"Monterías"

Todo era oscuridad perpetua. ¿La visibilidad? Ninguna. Estábamos a ciegas.
Ni siquiera me podía ver los dedos de ninguna de mis manos.
Cada uno iba en su caballo, nos distanciamos si acaso…Medio metro. En ocasiones, nos tropezábamos. Teniendo visibilidad nula.
Tampoco podíamos hablarnos.
La naturaleza entró en todo su fervor. Yo escuchaba mucha cacofonía; Como también creí oír en el silencio, algo así como el acecho. En vigilia.
Son difusos e incomprensibles y digo, que para nosotros que estamos acostumbrados a los ruidos propios de la ciudad.
Los sonidos en la selva son diversos y atemorizantes.
Te desespera, el escuchar.
¿Pero se imaginan algo más grave?
¡No podíamos ver absolutamente nada!
Sin siquiera poder distinguir nada. ¡Videntes, invidentes!
Y el que no sabe, es como éste” 
Me señaló pomposamente, yo tuve que disimular mi enojo.     
Cuando realmente estaba orinándome mi pobre pantalón.
Detuvo su relato, ya que al igual que él. Todos estaban a carcajadas, batiendo sus panzas a todo vapor.
No me quedó más remedio, que mofarme de cada uno de ellos, parodiando sus horribles posturas y ridículas – Para mí – frenesí en su alegre burladero de mí “Muy ilustre persona”.
Pasó un largo rato. Ya cuando sus convulsiones y el arquear de sus cuerpos, producto de sus excesos, cesó.
Hubo un receso de silencio y al finalizar, continuó su relato.
- Bueno. Mejor sigo con mi cuentecito.
- ¿Ah es puro cuento? -  Lo ametrallé en venganza.
- No, no. Quise decir con lo que aconteció.
Esto ocurrió de verdad. ¡De verdad! ¡De verdad!
- ¡Ajá! -  Continúa afirmó Saulo, ya inquieto por tanta interrupción.
Sabedor de nuestro acervado interés por seguir escuchándolo, aspiró con la majestuosidad del maestro dictando su cátedra.
- “No veíamos nada.”
El frio nos atenazaba, a cada paso que daban nuestros caballos.
Parecía que el frio se acentuaba más y más.
Siendo de noche cerrada.
Y andando en la persecución de ese bravío.
No sabíamos en verdad, cuántos eran.
Recuerden que puede ser un macho solitario, como pueden ser las hembras.
En fin. Subimos, muy lentamente. “Mirando hacia todos lados.”
- Mirando qué… ¿No dijiste que todo estaña oscuro? – Lo quise ridiculizar en su relato.
- ¡Claro que no veíamos nada! Pero aparte de ir a oscuras.
¿Vas a tener tus ojos cerrados?
¿Estás loco?
¿Por qué interrumpes con tus estúpidos comentarios?
¡Además entiendo que en tu insignificante y oscura ignorancia ni sepas de lo peligroso que es todo eso! ¿O lo sabes?
- ¡No lo sé! Tú eres el experto en esta materia. -  Sostuve enojado.
- Aún cuando la noche sea cerrada. Tú no debes cerrar tus ojos.
¿No lo entiendes?
El caso, es que andábamos moscas. ¡Pendientes de cualquier ruido!
- ¿Y entonces? -  Consultó Solís.
- Entonces… – Nos dijo mirándonos profundamente. Se tomó su tiempo y en forma muy rimbombante, continuó…
- “Dago como nuestro guía iba adelante le seguía yo, detrás de mi Abraham y por último

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