Y ahora qué





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Aníbal estaba muy pensativo. Muchas cosas que están aconteciendo lo tienen y lo siguen manteniendo en un mutismo un tanto: sinuoso…
Y por esa razón salió a “estirar sus piernas” y como siempre hacía, sus pasos lo dirigieron de nuevo a la residencia de su amiga María.
“Me reconforta el solo hecho de verla. Me alegra mucho su presencia, su locuacidad.
Siempre mantenía ¡una sonrisa a flor de labio!” – Pensaba mientras caminaba.
Vio mucha gente conocida. Saludaba con afectuosidad.
Y en el ínterin de su gracioso viaje, se encontró con un niño que desde un rincón lo llamaba con suma insistencia   -lo curioso era que tan solo lo miraba, ¡pero con un tipo de mirada, que le imploraba su atención!-  angustioso por esa su forma de mirarlo, que se detuvo en su ágil andar y con paso vacilante a él pequeñín se dirigió…
El infante lo miraba sin perderle ningún paso.
Lo miraba de frente. A sus ojos. Sin pestañear.
(Ya lo tenía nervioso. Angustiado. Y con mucha indeterminación…)
-        Dime papito… ¿Me estabas llamando…? – Se inclinó ante el chiquitico. Y este al sentirlo cerca, ya dejó de observarlo.
Bajó su cabecita y susurrante pronunció estas palabras…
-        ¿Por qué abandonaste a mí mami…? Me dejaste solo.
-        A tú mami… ¿Pero quién es ella?
-        Ya la olvidaste.
-        Pero cómo he de hacerlo, si ni siquiera la conozco.
-        No mientas.
-        No te miento hijo. Dime: ¿Quién eres tú?
-        Tú hijo.
-        Pero ni siquiera me he casado.
-        Soy tu hijo. No me niegues. – El hombre no entendía nada.
-        ¿Y dónde vives?
-        No me ves, porque aun no he nacido.
-        Pero…Si nos has nacido… ¿Cómo es que me hablas? No entiendo.
-        Eso dice mi mami.
-        …Qué te dice de mí…
-        Eso. Qué nunca entiendes nada. – Y diciendo esto, dio media vuelta y desapareció en ese mismo sitio.
Se evaporó. Sin ruido. Sin movimiento alguno…Tan sencillo como eso: Desapareció. Se transmutó y se permeó en el espacio vacío.
Él se quedó mudo. No supo cómo interpretar esa aparición.
Su voz se le extinguió. Se le quebraron sus nervios.
Un ligero temblor, le anunció que estaba en problemas.
Miró furtivamente a todos lados y se comprobó que nadie le prestaba atención…Y eso lo alivió.
…Pero: Esa aparición. ¿Qué le podría deparar?
A qué vendría. Hizo un recuento muy violento…No se acordaba de ninguna mujer con la que hubiese tenido ese tipo de relación. Hurgó en su pasado. Mas o menos a la edad de este infante.
No. No cuadraba nada. Y entonces…Seguía en las mismas.
Perdió su norte. Se le empañó su horizonte.
Sintió un ligero…Pero contundente mareo.
Todo se movió a su alrededor.
Su propio piso…Se le hizo endeble.
Buscó un poste o una cerca, algo que le diera asidero, ya que por instantes todo se quedó en senderos sinuosos, acuosos e indeterminados.
No supo ya qué hacer. Se le olvidó todo.
Y de repente y sin saberlo, comenzó a andar con pasos inciertos.
Daba vueltas sobre su mismo eje.
Sintió unos deseos urgentes de vomitar. De sacar todo lo negativo e incierto de su mundo.
Se arqueó. Hizo que hizo.
Pero eso lo complicó mas…Un vaho inundó su mundo.
Todo vueltas le dio.
…Y para cuando recuperó su conocimiento, se vio rodeado de muchas personas. Todos estaban intrigados por él.
Le hicieron cincuenta mil preguntas; que no supo responder.
Mas sin embargo…Una sola inquietud lo embargaba: Ese bebé…
¿Qué podía representar en su vida…?
Trató de minimizar todo cuanto le había pasado…
A todas las personas trataba de tranquilizar.
Pero en su interior ardía con mas intensidad…Ya su paz la había perdido. ¿Y ahora qué…?



















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Vivieron su momento






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Porque las mejores reuniones siempre (o casi…) se hacen sin previo aviso (cómo la que está ocurriendo en este preciso instante.) entre varios amigos que de una forma (casi) espontanea, se han concurrido en la casa de Juana (una amiga en común) primero llegó Leandro y en cuanto le estaba preparando un aromoroso néctar ¡de esos que mientras mas humeantes estén…Más espumante es! (Y pareciese que por el aroma…Hizo su aparición…  -Por lo menos, eso afirmó, él-) el otro amigo (infaltable) Juan, quién se apareció: “Cómo quiere y no quiere”
Ya todos juntos, esperaron sentados apaciblemente bajo ese frondoso árbol. Una suave brisa, los acobijaba.
Que ella misma había sembrado…Unos años atrás.
Es bueno destacar, lo zalamero que se presentó el amigo Juan.
Muy saleroso y espumante, se dirigía a esa amiga que tanto apreciaban los dos.
Así que entre jolgorios y elogios, arrancó ese ágape.
Sin presentación y sin etiqueta alguna.
Juan hizo gala de sus nuevas alpargatas, mientras Leandro mostraba orgulloso la hebilla y la faja que le había traído uno de sus hijos, que recién apenas estaba llegando de viajes.
-      ¿Y para qué soy bueno? – Indagó el Juan con esa su cara muy risueña, mientras sonreía a borbotones y se ufanaba sin parar en esas sus alpargatas (Tan suavecitas, que pareciera que andaba en medias, en una alfombra muy esplendente…Alegaba muy forondo)
-      Qué yo sepa…Yo no fui… - Susurró como si pensase, pero hablando en el tono de voz muy alto y con cierto cantadito…Mientras les servía las tazas de ese rico manjar liquido.
Leandro, tampoco quiso quedarse callado y en el acto y siguiendo la misma tonada, ripostó…
-      ¡A mí…Qué me registren! – Juan hizo que ignoró ambos comentarios y comenzó a alabar con loas y canticos a su hermosa amiga, que también lo recibía.
-      “En ocasiones   -muy especiales, como ésta-    a veces es mejor llegar de improviso…Que ser invitado. – Razonó en medio de una sonrisa muy amplia, que les dispensó a los dos.
El caso es que entre bromas y alegrías, fue el dichoso inicio de esa reunión    -totalmente informal-    que los tres comenzaban a efectuar.
Hicieron el rito obligatorio de aspirar, degustar…Para luego saborear…Mientras la anfitriona, buscaba una mejor silla para ella posesionarse de ese frente, bajo esa sombra mañanera.
-      Y hablando como los locos (porque los tres lo somos, aunque lo ignoremos…Eso creemos…) – Hizo una pausa, para esperar la debida atención. Y para cuando se percató de que ya poseía el cien por ciento de la atención, agregó Juan, lo siguiente…
-      ¿Qué me les parece a ustedes…Lo que está aconteciendo…?
-      ¿Y qué está aconteciendo…Amigo mío…? – Le preguntó socarronamente Leandro, mientras miraba con el rabillo del ojo a la amiga en cuestión…
-      ¡Pues el desastre Nacional! ¿O no se han enterado aún…?
-      ¡Ay a mí no me vengan a hablar de política a esta hora!
Qué ni siquiera me he tomado mi respectiva taza de café…Como tampoco me he lavado mi boquita… - Se quejó ella mientras los dos se miraban con denuedo.
-      ¿Tampoco les interesa lo que está pasando en Guatemala…?
¿No saben que el pueblo está alzado y saliendo a la calle para exigir la renuncia de su actual presidente…? ¿Tampoco?
¡Hace dos años hicieron renunciar al anterior presidente!
O lo que está pasando en la Argentina, con “la Cristina”
Porque también en Colombia, las cosas están revueltas con eso del “dialogo para la paz” ¿Es que no son sensibles ustedes?
…Y por qué…No entiendo esto. Todos deberíamos estar al tanto de lo que sucede tanto en Venezuela como en otros países… - Notó la apatía tan abismal. Estaba anonadado.
Pero prefirió callar, por los momentos.
-      A la amiga…No le gusta este tipo de tema… - Insinuó Leandro, pero el otro hizo caso omiso.
Tomó otro sorbo y en el acto repicó…
-      Es que no hay peor ciego…Que el que no quiere ver…
-      ¡Ay mijo! Si por mí lo estás diciendo. Pues déjame decirte
¡Qué detesto a los políticos! ¿Total? No tengo marido y si lo tuviera y fuera político (¿Qué mas…?) Tendría que soportarlo.
-      Pues de eso he venido a dialogar con ustedes…
-      ¿Conmigo? ¡Bien lejos querido! – Le ripostó en el acto ella.
-      El caso es que no podemos hacer como el avestruz…
-      ¿El avestruz…! ¡¿Y eso, qué es lo que hace ese animal…?
-      Chica, no estás en nada. – Le susurró Juan.
-      Es mejor Juan que hablemos de tus alpargatas…Que por lo visto…Están muy: ¡Vistosas y llamativas!
-      Aja. Y como te estaba narrando, ¿te enteraste de lo último que hicieron esos bandidos…? El tal Trump…El gringo ese…
-      ¡Claro chico! Y mira ese color rojito, que combina elegantemente con el negro…
-      ¿Rojito…Con el negro…? ¿De qué me estás hablando chico!
-      De tus alpargatas.
-      ¡Pero yo no vine a hablar de eso!
-      Vine para que tratemos el tema de política
¿No me entienden? – La dueña de la casa, comenzó a tararear una melodía en voz alta.
Miraba de un lado a otro, en evidencia cierta de hastío.
Juan la miraba medio en sonrisa y pensaba que ella no quería que tocara ese tipo de tema en su casa…Pero tampoco Leandro. Y pensó para sí mismo, que era muy cuesta arriba.
-      ¿Entonces…Resulta que: Habré perdido mi viaje…Hoy? – La mujer lo miró de frente y sin disimular nada, le lanzó lo siguiente…
-      Mira amorcito lindo…No tengo ganas, como tampoco deseo.
¡Es mas: No estoy interesada, en nada, de eso!
¿Porqué mejor no hablamos de…Mis uñas…?
¿Te gusta el color que le puse…?
O quizás sea mejor que tratemos de ropa, o de modas…O algo que sea importante para todos nosotros.
¿No te parece mejor? – Juan volteó a ver hacia la calle que en ese preciso momento transitaba otro vecino,    -que si le gustaba el tema-     que en este momento, lo apasionaba y sin pensárselo mucho, se levantó como un resorte y lo llamó. Partiendo de allí, sin despedirse de ninguno de los presentes.
-      Hay momentos en los cuales…No estoy interesada en los temas tan veniales como ese de la política.
¿No estás de acuerdo? - Leandro no dijo nada.
Se dedicó a consumir lo que aún le quedaba en su taza.
-      Hay momentos en que es mejor…Hacerse el loco. – Reflexionó el amigo, mientras miraba a su amiga, que tarareaba mientras se peinaba con sus propias manos.
-      En ocasiones: Es mejor hacerse “el loco” que serlo… - Asintió pero se quedó muy analítico.
Y en su fuero interior, pensó para sí mismo… “Eso de las apariencias que engañan…” No siempre es muy valedero.
Luego de eso, ambos se enfrascaron en otro tipo de tema que no era ni de política, ni de modas, ni de alpargatas, ni de hebillas.
Sencillamente: Vivieron su momento.

















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-     Me preguntas… ¿Qué es de mí vida…?
Y he de responderte de esta forma:

“Mi vida es cómo el agua quieta.
Cómo el viento que ya logró su fin.
Como la nube ausente.
Cómo la tierra yerma.
Vida sin vivir.
Reposo en lontananza.
Mi vida es un sinfín…Que se perdió en la inmensidad.
¿Qué es de mí vida…?
Saberlo quisiera, aunque importancia
ya no tenga…”
Su última frase se quedó enredada en sus pensamientos, pues no tuvo la pronunciación adecuada.
El hijo contemplaba impávido como el autor de sus días se volvía a hundir en esas extrañas turbulencias, que no parecían tener fin.
Y en verdad; no supo ni qué hacer, como tampoco qué decirle…Tan sólo se quedó allí…Testigo mudo de un drama sin fin.
Pasaron unos segundos que se perdieron en ese estero yermo, y de repente, su padre irguió de nuevo su cabeza y como si en trance estuviese, alargó estas palabras…

“Si mí vida tuvo algún fin…
Feneció hace rato.
¿Qué de importancia para mí, puede haber ya…?
He vivido en las sombras.
Respirado en los peores gases.
He visto las noches sin lunas.
Sudado en un frío inclemente.
Contemplado la oscuridad absoluta.
He existido en las profundidades,
respirando en ausencia de oxigeno.
Conmigo han hecho los peores latrocinios.
Testigo de todo y a la vez de la nada.
Caminante sin fin,
trotador en pistas acuosas,
he escalado en la nada.
Buscando los mejores amores…
Que en vapores insidiosos se han convertido.
He conocido el Amor,
transmutado en el peor Odio.
Y aquí estoy,
sigo sin estar,
voy en senderos, cuando creía que iba
en autopistas.”

Su hijo tosió…Quizás no por indigestión humana.
A lo mejor fue un reflejo muy oculto, que salió a flote en un momento inconcluso, ¡cómo haya sido!
Interrumpió el deambular zigzagueante de quién le hablaba.
Sintió vergüenza por haberlo interrumpido…Pero es que ya no soportaba ver como se le desbarataba en su presencia y en su ausencia…Y ya nada podía hacer.
Su impotencia iba a la par de su viejo.
Y no supo, no pudo disimularlo.
No encontraba un asidero en donde poder aposentarse…Sentía una incomodidad asqueante.
Ambicionaba sacarlo del pozo en que se encontraba sumergido…Pero ¿Cómo…?
¿Qué podía hacer, para por lo menos…Mitigar ese dolor…?
Postrado en ese sillón. Impertérrito. Incólume. Desbaratado.
Y decidió que lo mejor que podía hacer, era dejarlo así.
¡Desesperado ansiaba respirar! ¡Vivir su vida!
Y una voz invisible, ausente pero presente, se diluyó en su humanidad…Creyó percibirla, pero sin emisión fija…
Presto se dedicó a escuchar, lo que en un principio en un rumor se le figuraba, cómo se acerca el barullo de una ola del mar que en la lejanía y sin viento presente se hace presente…
Y afinó su intelecto, aquietó sus pensamientos y adormeció los latidos incesantes de su corazón atribulado…Hasta dejó de respirar, para poder apreciar y entender lo qué su entender quería expresar…
“Debes cesar en angustias que tuyas no son…
Debes huir.
Buscar tus propios derroteros.
La vida de tu padre,
él la vivió…
Ahora a ti ha de tocarte.
No renuncies a lo tuyo.
Los muertos,
sus olores impregnan y aniquilan.
Aléjate ¡AHORA!,
que puedes.
Deja atrás las cargas que no son tuyas.
¡Huye despavorido!
¡Vive tu vida!”
Corre. Lárgate ya”
En eco susurrante que al pasar algún daño hizo a su anatomía…Este sintió. Y eso le dolió.
Sintió premura, y a la vez, dejar no quería…Ese montón de carne en estado de pre putrefacción…Hacía sus amagos de movimientos inciertos.
Ambivalente, de ambulante en territorios borrascosos…
Su pié derecho la puerta buscó…El izquierdo por inercia lo siguió.
Y para cuando cuenta se dio…
Ya estaba con pasos imprecisos que poco a poco velocidad fueron tomando.
Una oleada de vientos huracanados lo enfrentó; luchó tenazmente…Hasta que esto desapareció.
Su geografía en cambios importantes cedió, mientras sus lágrimas se desaparecían, sin rastros dejar.
En su mente retumbaban los pensamientos de su papa…
“He vivido lo que no he querido.
Me ha tocado existir, cuando no lo he pensado.
No sé a dónde he de llegar.
Cómo tampoco he de saber; lo que me ha de tocar…”

Un profundo sentimiento de extrema culpabilidad, lo embargó.
¡Huracanados vientos lo asolaron!
¡Y hasta estuvo a punto de retornar!
Una y otra vez, andaba y desandaba sus pies extraviados. Al igual que su desolado corazón.
¡He de volver, es mi padre! – Gritaba en medio de un sollozo sin lágrimas, pero en su interior una extrema viga obstaculizaba su deseo…Profundidad y abismales incertidumbres presagiaban su entorno…
…Y en estas condiciones ya  no supo qué hacer…
La incertidumbre y la perplejidad…Anularon su intención…















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