Don Carmelo....









“Don Carmelo”




De  la  tercera  edad  es…
La  llaman: “Edad  de oro”
Aunque  bien  dice  él:
¿Cuál  Oro  habrá,  si  me  cuesta  caminar,  me  enfermo  de  todo  y  ya ni  las  “muchachas” no me  quieren  ni  mirar…?
…Huelo feo, todo arrugado…Esta vejez me está ¡matando!
Pero  a  pesar  de  todos  los  pesares  “¡por  todos  lados va!”
Con  sus  lentes  de  “amplios  espectros”  todo  lo  divisa;  nada  que  se  mueve  es  ajeno  a su  visión.
Hombre  de  muchos  cuentos  y  relatos  breves,  siempre  con  su  sonrisa  a  “flor  de  labios”
Camina  por  acá,  y  por  allá  lo  vuelven  a ver.
¡Es  incansable”  dicen  las  viejitas  ¡nunca  lo  he  visto  cansado” 
(Y  por  algo  lo  afirmaran)
…Nací  del  vientre  de  una  mujer,  ¡que  luego  me  regaló! 
Y  la  que  me crio    -que  madre  mía  es-  en  un  mercado  me  dijo:  ¿Ves  a  esa  Dama   que  también  vestida  va…?
Yo  la  miré  y  le dije: ¿Cuál  mami?
¡Esa  que  viste  como  toda  una “señorona”!
¡De  verde  lleva  su  vestido   y  de  sombrero  florido!
- ¡Ah, si  ya  la veo!  ¿Y qué  quiere  que  le diga a esa  señora  tan bonita  y fina? -  Y mi mami  me dijo  muy  seria: ¡Vaya  y le  pide  la  bendición!
- ¡Pero mami!   ¡Pena me da!
¿Y  por  qué  he  de pedirle la bendición…Si  por  primera  vez  la  veo,  quién es  pues…?
- ¡Su Madre  es!
- ¡Ah caracha!  ¿Y  cómo  ha de  ser  mi  madre…Acaso  usted  no lo es…?
- ¡No! ¡Ella  es  su  verdadera  madre!
¡Y yo perplejo me quedé!  Apenas  tenía  unos  doce  años   y  acompañaba  a “mi madre”  a  vender  las  arepas  que ella hacía.
Con  mucha  vergüenza  fui.
Mis  piernas  me temblaban…
¡Es  que  se veía  muy  fina!
E  iba  acompañada  con  un  señor  de  porte  europeo.
Pero  la  que  siempre creí  que  mi  madre era…Me empujaba y me  obligaba a ir.
…Y cuando  cerca  estuve…Agarré  un  repentino  valor  y  acercándome  le dije: ¡Bendición mamá!  -  Y con  “ojo  de  águila”  me vio  y  con  un  grito me respondió:
- ¿Y  usted  quién carajo  es…?
- Carmelo  es  mi nombre   -Temblando  le respondí  y como  me miraba con mucha cólera, señalando a la que siempre  creí  que mi  madre era, y le respondí…
- La Señora  Betza  me envía… -  Ella   la  miró  en  el  acto  y gritándole  le  espetó:  ¡Yo no  te  regalé  a   mi  hijo  para que me  lo  pongas  a  vender  arepas  en el mercado!   -  El  jovencito  pasmado  quedó  y  fue  cuando  -volviendo  a  nuestro  presente   me dijo…
- ¡Y  allí  me  quedé  yo!  Entre mi  verdadera  mamá  -que  hasta ese  entonces  creía yo-  y  ante  la  nueva que  me miraba  con  mucho desdén…
Y  es que  este  viejo  roble  no se  cansa de sus  cuentos  narrar…Uno  tras  otro… ¡Y no se cansa!
Y a  este  “jovencito”  de  87  años  su  homenaje  constantemente  le  hago…
Con  lo  mejor que  hago: Escribiendo  sobre sus  muchas  vivencias.
Ciertamente  que días  enteros  tengo  que   no  lo  veo…
Aunque  la última vez,  oí  su  grito…
¡No  lo  vi  cuando cerca de  él  pasé!
¡Bendito  sea  el  mismo Dios  que a  ambos nos  cobija!
Que  con  su  amistad  cuento.
¡Dios  permita que vivir bien pueda!
A  todos  su  sonrisa  nos da.
Y  que pasen  los  buenos días  y  que  larga  vida  Dios  le  dé…
Aunque  ya  eso a  él ¡en nada  alegría  le da!









© Bernardo Enrique López Baltodano 2015


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