...Por esos lares...

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“Relatos  misteriosos”











“En ocasiones”











Como te decía…
No todo el tiempo necesariamente estoy en este presente, hay oportunidades que estoy en la nebulosa, departiendo en medio de situaciones que me es difícil explicar.
Y lo peor, no sé si entiendes lo que trato de expresar… (Y eso me llena de angustia.)















Tomó aire. Disfrutó este efecto tan natural.
Se acomodó mejor y  aguardó unos momentos, en los cuales pareció entrar en meditación. Cerró sus ojos, una tenue sonrisa afloró en su rostro.
Se sentía algo cansado pero estaba a gusto.
Mientras hacía esto, su compañera y amiga, aprovechó para levantarse e ir a la cocina.
Chequeó muy bien todo lo que tenía sobre las hornillas.
Estaba cocinando en el momento en que se le apareció Rolando, un amigo muy de su afecto.
Levantó una tapa, esperó a que el vapor de lo que estaba haciendo le expresara el aroma que portaba.
- ¡Uhmmm! ¡Esto huele muy rico! – se felicitó así misma. Sacó una cuchara y limpiándola con un trapo, la introdujo y lo batió, todo esto lo hizo tratando de producir el menor ruido posible.
Probó. Le agradó el sabor. Le volvió a colocar la tapa. Aprovechó para bajarle intensidad al fuego. Revisó el resto. Apagó una hornilla, al comprobar que el arroz que estaba haciendo ya estaba en su punto. Miró hacia el sitio y comprobó que el hombre seguía en su trance.
Fue al baño, se retocó su maquillaje.
Se alisó su cabellera.
Y se regresó, a tiempo ya que el amigo en cuestión comenzaba a dar indicios de regresar a este mundo. Se quedó mirándolo y luego le susurró al oído…
- ¿Te sientes mejor? – Él la miró a los ojos y agradeciéndole su gesto le respondió…
- Si. Un poquito mejor. Veras… - Comenzaba a hablarle cuando oyeron que alguien tocaba a la puerta.
- ¿Quién será? – Se preguntó ella, mirándolo a él. – No espero a nadie. – Dijo mientras se retiraba a abrir.
- Alguien a quien el rico olor de tu comida a atraído… (¡Y lo dejó “loco…o loca”!) – Sugirió sonriéndose  mientras se acomodaba en su asiento.
- Iré a ver quién es… - Resolvió ella ya en camino.
Él chequeó todo cuanto ella  hizo.
La vio cuando abría, mientras preguntaba quién tocaba a su puerta.
No esperó, ni verificó quien llamaba.
Vio cuando ella, al ver que no había nadie, se asomó al borde y chequeó por fuera.
- No hay nadie. – Dijo le, mientras salía al frente. Una fuerte brisa fría se dejó sentir, y ella instintivamente se frotó sus brazos.
No obstante se restregaba mientras daba muestras claras y visibles de que estaba sufriendo los embates repentinos de oleadas de frio intenso.
Presintió algo extraño en el ambiente, se quedó pensativa…Pero nada mas dijo.
(Ella no vio a nadie. Pero él sí. Es mas le extrañó una extraña sombra oscura…Se le permutaba, escondiéndose subrepticiamente.
Estuvo tratando de seguirla, pero guardó silencio. No quiso alarmarla.
Quien llegaba era una fémina, que lo saludó con una señal de saludos. Él le respondió.)
- Debe ser algún “gracioso” ¡porque no era nadie! – Dijo a manera de explicación. Trataba de despejar algo de su propio cuerpo, y eso la molestaba enormemente.
- ¡Uff qué frío tan extraño! – Se dijo así misma.
Este guardó silencio y le respondió ladeando su cabeza. (Y en ese preciso momento la recién llegada comenzó en un dialogo secreto con él.
Y ella,   -la que cocinaba-    por lo visto en nada se dio cuenta.)
“- He venido en tu búsqueda – Le dijo la que había entrado y él aprovechando lo entretenida que estaba su anfitriona, susurró a manera de respuesta…
- ¿Y para qué soy bueno? ¿Quién te acompaña…? – Le consultó mientras trataba de determinar quién era…Pero por lo visto…No pudo lograrlo.
- Nadie parece querer hablar conmigo, solo tú. ¿Por qué no me quieren atender…? – La notaba visiblemente sentida. Su tristeza era notoria.
- Bueno. Tienes que entender que tú estás en un nuevo estado. Y todos ya te dan por ida.
- ¡Pero, si aquí estoy! – Le respondió con resolución.
Pero él no pudo responderle, ya que María, su anfitriona le estaba hablando y en vista de que no le respondía, le estaba mirando con ojos de mucha incredulidad, por lo que decidió volver a ese presente físico, del cual tuvo que abandonar, para responderle a la que había llegado”
- ¿Qué te está pasando…? ¿Volviste a escapar a tus mundos invisibles...? - Le preguntaba con una mirada de reproche.
- ¿Te parece? ¿No viste a nadie cuando abriste la puerta…? – Él la sondeó, con la posibilidad de que ella…Hubiese visto quién era la que entró.
- No. No había nadie. Tú mismo fuiste testigo.
Hasta salí al frente. Pero no había nadie. – Y luego pensándoselo mejor, le añadió- Por lo menos eso creo. ¡Al menos que yo sepa! ¡Ay qué frío está todo esto!  …Frío de muerte…Mejor me voy a mi cocina. – Dijo esto mientras literalmente corría hacia el calor de sus ollas.
“¿Por qué María no me quiere ver…? Huye de mí…
- Porque no te ve- Fue la respuesta inmediata. – Pero tú no viniste sola. Dime: ¿Quién te acompaña? No lo veo, pero lo siento. ¿Está contigo? – Ella le oyó, pero omitió todo y le respondió con una pregunta…
- ¿Será que no me quiere hablar? Yo no le hice nada malo a ella, al contrario, ¡la quiero mucho! – A él le molestaba esa presencia oculta. Veía un resplandor oscuro. Presentía algo funesto, pero ella no lo admitía.
Rolando se encontraba en una situación muy molesta.
Ambas habían sido muy amigas, sólo que en este preciso momento, no se podían ver, ni oír y por lo visto…Tampoco se comunicaban.
Le hizo señas, para poder atender a María… ¡En su mundo!
- Pues para serte sincero…Me estoy sintiendo algo cansado. – Fue su manera de expresarse.
María lo miró con profunda extrañeza y ya ella se encontraba entre sus fuegos, pero seguía atenta a su invitado.
Le molestaba cuando utilizaba este tipo de evasivas. Supo que de allí no podría sacarlo.
Por lo que decidió ensimismarse en sus oficios culinarios.
Mientras Rolando trataba de poner orden en esos mundos…Yuxtapuestos.

























© Bernardo Enrique López Baltodano 2016















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                                                          Bernardo Enrique López Baltodano









“Relato corto lleno de: Amor”





“Cuentan por ahí…”







Él era ya un hombre ya envejecido por los muchos años de vivencia.
Viviendo en muchas partes y compartiendo con algunas féminas.
Ella mucho mas jovencita que él.
¡Pero es que se quedaron prendados!
Amor a Primera vista.












Dime dulce amor de mi via…
¿Qué me has dado para enloquecerme?
No puedo digerir comida.
Me es difícil hasta respirar.
Y desde el momento en que te vi…
¡Suspiro sólo por ti!
Y yo que me consideraba:
“Un Hombre de la vida”
Que por mis años vividos, jamás podría enamorarme, tal como lo estoy ahora mismo.
¡Y eres tú la única responsable de todo!
Por ti, soy capaz de escalar los mas altos picos, que aunque se vistan de blanco…
Que aunque los vientos impetuosos me lo quieran impedir…La fuerza de tú mirada, me catapulta y me da bríos.
Por ti, soy capaz de sumergirme en las mas profundas e inhóspitas aguas, sean saladas o dulces, ¡eso no me importa!
Con tal de que estés a mi lado y de mí no te vayas.
Y yo…En estos años…
Suspirando como un crío.
¿Habrase visto esto…?
Por ti he retoñado en intensidad.
Tu solo recuerdo, me inspira a escribir y a sentir sensaciones y pasiones, ¡nunca sentidas por mí!
Y en nada miento,  ni falto a la realidad, cuando reconozco ¡qué no me reconozco!
Heme acá…Suspirando…
Gimiendo…
Y sufriendo con un delirio…Y sólo por ti.
¡No te vayas mi dulce bien!
Sé que doblo tus años juveniles.
…Pero es que siento un resurgir…
Cómo nunca lo he sentido.
Dulce afecto que me embarga…
Sensación etérea de algo marchito.
Con que ternura te miro, admiro tanta belleza junta.
…No sé si sea menester…
Duda malsana que me aparta de lo que mas quiero.
…He de mirar…
Mis ojos te habrán de abarcar y como el viento susurrante…A tu lado estaré…

















© Bernardo Enrique López Baltodano 2016        










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Caminaba y ¡de repente...La vi....!


                                           Bernardo Enrique López Baltodano












“Relatos  misteriosos”











“Visiones…”









En ocasiones entramos a una parte…Cualquiera.
¡Y creemos ver a alguien muy conocido y querido por nosotros!
…Es cuando nos deleitamos en nuestras elucubraciones.















Entraba a un mercado muy concurrido y  visitado por mí.
(De la forma mas normal posible.)
Iba a hacer unas compras.
Veo la diversidad de ofertas, en carnes, verduras, frutas…
En eso veo un callejón          -dentro del mismo local-         por el cual veo,  muy poco tránsito. ¡Y elijo seguir por allí!
Paso observando y detallando todo cuanto ofrecen. En eso me percato de que uno de los locales, está en remodelación.
Y por cosas que no entiendo,  se  me ocurrió mirar arriba y me percato de que están fabricando un segundo piso.
¡Pero me llamó poderosamente mi atención!  Una enorme puerta en color blanco intenso, pero dicha puerta             -aunque tenía su cerrojo puesto-      pero lo tenía hacía afuera.
¡Y eso me entretuvo!
Pensé…
¡Qué ociosidad! (Y me quedé extasiado contemplando detalle a detalle.)
¿A quién se le ocurriría colocar esa puerta con salida…Al vacío…?
Sin duda que capturó mi atención.
Pasado unos instantes, proseguí mi marcha. Y contemplo que la vía que había elegido, da con una de las salidas a la calle. Veo el sol radiante que entra por esa arteria.
¡Y de pronto! Veo la cara de mi madre.
- ¡Mama! – grité con un gesto de asombro.
(Mi progenitora ya había muerto… ¡Hace varios años ya!)
Y me quedo estupefacto en medio de ese andar. Diversos recuerdos afloraron a mi mente. Me deleité viéndola a ella…
¡Tan rozagante y hermosa que era ella!
¡Con esa sonrisa a flor de piel!
(Su recuerdo ha quedado grabado en mis pensamientos.)
Con su pelo corto, y lleno de rollitos. Sus canas. Sus lentes.
Su mirada que extasiaba.
- ¡Mama! – La acaricié en mis pensamientos. Mi cansancio se transformó en un alegre resurgir.
¡Tenía tiempo que no la veía!
…Dicha visión me duró quizás por unos dos o tres instantes…Porque luego se me evaporó. Se me diluyó en medio de ese calor tan abrasante. Entre el bullicio de tanta y tanta gente que andaba en su labor de comprar unos y en vender otros.
Quise ver a esa señora que evocó en mí esos gratos recuerdos… ¡Pero ya se me estaba perdiendo entre esos ríos de seres anónimos!
¡Qué bien me hizo el ver a mi madre querida! Sin lugar a dudas que me alegró este día. Y fue tanto…Que ya me siento regenerado.
¡He renacido sólo  con  solo haberla visto!
¡En donde quiera que estés madre mía…Qué Dios te bendiga por siempre!



















© Bernardo Enrique López Baltodano 2016















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Estaba absorto, en su trabajo.

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“Las narraciones de:
Bernardo”















“No entiendo”













Solo sé que me encontraba trabajando, en mis labores de mecánica.
Apretando y aflojando tuercas.
Chequeando piezas para verificar si servían o no, para proceder a su recambio en caso de que ya estuvieran obsoletas.












Egdo era de profesión mecánico. No tenía un sitio fijo en donde laborar y se prestaba a hacerlo en donde lo llevaran.
Y en esa función estaba dedicado. Tan solo portaba su caja de herramientas. Y los que lo conocían, lo buscaban. Era muy bien cotizado. Sus clientes ya lo conocían y sabían que con él, serían muy bien atendidos.
De carácter,  era muy solitario. Huraño.
No aceptaba ayudante alguno. Siempre solo.
No tenía horario, ni fecha en el calendario.
En muchas ocasiones lo buscaban hasta en la noche y lo único que necesitaba era luz artificial para poder ver todo lo que hacía.
Y por esa condición suya, se perdía por tiempo indefinido.
En cierta ocasión lo buscaron para trabajar debajo de un carro y en un sitio inhóspito y lejano. Para él no le era extraño.
El lugar era un taller.
En medio de una zona boscosa.
Él se encontraba debajo de un vehículo enorme, fajado en su función. Sus herramientas las mantenía muy cerca, a menos de un metro.
De forma tal, que cuando las requería…Estaban a mano. Estaba concentrado y no se percató de nada cuanto acontecía cuando entró una banda de forajidos, quiénes sometieron a todos los que allí laboraron y como hubo resistencia, comenzaron a eliminar físicamente a todos los que encontraran.
El buen hombre, estaba ajeno a todo.
Ni se percataba de lo que estaba aconteciendo a su alrededor.
Uno a uno fueron masacrando a todos los que fueron encontrando. Y a los pocos que quedaban con vida, los interrogaban para saber quién mas podría estar allí.
(El único que lo conocía, ya lo habían liquidado.)
Y en la confusión, pues nadie reparó en él.
…Pero en algún momento, el ya citado, algo escuchó que lo hizo caer en cuenta de que las cosas no estaban funcionando como él lo suponía. Dejó de hacer lo que estaba haciendo y prestó atención. Logró distinguir esos sonidos tan ensordecedores y los identificó como: Balazos. ¿Balazos? Se preguntaba así mismo.
Se dio cuenta de que su vida corría peligro.
Sigiloso, fue juntando sus escasas pertenencias y se fue agazapando, lo mas que pudo.
No se atrevía ni a respirar. Se desplazaba con ese sigilo, propio de los cazadores. Y aguardó.
Como pudo, trataba de identificar a alguien…
Pero a los sujetos que vio, no reconoció a ninguno. Los vio muy amenazadores, portando armas de fuego y con indumentaria que a simple vista supo que allí no laboraban. Vio a varios.
Cada uno mas fiero que el otro. Y temió.
Eran escasos los momentos que había sentido terror. Y ese, era el primero de ellos.
Su sangre la sentía helada y estática.
Instintivamente trataba de permutarse a su medio ambiente.
¡Gracias a Dios! Que él se encontraba debajo de ese carro. Y que nadie se le había ocurrido agacharse para verlo.
¡Esa era una bendición!  …Pero era cuestión de tiempo. Ellos no querían dejar ningún sobreviviente…Y estaba consciente de ello.
Ya había transcurrido un tiempo en el que no percibía movimiento alguno. Tan solo el aire que se desplazaba con libertad.
Chequeó muy bien. Y cuando se percató de que no había nadie cercano…Se deslizó arrastrándose por el suelo…Hasta que llegó como a unos ocho metros a una zona en donde se erguían árboles y vegetación espesa.
Una vez que hubo llegado allí.
Se fue levantando, mientras seguía en su huida.
Corrió y se internó lo mas lejos posible.
Encontró un árbol de mangos y se trepó.
Llegó hasta lo mas alto que pudo. Y se permutó.
Las hojas y el follaje en su conjunto, lo permeó.
Desde esa distancia pudo distinguir mejor todo lo que en ese sitio, seguía ocurriendo.
Y vio que era casi una docena de tipos.
Buscaban con insistencia a alguien que quedase con vida, mientras removían todos los cadáveres y limpiaban el sector.
Sabía con certeza que a él, específicamente no lo andaban buscando.
Temió por el amigo que lo había contratado.
Y con terror sabía que si lo interrogaban, con toda seguridad que lo hubiese vendido.
…Pero cuando pudo identificarlo…Por la ropa que cargaba puesta…Se dio cuenta que ya lo habían eliminado y que lo arrastraban para luego arrojarlo en una fosa común.
Lo habían eliminado. Y con toda seguridad ya nadie podía reconocerlo, por lo que un halito de alegría se posesionó de él. Pero era consciente de que su vida    -como tal-    seguía pendiente de mucho peligro. Nadie podía verlo.
Ni relacionarlo con ese sitio.
Pasaron las horas y pronto fue oscureciendo.
Ya habían echado la última palada de tierra y la tierra aplanada.
No quedaba evidencia de la masacre.
Todos se habían marchado.
En apariencia. Pero él desconfiaba.
…Sospechaba que los asesinos volverían.
Como suele suceder, los que masacran retornan al lugar de los hechos.
Lo intuía. Su problema era saber en qué momento preciso. Y por eso no se confió.
Agarró varios mangos y los guardó.
Fue comiendo uno a uno.
Pasaron varios días. Ya todo había vuelto a su normalidad. Decidió recoger unos veinte mangos y los  guardó. Comenzó a descender lo mas cauto posible. Llegó al suelo y ya había decidido su ruta de escape. Se dirigió al oeste.
Lo mas que pudo.
Se guarecía en la espesura.
Se conformó con comerse una fruta por día.
Dormía entre las ramas.
Consiguió un rio. Se bañó. Lavó como pudo su ropa. La tendió y esperó a que se le secara.
Se la puso. No quiso botar ninguna de las semillas, porque temía dejar evidencia.
Las cargaba encima.
Caminó siempre en el mayor de los silencios.
Siempre evitando delatar su presencia.
Y se alejó todo lo que pudo.
Un día, se decidió a contar las semillas, sabiendo que si se consumía una por día…Entonces tendría una precisión mas clara del tiempo transcurrido.
Cargaba encima: Veinte. Luego serían igual número de días.
Pensó que podría aparecer en un sitio y enterarse de qué estaría pasando a su alrededor. Y eso hizo.
Con total desconfianza, se fue aclimatando de nuevo a su medio ambiente.
Pocos habían notado su ausencia. Nadie lo había relacionado con el suceso   -como tal-    es mas hasta llegó a temer, ¡qué nadie se había enterado de esa matanza…? 
Pero aun así, él tampoco se daría por enterado.
Pronto su vida volvió a ser “normal” y como todos ya lo conocían…Él aparecía y desaparecía sin que nadie lo notase. ¡Todos lo sabían!
No se preocupó por justificarse. “Su defecto” era su mejor disfraz. Calló. Se enclaustró mas.
Se ensimismó mas en sí mismo. Era su vía de escape.
















© Bernardo Enrique López Baltodano 2016












                                     
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¿...Y cómo le digo que la amo...?

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Corto  en  relatos













“¡Tienes que decírselo!”











Tengo poca edad, pero me gusta esa chica…Y no sé cómo decírselo.
No tengo valor. (Soy un cobarde)
¡Es que se me puede ofender!
¡No! ¡No se lo puedo confesar!
…Es que la puedo dañar.














Chucho se comía cada una de sus escasas uñas. Ardía en deseos locos de gritarle a Miriam ¡qué ella era el Amor de su vida!
…Pero los nervios lo traicionaban.
Era incapaz de expresarse abiertamente ante ella…No tenía valor.
Temblaba como una lagartija.
Sudaba intensamente.
Sus ojos estaban igual que todas sus extremidades, se movían  intensamente.
No conseguían paz.
No podía mantenerse en calma. Quieto.
Juan su amiguito de clases no encontraba la mejor forma de obligarlo a que siguiera su consejo. (¡Es que es re bruto este chaval!)
- ¡Yo sé que tienes toda la razón! …Pero…
¿Y si la molesto…O se ofende…?
¿Qué hago? – Ya el compañerito estaba muy colérico. No sabía de otra fórmula.
(¡Pero es que este baboso…!?) - Pensaba y mas cólera le daba. No le quería hacer caso. Y ya su paciencia se le había agotado.
- …Vamos a hacer algo… ¡Y esta es la última vez que te ayudo! ¿Ok? – Le advirtió muy serio. Y se lo dijo apuntándole con uno de sus dedos, mientras visualizaba al motivo de tanta angustia…La famosa diva, ajena a todo  (Aparentemente.) estaba charlando con una de sus compañeritas de salón.
(Lo curioso era…Qué de vez en cuando…Volvía su rostro hacía dónde se encontraban los dos…)
- ¿Y qué le vas a decir…? ¡No vayas a meter la pata! ¿Ok? Mira que ella es muy seria. – Le dijo en tono amenazante y sujetándole la mano con que lo apuntaba “su salvador”
- ¡Yo sé lo que le voy a decir! – Le dijo soltándose con furia. Y partió decidido.
Chucho era todo “un melodrama”
No encontraba en dónde meterse. (Casi hasta se orinaba su pantalón…Pobrecillo.)
La ya mencionada, olímpicamente se dio el gusto de voltearle su espalda.
En ese preciso instante decidió enfocar su atención hacia otro sector.
(Y eso le cundió mucha alarma al enamoradizo…)
- …Y ahora va a “meter la pata” ese gafo…Y esto me puede traer mas drama que felicidad… - Se decía entre dientes y tratando de no ser tan visible, caminaba unos pasos adelante y otros tanto para atrás.
Miraba unos pajaritos (invisibles)    -que según él-   habían aparecido de improviso, en el techo del pasillo.
Y “sin querer…Queriendo…” puso toda su atención en el momento justo en que su “colaborador y amiguito” le transmitía su mensaje a tan bella Dulcinea.
- ¿Qué le estará diciendo…? – Se preguntaba, y se tranquilizó un tanto, cuando la indicada  “damisela de sus sueños” se sonreía con satisfacción. Y luego explotó en alegría. (¿Será que le estoy gustando…?) Pensaba tratando de adivinar lo que ellos hablaban entre sí.
Furtivamente su amigo hizo una señal… ¡Lo estaba implicando! (¡Horror!) - ¿Se ofenderá conmigo…?  ¡Espero que ese carajito no me esté delatando…! – Se dijo entre dientes.
Su calma ya no era quieta, se sentía muy convulsionado y agitado.
…Se tranquilizó cuando vio que ya se estaban despidiendo. ¡Se hizo “el duro”!
Cómo si poca importancia le daba.
Pero estaba pendiente. Muy pendiente.
Contó los pasos que los separaban.
La jovencita se dio vuelta y lo saludó.
- ¡Cáspita! ¿Me está saludando?- Se felicitó muy efusivamente. Estaba claro que no se había molestado. Luego el mensaje que le había enviado…Causó muy buen efecto.
Aunque fueron muy breves instantes, eso le estaba pareciendo ya…Demasiado.
Hasta que al fin…Regresó “su mandadero”
- ¿…Y…?
- …Y ¿Qué  “muchachito”? – Le ripostó muy serio. - ¿No ves que ya le entregué “tú invitación”?
- ¿”Mi invitación…A qué…? ¿En qué problemas me has metido con ella? ¿Estás loco…?
- ¡Ya! ¡Ya “chavalito enamoradizo”!
- ¿Qué le dijiste…?
- Que tú la invitabas a unos heladitos…
- ¿Yo…? ¿Y de dónde voy a sacar dinero…?
¿Te volviste loco! ¡Seguramente que invitaste a sus amiguitas y a ti también…? – Le recriminó ya violento. Pero el “cupido” solamente se reía…
- Solamente van a estar los dos. ¿Ok?
Y te va a esperar a la salida. Ella dice que tú sabes el camino que ella agarra. Qué te va a esperar, mejor dicho, que va a caminar lento para que tú la alcances. Y allí podrás tener la oportunidad de declarártele… ¿Estamos…?
- ¿Le dijiste que me le voy a declarar…? ¿Estás loco…?
- …Eso se lo tendrás que decir tú mismo.
¿O qué,  quieres que me le declare en tu nombre…? – Esta pregunta que le estaba haciendo era un “golpe bajo…Muy bajo” y eso no lo podía tolerar. Así que le respondió lo mas serio posible…
- No claro que no. ¡Yo soy un hombre! …
Y Macho que se respete… ¡Se declara sólo!
- Eso me gusta. – Le concedió el mandadero.
- Y ya sabes…Piensa muy bien lo que le vas a decir…
¿Ok? ¡No vayas a meter la pata! – Y mirándole detenidamente, le gritó- ¡Te mojaste los pantalones? – El aludido presa de pánico le consultó…
- No. No. ¿…Se me nota…?
- ¡Pues claro que se ve a leguas”! - ¡Otro percance a la vista! - ¡Tapate con los cuadernos! – Y le indicaba la forma de hacerlo.
Pero ya el enamorado no lo escuchaba.
Ya que se le estaba abriendo un nuevo y muy dramático frente…
…Que en algún momento este tendría que enfrentarlo, el problemón mas grande era…Que ya no se acordaba de cómo debía hacerlo. ¡Menudo enigma!
Todas las palabras de Amor…Se le habían escapado. Trataba de recordarse de algún verso repleto de palabras hermosas…
¡Pero nada!
Intentó recordarse de alguna canción…Tampoco.
Sólo el eco, se le estrellaba en su rostro.
…Y ya faltaban unas dos horas…
¡Algo tendría que inventar! 
…Pero el problema mas grave era que pronto entrarían  a un examen.
¡Y hasta eso se le había borrado de su mente! ¡Chanfles! Menuda situación…
Su amigo que ya lo conocía, lo jaló de un brazo y se lo fue llevando hasta el salón en donde pronto tendrían que hacerle frente a esa prueba…Que ambos habían estudiado.
Pero que conociéndolo…
Tal como lo conocía…Con seguridad: ¡Todo se le había borrado!
Ambos jovencitos se enfilaron al salón respectivo…Pero es que uno de ellos estaba ¡en trance! …Y estaba bajo sus efectos.
Pero el que lo guiaba…Sonriendo andaba.
…Pero de repente… ¡Se plantó en un instante y tembloroso le confesó…!
- Compa…Me duele mucho la barriga. ¡Pareciera que se me va a salir! Las tripas me suenan y tengo mucho dolor…No puedo. No puedo. ¡En verdad, estoy grave!
- ¿Cómo qué no puedes…Y el examen…?
- Habla con el profe y dile que me estoy muriendo…Que mañana vengo a presentar el dichoso examen. ¡No puedo ir!
- ¿Y la chica…Qué? ¡Te volviste loco de remate! – Pero ya no pudo alcanzarlo…
Tan solo se quedó mirándolo como en un instante…Desaparecía del firmamento.
…Un nuevo problema le estaba ocasionándole su famoso amiguito…
Y cómo dice el refrán… “El que se acuesta con niñitos…”




















© Bernardo Enrique López Baltodano 2016









                                     
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