pieza y las guardaba en su estuche.
-
¡No juego mas! – Una vez recogido todo, se marchó.
-
¡Pepepepepe pero si no le hice nada! – Se defendió el chavalito, mientras
contemplábamos a la vieja irse por una de las esquinas y al amigo ofendido, por
la otra…
En
ese preciso instante, observé atónito que nos encontrábamos allí solos, y que
ellos dos (la vieja y mi compañero.) se marchaban molestos con nosotros.
Nos
quedamos sin saber qué hacer o decir.
Por
respuesta, comenzamos a mirar a los pajarillos volar y a las personas
transitar.
-
…No le gusta perder… - Dijo mi hermano mientras lo veíamos partir.
-
¿Y ahora…? – Le pregunté a mi hermano.
-
Ahora, nos vamos todos. – Ordenó mi hermano, Dix se sacó el dedo de su boca y
asintió…Mi hermano se estaba riendo al narrarnos la cara de asombro y de furia
que el amigo en cuestión ponía cada vez que “le tumbaba” a una de sus piezas.
-
¡Qué pendejo que es! Se pone a prestarle atención a todo, menos a su juego.
¡Y
claro, por eso es que pierde!
Y
luego viene a decir que es por culpa de este chamo… ¡O de cualquiera!
Partimos
de regreso a nuestra casa. Riendo y disfrutando de todas esas aventuras que los
tres habíamos ya pasado.
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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