“Adiós hermano…Pronto nos volveremos a ver” - Recuerda que cuando veas a nuestra madre…Dale  un saludo de tus hermanos que aún nos quedamos acá. – Martha contemplaba el sueño de su hermano mayor. Sus lágrimas se confundían con el inmenso dolor que le producía al ver a su familiar así. Sus palabras, sus lágrimas y su intenso pesar, no influían en él. A su lado se encontraba otra de sus hermanas menores, Rufina. Al igual que su pariente mayor, estaba sollozando.  Sus labios estaban temblorosos al igual que sus inquietas manos. Juntas se daban un calor de familia. Todas ellas contemplaban la quietud de su mayor. Rufina le exclamó: ¡No te olvides de nosotros que aún nos tenemos que quedar aquí! ¡Cuánto me gustaría estar contigo, y poder hablar con mi madre! - ¡Sí manito…Busca a nuestro Padre también! ¡Dale un beso grande de mí parte! – Agregaba como para que no se le olvidara a Juan  Manuel. - ¡Y de mí también! ¿No se te olvidará mano? – Agregó Martha. Sus intensas demostraciones se veían opacadas ya que de su garganta casi no se conjugaban muy bien sus palabras y su cuerpo se movía con espasmódicos gestos de dolor. En general, se podía apreciar mucha congoja. Desconsuelo. Tribulación. Nadie estuvo ausente. Aunque pocos lograban expresar sus sentimientos internos, pero en sus rostros se dibujaba el extravío que les ocasionaba este engorroso trance. - ¿Juan por qué? ¡Juan tú nunca habías hecho esto! ¿Por qué te fuiste así? ¿Por qué? – Su esposa no cabía en aquel recinto. Ése rostro que  hasta hace pocas horas, reía de emoción y de satisfacción al contemplar a su pequeña familia unida alrededor suyo y de su esposo. Y en este preciso momento…Todo se le derrumbaba. Se sentía desolada. Sus tres hijos, dos varones y una hembra. Todos ya casados y con descendencia cada uno. Vivían rodeados del más sublime y tierno amor familiar. En verdad, no podía entender ni mucho menos comprender y aceptar, que la felicidad humana es efímera y que su final siempre es doloroso,  sumamente traumático e inesperado su desenlace. - ¡Levántate y vente conmigo! ¡Juan! ¡No puedes seguir allí! ¡Acompáñanos como siempre lo has hecho: Un marido ejemplar, un Padre Digno, un amigo fiel, cómo hijo fuiste maravilloso! ¡Yo sigo siendo tu fiel y amante esposa, no me dejes sola! ¡No lo acepto! Sus palabras rebotaban por entre esas paredes frías, mudas e inconmovibles estructuras que sostenían y soportaban la intensidad de ese momento. Sus hijos estaban gimoteando en las esquinas solitarias de aquel intenso salón. - …Papá…No me diste tiempo de nada. ¿Pero por qué…Por qué te fuiste así? – Juan Carlos aunque siendo médico de profesión, creía que ya conocía muchos dolores, pero este…No. ¿Puede un profesional de la medicina ser inmune a esto? - ¡No creo que pueda seguir viviendo sin ti,  papi querido! ¡No, no te vayas aún! – Sollozaba inconsolable su única hija. Ya con poquitas fuerzas, sus piernas no tenían la consistencia necesaria para poder soportar ese cuerpo delgado  que seguía resistiendo a aceptar esa cruda realidad. - ¿En dónde estás hermanito querido? ¿Mano en dónde te has metido?  – Le preguntaba otra de sus hermanas: Mariana. - ¡Estoy viéndote en cuerpo presente! ¿Pero por qué no me contestas? Veo tu rostro sereno. Ya no veo en ti ninguna arruga en su rostro. ¡Estás en calma! - ¿Por qué no me escuchas? – Insistía en su suplicante pregunta  Martha - …No nos escuchas porque ya ésta,  no es tu morada… ¿Verdad? Te ves satisfecho, y aunque no abres tus ojos para vernos, presiento que así es, como nos estás escuchando…También nos estás viendo. ¿Será con otro mirar? Y asumo, que sufres  mucho. Ya no del dolor, que nosotros tus familiares aún sentimos. Ya tu dolor es mudo. Ya nunca más te veremos andar. Tu cuerpo ya entregó todas sus fuerzas. Y tu espíritu es esencia divina y por esa razón, me da la impresión de que tu sufrimiento radica en que…Ya conociste el Cielo. ¡Te me adelantaste, chico! Y seguramente que estás sintiendo la cercanía de nuestros queridos padres. Ya ellos partieron y con toda seguridad…Te están recibiendo. ¿Es así, verdad? Te están dando su Divina Bendición.  Y por esa razón, sufres. ¡Claro! Nos estás viendo sufrir y no encuentras la forma de llegar a nosotros para decirnos: “No sufran por mí. Ya estoy con el viejo y con mama. ¡Están felices con mi llegada! ¡Y me están asegurando que en este bello reino celestial, todos ustedes vendrán a disfrutarlo a su debido tiempo! ¡En verdad, estoy bien! ¡Ya no sufran más por mí…Que estoy muy bien!” Aunque estoy aceptando esta nueva realidad, Juancito querido…Perdóname, pero es que me cuesta mucho verte así…Tirado allí…Frío. ¡Cómo si estuvieras ya ausente! Durante todos estos años en que de una forma u otra nos acompañamos. ¡Claro cuando éramos unos infantes peleábamos y jugábamos mucho! Luego nos hicimos unos adultos y cada uno escogió su camino. Ciertamente que nos distanciamos mucho, por esos quehaceres de nuestro duro trajinar. La vida es la vida y de alguna forma tenemos que vivirla. Tú retirada así…Tan repentina…Me ha fragmentado en varias partes, estoy dividido. Y al ver a toda mi familia, reconozco que estamos en las mismas. “Estoy bien. En serio: Estoy bien. Quédense tranquilos. Me están rodeando: Muchos de nuestros queridos familiares. Ya para mí no están muertos…Los estoy viendo y estamos gozosos de estar nuevamente juntos. ¡Pronto nos volveremos a reunir! Pórtense bien y ya verán que volveremos a reír…Aquí conmigo y con todos los que ya estamos aquí. ¡Qué Dios me los bendiga por siempre!  Y ya saben: ¡Pórtense bien! ¡Pórtense bien!” En verdad, no sé qué pensar. En mi atormentada cabeza, me ha parecido escuchar la voz de mi hermano  (hoy  es un espíritu). Y hasta puedo asegurarme a mí mismo que es así y que ciertamente me ha hablado. Pero en mí realidad…Siento frío su cuerpo y aunque en su faz se denota claramente una paz tan increíble…Que no le detallo las arrugas que cuando conversaba con él…Le veía. Es más hasta te estoy observando: ¡Qué estás guapo! ¡Ay Juan Manuel…Qué vaina nos estás echando! ¿Cuándo podré volver a verte? ¡Oh vida tan ingrata! ¿Qué nueva sorpresa me tiene deparado mí futuro? Ya no tengo hermano mayor…  Porque ya eres: ¡Espíritu! ¿Podrás seguir regañándome? Estoy contemplando a todas mis hermanas sumidas en su sufrimiento. Vivirás en nuestros recuerdos, pero ya no podemos seguir visitándote, te fuiste y no nos diste tu nueva dirección. Contemplo a Conny mi cuñada, totalmente destrozada. Su mirar está perdido… ¿Será qué te puede visualizar? A sus hijos, que son mis sobrinos…Desorientados sí, pero unidos en su nombre. Es indudable: Hemos recibido un zarpazo mortal. ¡Te saludo hermano! Y si en verdad fuiste  tú quién me habló, aleluya sea entonces. ¿Y si no fuiste tú…Quién más habrá sido? ¡Saluda a mis viejos, a mí abuelita, a mi tía Mer, a Don Chimas, al primo: Germán…A todos por igual!  ….Y déjame en mí llorar…Éste sufrimiento no lo había conocido antes…Y no sé si pueda seguir en esto…El futuro es incierto…Pero tengo que andarlo. ¡Adiós querido hermano…Pronto nos volveremos a ver! 21 de febrero de 2013 (A 15 días de tu sensible partida) Belbaltodano (Bernardo Enrique López Baltodano)
Hola buen dia!
Es un placer para mí, recibir de todos ustedes todo lo que a bien deseen compartir conmigo.
¡Saludos!