...Una leyenda...







“Por esas calles que ve…”




- Por esas calles que usted está viendo… - Le dijo la Yoma a su sobrino, el jovencito miró hacia la dirección que esa delgada mano y cuyo dedo casi invisible, le mostraba.
Detalló el sector indicado. Era una calle vieja, se notaba a leguas que por allí transitaban muchas carretas jaladas por enormes bueyes.
- …Tienen su historia…En muchos casos tristes y misteriosas… - La última palabra la sonó como si fuese un susurro. Y esto le llamó la atención al joven, que se le quedó mirando, como interrogándola.
Pero ella guardó silencio. De repente se persignó.
- Tía Yoma, ¿y cuál es el misterio que encierra ese callejón…? – La tía con sus manos se tomó su delantal que en algún momento fue blanco, se estrujo con mucho nerviosismo y bajando su voz…Casi imperceptible le dijo…
- Por esas calles a andado “la muerte”
- ¿La muerte y qué figura tiene?
- ¡Ah chavalo, no es pertinente que todo lo sepas! – Le regañó ella, mientras trataba de apartar su mirada, pero no pudo.
Se llevó un dedo a su boca   -ya sin dientes a la vista-  y le indicó que guardara silencio.
- …No entiendo…
- ¿Qué es lo que no entiendes? – Le miró con su curtido rostro y en su mirada iba su dureza.
- Lo que no entiendo es: ¿Por qué me oculta información?
- No oculto. Lo estoy resguardando.
No es conveniente que usted ande solo por esa calle.
Por allí han visto la muerte muchos.
Son muchos los muertos que deambulan por allí en busca de justicia.
Justicia que le negaron en vida, y que ahora muertos… ¡La reclaman!
- ¿Y usted los ha visto?
- ¿Yo? ¡Jamás me meto en donde no me llaman!
Y se lo estoy diciendo para que por estos lados, no deambule. Mire… ¿se ve sosegado?
- No veo a nadie por allí.
- Eso es lo que sus sentidos le están diciendo.
Pero están equivocados. Mire hágame caso.
Mejor se resguarda en la casa.
Y ni siquiera se asome, si por algún ruido escucha.
Mejor es ser ignorante.
- Ok. Pero con una condición…
- Cuál…
- Que me narre ¿el porqué de esa afirmación suya? – La anciana lo miró largamente.
Sus cansados parpados, se juntaron en señal de inconformidad. Guardó silencio.
Y después arrancó diciéndole…
 - “Hace algún tiempo atrás. Que no le voy a precisar.
Se suscitaron unos hechos sangrientos.
En esa misma esquina.
¿Ve ese frondoso árbol?”
- Si.
- Allí pasó, en una carreta arrastrada por unos viejos bueyes. Que llevaban una maraca, cada uno de ellos.
Eran dos los animales. Uno blanco y el otro negro.
Todas las tardes se escuchaban su tintineo.
Yo misma las escuchaba.
Pero mi madrecita, siempre me prohibía que saliera y me alegaba que las señoritas decentes no tienen por qué estar asomada por ventana alguna. 
Y yo le obedecía siempre.
Una tarde, pasaron con su ruido muy característico.
¡Y de repente! El desastre.
Lo que nunca se había visto en esa esquina.”
- ¿Apareció “la muerte”?
- Calle chaval. Y espere su turno.
“Se escucharon tiros. Detonaciones muy estruendosas. Como si se estuvieran batiendo a un duelo.”
…Y después: ¡Silencio!
Mi madrecita se angustió, pero no se atrevió a asomarse.
¿Total? Nos quedamos abrazaditas las dos en nuestro cuarto. Y esperamos a que viniese alguien para que nos informara…
¡Como en efecto pasó!
A las tantas horas. Toda esa calle se vio envuelta de centenares y centenares de personas. Vino la policía. ¡Hasta la Guardia hizo acto de presencia!”
- ¿Y qué pasó…?
- Espere. No me apure, que se me pierde el hilo de los recuentos. ¡Bueno ya le dije que vino todo el pueblo!
- Si.
- A esa puerta se apareció el primo Pedrón.
Llegó y le pidió la bendición a mi madre.
Y después, escuche lo que nos narró…
“En la carretera venían dos señores y dos señoritas.
(Al parecer, ellas fueron “robadas” de su casa)
Y encaramados en esas ramas, se encontraban escondidos los hombres   -familiares-   de esas chavalas.
(Que iban a “lavar el honor de esas niñas”)
Y sin mediar palabra alguna… ¡Los mataron a todos!”
- ¿Y por qué a su propia familia…?  No entiendo.
- Tampoco entiendo. El caso es que desde que eso pasó…
Todas las tardes a la misma hora…Se escuchan las pesadas ruedas pasar, el tintineo de los bueyes…
Los gritos y alaridos de esas niñas implorando el perdón.
¡Pero que los hombres de su propia familia, les negaron!
…Y después…Todo ese escándalo.”
Por eso yo le aconsejo que “se guarde” en la casa.
- ¿Y cómo a qué hora fue?
- Mas o menos a esta misma hora.
Mejor se mete…No le salga la muerte.
Mejor que no la busque, porque se le aparece mas rápido que temprano.









© Bernardo Enrique López Baltodano 2015

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