...Soledad...Amarga compañera...








“En la oscuridad”





Ya era bien entrada la noche y la pareja matrimonial dormían plácidamente en su alcoba.
Una noche por lo demás tranquila y agradable.
Se habían acostado temprano y todo era normal.
Estaban muy cansados y producto de esto, cayeron plácidamente en los brazos de Morfeo.
A eso de la media noche…
De repente, el señor sintió que algo pesado que se le había abalanzado a sus pies.  
Sintió eso, pero era demasiado su sueño.
Así que pretendió seguir en su sueño.
Sintió que lo abrazaban y besaban con mucho amor.
Bien sabemos que de noche todos los ruidos se magnifican, el caso es que todo transcurría con la mayor placidez.
Extrañado y medio dormido, intentó ver ¿qué había interrumpido su agradable sueño? Pero no pudo visualizar a nadie dentro de la habitación.
Se acomodó mejor y se dispuso a seguir durmiendo, una vez que ya se hubo cerciorado, que todo estaba normal.
Y cuando ya estaba conciliando nuevamente su sueño, escucha una voz infantil, que de inmediato reconoció: ¡su hijo!
- ¿mi hijito? ¡No puede ser! – Se despertó asombrado y lo buscó por todas partes.
Con su timbre infantil, el infante se dirigió a su padre y le dijo…
- ¡Bendición papi! Papi te quiero mucho. – El hombre se sentó en el acto en la cama (No entendía todo lo que le estaba pasando, pero puso toda la atención debida.), vio que su esposa seguía rendida y agudizando su visión le preguntó…
- Enrique ¿Eres tú?
- Si papi. Dame tu bendición. ¡Papito te quiero tanto!  - Sintió que lo abrazaba con frenesí.
- ¡Dios te bendiga y proteja siempre por esos caminos inexplorados y que la virgen María te proteja por siempre! – No lo podía divisar, pero sabía que allí estaba.
Entre sus dos piernas, aferrado y escondiendo su cabecita.
Al fin pudo divisarlo, y le miró fijamente a los ojos, y le dijo…
- ¿Estás bien? ¿Te tratan bien? – El niñito comenzó a sollozar quedamente.
- ¡Me hacen mucha falta ustedes! – Se quejaba mientras se refugiaba en su abrazo.
- ¡Ay hijito! ¿Cuánto no daría para hacerte feliz?
Intentó abrazarlo, pero no pudo hacerlo.
- Papi…Me siento muy solito. Me hacen falta ustedes dos.
- ¡Ay hijo me partes el alma! ¿Y qué puedo hacer para ayudarte…? – El infante levantó su cabecita y miró a su madre que aún dormía…
- Papi, no quiero que sufras mas, pero he venido a informarte que pronto mami se va.
No te preocupes. Ya ella ha estado mucho tiempo con contigo…Y me hace mucha falta.
¿Sabes  yo lloro mucho? porque ustedes   son imprescindible para mí.
¿No me has escuchado llorar? – En verdad, en esos momentos quedo, en que todo parece quieto, se escuchaba allá por la lejanía…Ese llanto, ese quejido quejumbroso de un pequeñín que desconsolado llora por la ausencia de sus padres y por la soledad en que se encuentra en lo mas lejano…Imposible de llegar o de ubicar…
Muchas oraciones por él, lágrimas y sufrimientos por tan lamentable pérdida.
El padre asintió. En verdad que eso no les dejaba vivir en paz. Y para ser sincero…A ninguno de ellos.
- Déjame que se vaya conmigo y ya verás que nunca te vamos a dejar solito. – Le dijo poniéndole una carita angelical, a la cual era imposible negarse…
-  Se viene conmigo. ¿Qué te parece?
¡Ya no voy a estar mas solito y así podré jugar con ella! – El padre lo observó y luego miró a su esposa….Seguía dormida.
- ¿Y yo…? – Su palabra quedó sola, vagando por la inmensidad del absurdo, como si importancia alguna tendría…Su eco se fue alejando sin pena y sin gloria.
Pensó en los tantos años que estaba sufriendo por su crío.
Semana a semana iba a su sitio de descanso y le oraban  siempre.
- ¿Cómo que se va? No lo entiendo…
- Pronto. Muy prontito se viene conmigo.
¡Y así podré estar feliz! – El padre lo miró mientras sus ojos ya estaban inundados de lágrimas.
Tocó el cuerpo de su señora, pero seguía rendida aun.
- ¿Se van a ir…Los dos…? ¿Y yo…? – No pudo soportar tan nefasta noticia y comenzó a llorar amargamente.
¿Qué será de mí vida ahora?
¿Me tocará ahora a mí…Vagar desconsolado…Sin mi hijo y ahora sin mi esposa?
¿Qué será de mi vida ahora…?
¿Qué mal he hecho para merecerme esto…?
La que fue mi amante compañía por tanto y tantos años…
A la que conocí siendo una virgen…
A la que amé con locura…
A la que nunca me abandonó y todo lo dejó por mí…
Esta casa ya me está pareciendo gigante.
Y yo. Estaré solo. Viviré solo.
La soledad será mi nueva pareja.
¿A ella he de acudir?
…Será la que de ahora en adelante oirá mis lamentos…Sentirá mi dolor…Me acompañará en mis momentos mas amargos…Será…Será…
Esto muy doloroso y no sabré... ¿qué hacer? – Sin querer rompió a llorar. No se podía controlar.
Al irse su esposa, su soledad sería  proverbial.
Nefasta. Amarga.
- ¡No me dejen solo…NO! ¿Con quién podré hablar? ¿Quién me recibirá?
 El niño se incorporó y lo abrazó y le dijo…
- No te preocupes papi, mami y yo, nunca te vamos a dejar solo. ¡Nunca! – El hombre lloraba desconsolado.
Al fin pudo sentir su cuerpo frágil, lo abrazó con toda su ternura y con dificultar para hablarle le dijo…Por unos instantes disfrutó de tan cálido refugio.
- ¿Cuándo será?
- Pronto. He venido para acompañarla.
Pero no debes sentirte solito papi, yo te quiero mucho y jamás los he abandonado.
Y ahora estaré con mi madre…Estaré mucho mejor. – Los dos estaban  en un armonioso y amoroso abrazo.
Y de repente…El hombre sintió que su hijo se le desvanecía nuevamente…En luz invisible se transformó
Lo quiso detener, Contener. Pero fracasó.
Se le diluyó entre sus dedos.
Fue testigo de cómo su esposa, se fue irguiendo.
Trató de agarrarla para que no se le fuera.
Pero escuchó una voz grave y muy potente que de alguna parte brotó…
- Déjala ir. Ya te tocará a ti. – Contempló como su esposa al ver a su hijo, se abrazaron y se besaban continuamente.
Sentado contempló y como una película silente, su espectador le tocó ser…que el cuerpo físico de su esposa seguía en la misma posición.
Fue visible que toda la habitación se encontraba iluminada.
- ¿Y…Yo…? ¿Qué hago…? – Su  hijito lo miró al igual que su madre y fue cuando él le dijo…
- Ya verás que volveremos por ti.
- ¿Cuándo?
- Eso no lo sé. – Las dos imágenes se le fueron haciendo borrosas, hasta que la oscuridad reinante volvió nuevamente a su sitio.
Lloró amargamente. Abrazó el cuerpo inerme de la que en una época fue su amante esposa, su compañera, su amiga…
Se acostó a su lado y en sus pensamientos… Retornó a sus años mozos.
Recordó cuando la vio por primera vez.
Sonreía cuando ella lo rechazaba y el, insistía.
Cuando se casaron. Cuando fueron a su luna de miel.
Cuando ella le dio la buena noticia de que ella estaba embarazada. Eran tiempos hermosos.
Esos recuerdos eran claros y nítidos.
Una a otra escena se le iban asomando.
Pero ya hoy, estaba solo. Terriblemente solo.
Trataba de levantarla…Pero ya no había vida en su cuerpo.
Le lloró. Suplicó. Hizo promesas Al Altísimo.
Todo fue en vano.
La colocó nuevamente en la posición en que se había quedado…Y se acostó a su lado, y comenzó a hablarle de todos los momentos en que ellos fueron felices…
Se sentó a llorar y a llorar.
Horas de horas.
No se atrevía a abrir la puerta.
No quiso llamar a nadie. Era su propia desgracia.
Y por primera vez…
Su soledad era extensa…
Como la inmensidad del océano…
Como los vientos que nunca volverán…
Guardo su desgracia para él solo.
Pronto el cuerpo inerme se le fue poniendo rígido.
Y él igualmente la abrazaba y estrujaba como queriéndose  hacerse uno solo con ese cuerpo que ya empezaba en su etapa de descomposición.
Pero ese mal olor…Él lo amaba. Lo ansiaba.
Desconsolado imploró su muerte.
Quiso desprenderse inútilmente de la vida que Dios le había concedido.
Salió el sol…Con ello un nuevo día.
Afuera todo seguía su ritmo natural…
Adentro en esa habitación…
El mundo se le detuvo. Todo era fatalidad.
Todo lo conversaba con ella,  no quería intrusos. Ese era su dolor…De nadie mas…







© Bernardo Enrique López Baltodano 2015











“Sucedió en Sabaneta”





En el sector Sabaneta en esa antigua y melancólica ciudad de Maracaibo (cuando con un bolívar te daban hasta 20 plátanos), en esa época en que se podía andar hasta altas horas de la noche, patinando, en bicicleta o caminando;  residíamos en ese  entonces en la urbanización Urdaneta.
Recuerdo que en la entrada había un restaurant llamado: “Punto Fijo” y se había hecho famoso por esa especie de sopa que acá se denomina: “Mondongo” y en ese entonces, en horas del mediodía, se podía ver una cantidad grande de “carros por puestos” y todos por lo visto…Eso comían.
Presenciaba esa cantidad de choferes gordísimos y sudando “mas que un Cosío” (que un plátano)
“Si no lo suda, ¡no lo pague!”  Era un cartel que colocaban en un sitio visible.
Afuera observaba todo eso.
En frente de ese restaurant existía un supermercado muy famoso para aquella época (ya hoy no existe) y detrás estaba la urbanización “La Pomona” con su liceo “Coquivacoa”
Y   por esos lados estaba  “La Gavilanera”
Recuerdo que andaba por toda esas callecitas, por todas esas casas en compañía de mis amigos de ese entonces…Todos unos carricitos.
Jugábamos: Trompo, elevábamos “petaca” que es lo mismo decir: “papa gallos” o “cometas” y para eso nos reuníamos en los campos en donde servían también de estacionamientos.
En aquel entonces, no existía ni la droga, ni esas matazones que hoy en día se ven por todos lados.
Ya esa Maracaibo “paisana” de todos, ha variado mucho.
El calor sofocante. La delincuencia desatada.
Muchas cosas que antes eran…
Al parecer no volverán.
Esa amabilidad con que te recibían, esa fraternidad, está menguándose, ¿será el nuevo signo de estos tiempos tan espurios…?
Huidizos como estos vientos caprichosos, que de momento en momento viran sin previo aviso…
…Pasajeros…Como lo somos todos,  y muchos hemos de andar sin maleta…
Nuestros recuerdos son perecederos en medio de un bravío tronar de fuegos, como ese “rayo del Catatumbo” que caprichosamente se niega a su presencia mostrar…Y siempre en la soledad de la madrugada…Un fenómeno natural.
¡Una maravilla de la naturaleza!
 Así hemos de ser…De momentos que ya no volverán, pero que nos quedan grabados en lo mas profundo de nuestro ser.








© Bernardo Enrique López Baltodano 2015


...Cosas de esta vida...










“Carta”




- Compadre he tenido que salir de prisa, por asuntos familiares   -que me son muy penosos-  y he querido dejártelo por escrito, ya que no he tenido el tiempo necesario para poder explicártelo.
Discúlpame esta, pero al llegar te platicaré con mas detalle lo delicado de este problema en que me voy a enfrentar al llegar a mi casa.
Como bien lo sabes, mi propia casa la está ocupando actualmente mi nueva esposa   -ya sabes que he tenido varias…No me recuerdo ya cuantas han sido-  pero bueno, siempre he querido tener mis cosas siempre en regla.
Y a cada novia que he tenido, he creído conveniente ofrecerle un marco mínimo de seguridad tanto para ella como para mí   -y las reglas que la sociedad exige: Matrimonio-   y por esa causa…Hasta hoy, las he cumplido.
Te cuento:
Mi primera novia, Nora, fue mi primera esposa.
Todo se lo di. Con mucho esfuerzo, compré la casita, la amoblé y fui comprando todo lo que nos hacía falta. Hasta logré reunir y comprarme mi primer carro.
Todo iba bien, yo estaba ganando buen dinero y todos sus gustos los pagábamos. Todo bien.
¡Hasta que perdí ese empleo!
Las cosas comenzaron a cambiar, cuando comenzaron a escasear las cosas…Ya no podía complacerla a llevar a comprar lo que ella decía que le hacía falta. Pleitos y pleitos.
Tuve que vender mi carro  -que con sacrificio había adquirido-   ¡y fue cuando cansada, me botó de mi propia casa!   ¡Si de la casa que había adquirido para ella y por supuesto para mí también!
Tuve que salir corriendo. Me botó la ropa a la calle y todas mis cosas. Me sacó de “su casa”
Buscó un abogado amigo de ella y se encompinchó con él. El caso es que me tuve que ir y pedirle a mi madre…Asilo.
Mi segunda novia, pasó lo mismo.
Me volví a casar, una vez que me salió el divorcio legalmente.
Le compré su casa  -mía también, pues vivía allí, con ella-  muebles, nevera, cocina  ¡y todo cuanto le hace falta a una casa!
Y vivimos felices allí. Nació mi segundo hijo (El primero como bien sabes, se quedó con su madre.
Y como la Ley ampara a la mujer. Yo me quedé afuera.) Otra vez regresé a la casa de mi madre y como siempre…Me dio asilo.
Y así se fueron suscitando varias relaciones mías.
Matrimonios felices y luego un divorcio de enemigos, y nuevamente regresando a casa de mí madre.
Y hoy, no es la excepción. Voy a tramitar nuevamente los papeles de mi nuevo divorcio y al paso que voy, me he convertido en un experto en estos asuntos del divorcio.
Lo que me falta es estudiar leyes y hacerme un abogado.
Mi vida no ha sido fácil. Mi tía dice que después de la tercera o cuarta fallida relación…Seguramente que he de ser yo el del problema.
Puede ser, no se lo niego.
Pero dime compadrito: ¿Por qué siempre el que sale con “las tablas en la cabeza” soy yo?
¿Es que sobre mi cae “una maldición diabólica”?
Resulta que el dedo acusador de la justicia, ¿es el mismo? Y siempre me he hecho la misma pregunta:
¿Siempre soy yo, el que rompe todos los platos…?
Porque si esto es así… ¡Debo pegarme un tiro!
Porque todas mis ex siempre quedan bien acomodadas.
Las dejo con casa, muebles, nevera, cocina, lavadora ¡y hasta con carro propio!
¡Listos pues, para el “nuevo marido” que,  qué casualidad…Lo tienen detrás de la puerta!
Y nuevamente: mi soledad, mis amarguras, mis ataques depresivos. Y ya no sé qué hacerle a todo esto. Me sobre pasa en todos los sentidos.
Dime: ¿Cómo podré encarar mi vida de ahora en adelante?
¿Debo buscarle otra casa a la que venga después? Para luego volver derrotado a la casa de mi madre y pasar noches enteras llorando en mi cama, en silencio, para que mi vieja no se entere y agregarle mas angustias de las que ya tiene, al ver a su hijito siempre solo, triste y abandonado.
Ciertamente mi vida no ha sido fácil.
…Pero algo he de hacer. No puedo seguir en esto, los años ya están haciendo mella en mí.
Ya no soy el joven, ni tengo el empuje de mis años mozos. Pero no he tenido suerte con las mujeres.
Y seguramente debo ser yo.
Pues ellas, rehacen sus vidas  ¡claro con casa y todo ya listo!
¿Pero yo…?  
Debo comenzar siempre en cero.
Y ya estoy cansado. Parezco un buey viejo, agotado de dar vuelta tras vuelta en un molino interminable de tristezas, abandonos y depresiones profundas.
…Ya hablaremos mejor cuando regrese de este viaje que al parecer…No tiene fin.
¡Hasta pronto compadrito!
…Espero no contagiarte…







© Bernardo Enrique López Baltodano 2015


Sucedió en: Punto Fijo - Falcón - Venezuela




Cerro Santa Ana - Peninsula Paraguaná






“En el cerro de Santa Ana”




- ¿Usted nunca ha ido al Cerro de Santa Ana? – Le preguntó el sr. Ali al huésped de su posada, allá por el sector Las Margaritas de Punto Fijo, a su recién inquilino Fernando.
- Ese cerro domina toda la Península de Paraguaná.
¡Es hermoso y muy turístico!
¿Nunca ha ido por esos lados?
- No. La verdad es que soy nuevo en este pueblo.
- Pues sépalo de una buena vez. Desde allá arriba, en lo mas alto…Se divisa todo. ¡Todo!
Desde la majestuosidad del mar Caribe, con sus olas perennes. ¡Y ese lejano mar…Que se pierde por allá por la tierra de la que me gustaría mucho viajar!
Incluyendo las islas: Aruba. Curazao. ¡Que son tan hermosas y exóticas!
¡Eso es muy agradable…Y esas mujeres de sonrisa muy fácil!
- Por lo que se ve… - Le asomó su arrendatario.
- Mire y ¡si le contara! – Carraspeó ostentosamente, se tomó un buche de cerveza.
Cerró sus ojos y comenzó de esta forma…
- Le voy a narrar no de las alturas.
Mas bien, en sus laderas. En sus faldas.
Donde hay frondosa vegetación.
Por otros lados grandes  piedras que hacen su escalar…Muy difícil.
No. No por el lado de Punto Fijo, mas bien bordeando su falda…Por allí va a encontrar unas cuevas…Enigmáticas, subyugantes…
¿Unas cuevas, me preguntará usted…?
¡Y yo se lo afirmo, si que las hay!
¡Unas cuevas que tienen kilómetros y kilómetros de longitud!  …Y eso es oscuro…Muy oscuro.
Usted nada ve.
¡Fácil es perderse! Y hay que entrar amarrado.
¡Si amarrado, me oyó bien!
¿Sabía eso usted?
- No. En verdad que no. – Le respondió mientras aprovechaba para tomarse otro trago de cerveza, ya que se encontraban en un lugar propicio para esos fines, muy cerca de la casa.
Poca gente estaba en ese momento.
El sr. Ali, aprovechó para tomarse otro nuevo sorbo y levantando su mano, llamó al mesonero y le dijo…
- ¡Tráiganos “dos juguitos” mas! – Y una vez que se hubo percatado de que su pedido era ya ejecutado, se volvió hacia su arrendatario y prosiguió…
- ¡Eso es bello!
¿Y hace un frío? ¡Brussss! ¡Brussss! – Y se estremeció como para acentuar aún mas su afirmación…
- ¡No, no señor!
¡Ese es un frío que le cala en sus huesos!  ¡Brussss!
Mire y usted me dirá: ¿Frío acá en la península…?
¡Y yo se lo afirmo! ¡De que hace frío…Lo hace!
¡Y bastante, que se lo afirmo yo! – Se detuvo en el momento en que les traían las dos nuevas botellas de cerveza y retiraban el vacío.
Se le quedó contemplando sin agregar comentario alguno.  Y cuando ya se hubo retirado el sirviente, hizo un gesto con su boca abierta…
- ¡Huasss! ¡Manjar de dioses!
¡Qué divino y sabroso es echarse unos traguitos, con esta cerveza tan fría!
¡Huasss! ¡Viva Dios! Que además del trabajo cotidiano, nos envía este elixir, para alegrar nuestros corazones.  Pero volvamos a nuestro tema…
¿Sabía que por esos lares…
Hay “leones americanos”?
- ¿Leones americanos? ¿Con melena y todo?
- …Pero mas chiquitos que los africanos.
Pero leones al fin. Y mantienen a raya a todas esas manadas de burros, ovejas y vacas que hay por esos lados.
¡Si señor!  Y los muy ladinos, no se dejan atrapar.
¡Son muy astutos!
…Pero le narraba de esas cuevas…
Y son mas profundas que las famosas “cuevas del guácharo” allá por el oriente de este país tan bello y hermoso que es: ¡Venezuela!
Le propongo que: ¡Brindemos por nuestra patria! – Los pocos asistentes levantaron sus botellas y brindaron en común.
- Mire usted. Yo he ido de caza por ese cerro.
Y así como se ve… ¡Es! 
Bello, majestuoso y enigmático también.
Y cuentan “las malas lenguas”  (Que la mía; no lo es.) que hasta “ese sitio” han avistado la presencia de eso que llaman “ovnis” y no son mas que naves de extraterrestres.
…Y cuentan que se han robado a las chicas mas bonitas de por esos lados… ¡Vacíes!
¿Usted no ha tenido contacto con algún que otro extra terrestre…? – El sr. Ali lo miró con esos ojos que tienen los que han consumido mucha caña.
Y de repente se le salió un involuntario hipo…
- ¡Perdóneme usted, no quise escupirle su cara! – Le dijo mientras volteaba su cara y estornudaba.
- ¡Yo vivo y muero en mi tierra falconiana!
¡Viva Punto Fijo! – Dijo levantándose y alzando con su mano derecha ondulante, la botella que ya había consumido en un solo trago y ya la llevaba por la mitad.
Fernando y el resto, lo imitó.
Y luego todos se sentaron plácidamente a seguir cada quien en lo suyo.
- Mire. – Le indicó a su acompañante- Ya como que estoy ebrio. Y es mejor que paguemos y nos vayamos.
Recuerde usted que ya es de noche…Y dos personas   -como usted y yo-  que ya hemos consumido ¡bastante! es mejor que se retiren.
¿No le parece? – Y diciendo esto.
Ordenó la cuenta para pagar todo el importe.









© Bernardo Enrique López Baltodano 2015

...Porque...









“Porque…”


De cuando en cuando
y de vez en vez,
contigo deseo andar,
pero mi presencia rechazas.
Pretendo marcharme contigo,
pero no me lo permites,
nunca te veo,
pero algo me dice que allí estas,
te siento,
como las flores sienten el rocio,
mi corazón aliento llevas,
pero igual me dejas…
Muchas veces…Te huelo
y miro a todos lados…
En otras te presiento…
me acaricias,
me arrullas,
me consientes,
me soportas,
mis dichas y desdichas escuchas,
me abrazas con esos brazos invisibles
que tuyos son,
y me hacen protección sentir
en algunas ocasiones
con arrebatos
y en otras eres imperceptible…
A veces con escándalo
tu presencia anuncias
y de repente…Te desapareces…
Te esfumas, sin rastros dejar.
¿A dónde vas a dar…?
Que de mí te espantas…
¿Será que la tierra bordeas…?
Y de mi presencia aborreces…
¿Qué te puede detener o contener…?
Tú presencia no es física…
Sé que eres tú,
ya no me engañas,
cuyo rostro desconozco,
cuya figura es infinita,
tú presencia apenas siento
mi soledad refrescas
mis pensamientos te llevas…
Cubres lo que no es perceptible,
pero el que no te vea, no significa
que no existas,
me halas,
estrujas,
inhalas
y también me exhalas.
No te veo, pero sé que estás ahí…
Y aunque no te pueda precisar,
pues no ocupas lugar
y te desplazas  a donde mejor te plazca
ni apariencia tienes
pero tu fuerza descomunal es.
Controlas lo que no se puede ver,
te siento, aunque cuerpo visible no sea.
Etéreos eres, si a ti te parece,
tus fuerzas, que tú mismo controlas
no son perceptibles,
pero me direccionan.
Y aunque trato de ignorarte,
tú  no a mí.
Me dices tus cosas,
muchas son,
opinas lo que mejor te plazca.
Todo lo sabes,
lo ves,
lo percibes
testigos eres
hablas y no te escuchamos,
tan solo eres un rumor vago
sin sentido, ni dirección.
Te enfureces
y pagamos caro
esa afrenta.
Eres divino,
siempre con nosotros estás.
Pero  nos negamos.
Por eso destruyes la mano del hombre.
Las ciudades son borradas.
Los mares estremeces…
Das un vuelco a todo.
Al pecado también,
y aunque vuelva a florecer
como al fuego…Aplacas,
sometes,
dominas
y extingues.








© Bernardo Enrique López Baltodano 2015


...Recuerdos...









“My Darling”




Me encontraba estudiando en Managua, la hermosa capital de Nicaragua.
En aquellos tiempos en que el verdor inundaba esa gran capital, sometida por la dictadura de los Somoza.
Bordeada de montañas y lagos. Hermosos.
Estudiando bachillerato, muy joven todavía y entre el grupo de compañeros de estudios…Estaba ella: My Darling.
Era delgada. Blanca.
De tez muy suave y tersa.
Alta. Muy delicada. De modales muy femeninos.   –Y esa forma tan sensual-  que portaba tranquilidad y soltura.
Y contrastaba   -en forma por demás: singular-  con el resto de sus compañeras.
Siempre la vi, muy seriecita.
De hablar suave y melodioso   -en contraposición con el escándalo que hacían las otras féminas-  que a mí en lo personal me parecían gallinas escandalosas y de pocas virtudes.
My Darling era recatada. Prudente.
Y se notaba a leguas, su nivel de educación. 
A pesar de que me brindaba su mirada muy dulce y la acompañaba con una sonrisa muy afectuosa… ¡Que me estremecia!
¡Yo me sentía desmayar!
…Me enternecía. Me ponía chiquitito.
Me destrozaba  “el empuje que debía tener para abordarla”  y en verdad…Me cohibía.
Una y otra vez me forzaba a toda máquina,
pero solo bastaba que me miraba…
¡Y me detenía en el acto! El Momotombo (El volcán) se posesionaba de mí, el Lago de Managua, florecía por doquier y sus marismas me producían desasosiego…Buscaba un sitio lejano en donde poder ocultar mi rubor…
- ¡No seas cobarde! ¿No ves que le interesas?
Me gritaban mis compañeros   -que de alguna u otra forma se enteraban de mis indecisiones-   y yo para demostrarles que no le tenía miedo…Caminaba hacia ella.
(Y por dentro “deseaba ardientemente” que de mí se espantara…)
Presiento que ya lo temía o por lo menos lo sospechaba, puesto que de repente se volteaba hacia mí persona   -pero mi timidez me volvía a vencer-   no pude remediarlo.
Una y otra vez caía fruto de mis indecisiones.
¡De rojo, pasaba a amarillo, negro y verde también!
Frustrado la veía en la lejanía.
Gozaba con su risa loca. Contagiosa.
Recuerdo que en cierta ocasión, estaba conversando con otra de mis compañeras, cuando de repente se me apareció ella…Muy sonriente y feliz y me dijo…
- ¡Mucho gusto! Me Llamo: My Darling  - Y me abrazó estampándome un tremendo beso en mi mejilla (El mundo se me detuvo. Sentí un vacío que me arrastraba.
Volaba como un cometa sin dirección segura.
¡Estuve mucho tiempo que no me quería lavar mi cara!)
…No me queda claro cuál fue mi reacción, puesto que me tomó por sorpresa.
Pero en verdad, no me recuerdo qué le pude haber respondido a su saludo tan afectuoso.
Y al contemplarla tan cerca de mi cuerpo… (¡Todo en mí entraba en erupción!)
No pude escuchar con precisión lo que me hablaba…
¡Mi corazón galopaba a velocidades extraordinarias! Sentía el trepidar de una manada de búfalos que corrían sin cesar…
-Aquí entre nos-  Siempre me critiqué a mí mismo esa timidez tan patológica de la cual yo sufría cuando la tenía cerca.
…Pero su recuerdo…Me alegra.
Por una parte me entristece, puesto que no pude ampliar con ella ningún tipo de relación, ¡esa bendita indecisión! me trababa la lengua e impedía que pudiese respirar con tranquilidad                   -seguramente que me ponía amarillo o verde o azul-  bueno…Son cosas del muchacho que perduró en mí.
-Eso me lo digo ahora, a manera de excusa-








© Bernardo Enrique López Baltodano 2015