“Los cuentos de Juan”


Siendo el hermano menor, la presión de la sociedad recaía sobre su hermano mayor: Conrado y era este el que tenía que dar los “reportes a su madre” sobre todo cuanto acontecía.
(Y esa era una buena razón; ¡para poder vivir a...! Plenitud!
En verdad, no era tan mala su perspectiva; su madre nunca lo estaba castigando porque algo se tenía que hacer.
Lo único malo era que su hermano mayor era muy exigente.
¡Pero bueno, nada es perfecto en esta vida! ¿Cierto?)
¿Y él? No sentía presión alguna, salvo la que le ejercía su hermano.
La Pilin  era la hermana mayor, pero en su condición de mujer debía plegarse ante la presencia del mayor de todos ellos.
Pero mientras Conrado estaba dando los partes, bien detallados, este se reunía con su hermana, la prima María y una amiga llamada Carmen.
A Juan le gustaba mucho su prima, pero lo enloquecía Carmen.
(Tan bella, tan elegante, tan…tan…)
Y notaba que en cuanto él llegaba…Se acercaban ambas.
(Y esto era de su total agrado.)
(Ignoraba muchas cosas, ya que su hermano lo único que hacía era ordenarle: “Has esto” o “Vete para allá” o “Callate ya.”)
Así que en su forma de ver la vida, logró dilucidarla de una forma muy filosófica por cierto: No preguntaré. No me enteraré. Mejor me mantengo callado.
Y esta era una ocasión de lujo. Ya que habían permanecido escondidos en los recónditos recovecos de esa misteriosa montaña. (Seguramente ellas querrán “exprimirlo”)
Y todos los lugareños le temían a esa montaña, según ellos estaba “embrujada”…
Menos ellos dos.
Y las jóvenes lo miraban con mucha admiración…
- Juan… ¿Nos vas a contar?
- ¿Sobre qué?
- ¿Es cierto que están “viviendo” en la misteriosa selva de la montaña encantada?
- Cierto. – Se henchía su pecho de orgullo.
- Contanos… - Lo invitaba Carmen lanzándole ante un enorme suspiro de emoción.
Y esto fue mas que suficiente…
- Tengo muchas aventuras que contarles… ¿Cuál prefieren?
- ¿Y como cuales serán?  Porque me imagino que son muchas… ¿Verdad? – Carmen le picaba el ojo, Juan enrojecía.
María dando un paso adelante, se interpuso entre los dos y le dijo…
- ¡Recordá que sos mi primo! Y es a nosotras a Pilin y a mí a quiénes debes contar.
- OK. OK. Les voy a narrar la pelea que Conrado sostuvo con una enorme Pitón y si no es por que yo me metí y la dominé…
- ¡Dale, dale! – Emocionada María se interpuso entre ellos.
Pilin solamente los miraba, sonriendo al ver en el apuro en que se encontraba su hermanito.
- Conrado duerme en una de las ramas, mas abajo que en la que yo duermo…
- ¿Y “duermen” así? – Le interrogó Carmen, tratando de buscar una mejor posición…Pero María se lo impide.
- ¿Y en qué otra forma? – Les dijo con mucha jactancia.
- ¿Y no les da…Frío? – Insistió Carmen.
- Claro que si. Pero nosotros somos: Hombres. Y no le tememos a nada.
- ¿Aja y qué pasó con la enorme Pitón, Juan? – Esta vez fue Pilin quién le interrogó, mientras miraba con reproches a su prima y a su vecina.
- “Esa noche, era una noche extremadamente “fría” y los ventarrones producían ¡un ruido espantoso!
…Y yo les confieso ahora a ustedes, que  tenía un…”poquito”  y no de miedo.
Mas bien me sentía muy: “Receloso” porque por allá a lo lejos, se escuchaban sonido de fantasmas…De muertos que caminan por los senderos oscuros.
Yo me desvelé. Me sentía incomodo.
¡Uuuuuuuuuuu! ¡Uuuuuuuuuuu! – Vientos espantosos.
¡Crassssssssss! ¡Crassssssssss! – Eran algo así…
Como si estuvieran: “rompiendo” vidrios.
(Las dos jóvenes se estaban comiendo sus propias uñas, Juan sonriente continuó…)
Y yo me pregunté: ¿Y quién estaría partiendo vidrios en esta montaña?
Nos encontrábamos a mas de siete mil metros de altura. ¿Se imaginan eso?
Un frío que raya con el hielo.  ¡El hielo como el de los congeladores!
Casi estaba nevando. ¡Cierto, aquello parecía como en las películas gringas!
Y allí nos encontramos los dos. Solitos. 
…En medio de tantos enemigos, fantasmas…
¡En medio de esa selva bestial!  ¡Eso daba un dolor…I n f e r n a l!
¡Hay que ser muy Machos, para soportar aquello!
¿Habrá alguien lo suficiente Hombre como para aguantar eso…?
…Pero… ¿Cómo puedo dejar solo a mi hermano?
No puedo.
No debo.
Es mas me sentiría de lo peor, si lo dejara a él…Solito.
Además somos un equipo: ¡Él y yo!
Él no tiene miedo y ¡YO TAMPOCO!
Pilin se apartó violentamente del grupo se le veía muy molesta, trató de disimular para que sus amigas no se dieran cuenta y a una distancia de unos diez metros, comenzó a gritarle…
- ¡Juan te está llamando mamacita! – Pero este no parecía escucharle.
Y las chicas estaban “embobadas” y ninguno le prestaba atención alguna.
- ¿Y no te daba miedo Juancito? – Le imploraba con mirada de terror reflejada en su rostro y en todo su cuerpo, era Carmen quién ya no disimulaba su terrible emoción.
- ¡Juan te está llamando mamacita! – Repitió su llamado.
Pero nada, no le quedó mas remedio que seguirle escuchando…
- ¿Miedo a mí? ¡Jamás: Yo soy todo un Macho!
- ¡Juaaaaaaaan! – En esta ocasión logró su cometido y todas las miradas fueron hasta donde se encontraba…
- ¡Vení que mi mamacita te está llamando! – El chavalito se puso amarillo y corrió presuroso. Temía la ira de su madre.
- ¿Qué pasó Pilin? – Le preguntó angustiado. Y ella le recriminó de esta forma…
- ¿Cómo se te ocurre decirles que estaban a: ¡Siete mil metros de altura!?
¡Mentiroso! ¡Mentiroso!
¿Cómo si esa montaña a lo sumo llega a un poco mas de tres mil?  ¡Embustero!
¿Sos loco? ¿No pensás acaso?
- ¡Ay hermanita! ¡Esas ni saben de lo que les estoy hablando! (Dejalas tranquilas…Ellas les encantan estas “cosas”)
- ¡Mentiras no! ¿Siete mil metros? ¿Estás loco de remate?  ¡Allí debe haber nieve perpetua!
- No te preocupes hermanita. Ellas ni cuentan se dan…Vení, vení que apenas está empezando mi narración… (Pero no me hagas quedar en pena, delante de ellas, ¡ni de nadie!)
- ¡Yo no quiero ser testigo de tus embustes!
- Bueno, pero no me vayas a descubrir. Aunque pensándolo con detenimiento…Te vas.
Si es mejor. ¡Es que me tenés nervioso! (…Y yo no soy mentiroso. ¿OK? Quizás un “poco fantasioso”…Nada mas. ¿OK?)
Te me quedas mirando con esos Ojotes Grandototes, ¡que parecieran que se te van a salir de tu cara! Y qué estás pretendiendo: ¿Qué me llamen “mentiroso”? (A mí, se me respeta.)
- ¿…Es que ni siquiera te da rubor?
- ¿Rubor? ¿Acaso un hombre usa: Rubor? –Ella hizo una señal de impotencia y le dio media vuelta.
- ¿Pilin…En verdad me está llamando mamacita…?
- ¡Anda seguí con tus mentirotas!
- ¿Seguro que no me está llamando? (Cuidado con una vaina…Cuidadito pues.)
- ¡No! Anda y sigue llenándola con tus “cuentecitos”… - Y se largó.
El menor se encogió de hombros y al percatarse de que su madre ni siquiera estaba cerca, regresó de prisa.
Y las consiguió a ambas, que se estaban comiendo las uñas.
Sonrió para sus adentros y sin perder tiempo, arrancó así…
- ¿En qué había quedado…?
- En que Conrado dormía debajo de tu rama… - Carmen se apresuró.
- ¡Y en los vientos huracanados! – María le agregó
- ¡Así y en lo de los “muertos que caminan”! – Retomó Carmen.
- ¡Ah bueno! ¿Se imaginan estar en medio de la selva…Rodeados por todos los mas terribles asesinos y depredadores? ¡Lobos…Leones…Hienas…!
¡Gigantescos y Horripilantes Monstruos Antidiluvianos!
- ¡Uy qué miedo! – Gimió María agarrándole las manos a su primo.
Carmen le daba golpecitos para que lo soltara.
- ¿Y qué hiciste…? – Mas que una pregunta fue una exclamación de parte de Carmen.
- …Como les estaba narrando… ¡No podía dormir!
(Y no era por miedo, ya les dije que yo soy un HOMBRE)
Y en vista de que no lograba conciliar el sueño…Ustedes saben que mi hermano y yo, estamos “enconchados” allá arriba, porque somos unos “perseguidos políticos”
¿Lo saben?
- ¡Claro que si! – Respondieron las dos al unísono.
El chavalito quedó asombrado de tanta exactitud en su frecuencia vibratoria.
Y aprovechó para acomodarse mejor, y asumir una posición de “estoy sobrado” y continuó…
- A mí en lo personal, no me gusta la política y se lo he hecho saber a Conrado. Pero él…
- ¡Mi vida! – Le urgía Carmen – No cambies a otra historia… ¿Qué pasó con la Pitón?
- ¿…La Pitón…?
- ¡Si, si la que estaba con tu hermano! – Le reclamaba María y fue cuando se recordó, rápidamente asumió una posición de “echador de cuentos” y poniendo voz grave y entornando sus ojos, señalaba con sus manos con una maestría sin igual…
- ¡Allá…allá abajo una enorme, Descomunal e Inhumana y Salvaje Rastrera Inmunda y Voraz!
¿La están viendo?
- ¡No! – Exclamó María asustada.
- ¡Horror! - Gritaba Carmen agarrando su cabeza con ambas manos. - ¿Dios mío; Qué hiciste?
- ¡Quéééé hice Yo? – Y es que realmente las dos estaban tiritando tal como si estuvieran en metidas en una nevera industrial…
- Yo estaba “visteando” el horizonte…Allá a lo lejos… ¡Mosca!
Alguien tenía que hacerlo y en vista de que ¡él dormía…!  Y fue allí cuando se me ocurrió mirar hacia su “cuarto” o sea: su rama y fue cuando pude precisar…Bien...
- ¿Qué? – Le gritó María presa de un ataque nervioso.
- Si, si, ¡habla por Dios! – Suplicó Carmen.
- Ya va, ya va. Vamos con calma, no se me atropellen…
- ¿Qué fue lo que viste? – Le suplicaba nuevamente María.
- Recuerden que estaba todo oscuro. ¿Se recuerdan que se los dije?
- Si. Si. Si. – Decía una y otra vez María.
- ¡Vi un movimiento extraño…! ¡Un siseo extraño…! Y yo me pregunté…
¿Qué será ese extraño ruido? Y es que en principio algo dentro de mí, me anunciaba que algo no estaba bien. Pero yo me preguntaba (Muy extrañado, por cierto.)
¿Qué es lo que me están anunciando?
(Creía que también podía ser una falsa pista.
O sea uno de mis muchos pensamientos, que a la final, me entretienen, pero que nunca me dicen la verdad. Es confuso. ¿Verdad? Yo tampoco lo entiendo muy bien, que digamos.
¿Me entienden? No. No creo que me entiendan. Mejor sigo con mi relato…)
- Un  D e s c o m u n a l bicho rastrero, estaba envolviendo ¡a mi pobre hermano!
- ¿Y qué hiciste? – Le cortó Carmen.
- …Que… ¿Qué hice?
Ya va, ya va, no te me encabrites. Deja que yo me desarrolle solo…
- ¿Y…Qué mas? – Ahora era María.
- Ustedes saben lo alto y fornido ¿que es Conrado? (Yo soy menor que él, pero cuando tenga su edad… ¡También lo seré!)
- ¡Pues claro! – Se adelantó María – Es mi primo.
- Pues lo que vi con seguridad; que las asustará a ustedes…
- ¡Ya lo estoy! – Le confesó María.
- ¿Y qué pasó? – Lo presionaba Carmen.
- Ese animal debió haber medido unos… ¿Veinte metros?
¡Es posible!
…El caso es que desde mi rama a la de mi hermano, deben haber unos…Quince metros de distancia… (Yo diría que unos cuantos metros de mas…)
Y allá a lo lejos y en plena oscuridad…Fue que pude divisar (Aparte del siseo extraño)
…Vi que brillaba y ese resplandor… ¡Me deslumbró!
Fueron unos destellos…Primero amarillosos…Y a los instantes…Verdosos y luego oscuros
(Asumo que eran negros) y todo eso a una velocidad: ¡Asombrosa!
¡Es mas me quedé: Deslumbrado!
Yo me froté mis ojos, no entendía ese cambio de colores, esos brillosos tonos…
¿Allí en plena selva? ¿Alejados del Mundanal Ruido?
…No podía entenderlo…
Mis neuronas estaban espantadas…
Mis sentidos estaban por reventar…
¡Dios ayúdame a dilucidar este misterio!
(Clamaba Al Altísimo en mi afán de poder clarificar ¡tremendo dilema!)
¡Todo mi ser estaba en: Emergencia Fatal!
¿Y saben el por qué? – Les preguntó de repente, las chicas pegaron un salto de espanto.
- ¿Por qué? – Preguntó llorando María.
Sabiendo que controlaba muy bien a sus oyentes, se sentó y con voz muy trémula prosiguió…
- Dilucidé ese constante brillantear. – Las miraba con ojos asombrados. – Sencillo: Ese animal tenía anillos de varios colores… ¡Y eso fue lo que le salvó la vida a mi hermano!
- ¿Le salvó la vida? – Le gritó suplicante María.
- ¿Y como “eso” le salvó la vida? – Interrogó Carmen, incrédulamente.
- ¡Porque ese constante brillanteo, fue lo que lo denunció!
¡Con razón!
Hería mi “aguda” visión y el constante cambio de tonalidad, fue lo que me anunció que en el cuarto de mi hermano, algo estaba pasando.
¡Y en efecto! Estaba en lo correcto.
Agudicé mejor mi súper vista. Entorné mejor mi vista y muy bien, y apliqué mi vista en Modo: Zoom…
Y lo pude apreciar muy bien: ¡Lo tenía ya casi todo amarrado!
¡Lo tenía envuelto como si fuese un tamal!
…Me recuerdo que lo vi, todo a la perfección… ¿Quieren saber lo que vi?
- Si, si por favor. – Le clamaba Carmen.
- …Habla…Por lo que tú mas quieras… - Suplicaba María.
- ¡Bueno, ya que me lo piden: Se los voy a relatar!
…Ese demonio fue reptando desde el suelo…Fue subiendo lentamente.
Primero por el tronco…Que medía unos…Cuantos metros…Caramba, era anchote…
No se precisar con exactitud…Pero era…Anchote.
Y de allí a la primera rama…Yo diría que…Unos veinte y picote de metro de altura…
De la rama de mi broder al piso debe haber…Unos…
¿Treinta? No mas bien yo diría, unos…Sesenta y cuidado que mas…
¡Sesenta metros de altura y de la mía…Unos…Veinte o treinta mas…
…Estábamos distantes uno del otro…Ya saben…
Es un árbol muy frondoso, muchas hojas, muchos ramos…
Inmenso ese “ser vegetal”
Para poder cubrir mas espacio de nuestros perseguidores.
¡Lento y eficaz!
Con todo el sigilo que ni  el mismo Demonio pudiera efectuar.
…Y… A ustedes les consta lo fino que tiene mi hermano su oído…
Pero con seguridad que: O estaba rendido o no la escuchó.
(Yo no me inclino por ninguna en especial)
…La desgraciada esa, fue ascendiendo por la rama, muy sigilosa y en completo silencio…
Y lo fue envolviendo…
Poco a poco…Así… - Y comenzó a abrazar a Carmen.
- Primero por los pies…Dedo por dedo…
Subiéndole por las rodillas, con una pasmosa precisión…
Milímetro a milímetro, luego las piernas…
Luego le llegó a la cadera…La fue envolviendo….Lentamente…
Ascendió hacia su cintura…Fue envolviéndolo…
…Poco a poco…Lo fue inmovilizando…Sin apretar; todavía.
Le fue tomando por sus manos y se la pegó a su cuerpo, la izquierda…
Luego la derecha…después los codos…
Superó los bíceps…y le llegó a sus hombros…
¡Y fue allí cuando yo la descubrí!
- ¿Y Conrado…No se había despertado…? – Le interrumpió María, ya para este momento temblaba a horrores y abundantes chorros de lágrimas corrían libremente en su rostro.
Juan la miró fijamente, tal como si la estuviese hipnotizando y acercando su rostro al de ella, se detuvo a escasos centímetros y le fue diciendo…
- Pude visualizar que ese ser demoníaco y asqueroso…
¡Tenía sus fauces abiertas en su rostro!
- ¡Santo Dios! ¿Y qué le hiciste?
- ¿Yo? Por supuesto que me quedé asombrado.
Y me pregunté: ¿Qué bestia despiadada quiere matar a mí hermano?
Primero me tendrá que matar a ¡mí Primero!
Y con toda la furia que puede contener mi cuerpo atlético y sin grasa alguna, ¡por ninguna parte! ¡No lo iba a tolerar!  Por supuesto que no.
- ¿Qué hiciste? – Le preguntó María-
- ¿Qué…qué hice?
- Si. ¿Qué?
- Brinqué tal como seguramente lo haría: ¡Tarzán!
(Pero sin liana a la vista y sin pegar el berrido que siempre pega.)
La “cosa esa” mantenía sus fauces sobre su rostro, y por esa razón no pudo ni darse cuenta:
¡Le estaba “embobando” con su VAHO!
¡Lo tenía embrujado! ¡Hipnotizado!
¿Se imaginan eso?
¡Le soltaba su propio vaho a escasos centímetros de su existencia!
¡Con razón, me dije yo! A mi pobre hermanito…Estaba allí…Indefenso.
A merced de sus diabólicas intenciones.
¡Se lo quería tragar!
¿Y han visto lo alto y fuerte que es él?
¡Lo tenía todo enrollado! De los pies…Hasta sus hombros.
¡Una vez que visualicé el tremendo berenjenal en que lo mantenía...Así…!
¡Estaba ya morado!
¡Pobrecito, me dije yo!
Nadie le va a infringir daño alguno.
¡No se lo voy a permitir a nadie, ni vivo ni muerto!
¡No señor!
Así que prácticamente, me transformé en un: “Ángel Vengador” y volé…
Literalmente hablando…Transcurrí toda esa cantidad inmensa de metros y la caí encima.
¡Exactamente en su cabezota!
Pude ver muy de cerca sus inmensos colmillos. Amarillentos.
¡Y ese tufo infernal!
…Yo creo que nunca se lavan esa  jeta… ¡Asquerosa!
Miren es así de grande… - Y le señalaba lo largo de sus brazos, las féminas se persignaban una y otra vez. Estaban en crisis manifiesta.
- Y así de anchos… ¡Un Monstruo! ¡Horrible! Y eso era para caerse de bruces.
- Aja… ¿Y…? – Le suplicaba María.
- ¡Agarré a ese “monstruoso ser” por la cabeza! ¡Así…! – Y en eso se inclinó y agarró el tronco grueso de una rama que tenían cerca, la agarró con fuerza y la atrajo hacia su propio cuerpo.
Y la apretó con tanta fuerza, que esta crujió de dolor…
Las jóvenes se apartaron velozmente y se le situaron a unos cuantos metros prudenciales de su presencia…
- ¿Y entonces…? ¡Ayyy Dios qué angustia! – Le gritaba ya casi fuera de si María - ¡Termina ya y no sigas con tantos rodeos!
- Si, si, si apúrate que ¡ya casi me estoy mi…! – Le apremiaba la bella Carmen.
- Ya va. Ya va, no me atropellen que no soy una gandola. Calma.
Calma por favor, dejen los atropellos y la sin razón. ¿OK?
Continúo…
Lo tenía así de apretado. La bestia se estaba ahogando (Porque yo la estaba ahogando, con ¡mi maxi fuerza!) Y en vista de que ya le estaba faltando su respiración.
(Ellas al igual que nosotros, no puede vivir sin respirar. Se ahogan y mueren.
¿Entienden esto?)
Fue liberándolo, lentamente…poco a poco.
¡Hasta que yo vi y comprobé que ya lo estaba soltándolo…!
Pero de repente comenzó a retomar su fuerza y quiso volver a apretarlo, entonces yo le dije…
- ¡Suelta a mí hermano y te perdonaré tu miserable vida!
¿Y saben lo que pasó después…? – Ambas se miraban aterradas y al instante le respondieron…
- ¿Y cómo puedo saberlo Juan? – Le espetó María.
- ¡Yo tampoco puedo ni siquiera imaginármelo! – Sostuvo Carmen.
Juan las miraba una a una, pero sin soltar la rama que ya la tenía toda doblada, y les dijo…
- Ese ser que habita dentro de ese reptil…Me miraba fijamente…
Sus ojos los tenían y mantenía enfocados sobre mi rostro… ¡Así!
(Y yo me dije: Si este animal me habla… ¡Salgo corriendo de aquí!)
Y así nos quedamos los dos enemigos a muerte…Medía mis propias fuerzas…
(Por cuenta creía que me iba a “dominar” con la fuerza de su mirar.)
Y al poco rato de sostener esa “guerra fría” me dijo…
¡Sí…! ME DIJO:
“Si lo suelto, ¿tú me sueltas?” - En su mirar, noté que ya se me estaba “rajando”…
(¡Lo juro! ¡Lo juro! No se como lo hizo, pero ¡yo mismo lo escuché! ¿Ah, no me creen?)
…Recuerdo que en ese preciso instante, incrédulo aún, le dije:
- ¿Cómo se que eres tú, quién me habla? – Y ella me respondió con una vocecita muy lastimera  y tendiente a “dar lástima”
- Soy yo Juan. Y aunque tú no me lo creas, yo lo arrulló a él todas las noches.
- ¿Lo “arrullas” así…Queriéndolo ahogar?
- No. No. Me mal interpretas. Todas las noches le vengo a dar calor. Y lo abrazo, pero tú lo interpretas muy mal. Nunca le he hecho daño.
- ¿Nunca? ¿Y el vaho ese que le estabas rociando en su cara?
- Te apresuraste mucho. Y si hubieras esperado un minuto mas…
- ¿Estás loca? ¡Lo hubieses matado!
-  Si hubieses esperado un poco mas, tú mismo te hubieses dado cuenta, de que lo que iba a estamparle era: ¡Mi beso de buenas noches!
¡Me mal interpretas, no soy una asesina! ¡Jamás nadie me podrá acusar de semejante acción!
- Y yo me quedé pensando. ¿Será cierto esto? ¿Qué opinan ustedes?
- ¡Ni loca! – Explotó María.
- ¿Y qué le respondiste? – Indagó Carmen.
- En el momento dudé…
- ¿Dudaste y por qué? – Quiso saber Carmen.
- Porque le vi mucha determinación. No me temía, ni siquiera pestañeaba. Estaba muy seria.
Al igual que yo, y entonces dirigiéndome a ella, le espeté lo siguiente:
- ¡No te creo! – Y ella me respondió casi suplicante…
- ¡Te lo juro! ¡Te lo juro! Por la memoria de mi Santa Madrecita. ¡Nunca miento!
- ¡Mentira todas las culebras mienten! – Le aseguró María, visiblemente enojada.
- ¿Y la soltaste? – Puntualizó Carmen.
- Es que noté que me hablaba con el corazón en la mano. Con mucha seguridad.
Le espeté lo siguiente:
- ¿Y si te suelto, es porque te estoy perdonando tú miserable y rastrera vida, ok?
- ¡Perdóname! No lo volveré a hacer, no lo volveré por estos lados. Jamás me volverás a ver.
- ¿Palabra de: Hombre?
- …Pero yo no soy hombre…
-  Bueno…Pero eres una Pitón… ¿Cierto?
- Si, pero soy hembra…
- Bueno, bueno como sea. ¿Me das tu palabra de H…., digo de Pitón Hembra?
- ¡Te la doy!
- ¿No volverás a meterte con mi brodercito?
- ¡Lo Juro…Por la memoria de mi mamacita! – Y al jurármelo por su progenitora, todos sabemos que son palabras mayores. Ya no tenía elementos de duda. ¡Dio en el clavo!
Así que le agregué…
- ¡OK! ¡Ahora si que te creo…Suéltalo ya! – Y en el acto…Se fue desenrollando.
Aquello fue asombroso…Verlo es fantástico. ¡Nunca había sido testigo de esa grandeza!
En un instante…Colgaba en el vacío…Como un mecate, guindado…
Recuerden que yo la sujetaba por el cogote.
- ¿Y…entonces?
- La miré fijamente y se lo dije: “Te salvas…Porque me encontraste de buen humor…Pero no habrá una nueva oportunidad. Estas advertida.
- ¿Y qué te respondió? – Le inquirió María.
- Empezó a llorar. Vi como corrían ese torrente interminable de lágrimas. Y eso me condolió…En lo mas profundo de mi alma…Escuché cuando con una voz casi inaudible me dijo:
- Cristo te ama…
Y la solté en el acto. ¡Pronunció las palabras mágicas: “Cristo te ama”!
- ¿Y tú hermano?
- Ya va, ya va. Cuando la solté… ¡Se esfumó! En un abrir y cerrar de mis parpados…
¡Desapareció, se evaporó!
Acto seguido chequee a mi broder… ¡Dormía como un bebe!
- ¿Dormía?
- Si María. Dormía como un bebecito de brazos. ¡Ese ni cuenta se dio!
Al día siguiente, porque yo no pude dormir en el resto de la noche…Estaba en vigilia, a su lado.
Y cuando ya estaba amaneciendo, abriendo sus ojos y al verme, me espetó:
- ¿Y qué estás haciendo aquí…? ¡Baboso de mier..!
Por su forma de hablarme…Me dije a mí mismo: ¡“Este ni cuenta se dio”!
¿Y entonces para qué perder mas mi tiempo allí?
¡Jamás me va a reconocer que yo, su hermanito menor, le salvó su vida!
Ya todos nosotros conocemos lo orgulloso y presuntuoso que es él.
¿Total? Solamente yo lo se…Y claro ahora ustedes dos.
¿Verdad que no se lo van a decir…?
(Y no es que le tenga miedo…Es porque lo va a negar todo el tiempo… ¿Me entienden…?)
¿Verdad que no se lo van…a decir…No? (Espero que no me vayan a…Traicionar… ¿OK?)
Porque se los aseguro: ¡Lo va a negar de cuajo!  …Además, él tiene muchas preocupaciones por las cuales preocuparse…Su carga es demasiada pesada…Pobrecito.
Yo siempre lo estoy ayudando. Colaborando en todo lo que pueda… ¿Entienden…?



Maracaibo; 26-ene-14.
Belbaltodano.-


………..Este Relato……..Continuará…….Eso se los aseguro…..Los esperaré día a día…… ¡Saludos! ……..



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