¿Estamos…?
– La navaja, brillaba en medio de esa oscuridad aberrante.
Todos sus
hombres, instintivamente dieron un paso atrás.
El Avión,
pegó no un paso…Más bien un salto largo. Sus ojos se agrandaron y su terror, se
le dibujó en todo su ser.
- ¿Qué les
ordené a ustedes? – En esta ocasión, se les acercó en forma amenazadora. Sus
hombres, retrocedieron aún más.
-
…Jefe…Perdón… - Suplicó El Temblao. Y pronto, su cuerpo, temblaba de una forma
exagerada.
El jefe,
se complació con ese gesto.
Observó al Avión. Le alegró, el terror que se dibujaba en su rostro.
Observó al Avión. Le alegró, el terror que se dibujaba en su rostro.
El Gordo,
se movía como las aguas del mar. Amorfas. Y eso, lo hizo satisfacer más.
Contemplaba,
que les infundía no miedo…Más bien: Pánico. Y
pensó para sí mismo…
(¡Esto es
un buen signo! Y mientras tiemblen ante mí…Me obedecerán ciegamente.
¡Esto es
muy bueno! Así me aseguro la lealtad de todos estos cobardes.
¡Un jefe
debe infundirle esto a su tropa!
¡Qué bien
me siento!
…Esto me
hace sentir…Como más grande.
Y me
ratifica, que yo he sido predestinado por la oscuridad…
¡Para ser
Grande!
Tengo por
delante… ¡Todo!
Nada ni
nadie, se me puede resistir.
¡Qué bien
me siento!
Esta es mi
tropa.
Con ellos
podré conquistar el mundo.
¿Quién
podrá oponérseme?
¿Quién?
¡Nadie!
¡Soy único
e inigualable!
…Qué rico
me siento…Me hacen sentir: Invencible.
¡Este
momento de grandeza…Es grande!
…Ahora me
siento a mis anchas…Y puedo respirar a todo dar.
¿Quién
osará desobedecerme…A mí?
¿Quién…?
Tengo mi
propio ejército personal.
Los tengo
comiendo de mi propia mano.
El Tuerto,
logró dominarlos cuando llegó a los veinte y ocho años…
¿…Y
yo…Apenas tengo…Veinte y un años?
Su reinado
duró poco tiempo…Se atrevió a desafiarme…
¿…A mi…?
¡Loco!
…Pero
mientras les inspire terror…Jamás osarán enfrentárseme.
¡Jamás!)
Así
pensaba, mientras los veía reducidos a su terror.
- …Allí
está el “Danger”. ¡Yo lo dominé…Con la fuerza de mi mirada! – Le puso un pié
encima.
- ¿Verdad
Jefe? – Se atrevió a preguntarle El Temblao recuperándose del terror, pero con
sus ojos muy nerviosos. Ya que no se atrevía a mirarlo de frente. Ya había
oído, que al jefe, no le agradaba que lo miraran a sus ojos. Así de frente.
- ¿No lo
ven? – Dijo señalándolo.
Sus
peones, se percataron del animal. E instintivamente, no sabían si correr o
quedarse allí.
Pero la
fuerza en la mirada del superior, los clavaba allí.
- ¡…Es un
gran mago! ¿Verdad Patrón?
- ¡Tú lo
has dicho Avión! ¿Pero, por qué le huyen?
- ¡Esa es
una fiera jefe! – Clamó seguro El Atorao.
- ¡Sí,
dicen que lo que muerde…Lo destroza! – Aseveró Er Kike.
- ¡También
dice…Qué devora todo! – Agregó tímidamente El Avión.
- ¿Jefe…Y
cómo lo controló? – Se atrevió a preguntarle El Avión. Admirado, viendo lo
grande y fuerte que era esa bestia.
- ¡Es muy
grande! – Aseguró El Atorao.
- ¡Qué
viva nuestro patrón! – Avivó El Atorao.
-
¡Hurra…Con el jefe a nuestro lado…Venceremos! – Apremió El Avión.
- ¡Qué
bueno es tener a un Capataz así! ¿Verdad? – Les decía El Gordo.
- ¡Es
bueno, que aprecien mi buen trabajo!
- ¡Claro,
Patrón! – Gritó El Atorao.
- ¡Shhhhh!
¡Cállate bruto!
- ¡Perdón
Patroncito…Perdóneme…Es que la emoción!
- ¡Guarden
silencio todos! Yo tengo todo controlado. Pero necesito, que me obedezcan.
- ¡A su
orden Mi Comandante! – Se le ofreció El Atorao a modo de un saludo militar.
- ¡Mande
Mí General en Jefe! – Agregó El Avión.
- Yo
también obedezco. – Se apresuró a presentársele Er Kike.
- ¡Todos
estamos esperando sus ordenes! – Le expuso El Temblao.
Uno a uno,
le reiteraban su más firme apoyo.
Cachirulo,
lo presenciaba todo. De su rostro, nada bueno se notaba.
Pero para
sus adentros. Estaba más que complacido.
Y por esa
razón, no los sometía más.
Pacientemente,
los escuchaba.
Le
agradaba sobre manera, el ver esa lealtad.
Y por esa
sencilla razón…Callaba.
Se
sumergía y retozaba en esas expresiones de adhesión ciega que su tropa le
prodigaba.
Olas de
inmenso placer, recorría su ser.
Y en
contraprestación, hacía unos minutos, sintió todo lo contrario.
Y por esa
sola razón…Dejaba que le regaran su
maltrecho ego.
¡Qué
reconfortante es escuchar esto! Se complacía una y otra vez.
Su tropa,
no vacilaban en cumplidos y en expresiones de lealtad a todo límite.
¿Acaso, su ego no requería de esto?
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