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“Ensoñación…”
-
En verdad Juan ¡no sé! Como
explicártelo, pero fue mas o menos así…
Me
encontraba en un sitio totalmente nuevo y extraño para mí, algo lúgubre,
sombrío pero es que no me sentía extraño, me refiero a que -ciertamente no estaba a gusto- pero mi incomodidad no era tan superlativa…
Es
extraño. Era como si estuviese en una cueva, cuyo techo era abovedado…
O
sea era curvo, no como el techo de una casa. En donde pude notar lo rústico y
áspero de esas curvaturas…Era sin lugar a dudas, algo nuevo y extraño…Pero lo
mas curioso es que en “ese preciso momento” me era algo así, como natural, no
sé explicártelo de otra manera.
¡No
me era ajeno, era muy común para mí!
¡Tendrás
que tratar de interpretar mis palabras…!
No
tengo otra forma de expresarme.
Su
humedad era asfixiante y notoria.
Con
olores a pieles, a excrementos y a cosas en proceso de oxidación.
Todo
se veía derruido, abandonado.
Pero
allí convivían una cantidad de personas, que de repente emergían de algún
recoveco o de alguna saliente…Y generalmente eran mujeres.
No
recuerdo haber visto hombre alguno, aunque algo me decía que en efecto…
Allí
estaban. En alguna parte.
Sentía
su presencia, pero nunca los pude visualizar.
De
repente un horrendo sonido gutural se
dejó sentir… ¡Nunca lo había escuchado!
Como
una onda expansiva, que en la medida que se transmitía…Te entraba por tu piel,
se introduce en tu torrente sanguíneo, en tus vísceras, en tu sistema nervioso,
dejándote unas huellas indelebles. Que te duelen, te perturban. Te torturan.
Hubo
un momento de desolación.
Mi
sangre se me heló en alguna vena…
Mi
presión sanguínea se detuvo…
Mi
corazón comenzó a latir tal si fuese un tambor a todo vapor, retumbaba y sus
arpegios eran golpes que recibía en mi tensión nerviosa.
Todos
se quedaron tiesos. Nadie se movió.
En
ese preciso instante no pude distinguir tan horrible cacofonía.
Era
mas bien un estruendo.
Las
paredes reproducían con increíble precisión, tan devastadoras corrientes
sonoras…Hizo un profundo eco en lo mas profundo de mi propio ser.
Pienso
que retumbó a varios kilómetros a la redonda.
Fue
peor que el rugido de un león…
Y
mira que escuchar ese sonido en campo abierto es… ¡Escalofriante!
Su
eco, retumbaba a lo lejos.
Y
su fuerza no disminuía. – José apagó su versión, sus ojos seguían con certeza
absoluta el ritmo de esos acontecimientos.
Pero
Juan había quedado con un mar de dudas, pero no quiso interrumpirlo -se imaginaba ese extraño momento- pero ya sin aguantarse, decidió interrumpir
su largo silencio y le consultó…
-
…Pero José, me dijiste que habían mujeres…
-
Cierto.
-
¿Y ellas que hicieron…?
-
Al principio se escondieron. Me quedé solo en medio de esa inmensidad. Pero una
vez transcurridos unos minutos de intensa espera, en los cuales ni siquiera
acerté a realizar movimiento alguno -no
te quiero mentir, estaba mortalmente perturbado- pero en realidad: ¡Nada hice!
Poco
a poco, las vi que empezaron a ejecutar sus labores, tal como si nada hubiese
pasado.
Me
le acerqué a una de ellas -que en
ningún momento se inmutó ante mi presencia-
y le consulté: ¿Qué era ese ruido tan ensordecedor…? -Todavía retumbaba en mis tímpanos- ella me miró y con la mayor naturalidad me
dijo…
-
Es el “Hombre Lobo”
-
¿Hombre Lobo? ¿Y me lo dices así…Sin anestesia alguna…? ¿No le tienen terror
ustedes…? – Ella me miró extrañada, consultó con su mirada al resto que ya
estaban acercándose y luego de unos minutos me dijo, sin mirarme, sino
pendiente de algo…Que no supe de qué…
-
Está amarrado.
-
¿Está amarrado? ¿En dónde…?
-
Muy cerca. – Me respondió otra, mientras la que con la que me estaba hablando,
ya no me prestaba atención alguna.
-
¿Cerca de qué…?
-
De aquí mismo. – Me dijo sonriéndome.
Noté
que todas las mujeres ya eran de edad media, no había ninguna jovencita.
Todas
por su apariencia, ya conocían hombre.
Desvié
mi mirada y comencé a indagar mejor aquel nefasto sitio -ni siquiera supe, ¿cómo había llegado
allí?- Las féminas vestían ropa con
cuero de animales, ninguna se vestía con tela. Todas tenían una apariencia mas
bien, grotescas, no vi “femineidad” alguna
-aunque se veía claramente que sí que lo eran- pero no era el tipo de mujeres que
normalmente he visto.
-
¿Será que estabas en “la era de las cavernas”? – Me preguntó José, y eso me
hizo pensar muy bien la respuesta, ya que pensándolo mejor…Como que era cierto…
-
Y lo mas curioso… - Le continué con mi relato-
era que todas ellas sabían todo, pero me guardaban a mí, su
secreto. –Y yo me lo sospechaba- Así que intenté seguir indagando…Cuando de
nuevo un chillido que penetró por mis oídos como daga ardiente, y que me
desbarataba mi sentido auditivo y que me llegaba al mero centro de mi propio
corazón, que se enterraba y me batía con una fuerza descomunal… ¡Hasta me hizo
arrodillarme…! Estaba estupefacto…
…Cuando
logré recuperarme…
Yacía
en el suelo…Sudoroso.
Empapado
en mis propias lágrimas que se confundían con mi sudor.
No
supe distinguir si manaba sangre de mis oídos ya destrozados, o si era mi
corazón el cual daba muestras muy fidedignas de que no podría seguir soportando
ese suplicio…
Cuando
logré izar mi cabeza…De nuevo me encontraba solo.
Poco
a poco, las mujeres comenzaban a hacerse visibles…
-
Ese era mi hijo… - Me dijo una mujer, y cuando la vi, le vi su melena toda
desbocada.
Por
dentadura, calzaba uno que otro diente, muy distante uno del otro. Me hablaba
con pánico, pero con mucho orgullo.
-
¿Tú hijo…Eso…? – Ella no me escuchó -o
se hizo la que no me oyó- La vi moverse
con mucha soltura. Y al siguiente instante que le quise oír nuevamente, ya no
la vi. Sencillamente se había esfumado.
-
Todas las que ves acá…Somos madres.
Y
hemos amarrado a nuestros hijos… - Me cantó una de ella, la cual no se me quiso
acercar, me veía y me escuchaba de lejos…
-
¿Todas…?
-
Todas. Incluyéndome. – Me dejó atónito, ya que ninguna se me negaba a ello.
Todas
me miraban a prudente distancia.
Quise
moverme y salir corriendo de tan nefasto lugar…Pero no pude.
Me
sentí atado, amarrado, imposibilitado.
¡Me
exasperaba esta situación en la que me encontraba sumido!
Luché
y forcejee…Pero sencillamente no pude.
-
Es inútil que lo sigas haciendo. – Escuché una voz muy clara y potente. Y no
pertenecía a mujer alguna. Anonadado, me senté a digerir esas palabras ¿de
dónde habrán brotado? Si no veo a su
autor, que claramente era la voz sorda y potente de un hombre. Un grupo de esas
féminas, se agolpaban a mi alrededor, pero a prudente distancia.
-
¿Quién me habla? – Les pregunté, pensando que se escondía entre las mujeres.
Pero
ellas me miraban con el terror reflejado en sus rostros, pero en aparente
calma.
Comprendí
que ninguna de ellas me aclararía ese acertijo. Poco a poco, se fueron
apartando. Hasta quedarme nuevamente solo.
¿Qué
me estará pasando en este mundo? – Me preguntaba una y otra vez.
Pero
nada, ni nadie me ayudó a resolver esa incógnita. – Juan se me quedó mirando
sin comprender nada.
Solo
me miraba y de repente, me preguntó…
-
¿Y cómo terminó todo eso…? – Yo me quedé pensando y analizando, puesto que en
verdad no supe responderle. Lo ignoro.
¿Será
que son pensamientos muy “acendrados” en mi cerebro…?
…Serán
pensamientos o cosas que de alguna forma se cristalizaron en mi mente…
¡No
lo sé! …Pero esa fue mi ensoñación.
Sin
sentido lógico. Sin finalidad a la vista.
…Fue
eso…Sencillamente.
¡Mis
fuerzas se debilitaron de una forma muy mortal!
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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