¿Pero de otra parte…Será licito…Aceptar que él me ridiculice,
ante mis propios hombres?
¡Eso jamás!
…Ya me he echado al pico, a unos cuantos. ¿Qué significa una raya
más para éste tigre?
Además…Todo me está yendo requeté bien. Debo, serenarme.”
Temblaba encolerizado sin poder tolerar esa falta de respeto a su
orden.
Cachirulo, se volvió hacia el canino. Debía cerciorarse, que aún
seguía bien dormidito.
Lo examinó. Lo detalló, revisó bien el amarre.
Lo examinó. Lo detalló, revisó bien el amarre.
Le pareció que el líquido ya se había extinguido. Buscó su bolso.
Así que introdujo, su mano nuevamente. Palpó la botellita, y la
sacó.
Vació una cantidad considerable, sobre el trapito.
Observó. Pegó su oído…Sí, todavía respira.
Como tenía su sexto sentido, súper desarrollado, percibió que
algo o alguien lo estaba observando.
Y de una manera precisa, levantó nuevamente su navaja.
Amenazó hacia su izquierda, su derecha. Se puso en cuclillas. Sus
ojos giraban velozmente.
Agudizó y extendió sus sentidos.
Aguardó. Nada.
La oscuridad, seguía dominando.
“Mientras haya oscuridad…Sigo mandando:” Se decía una y otra vez.
Pero ya le incomodaba esa mirada.
Se sentía como si tuviese la propia daga del Tuerto, amenazando
su corazón.
Y esto, lo descontrolaba.
Presentía que su enemigo, seguramente aprovecharía un pequeño
descuido de su parte…
Y ¡Zas! Se le abalanzaría sin ningún remordimiento.
Y esta sensación…Lo hacía sentirse…
Chiquitito. Muy chico. Infinitivamente, desquiciante.
No, podía permitir esto. Nunca. Jamás.
Su corazón, se le aceleró. Parecía un caballo desbocado.
Su piel se le erizó. Le molestaba; le producía mucha
inestabilidad.
El terror lo invadió. Su
visión se le nublaba. Ríos impetuosos y de repente; se aquietaban.
Sin poder evitarlo, comenzó a temblar. No podía controlarse.
Llegó un momento, en que se puso rígido. Hasta le dolían sus
articulaciones.
Solamente le obedecían sus ojos. Sus parpados permanecían
abiertos de par en par.
Sus pupilas parpadeaban a
velocidad fulminante.
Quiso emitir una pregunta: ¿Quién está allí?
…Pero no salió sonido alguno de sus cuerdas.
…Se estaba comenzando a sentir perdido… ¡Horror!
¿Pero qué podría hacer? ¡No puede ser! ¡Inaudito e insólito!
He logrado vencer en todo…
¿Quién me está venciendo?
¡Ha de ser…Un demonio! ¡Sí, seguramente era un maligno!
¡Por supuesto…Tenía que ser un Mefistófeles!
¿Pero tendría más poder que él? ¡No, no puede ser!
…Yo soy un Dios en mi elemento…
¿Pero…Quién podrá ser más grande que yo?
Trató de guardar silencio. De repente, visualizó un par de ojos.
¿Un par de ojos? ¿Acaso esa criatura endemoniada y perversa…Tendría
dos ojos?
…Y están inyectados… Y no tienen muy buena su mirada…Son de malas
pulgas.
¿En sangre…Será la de alguno de sus tantos muertos?
¿…Pero cuál de ellos, había podido escaparse del infierno…Quién?
Por su memoria, pasaron todos. Pero ninguno…Ninguno podía ser.
¿Quién se atrevería a hacerle esa traición?
¿…Quién…? ¿Precisamente a mí?
Contempló que esos ojos…Eran escalofriantes.
Ni pestañeaban. No se inmutaron ante su presencia.
- ¿Cómo podía ser eso: Ni pestañeaba…Siquiera? ¿Qué bestia podía
ser: Una alada o caminaba?
¿…Podría ser acaso: Un Dragón? He leído que son ultras
peligrosos…
¿Será grande? ¿Me buscará?
Y lo miraba con mucha insistencia…
- ¿Y por qué me mirará con tanto odio? Yo no le he hecho
nada…Aún.
Las oleadas de terror, recorrían su espina dorsal.
Sus piernas, parecían resquebrajársele.
…Y esa mirada…Implacable. Inyectada en sangre.
- …Me odia y me quiere destruir… - Se dijo muy bajito ya que no
quería que más nadie que él mismo oyera lo que afirmaba.
Y se le asemejaba, que estaban creciendo y creciendo.
¿De qué tamaño sería ése?
- ¿Y cómo me liquidará? ¿Será que tendré que presenciar mi propia
ejecución? – Esto es inconcebible. No podía ser cierto ya que hasta hace unos
segundos, se sintió como el dueño y Señor de todos. Su suerte no tenía el
porqué variar así de esa forma tan inexplicable e insensata.
Percibió que ya su propio cuerpo, no le obedecía en nada.
Lo intentó con toda su furia…Pero en verdad…Estaba como
aprisionado.
Y en esa circunstancia…Era una víctima fácil. (Así no se vale;
dame tiempo para atacarte)
Así su enemigo, seguramente que lo decapitaría en el acto.
…Pero…Si su enemigo, veía que ya estaba vencido…
Era cuestión de un tiempo a otro.
Quiso cerrar sus ojos. Y no presenciar su propio fin.
Y no era porque el miedo, lo atenazaba. En verdad, era ese dolor
tan grande que estaba sintiendo.
Ese engarrotamiento.
Ese entumecimiento.
Nunca, antes sintió todo esto. Pero en verdad, era muy doloroso.
Pero su terrible enemigo…No ejecutaba ningún movimiento.
Le intrigaba, ese inmovilismo.
¿Por qué no le daba su certero golpe?
¿Por qué no lo cercenaba ya de una buena vez? Que no sea tan
cobarde…
¿Asustarme así en este momento en que me encuentro absolutamente
solo?
¿Y por qué no me ataca en el momento en que tengo a todos mis hombres,
ah?
¿Y si es un Dragón o un malévolo oculto…? ¡Y yo con una navajita
y una pistolita!
¿Cómo podría defenderme si me ataca, por ejemplo una gigantesca
araña pelúa y malvada?
¿Es esto correcto, ah? ¿Verdad qué no?
Eso no se le hace a un hombre. No es justo ni correcto.
Se prometió a sí mismo, que si salía de ésta…No haría hacer
sufrir a su próxima víctima.
Y si me tocara a mí, con gusto le doy todas las garantías de que
su muerte será no solamente segura sino que justa. En cuanto a lo doloroso, no
puedo dar garantías al respecto.
¡No era justo! ¡Ya acaba conmigo de una buena vez!
¡Es una verdadera cobardía, hacerme sufrir de esa forma!
(“¡Prometo, formalmente…Nunca más haré sufrir a mí próxima
víctima!
¡Esto no es Honroso!
A un hombre, siempre hay que darle una oportunidad. Y más si ese
hombre, soy yo.
¿Me estás viendo sufrir? ¡Qué valiente que eres!
No hay comentarios:
Publicar un comentario