-
…Perdóname…Déjame acomodarte mejor tus ruedos… -Y una vez concluido le estampó
un sonoro beso, como señal de que ya todo estaba resuelto, como respuesta él le
lanzó un punta pié el cual en medio de su mayor gozo, pudo esquivar.
-
¿Perdóname? ¿No corre sangre por tus escuálidas venas? ¿Así, así tan seco? Desprovisto del más leve
sentido de la equidad y los buenos principios… ¿Ya estás más tranquila? ¡Has
destrozado mis buenos sueños de engrandecer mí familia!
- Es
que seguramente que me resbalé…
- ¡Pata
floja! ¡Eres una inútil y estúpida mujer! ¿Cómo haré yo? ¿Hasta cuándo te
tolero? - Su esposa, bajó su cabeza y en
silencio comenzó a llorar. Pronto eran madre e hijo, sofocándose por las
lágrimas.
- ¿Y
qué carajo estás esperando…a qué sea yo mismo quién recoja todas esas bolsas?
¡Apúrate asna! – Aún doliéndole uno de sus pies, el cual seguramente se le
dobló, omitió todo su dolor y comenzó a recoger cada bolsa desparramada por
todo el suelo.
Respirando
con suma impaciencia, él esperó. Golpeando con furia su zapato contra todo lo
que pudiera servirle, pero claro está, sin que le causara dolor alguno a él. Ni
mucho menos ensuciarse.
A los
pocos minutos, y siempre cargando a su lloroso retoño, logró dominar la
situación. Amarró con mucho cuidado las bolsas a su mano izquierda, mientras
que con su brazo derecho seguía sosteniendo a su pequeño. Logró la fuerza
requerida y se irguió. Se ajustó bien toda su carga y mirando a su consorte, le
sonrió y le hizo notar que ya estaba dispuesta a seguir caminando.
- ¿Qué
ya estás lista?
- Si,
mi lindo.
-
¿Segura de que ya no dañarás más nuestras propiedades?
- Ya
las tengo bien sujetas, no se me caerán más.
-
¿Segura?
-
Totalmente.
-
¡Tienes que ser más cuidadosa! No todo el tiempo estaré allí, para ayudarte y
guiarte en todos tus desatinos. No es posible que todo el esfuerzo que hemos hecho
para comprar nuestra comida y tú, por un descuido ¡la botes! ¡Esto no puede
seguir así! ¿Ok?
- Esta
bien papito. ¿Me perdonas?
- Si tú
te comprometes a que nunca más dañarás nuestra propiedad. ¿Tendrás más cuidado?
- Si
papito, lo que tú digas.
- …Bueno,
volviendo a nuestro tema inicial… ¿Estás dispuesta a ayudarme? Y no estés
creyendo que dependa de ti para lograr mi triunfo. ¿Pero estarías dispuesta a
darme una manito?
- ¡Si!
-
¡Tienes que hacerlo! ¡Es muy pesada mi carga! Y debo reconocerte que me está
costando demasiado. ¡Mira hasta estoy bajando de peso! ¿Contemplas mis ojeras?
Ya hasta mis nobles ojitos me están acusando cansancio. Me desvelo mucho y
siempre es por la preocupación por ti y por ése chavalito. Ya casi ni estoy
durmiendo y de seguir así hasta me puede dar ¡un síncope a mis sueños!
- Pero
mi rey, yo salgo siempre bien de mañanita y salgo sin hacerte ruido, para que
tú puedas descansar un poquito más. Mi niño y yo, ni ruido te hacemos. Estoy
trabajando: Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes, Sábado y hasta los
Domingos. Pero yo gano muy poquito. Nunca te alcanza. ¿En qué más te puedo
ayudar?
-
Porque tú eres una burra. ¿No te lo he dicho yo? ¡Y no quiero que te me vayas a
ofender! Pero ese tipo de trabajo… ¡es muy cansón! Y no recompensa en nada todo
el esfuerzo que tú haces. Y por esa razón, estoy ideando un mejor trabajo. Pero
eso, si… ¡después de que termines tu faena! Solamente después podrás ejecutar
tu nuevo trabajo.
- ¿Y
nuestro bebecito, en dónde lo dejamos? ¿Lo vas a atender tú?
- ¿Yo?
¡Jamás! Yo soy un Industrial. Mi labor es supervisar. ¡Evaluar los resultados y
exigir mayores ganancias!
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