"Después de mí... ¡Nadie mas!"

- ¿Y ustedes se están creyendo el cuentecito de que yo mando a mi maridito?
- La carga de la prueba la delata.
- ¿La prueba de la carga? ¡Ustedes lo que están es locos!
- ¿No ves Miguel, que estamos “Locos” pero es que ella,  está encolerizada?
- ¿Encolerizada yo? ¡Ustedes no saben nada de la vida!
- Yo creo Susan, que tú tienes toda la razón.
- ¡Claro que tenemos la razón! ¿Verdad Carmen?
- Seria bueno, que nos aguantemos hasta que llegue Román. ¿Qué pasará cuando nos vea aquí…A nosotros…A Gersy?
- Seguramente que se pondrá Coloradito y mudo.
- Eso está por verse…
- ¿Mami y tú  te estás creyendo en la inocencia de Román?
- La última palabra, aún no está dicha.
- ¿Estás viendo Miguel?
- Ya lo estoy viendo Susan.
- ¿Y tú Carmen?
- También lo estoy viendo.
- ¿Y qué piensas?
- Que albergar ilusiones…Tiene su precio.
- ¿Verdad que si  Carmen?
- Bueno Susan, todos tenemos derecho a llevarnos nuestros cocorrones.
- Es lamentable, pero es nuestra opción.
- Esperemos que venga mi maridito.
- Aquí los estamos esperando. ¿Verdad  Susan?
- ¡Verdad Carmen!
- Y hablando y hablando…El señor no ha vuelto a hablar… ¿Verdad?
- Yo tampoco lo he estado escuchando.
- ¿Él está esperando a que Román salga del baño?
- Así es. ¿Verdad señora?
- …Ya vendrán. Ya vendrán.
Cada quien miraba hacia su lado. Todos expectantes, esperaban.
La ansiedad, en ocasiones es mala consejera.
Los vecinos  que se habían alejado, comenzaban a acercar sus miradas. No se decidían a llegar ellos mismos, temiendo que el señor aparezca nuevamente y los eche otra vez.
Pero con su  mirar, se hacían presentes.
Miguel, instintivamente echaba una mirada a su carro. Pendiente de que no le fueran a hacer algo y él no pudiera salir en su defensa.
- ¿Está haciendo calor, verdad? – Preguntó Miguel como para romper ese hielo de indiferencia y de hostigamiento en que habían caído todos ellos.
Pero ninguna de las féminas, hizo ningún tipo de caso.
Y en ese profundo silencio, se escuchaba el llanto silente de la novia. Casi ni se habían dado cuenta, pero Gersy, también lloraba. En su silencio, florecía su dolor.
Su angustia.
Era evidente, que el sufrimiento era parejo para estas dos.
La madre, auxiliaba a su hija.
Pero en su dolor la hija no se percataba del silencioso sopor en que se encontraba su madre.
Y a Gersy, la auxiliaban sus dos amigas.
Miguel, se quedó como el tercer bloque.  Sólo.

Y en ese ínterin, apareció nuevamente el señor de la casa.




"Después de mí... ¡Nadie!"

- ¿Y eso les da el poder,  de evadir este caso?
- Nosotros no lo estamos evadiendo. Y aquí estamos en contra de la voluntad de ustedes. Y estamos dispuestos a desenmascarar a Román. – Puntualizó Susan.
- Además, hemos descubierto esto como por Carambola -  Sostuvo Carmen.
- Igual…Sigo sin entenderlos. Es más o menos  como un médico, el cual se escuda en su ignorancia, alegando: “Que está recién graduado”
- Señora…No estamos evadiendo…La estamos enfrentando.
- ¿Y nunca ni siquiera sospecharon nada de Román?
¿Qué clase de profesionales están graduando hoy en día? ¡Puras evasivas, puras excusas, puro blablabla!
- ¡Nunca!  Yo como su esposa, viví muy feliz con él. Hasta hace un rato, que descubrí con mis propios ojos…Todo este desastre.
- ¡Como psicólogos: Raspados! ¡Para mí, claro!
Ellos prefirieron callar. No tenía sentido seguir en esa discusión estéril
Pero a decir verdad, estaban a punto de estallar.
- Todas nosotras  las mujeres, nos hemos creído tanto en ese  “Sexto Sentido” y sin embargo  ni a usted, con toda su experiencia…Logró ni siquiera visualizarlo. – Carmen no podía quedarse con esa espinita abierta, así que se la lanzó de frente.
- A usted le falló su “Sexto Sentido” también.  ¿Verdad señora? – Continuó Susan, decidida a darle su merecido por haberlas raspado como psicólogas.
La doña, sopesó que estaba en franca desventaja. No era justo…Ellos son cuatros, contra ella solita. ¿Y para colmo en su  propia casa? ¡Sencillamente…Intolerante! Intentó levantarse, para cambiar de ambiente. Ya le era muy pesada y sofocante, tanta petulancia. Pero en cuanto lo hizo  notó que su propia hija, estaba sufriendo a horrores. Y en su breve  pero muy eficaz análisis, determinó que no podía dejarla en medio de tantos cocodrilos y bestias salvajes.
Y seguramente que se la iban a destrozar. Y tan solo, por esta condición  prefirió quedarse, además era su propia casa. Y esta manada de buitres no la iban a destruir, ni mucho menos hacerla huir. La pelea es peleando.
Además, faltaba el round decisivo. Y aún albergaba  una posibilidad, aunque muy remota, pero posibilidad es posibilidad,  de que Román las echara de su casa.
Así  que se volvió a sentar.  Se acomodó muy ruidosamente. Como para que no les quedara duda a nadie. Esta es su casa y de allí…Ningún psicólogo frustrado la iba a derrotar.
- Mira hija…Aún la última palabra no ha sido dicha…
- ¿Verdad que no mami?
- Aún no ha aparecido tu Galán
- Querrá decir mejor…Mi Galán, recuerde que es mi esposo…Aún…
- Estoy hablando con mi hija, en mi propia casa…
- Pero se está refiriendo a mi maridito.
- Esas fotos pueden ser un montaje…
- No son un montaje.
- Esa es su opinión…Psicóloga.
- Y bastante que nos costó graduarnos…
- Claro, claro.
- Discúlpenos señora… ¿Duda de las pruebas que Gersy le ha enseñado?
- Yo no los conozco a ninguno de ustedes. Además usted tiene cara de hombre serio…Pero…
- ¿No ves Miguel?  La señora duda de nuestras pruebas, pero ha mandado a su marido a que nos traiga a Román o por las buenas o por las malas.
- Cierto, Susan. Ciertamente.
- ¿Y ustedes se están creyendo el cuentecito de que yo mando a mi maridito?
- La carga de la prueba la delata.
- ¿La prueba de la carga? ¡Ustedes lo que están es locos!
- ¿No ves Miguel, que estamos “Locos” pero es que ella,  está encolerizada?
- ¿Encolerizada yo? ¡Ustedes no saben nada de la vida!
- Yo creo Susan, que tú tienes toda la razón.

- ¡Claro que tenemos la razón! ¿Verdad Carmen?





- …Escucha…Escucha…Tu padre está encolerizado.
- ¿Ay mami y si me lo mata?
- ¿Matarlo? (¡Ojalá lo haga! Una escoria menos, nos hará más libre a nosotras. ¡Ojalá se le ocurra torcerle al pescuezo a esa garrapata!)
- ¿Lo puede matar, verdad  mami?
- Tu padre no mata, ni moscas. ¡Mucho menos a Román!
- Ay mami, ni te creas.
- Tu padre es pura cara. Pura estampa de hombre bravío…Eso es todo. (¿Acaso no lo conozco mejor que nadie? Ese no pelea ni por su esposa. ¡Ese es un holgazán! Un bueno para nada.  Yo sé lo que te digo, yo lo sé).
Adentro, ya no escuchaban ni gritos ni nada. Todos aguardaron impacientes. Todos seguían expectantes.  Temían  lo  peor.
- ¿Está nerviosa la señora? – Le preguntó Carmen, ya intrigada.
- Los hombres son impredecibles.
- ¿Impredecibles? ¿Cómo así? – Le preguntó Carmen intrigada.
- ¿Y si los instigan  a pelear? ¡Pues claro que pelean! – Aseveró  Susan
- ¿Usted es psicóloga?
- En efecto, lo somos. – Sosteniéndole la mirada Carmen, se lo aseveró.
- ¿Y usted? – Más que preguntar sonó como una señalización hacia Susan.
- Yo también lo soy – Le sostuvo la mirada  Susan
- Pues es extraño.
- ¿Y qué es lo extraño? – Le interrogó Miguel.
- Qué  como psicólogos, ustedes deberían de conocer mejor el pensar y el actuar de mucha gente y por lo que estoy viendo…
- En efecto, eso hemos estudiado. – Aseveró Carmen.
- Más que nada, sus conductas. Su proceder – Puntualizó Susan.
- ¿Mi proceder? ¿Me están psicoanalizando  a mí,   acaso? – Le respondió en forma agresiva  la señora Mireya.
- Lo que Susan  le ha querido explicar, es que en nuestra profesión, nos intervenimos más con las conductas y con sus procederes. ¿Me explico bien? – Le informó  Miguel, evitando que la señora se encolerizara y los echara de su casa.
La señora los miró de reojo, así de frente y les espetó, lo siguiente:
- ¿Y si ustedes que dicen, que son psicólogos…Nunca descubrieron el lado tramposo de Román? ¿Qué clase de psicólogos  son ustedes?
- En verdad, nunca lo tomamos como un posible modelo.
- ¿Y qué clase de psicólogos son ustedes?
- Estamos recién graduados.
- ¿Y eso les da el poder,  de evadir este caso?
- Nosotros no lo estamos evadiendo. Y aquí estamos en contra de la voluntad de ustedes. Y estamos dispuestos a desenmascarar a Román. – Puntualizó Susan.
- Además, hemos descubierto esto como por Carambola -  Sostuvo Carmen.
- Igual…Sigo sin entenderlos. Es más o menos  como un médico, el cual se escuda en su ignorancia, alegando: “Que está recién graduado”
- Señora…No estamos evadiendo…La estamos enfrentando.
- ¿Y nunca ni siquiera sospecharon nada de Román?
¿Qué clase de profesionales están graduando hoy en día? ¡Puras evasivas, puras excusas, puro blablabla!
- ¡Nunca!  Yo como su esposa, viví muy feliz con él. Hasta hace un rato, que descubrí con mis propios ojos…Todo este desastre.
- ¡Como psicólogos: Raspados! ¡Para mí, claro!
Ellos prefirieron callar. No tenía sentido seguir en esa discusión estéril
Pero a decir verdad, estaban a punto de estallar.

- Todas nosotras  las mujeres, nos hemos creído tanto en ese  “Sexto Sentido” y sin embargo  ni a usted, con toda su experiencia…Logró ni siquiera visualizarlo. – Carmen no podía quedarse con esa espinita abierta, así que se la lanzó de frente.


"Después de mí... ¡Nadie mas!"

- ¡Nadie más va a asumir mis responsabilidades! ¡Nadie más! – Y comenzó a caminar hacia el portón y luego hacia su casa.
- ¡El baño queda adentro de la casa! – Le gritó fuera de sí,  su esposa, pero sin dignarse a mirarlo. Se le veía muy indignada.
- ¿Ah…Dentro de la casa?  ¡Pues claro que sí!
¡Ya lo sé! Pero…Qué quede constancia de mi queja…
- ¿Cuál queja? – Le espetó su esposa. La cual mirando a los demás, como haciéndole esa pregunta a todo el que la mirase.
- ¿Qué, qué o cuál queja? ¿Cual queja será pues? ¡La misma de siempre!
¡Qué todo esto no es por mi culpa! ¡Y que conste por escrito! ¡…He dicho…! – Se veía que su enfado era muy grande y no lo disimulaba. Estaba rojo de la ira. Y diciendo esto  entró  a su casa. Sus pisadas causaban miedo.
Todos estaban súper incomodísimo, no lograban acomodo ante la tirantez de esa situación tan enojosa.
- ¡Ay mami! ¿Qué será de mi vida? ¿Seré el hazmerreir de todos? – Su cara denotaba lo alterada que se sentía. No sabía cómo razonar, ya que en su fuero interno aún se resistía a darle crédito a todas esas fotos.
- ¡Eso jamás! Tú padre, sabrá cobrarse esta afrenta.
- ¿Y de mí…Qué pasará conmigo y mis hijos? – Preguntó alterada la esposa ofendida.
- ¡…Su problema…!
Doña Mireya, la escuchó. Ciertamente, se percató de que también sufría. Gersy, estaba hecha un manojo de nervios y era totalmente visible que su estado anímico estaba de pura alarma y de desazón.
- ¡Ay señora! Somos víctimas de los hombres. Ellos son unos malvados. Siempre nos azotan y nos someten a nosotras, las indefensas mujeres. Siempre nos engañan. Nos engatusan. Nos utilizan y después…Nos desechan. ¡Como corotos viejos y apestosos!
- Mi Román…Nunca me había dado estos problemas…. – Sostuvo débilmente Gersy.
- Mi señora…Nosotras también  fuimos engañadas en nuestra buena fe. – Clamó en su defensa la doña, poniendo cara de tragedia.
- ¡Todos son iguales!
- Yo no sabía que estuviera casado. Es más, él me pretendía desde hace dos años. ¿Verdad mami?
- Así como dice mi niña, así es.
- Él se enamoró de mí. Yo no le puse una pistola,  ni lo obligué.  Ni lo busqué. Jamás estuve detrás de él. ¡Jamás, jamás! ¿Verdad mami?
- ¡Así mismo fue!
- Además él siempre me juro fidelidad.
Siempre me juraba su amor eterno…
Tan detallista conmigo…Pendiente de todo.  ¿Verdad mami?
- ¡Así mismo fue!
- ¡Él me engaño! Se ha burlado de mí.
- ¡Así mismo fue!
- ¿Y ahora quién me responde por mi dignidad?
¿Quién dará la cara por mí honra?
¿Y ahora…Me tengo que quedar solita…Otra vez?
- ¡No te preocupes mi niña! ¡Tú padre te honrará! Para eso tienes a tu padre y a tu hermano. ¡Ya lo verás!
- Yo lo único que quiero que  entiendan  que  Román es un hombre casado. Y si tú le abriste  las piernitas…
- ¡Ah no, eso sí que no! ¿No me vendrá a deshonrar a mi niña, en mi propia casa?
- En todo caso, Gersy es inocente. –Intervino Susan en defensa de su amiga.
- ¡Señora…Aún no ha aparecido! Y en cuanto estén frente a frente, ustedes se decidirán -
La repentina intervención de Carmen, aclaraba muchas dudas. Ciertamente, aunque ya estaban muy convencidas, pero faltaba la prueba de fuego: Román frente a frente con su esposa y con su novia.
¿Qué podría suceder allí?
Miguel estaba muy inquieto. Ya que sin querer, se enfrentaba a una verdadera encrucijada. Y presuponía que Román  nunca le perdonaría, el que le sirviera de testigo nefasto.
Y casi seguro, que se estaba ganando un enemigo gratuito.
Susan y Carmen, estaban más decididas. La doña estaba muy inquieta.
Desde un principio, le gustaba el tal Román para su hija.
…Pero. Ante la contundencia de esas pruebas. Ya como que se estaba rajando y analizaba la posibilidad cierta de un tremendo escándalo en su casa.
(Este escándalo, no me convence mucho. Román  está resultando un zagaletón más. De los tantos que abundan y que destruyen hogares. Pero no en mi  casa. Además… ¿Qué pensarían mis  amistades de todo este problemón?
 ¿Y mi hijita…Cómo quedará después de todo esto?
¿Cómo podremos salir de todo este lio?
¿Cómo me habrá podido engatusar a mí?
 ¿A mí que siempre me he considerado una experta en asunto de los hombres?
¡Qué rayón…qué rayón…Tan feo y hediondo!  
…Y ahora, vendrá ese sinvergüenza y seguramente que lo negara todo… 
¡Todos los hombres solamente sirven…Para…! Para el resto…Yo los botaría a la basura ¿Qué problema, qué problema!)
- ¡Ay mami! ¿Y me quedaré nuevamente solita?
- ¡Eso no sirve para nada!  Además tu papa es quien se tomará la venganza en sus manos…Todos los hombres son iguales. ¡Son unos vagabundos! Siempre nos están haciendo daño y cuando no pueden, nos obligan. ¡Todos los hombres son iguales!
- Señora… ¿Y usted va a hacer que su marido se manche sus manos de sangre?
- Ese es el mundo de los hombres. Todo lo resuelven de esa forma. ¿Qué podemos hacer nosotras?
- Señora…No haga eso… - Terció Susan, la doña la miró de arriba abajo.
- ¿Y desde cuando acá nosotras, mandamos sobre nuestros hombres?
- Señora nosotros hemos venido aquí para aclarar este asunto. – Le informó Carmen.
- Y lo estamos aclarando. Pero recuerden que nosotras las mujeres…No podemos influir en nuestros hombres. Y si mí  marido, decide lavar el honor de su hija. ¿Qué puedo hacer yo?
- …Señora  por favor…
- Nada podré hacer yo. Recuerden que nosotras las mujeres… ¿Qué podemos hacer?
En ese preciso momento, se escuchaban gritos dentro de la casa. Era el señor, quien le gritaba a Román y apurándolo a que saliera del baño de una buena vez.
- …Escucha…Escucha…Tu padre está encolerizado.
- ¿Ay mami y si me lo mata?
- ¿Matarlo? (¡Ojalá lo haga! Una escoria menos, nos hará más libre a nosotras. ¡Ojalá se le ocurra torcerle al pescuezo a esa garrapata!)
- ¿Lo puede matar, verdad  mami?
- Tu padre no mata, ni moscas. ¡Mucho menos a Román!
- Ay mami, ni te creas.

- Tu padre es pura cara. Pura estampa de hombre bravío…Eso es todo. (¿Acaso no lo conozco mejor que nadie? Ese no pelea ni por su esposa. ¡Ese es un holgazán! Un bueno para nada.  Yo sé lo que te digo, yo lo sé).



“Pilin”


…Está exhausta, agotada al ver que todo lo que había planeado con tanto énfasis…No le estaba dando el resultado previsto, y ni siquiera se le acercaba a sus perspectivas.
Y allí continuaba sentada, revisando y chequeando cada cuaderno de sus alumnos, mientras afuera de su salón se escuchaba el jolgorio, los gritos y las alegrías de todos los infantes asistentes a su escuela.
Cesó en su revisión; y se sumió nuevamente en sus elucubraciones.
Y esto no la tenía para nada tranquila, al contrario.
Pensó en llamar y reunirse con su antigua “compinche” de muchos años, mas o menos desde su etapa de estudiantes, ¡ah qué tiempos aquellos!
Fecha en la cual tan solo la angustiaba eran sus notas, -que dicho sea de paso- siempre han sido muy buenas, casi rayando a la perfección.
Pero realmente esa no eran sus prioridades, ya que siempre fue muy objetiva en sus estudios.
¿Qué será de Migdalia…?
 Y recordaba que anteriormente era mucho el trato con ella, pero bueno, luego cada una fue destinada a pueblos distintos…Cercanos, pero no tanto.
Ahora era: Maestra de escuela –al igual que ella- pero con el correr del tiempo, cada una se fue dedicando a lo suyo.
Y ahora ya mayor, y en un momento de reflexión se apartó un poco, y comenzó a rememorar aquellos momentos en los cuales ella en unión de sus hermanos, hacían todas sus diligencias propias de su edad.
Cuando tuvo que abandonar a los suyos para  ir a estudiar la carrera que tanto la apasionaba…La docencia.
Evocaba aquella época en que a pesar de que quería olvidarse de todo y “explayarse” en sus estudios, pero que por la misma dinámica de la vida que le tocó vivir debía echar todo a un lado y dedicarse a apoyar a su madre, que se encontraba sola…Porque sus hermanos estaban “asilados” en las selvas inexpugnables y escondiéndose de todo lo que representase a “La Ley”
…Cosas de la vida…
Detuvo el orden de sus evocaciones y observó a esa muchachada que se divertía a placer…En su recreo…
A los pocos segundos, se volvió a sentar y continuó…
Migdalia fue su “almohada” y en ella se deleitaba contándose sus “cosas” de mujeres…
Como por ejemplo: sus enamoraditos, sus posteriores noviecitos…
Aquellos momentos vividos en su casa materna, las vivencias con sus primos en general, su adolescencia que fue en términos generales bastante “normal” salvo algunas cositas que aún ni ella misma se dignaba a exteriorizar.
…Pero ya estaba expirando el “recreo”, y ya pronto sus casi cuarenta estudiantes se acercarían nuevamente a su aula, en donde se encontraba meditando.
Y tenía ante si misma, todos sus cuadernos, los cuales debía revisar uno a uno, y le preocupaban en grado extremo, por lo menos los casos de tres de sus alumnos: Juan, Salvador y Santiago.
Tres terremotos en su escuela. Desadaptados sociales.
Juan de apenas nueve añitos, y ya era un delincuente con tendencia altamente violenta.
Quien se había forjado una reputación de “violento e irracional” y siempre presto al desorden y al caos.
Siempre boicoteaba su clase.
De una u otra forma, estaba involucrado en cualquier hecho irregular.
Mas de diez amonestaciones y ¿sus padres…?
Alegando siempre que se encontraban “full de trabajo” y que no podían asistir a nada.
Brillaban por su ausencia.
¿Total? Dejaban a su hijo hacer cuanto le plazca.
¿Salvador? En el salón era su “compinche” y entre ambos mantenían “aperreados” al resto.
Y al igual que el anterior…De vivencia paupérrima.
Santiago era de la misma edad, siempre se encontraba con hambre, durmiéndose en su pupitre.
No venía con su uniforme, nunca traía ni cuaderno, ni libros, ni lápiz.
De padre desconocido.
Y ¿su madre? Pariéndole a cuanto hombre conseguía…
Y con una escalerilla de hijos, todos iguales, desnutridos…Parecían animalitos en estado salvaje.
…Es duro el ejercicio de la docencia…Sin lugar a dudas… - Se decía mientras seguía rememorando su pasado.
Por ejemplo mientras estudiaban ambas, se decían cosas muy bonitas de esta profesión; pero ya en el ejercicio de la docencia, muchas cosas debía presenciar y en otras tomar sus decisiones.
Le partía el corazón el tener que presenciar en primera fila –y sin derecho a negarse- estos casos tan patéticos y tan vergonzosos.
Padres irresponsables y sin vergüenzas y madres que solo sirven para traer a este mundos seres en total indefensión.
El tener que “censurar” y hasta castigar a una criatura que ya perdieron su inocencia infantil, niños en cuerpos pero con mentalidad de “resentidos” sociales.
…Y lo peor: niñas que deberían estar jugando con sus muñecas y sin embargo: ejercen la prostitución infantil.
¡Es cierto y nadie mas podrá volverlo a negar!
Y el verlo, tocarlo y hasta el vivirlo en “carne propia” porque todos sus alumnos, son unos infantes.
Y todo se sabe.
Allí nadie podía “ocultar el sol con un solo dedo”
¿Y cómo?
Padres indolentes que al igual que sus parejas, no hacían nada para mejorarlos.
¡Imposible! Ya que ellos mismos prostituían a sus propios críos.
Ejercer la docencia, no es un hecho fácil. Hay que revestirse de mucha fortaleza y no caer en los primeros rounds.
Y lo peor: ¡Ella en su carácter de Maestra, era ángulo visible para todo tipo de ataque!
Triste muy triste… - Se decía a sí misma.
Y en las ocasiones que pudo hablar con su amiga y ahora colega: Migdalia, pues ambas manejaban situaciones muy parecidas: Niñez abandonada.
Niñas prostituidas.
O de niños que ya eran “matones profesionales”
Ya le faltaban uno o dos minutos, y ya comenzaba a observar que varios de sus niños comenzaban a acercarse a su puerta.
Pronto tendría que abandonar sus pensamientos, su segundo aliento para poder seguir en la lucha suya de todos los días.
¿Y que mas podía hacer…?
Ya los tenía a todos haciendo la fila para poder entrar…Comenzaba su faena nuevamente.
Hay que hacer de “tripas, corazón” y continuar en su ejercicio laboral.
- ¡Maestra él me pegó! – Le gritaba Juan acusando a Santiago de que lo había empujado y rompiendo la paz nuevamente antes de entrar a su salón.
Suspiró de cansancio nuevamente…
Y reflexionó para sí misma: “En el hogar es dónde debería forjarse al niño…Pero esta está abandonada.
Y nos toca a nosotros los docentes: Enderezar las fallas de sus padres.”
A la faena…

…La función debe continuar…




“La reunión de muertos….”


- “¿Reunión de quéééé?  …Serán de muertos. Que son los únicos que hacen que vengan mucha gente a “velarlos”…Recuerda: ¡Esto es una Funeraria…
(¿Cómo se le ocurre a este loco…Ah?   ¡…Rolo de loco, me está saliendo este…!
¿Será que piensa que hasta los muertos “están conspirando” en contra de ellos…?)
El Inquisidor se le quedó mirando, se le veía confusión…Pero trató de ridiculizarlo…
- …Con que “reunión de tieso” ¿…No…? 
¿…Como que me está viendo la cara de “ridículo”?  
…Mucho juicio pues…Mire que la Ley la represento soy: ¡YO! 
…Y todos los que están allá…Están esperando que les lance…Algo…
Porque tienen “hambre de sangre”… ¿Me están entendiendo…Sí…?
- …Si quiere Su Señoría…Lo invito a que vea “la reunión” en vivo, y hasta estoy dispuesto a levantarle a todos los muertos que tenemos en las cavas, mas los que están en sus ataúdes… ¿Quiere ir…? (…Yo no tengo inconveniente alguno…Y allá están y de ahí no se moverán… ¿Vamos ya…?) – El hombre gordo no le contestó con la rapidez con que siempre respondía.
Y si me preguntaran a mí; pues diría…”Que se hizo en sus pantalones”….
El Dominguete, nada respondió: “Medito por largo rato. (Al menos así lo hizo parecer…)
Trastabilló y le dijo…
- ¿…Y como cuántos hay, ahora mismo…?
- Lo suficiente. Por mí, se los pueden llevar todos presos…
(…Si se atreven…Ustedes verán…)
Pero los espíritus que vivían en ellos… ¡Esos son de malas pulgas! …Y no va a ser “fácil” que digamos…Pero bueno, ustedes son los que mandan…
Los van a perseguir… ¡Y esos si que son bravos! – El hombre sacó su pañuelo, y se lo pasó por su frente…Sin quitarles la vista de encima.
- …A mí no me pasaron el parte de este “tipo de enemigos” y en verdad…No se como tratarlos. ¿Se podrán encadenar…?
- ¿A quién?
- ¡Pero bueno Ramón! ¿Y a quién va a ser…? ¡A los muertos que están alzados!
- …Domingo…Nunca he visto que se los lleven encadenados…En todo caso ya ellos están “tiesos”… ¿Pero será a sus espíritus…?
- ¿Y qué no se les pueden encadenar? …Digo; por si acaso!
- Que te estoy diciendo: A los muertos, No, por la sencilla razón de que ya están tiesos…Y te estoy diciendo que en este caso tendrás que llevarte es a los espíritus…-
- ¡Esto es para locos! ¿Cómo pretendes que me lleve encadenado a un espíritu…?
¿Ah, estás loco o te estás creyendo que soy un pendejo…?
- Como llegaste  acusándonos de que estamos “en un complot” para tumbar al gobierno…
- Yo lo que estoy llegando a la conclusión es de que aquí: ¡Hay gato encerrado!
¡No se, pero acá hay “guerrilleros”! – Y mirando a todas partes, tan solo me consiguió a mí al lado de estos ¡200 años de vida! Por lo que dijo de repente, con la mayor tranquilidad….
- Aunque acá solamente veo son “bagazos” de hombres…Pero bueno, algo es algo…
- ¿…Bagazo…Yo…? – Protestó don Carmelo, pero de inmediato fue opacado por su amiguete quien sin darle oportunidad alguna, lo empujó y agregó…
- ¿Y le parece poco…? – Y don Ramón le espetó lo siguiente señalándose a sí mismo y al otro ancianito… - Y si somos unos “bagazos”… (Bueno, tendré que aceptarlo ante el peso tan enorme de esta, represión…Bagazo me quedaré.) – Y mirando a los mas de uno a dos centenares de gendarmes del estado, le señaló y bajando su voz, le susurró…
- ¿Por qué toda esa “armazón”…Para estos vejucones…? …Me parece que algo en esta historia, como que no cuadra muy bien que digamos…Digo yo…
- ¿Por…Nosotros…Dos…? – Le preguntó don Carmelo mientras lo miraba con total irritación y hasta creí leerle su mente, puesto que hasta escuché lo que mentalmente le estaba transmitiendo…
(¡Carmelo pon atención! Debes poner “cara de baboso”
¿…No me estás entendiendo…?
¡Baja tu cabezota viejo loco!
¡Hazme caso! ¡Callate y hazme caso!
¡Que nos van a joder a todos, por tu obstinación!)
Por lo que vi, don Carmelo en el acto puso su cara tal como se lo estaban exigiendo.
Y en cuanto el dueño se percató de que le estaban haciendo caso, se volvió hacia su atacante y le espetó con la mayor naturalidad…
- ¡Si ya estamos hasta “mascando” agua! Debe haber un error… - Miré a don Carmelo y realmente su cara ¡hasta me causó tristeza!
- ¡Esos son los “espíritus del mas allá” – Le sugirió don Ramón y su atacante echándose a un lado, en el acto le respondió…
- ¡Zape con tus muertos, tus espíritus y tus brujerías…! – Don Carmelo comenzó a hacer ruidos fantasmales. Domingo comenzaba a mirar hacia los lados…
Y cuando este se percató de mi insistente mirada, aprovechó en un descuido de su torturador y viéndome a los ojos, me picó el ojo y me mostró su dentadura exenta de dientes, en señal de que se lo estaba gozando…
(…Estos viejitos…Como que lo van hacer correr…A punta de sus muertos…)
El inquisidor, no se dio cuenta en lo absoluto, pero tampoco se tragaba el cuentecito ya descrito…
- Nuestro Servicio de Inteligencia, los señaló a ustedes dos… - Señaló a los amigotes….
Y luego girando su insignificante y gordito dedito…Me señaló…Tragué muy grueso…
- Y al parecer al tipo ese, que aunque no tiene “cara de musiú” ¡tampoco tiene cara de “yo no fui”!
- Si usted habla de Carmelito o mío…No podemos ni con nuestra propia alma.
¡Es mas hasta nos cuesta…respirar! – Y volviéndose a su amigo, le espetó: ¿Verdad tú…? – Su dedo lo utilizó con fuerza encima de las flácidas carnes de don Carmelo…
- ¿…Y yo…Qué…? – Su mirada daba la impresión de que estaba como perdido…
- ¿No está viendo que hasta está “ido”…? – Domingo lo miró fijamente y don Carmelo lo miraba sin entender de ¿qué le estaba hablando?
- …Si tiene “cara de baboso” pero ya mas de uno, utiliza esa “máscara” y creen que nos van a despistar…Está  peligrando y no por ser ya un viejo inútil ni porque esté arrastrando las patas…
Mis informaciones son muy claras: ¡Aquí están tramando para tumbarnos!
¡Y esa vaina! no puedo pasarla por alto…Aunque sea: Un hijo mío, o un hermano…
¡Ni a mí padre que salga de su tumba!
¡Los alzaos están “fusilados! Sea quien sea…
Porque a todos estos “arrechitos”…Nosotros se lo bajamos a punta de coñazos, patadas… ¡Y otras cosas mas!
…Además toda esa gente… - Dijo mientras ostentosamente los señalaba y mostraba todo el armamento que poseían…
- Necesitan: ¡Un culpable! ¡Porque están ansiosos de: Sangre! Y es mí deber…Satisfacerles esa necesidad…Así que: O es Ramoncillo o es Carmelito o me llevo al tipo ese… - Dijo señalándome de una forma pusilánime y grosera.
A decir verdad; a partir de este señalamiento, me sentí en minusvalía procesal.
Un frío de muerte me recorrió por todo el cuerpo y mas aún, cuando ninguno de esos viejecitos se dio por aludido…

- “¡Me jodí…!” – Se me salió esta expresión. 






“La llegada inesperada: don Domingo”


- …Pero si no estábamos hablando nada en contra del gobierno… - Razonó don Carmelo poniendo una cara angelical, y en el acto el otro antiguo le espetó…
- ¿Qué no…? ¡Y quién podría acusarte?
- …Ahora nos convertirán… ¡En carne molida! – Se quejó amargamente.
- “Nos convertirán” ¡es mucha gente! ¡Yo no estaba con ustedes! – Don Carmelo quedó estupefacto… ¡No se lo podía creer! Así que lo miraba y remiraba sin darle crédito a lo que sus propios oídos habían escuchado…
- ¿…Pero si yo no estaba “incitando a nadie”! – Con gran elocuencia manejaba sus manos, hacía arriba, a los lados y luego se quedaba estático.
- ¿…Qué no…? ¡Yo mismo te escuché!  y si me preguntan: ¡…Tendré que decir la verdad…!
- …Y… ¿Me venderías…A mí: que soy tú hermano…?
- ¿Mi hermano? ¡Ni te conozco! – Vociferó enojado y dándole la espalda.
- ¿…Que…Qué…Estoy oyendo bien…?
- ¡Callate viejo baboso! ¿Qué estás intentando…Qué me lleven preso a mí también…? – Mientras estos dos periclitados se enfrascaban en esa discusión sin fin, procedí a prestarle mas atención a todo ese despliegue y no sabría como llamarlo, ya que no era solamente policiaco, ya que se veían muchos guardia nacionales, como también efectivos del ejército…De todos los tamaños y de colores extraños también.
Mas otros que iban con uniformes pero que no se podían distinguir a qué cuerpo represivo pertenecían.
En forma sucesiva brotaban potentes motos y de ellas se bajaban elementos… ¡Qué daban: Terror!
Pronto apareció una tanqueta…Seguida por otra…
Aquello se me antojó que estábamos en un cuartel, repletos de periquitos (Militares vestidos de verde.), como de otras fuerzas.
No cabía un funcionario mas.
Y pude visualizar que en mas de dos cuadras a la redonda eso estaba que no cabría ni una aguja…Todo cubierto por todos esos “bichos” raros…
(¡Susto…!)
No supe si pude tragar bien o si me atoré, pero mas me angustiaba la presencia del denominado Domingo… (En honor a la verdad, lo he visto en contadas ocasiones…Pero casi nunca he tenido un contacto que digamos con este personaje.)
Pronto logré verlo…Casi no se veía.
(Era muy chiquito, y entre ese gentío casi era imperceptible.)
Pero lo que pude ver, es que hablaba y hablaba pero siempre mirando hacía nuestra dirección…Y eso me asustó aún mas… (Nos miraba como con: ¡Rabia!)
Por instantes me “desconecté” de estos dos pure (ya viejitos…), y al volver mí atención a nuestro propio recinto, me di cuenta que todos los obreros estaban asomándose por los resquicios de la puerta…
Pude ver que aún mantenían “amarrado” al pobre Iván que no cabía del asombro.
(Es que tanto gentío… ¿Por quién? ¿Acaso estábamos “armados”? No entendí nada, pero lo poco que logré “asimilar” no era nada de mí propio agrado… ¡Que digamos!)
Y en un descuido mío, el audio de la dichosa discusión se rehabilitó ante mí…
- ¡…Chico… ¿Cómo me vas a echar esa vaina…?
¿No ves que si me denuncias…Me van a llevar preso de bola…?
- ¿Y quién te manda a ser: “Contra-revolucionario”?
- ¿Y qué vaina es esa…?
- ¡Bueno los que están en contra de la revolución!
- ¡Pero si yo no estaba hablando mal del gobierno!
- ¡Qué si!
- ¡Que no viejo!
- Yo te oí…Que estabas “rumiando” contra el gobierno. Y ya sabes que esos tipos no juegan… ¡Son de muy mala espina!
- ¿Cómo vas a decir esa barbaridad…Ramoncín…?
- ¡Claro estás “envalentonado” porque tenés a tu “Macho” aquí presente!
- ¡Dejate de los celos mijo…!  Respeta que el señor es un vecino de por acá mismo… -
(Si quizás no estuviese allí, me estaría muriendo de la risa, al vernos a los tres totalmente “pegados” a la pared y sin atrevernos a movernos…
Y lo mejor sin que autoridad alguna nos haya ordenado hacerlo.)
Todo su personal calló al instante, y la puerta del negocio se cerró ante la llegada del famoso Domingo.
El cual llegaba con su ceño sumamente fruncido.
Dirigiéndose hacía nosotros pero siempre volviéndose para ver a todos los suyos…Quizás pensaba que lo podrían abandonar a su propia suerte….Digo yo…
Se le veía que respiraba como esos toros de lidia, cuando están enojados.
De repente lo llamaron y el se volteó y les gritó: ¡Esperen mi indicación! – Todos se quedaron en el mismo sitio, en espera de sus instrucciones.
Yo tragué mucha saliva –lo confieso- pero también los oí carraspear a ellos, pero claro nadie se dio por “aludido.”
- ¡…Hola Dominguito…Amiguito mío…! – Le saludó en susurro don Carmelo.
- ¡¿Qué buena vaina con usted…Carmelo González?!
¿Hasta cuando usted me está jodiendo a mí, ah?
- …no sabía que supieras mi nombre completo… - Le dijo muy tímidamente.
- ¡Y se muchas cosas mas!  …Pero me las callo. – Y volviendo,  a don Ramón le increpó así…
- ¿Y qué te estás creyendo…?
¡Qué porque tenés mas reales que “Chaflán” podes venir a alborotarme el avispero?
- …Pero Dominguito… ¿De que reales me estás hablando? ¿No me ves como vengo vestido…? (…No me alcanza el dinero…Tengo que pagar la nómina, el agua, la luz, etc., etc. ¡En verdad…Sabes que nunca miento…!)
- ¿…Y a “eso” llamas “vestido”? ¡Mas bien pareces un mendigo!
¿No te da pena, miserable vejucón…?
- …Está bien, está bien…Oféndame…Humílleme… ¿Qué puedo hacer…?
- ¡Cualquiera de sus obreros viene mejor vestido que usted!
¡…A mí me da pena, que todos “mis hombres! (Mi ejercito personal…Ese que ven todos ustedes ahora…) vean que dentro de “mi zona” tenga a elementos ¡tan pésimamente vestidos como lo es usted! (¿Y qué van a pensar de mí…?)
- …Esta bien… ¿Y para venir a ofenderme…Los ha traído…? – Dijole señalando a esa cantidad incuantificable de gendarmes.
- ¡…Ellos me llamaron…Ya que esta es mí zona! ¡Y aquí no permito “guachafita” de ningún tipo! (¡Ni por muy “vejucones” que sean ustedes…!)
- ¿…Cómo cuales…?  …Digo si puedo saberlo… - El mal vestido trataba de ganarle tiempo (Y no se ¿para qué?) quizás para tratar de confundirlo.
- ¡Tengo denuncias! – Le respondió muy satisfecho y seguro de sus acusaciones.
- ¿Ah sí? – Con el rabito del ojo, le echó una mirada fulminante a don Carmelo…Y este trató de “minimizar” ese efecto…
- ¡Sí!
- ¿Y de que denuncias me habla usted?
- Que acá están estrenando a todo un ejército de “guerrilleros”…
- ¿Adónde…? – Don Ramón no cabía en su asombro. Y miraba con insistencia hacía la pared –creí que tenía algún tipo de mirada “biónica” porque se me antojaba que estaba mirando a través de ella…
- ¡Aquí mismo! ¡Es mas se está escuchando ya en muchas ocasiones, que acá se están reuniendo para venir a: “conspirar” en contra de un Gobierno Democrático…
Legalmente constituido y es mas… ¡Ganó las últimas elecciones!
Y mi gobierno y yo (Mismo.) no estamos dispuestos a tolerar ningún tipo de insurrección…
- “¿Reunión de quéééé?  …Serán de muertos. Que son los únicos que hacen que vengan mucha gente a “velarlos”…
El Inquisidor se le quedó mirando, se le veía confusión…Pero trató de ridiculizarlo…
- …Con que “reunión de tieso” ¿…No…? 
¿…Como que me está viendo la cara de “ridículo”?
- …Si quiere Su Señoría…Lo invito a que vea “la reunión” en vivo, y hasta estoy dispuesto a levantarle a todos los muertos que tenemos en las cavas, mas los que están en sus ataúdes… ¿Quiere ir…? – El hombre gordo no le contestó con la rapidez con que siempre respondía. Trastabilló y le dijo…
- ¿…Y como cuántos hay, ahora mismo…?
- Lo suficiente. Por mí, se los pueden llevar todos presos…
Pero los espíritus que vivían en ellos…
Los van a perseguir… ¡Y esos si que son bravos! – El hombre sacó su pañuelo, y se lo pasó por su frente…Sin quitarles la vista de encima.
- ¡No se, pero acá hay “guerrilleros”! Aunque acá solamente veo son “bagazos” de hombres…Pero algo es algo…
- ¿Y le parece poco…? – Y don Ramón le espetó lo siguiente señalándose a sí mismo y al otro ancianito… - Y si somos unos “bagazos”… ¿Por qué toda esa “armazón”…Para estos vejucones…? …Me parece que algo en esta historia, como que no cuadra muy bien que digamos…Digo yo…
- ¿Por…Nosotros…Dos…? – Le preguntó don Carmelo mientras lo miraba con total irritación y hasta creí leerle su mente, puesto que hasta escuché lo que mentalmente le estaba transmitiendo…
( ¡Carmelo pon atención! Debes poner “cara de baboso” ¿…No me estás entendiendo…?
¡Baja tu cabezota viejo loco! ¡Hazme caso! ¡Callate y hazme caso!)