“Me lo dijo…”


- Me lo dijo, pero lógicamente no te puedo decir el santo, pero si lo que me dijo…
Entre otras cosas: Que estás muy descuidado, que ya no te importa tu casa, que te has dedicado a beber y llegas en la madrugada, abres la nevera y haces arrases.
Que mas, que mas…Bueno tú sabrás. Y te puedo asegurar que tu mami esté en donde esté…no estará contenta contigo.
Analiza hijo, rectifica. Estás aún a tiempo.
¿Qué es lo que te está pasando hijo?
- Pero no es correcto, porque me estás criticando y no me informas quién te lo dijo…
- No es bueno identificar la fuente…Ni creas que te lo diré.
Pero lo que si es digno de tomar en cuenta es: ¿Por qué ahora estás haciendo esto?
- En ese caso, no debo aceptar este tu comentario… - El joven estaba muy perturbado.
- Pues deberías. Ya que tú no te estás portando como lo que eres.
Si no lo por lo que te pareces…  Tú nunca te has comportado; como ahora lo estás haciendo.
- ¿Y qué se supone que soy? – Visiblemente molesto e indispuesto por lo que le decía Morela,
Cruzó sus brazos sobre su pecho y asumió esa posición de rechazo, pero a su vez bajó su cabeza y se quedó pensativo.
Cerró sus ojos y dio la impresión de total contrición…
Morela lo observó con mayor detenimiento.
Tenía tiempo sin verlo, y lo encontró mas gordo y con sus facciones de mayor crecimiento.
Y rememoró hacía ya mas de veinte años que lo vio por primera vez.
Cuando su amiga de entonces Lídice se lo llevó para que lo conociera.
(Muy inquieto y ocurrente es este chamo.) Pensó de él, en ese entonces…
En ese entonces ambas eran jóvenes y compañera de trabajo y entre ellas se fue incrementando una amistad de compañeras de trabajo, en su fase inicial, y luego con el transcurrir del tiempo, se hicieron muy buenas amigas.
Y es que esta relación se mantuvo en el tiempo. Siempre se comunicaban una a la otra.
Pero las cosas de la vida, su amiga de toda la vida; Lídice después de una penosa enfermedad; partió para nunca mas volver.
Y su herencia mas preciosa: Conrado y Estefanía.
“Mis ojos” como solía decir, en vida, claro.
En días pasados, Estefanía llamó a Morela y le puso la siguiente queja de su hermano:
- “¡Se está bebiendo todo lo que se gana!
¡Está llegando borracho y vacía todo lo que está en la nevera!
¡Y no está aportando nada a la casa!
Y me da pena con mi nueva pareja.
Tú sabes que él no es el padre de mi hijo, pero es él el que le está dando el frente a mi casa.
Ya no encuentro la forma de que mi hermano reaccione, me está humillando enfrente de mi marido.
Y te estoy poniendo esta queja, en tu condición de gran amiga de mami, pero como ella ya no está…Para que por favor le “jales” la oreja.”
Y Morela se recordó de su gran amiga Lídice. Realmente fue una madre ejemplar.
Que hizo todo lo que pudo para poder levantar a sus hijos. Se sacrificó por ellos.
Sola porque su marido ya estaba difunto.
Y es en momentos como esos, en los que las madres se tienen que armar con todo lo que tienen (¡…Y también con lo que no tienen!) al alcance de su mano, pero tienen que resolver.
¡Hay que levantar a sus hijos! Con honradez por delante.
Cómo Dios manda. Dentro de los parámetros que él mismo designa.
Porque: “Dios aprieta, pero no ahoga” (Y solamente ella lo sabe; y se lo llevó consigo.)
Bajó de sus pensamientos para chequear al joven. Seguía igual.
En realidad notó un ligero cambio, que detallándolo con mas exactitud, se alegró…
Tenía su rostro contraído. Señal de que sus palabras le habían llegado.
Sin embargo calló. Y siguió esperando alguna reacción, mas significativa.
En vista de que no le respondía, optó por seguir con su regaño, de esta forma…
-  Yo recuerdo muy bien a tu madre. Y tú bien sabes que en vida, ella fue muy intima conmigo.
Ambas pasamos las de Caín. Y eso tú como su hijo mayor, debes recordar… ¿O no?
- En efecto. Claro que me recuerdo, mami ante cualquier adversidad corría a ti.
- ¡Y yo a ella! – Le adelantó casi sin dejarle terminar su frase.
En efecto, Morela también en su condición de mujer divorciada, le tocó batallar también con sus propios hijos.
(Solamente las mujeres que por alguna causa, han tenido que lidiar solas con sus hijos; pueden comprenderse una a la otra. Por su condición de: Madre-Padre.)
Y es muy posible, que esta similitud entre ambas las haya unido aún mas, en el tiempo.
- Mami siempre nos decía, que al faltar ella, te tomáramos como nuestra madre.
- ¡Así es! ¡Y yo también les he dicho a los hijos míos, que si yo les llegaba a faltar: Lídice –tu madre- se haría cargo de ellos.
- Si mami. Por eso es que he venido a ti en este día.
-  ¿En este día? ¡Tenías mas de dos años sin verte tu cara!
- Si mami Morela y te pido disculpa, es que entre el trabajo, los estudios…
- Esas no son excusas.
- …Pero es que…
- Me has tenido apartada de tu vida. Y tú sabrás el por qué…
- Mira…
- ¿Y qué cuento me vas a echar ahora?
- No. No es cuento, es la verdad.
- La única verdad que yo conozco, es que le estás faltando a la memoria de tu Santa Madre.
- Tienes razón.
- Tú mama siempre te vendió como un jovencito muy maduro. Hacendoso. Trabajador…
- Y lo soy. Lo sigo siendo.
- ¿Lo sigues siendo? ¿Cómo?
- Yo trabajo.
-  ¿Trabajas? ¿Y te estás “viviendo” a tu cuñado?
- Yo no le estoy quitando su dinero.
- ¿No?
- No. – El joven se batía en su defensa, ante las graves acusaciones.
- Tú madre en vida, se enorgullecía de que tú eras el “hombrecito” de la casa.
Recuerda que tú mamá cuando se enfermó ya no pudo rendir mas y fue cuando tú mismo saliste a la calle y le traías comida y dinero  a tu madre, a tu hermana y a tu sobrino.
¿Te recuerdas?
- ¡Como olvidarme de eso! – Bajó su cabeza y sollozó en silencio.
- Entonces eras el máximo orgullo de tu madre.
- Yo siempre lo hice con el mayor de mis amores.
- ¿Y por qué fallas ahora?
- Estefanía no debió venir a perturbarte con esas farsas absurdas…
- ¿Y quién te dijo que fue ella?
- ¿Ah no, y quién entonces?
- ¿Y tu te estás creyendo que tu madre no me habla?
- ¿Y como puede hacerlo ahora?
- De muchas formas.
- ¿Cómo cuales?
- …En sueños, por ejemplo.
- ¿Y sueñas con ella?
- Por supuesto.
- ¿Y ella te habla de mí? – Con ojos vidriosos el joven casi suplicante, esperaba su respuesta.
- Y también de tu hermana. – Morela fue categórica.
- No te lo puedo creer. – Resolvió de una forma tajante, mirando hacía otra dirección.
- ¿Me estás llamando: Mentirosa?
- No. Jamás. – Se apresuró a disculparse ante la amiga de su madre.
- ¿Entonces, por qué dudas de mis palabras?
- Es que me parece demasiado “fantasioso”, por lo que me inclino mas a que fue mi hermanita la que te vino con el “broyo”…
- Pues te equivocas.
- Es que al principio me pareció escucharte eso…
- ¿Eso, qué?
- No. Perdóname. Me dijiste que mi madre se comunica contigo. – Estaba incómodo. Reflexivo.
- Así es, en efecto.
- ¿Y en qué otra forma?
- En ocasiones; me habla.
- ¿Y la escuchas, así como estamos hablando ahora nosotros?
- No necesariamente. He dicho que me dice…mas no que hablamos las dos.
Aunque en ocasiones, escasas por cierto.
Pero si, claro que me dice. A veces la veo. A veces me susurra al oído.
- ¿De verdad? Es maravilloso. Yo nunca he podido tener mas contacto con ella, desde…
- ¿Y cómo se va a dirigir a ti?
- Yo soy su hijo…
- Que se está portando…Muy: Mal.
- …Bueno yo la ayudé en lo que pude.
- Y ella te lo agradeció…En vida. ¿Y ahora?
-  ¿Y qué fue lo que te dijo?
- ¿Quién? – Le espetó la pregunta al joven.
- …Mi madre… ¿Qué te dijo…? – El chico estaba nervioso. Indeciso. Temeroso.
- ¿Por qué tengo que contártelo todo?
- …Bueno a mí en lo personal, me ayudaría muchísimo. Yo la quise mucho.
- Y ella también, y ¡yo también!
- También reconozco que ustedes fueron muy unidas.
Yo, en lugar de seguir, mas bien me he alejado mucho de ti.
Pero quiero que sepas, que por la clase de  trabajo que estoy haciendo ahora, me he tenido que distanciar mucho de todo.
No solo de ti y de tus hijos –que son mis amigos- si no también de todo el círculo de amistades que en ese entonces teníamos…
 - ¿Y cuál es la “clase” de trabajo qué estas haciendo ahora?
- Bueno. Tú sabes.
- No. No lo se.
- ¿Sabes que ya me gradué de: Comunicador Social?
- Y te felicito. Tú madre allá en el cielo, debe estar celebrándolo todavía.
¡Ella fue siempre tu primera admiradora!
Pero…Lo que no entiendo es eso de: “clase de trabajo”
Explícamelo, ya que no lo entiendo… - Morela ya lo sabía, pero quiso que él se lo dijera.
- Bueno ahora he incrementado lo que antes hacía.
- ¿Ah, pero a esto te referías?
- Básicamente; ¡Si!
- No me has dicho nada nuevo. Pero… ¿Eso te da licencia para hacer lo que estás haciendo ahora en tu casa?
- Es que…
- ¿Es que…Qué?
- No me entiendes.
- No. Y segura estoy de que tú madre, aunque esté en el cielo: no lo podrá aceptar.
Entiende esto: Tú eres el hombrecito de la casa. Tú.  Ya tú no eres un bebe.
Ya eres un hombre de mas de treinta años.
¿No te has dado cuenta de esto?
¿No te has dado cuenta? Eres un Hombre ya.
Ya no eres el “niñito consentido de mami”. Asume tu realidad. Madura ya.
Y ahora eres todo un profesional graduado en una de las mejores universidades de este país.
- Es que él…Mira te voy a confesar algo. – Se inclinó mejor, bajó su cabeza, meditó lo que le iba a decir y cuando ya estuvo seguro, empezó así….
- Él ha resultado, excelente.
Lo mejor que ha podido llegarle a la vida de mi hermana.
¡Al fin la pegó, ella!
Es un profesional de la medicina.
¡Todo un caballero!
Es muy correcto en todo.
A dignificado a mí hermana.
Y todo lo que gana, lo ha invertido en la casa.
Te cuento:
Remodeló toda la casa.
Perfecto.
¿Y mi cuarto qué?
Mi cuarto parece un rancho en comparación con el resto.
¡Todo lo ha puesto nuevo!
¡Hermosa ha quedado la casa!
Cambió todos los picaporte de las puertas… ¡Menos el  de mí cuarto!
¡Pero, me pregunto yo! ¿Y por qué no mi cuarto?
¿Por qué a mí, no?
¡Respóndeme! Es por acaso qué… ¿Me tiene rabia? ¿O qué?
- Porque él le está cumpliendo es a tu hermana. ¿Tú eres la mujer de él?
- ¡No! Pero yo soy su cuñadito.
- ¡Pero no eres su mujer!
Él no está, ni se siente obligado a mantenerte a ti también.
Él mantiene a tu hermana y a su hijo (tu sobrino); pero no es “su hijo”.
¿Estás esperando a que él te mantenga a ti también…?
¿Eso es lo que tú pretendes?
- ¡No! ¡Jamás! A mí nadie me mantiene. ¡Yo trabajo y produzco!
- ¿Pero estás aportando a tu casa?
- …Bueno…Tengo mis gastos… ¿O no los puedo tener?
- ¿Tus gastos? ¿Y entre tus gastos…No está contemplado: Tú casa?
- …Bueno, viéndolo así…La verdad es que…
- ¿Quién es el Hombre de la Casa, hoy por hoy?
- Es que últimamente entre mis gastos, los gastos de representación y…
- Puro bla, bla, bla, bla….
- Bueno, es que…Viéndolo así…
- ¿Y de qué otra forma se puede ver…?
- Pero es que mi hermana, me pelea, me grita, me insulta.
- ¿Y de qué otra forma, puede decírtelo? No quieres entender en el error en el que estás.
La estás poniendo en un aprieto a ella.
Porque su marido podrá pensar que: tú no estás metido en ese paquete.
Es mas, estás cediendo tu espacio como: “Hombre de la casa”
Y en vida de tu madre, nos consta a todos; que lo fuiste. Y: ¿Por qué ahora no lo eres?
…En tiempo pasado…Muy pasado ya. Fuiste “el proveedor”.
¿Y hoy en qué te has convertido?  ¿…En un “vividor”? ¡Despiértate ya! ¿No sabes qué eres…?
Ya eres un hombre de mas de treinta años, profesional…
¿Y…?
- …Estoy cayendo en cuenta es: ¡ahora…!
¡He caído en una grave falta!
¡Caramba…Qué mal estoy causando!
En verdad te digo que no había caído en cuenta!
- Pero tú madre que está en el cielo, me lo ha hecho saber.- Morela calló.
Ya el trabajo estaba hecho.
Vio las lágrimas que brotaban, primero en forma muy lenta, pero ya eran cuantiosas.
Por un instante, se compadeció del pobre muchacho, viéndolo se dijo a sí misma: “Siempre fue un hijo ejemplar”
…Era preciso darle tiempo para que el chico lo digiriera con calma.
Y ya estaba dando sus frutos.
Así que comenzó a rezar en silencio, pidiendo que Dios lo terminara de iluminar. 
Y mientras estaba en sus cavilaciones, notó que la habitación en la que estaban, se iluminó de repente. Por un instante obnubiló su visión…
Un haz de luz blanca, todo lo inundó.
…Acompañándola con una sensación de infinita paz…
Percibió un agradable aroma…
¿Sería de flores? ¿De Jazmines…?
…Estaba de repente en el…Paraíso…En el Jardín del Edén…
…Su corazón se aceleró…Inmensa felicidad la hizo suspirar…
¡Qué placidez…Todo su cuerpo entró en paz…Tranquilidad…Gozo!
…Y se le hizo luz…Era su gran amiga: Lídices…La vio radiante e iluminada.
…Y en su éxtasis…escuchó un susurro…fuerte y sonoro:
“Aleluya, Gloría a Dios. Paz en la tierra a los que aman Al Señor”
Juntando sus manos, gracias infinitas dio.
…La vio consolando a su hijo querido…
Y en un instante, levantó su cabeza y agradeció en una mirada, Morela la tradujo así:
- ¡Gracias amiga!  
Y así como comenzó…finalizó.
Todo volvió a la realidad.
Al instante observó al jovencito…Pareció no haberse percatado de nada.
Seguía llorando, pero ahora era con mayor intensidad.
…Sus lágrimas daban la impresión de que sudaba copiosamente.
…Su cuerpo delataba la intensa aflicción y angustia en que se encontraba.
Se tranquilizó. Entró en una paz sublime. Sonrió.
Enjugó sus lágrimas y sonriendo la abrazó.
- ¿…Estuvo aquí? – Le preguntó de repente. Morela estaba muy sensible. - ¡Ya lo se!
¡Qué Paz; me siento bien! Estoy seguro de que mi madre… ¡No está muerta!
¡Yo sabía que aquí la iba a conseguir…Y la hallé! No la vi. Pero si que la sentí.
¡Voy a cambiar a partir de: YA! ¡Gracias Madre Mía, te amo y te adoro, y en tú Nombre te prometo que volveré a ser, como lo era antes! ¡Gracias Morela, muchas gracias!
Me voy en paz. Ya conseguí lo que venía a buscar.
Cuando salió de la casa, ya tenía una nueva faz. Iba en paz. Sereno. Sonriente.


Maracaibo; domingo 12 de enero de 2014.
Belbaltodano.-

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