- ¡A su orden Mi
Comandante! – Se le ofreció El Atorao a modo de un saludo militar.
- ¡Mande Mí General en
Jefe! – Agregó El Avión.
- Yo también obedezco. –
Se apresuró a presentársele Er Kike.
- ¡Todos estamos
esperando sus ordenes! – Le expuso El Temblao.
Uno a uno, le reiteraban
su más firme apoyo.
Cachirulo, lo presenciaba
todo. De su rostro, nada bueno se notaba.
Pero para sus adentros.
Estaba más que complacido.
Y por esa razón, no los
sometía más.
Pacientemente, los
escuchaba.
Le agradaba sobre manera,
el ver esa lealtad.
Y por esa sencilla
razón…Callaba.
Se sumergía y retozaba en
esas expresiones de adhesión ciega que su tropa le prodigaba.
Olas de inmenso placer,
recorría su ser.
Y en contraprestación,
hacía unos minutos, sintió todo lo contrario.
Y por esa sola
razón…Dejaba que le regaran su maltrecho
ego.
¡Qué reconfortante es
escuchar esto! Se complacía una y otra vez.
Su tropa, no vacilaban en
cumplidos y en expresiones de lealtad a todo límite.
¿Acaso, su ego no requería de esto?
¡Por supuesto que sí!
Y por esa sola
razón…Permitió que lo adoraran.
Y sus hombres,
comprendiendo que era necesario, para su sobrevivencia…No escatimaban ni
palabras, ni lisonjas. Todos se imbuían en esta tarea.
(“¿…Acaso no me es licito
esto…?
¡Es bueno que reconozcan
en mí…Todo esto! Reconozco que me hace falta.
¡Esto es bello! Es muy
sublime escuchar al vulgo qué te aprecien tal como lo están haciendo.
…A la final…
¡También soy un
hombre! …Pero en pleno crecimiento.
Y aún tengo mis pequeñas debilidades, como esta.
…Y ahora, entiendo a los
grandes hombres de la historia.
¿Acaso, no es bueno que
se lo reconozcan a uno, en vida?
¡Qué sabios son mis
hombres! Después de todo…No son tan brutos, como siempre he creído.
¿El que me reconozcan
todo esto…En vida?
¡Esto es
grande…Maravilloso!
¡Grandemente…Porque
tienen el coraje suficiente, para reconocerme en mi propia cara!
Debo reconocérselos. Pero
jamás les permitiré decírselos…Se me pueden mal interpretar mis palabras.
En esto del comando…Hay
que medir, muy bien las palabras.
Ya me lo dijo, mi amigo
El Tuerto. ¡Qué en paz descanse!
…Y dicho esto…Ya está
bueno de las lisonjas.
¡A trabajar! Y no se
estén creyendo, que yo les voy a hacer todo el trabajo.
Ya está bueno. Ya les he
abierto, el camino.
A partir de este
momento…Debo ordenar y esperar a que se ejecute cada una de mis órdenes.
Ya…Ya párenle…Ya está
bueno…Vayan a trabajar”)
Ante las órdenes, no
verbales, sino más bien gestuales.
Sus hombres, guardaron un
silencioso respeto.
Y se aprestaron a recibir
la orden que cada uno recibiría.
- ¡Escuchen mis órdenes!
- ¡Mande Mí Comandante! –
Lo apremió El Temblao.
- Yo lo obedezco en todo.
– Le aseguró El Gordo, moviendo su amorfa humanidad.
- Aquí estoy mí General
en Jefe…Mande usted. – Le aseguró El Avión.
Para sus adentros, éste
se pensó para sí mismo: (¡Ya voy a salir de abajo con éste Avión!)
Con toda la parsimonia
posible, fue mirándolos uno a uno. Sintió el frio del miedo, ese que hiela
hasta los huesos. Y eso, también le agradó. Todos los signos, le hacían
comprobarse a sí mismo, que su mando, era total. Respiró pomposamente. Hizo
unos estiramientos de todas sus extremidades, más como para confundir a sus
adláteres, pero lo que en realidad, era. Que ya el frio de esa noche, le estaba
calando.
Y en verdad, estaba tan
absorto, con tantas preocupaciones, que lo fue postergando una y otra vez.
Pero ya en ese momento,
se sentía a sus anchas. Otros velaban el horizonte. Otros le protegían.
Y por esa
sencilla razón, ya podía dedicarse a esas cosas que por ser tan irrelevantes,
poco les ponía su atención.
El frio, le
calaba en lo más profundo de su ser.
Sin lugar a
dudas, el simple hecho de ser el cabeza, lo obligaba a nunca bajar su guardia del
todo.
Y uno a uno les fue asignando, sencillas tareas.
- ¡Gordo!
- ¡Mande Mí
Comandante!
- Vigila esta
zona del sur…
- ¿Y cuál es
el sur, Mí Comandante?
- ¡Hacía allá,
Gordo baboso!
- Temblao.
- ¡A su orden!
------- Cachirulo; 07 de enero del 2.014 -------
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