Y como venganza él se armaba de piedras y tenía que botarlas, ya
que los hombres eran mucho más fuertes y poderosos que él. No tenía sentido
enfrentárseles y en esas confrontaciones
con seguridad, siempre saldría perdiendo. Desde ese entonces comenzó a acariciar siempre la única opción
que entendía y esta era: “Apostar siempre al Ganador”
“No es mi tiempo” se repetía en cada ocasión. Y era tanta su furia
que arremetía contra indefensos pajaritos o contra la mata de mango o la de
guayaba que estaban cerca de su vivienda.
Siempre esperando su momento, soportó todas las vejaciones que
sentía cuando era desplazado de su propio lar.
Su hermana mayor, era hermosa. Siempre custodiada y perseguida por
muchos galanes.
Por lo menos eso se lo
creía, ya que siempre la veía rodeada solamente por hombres.
Pero poco a poco y con el correr del tiempo, comenzaba a
marchitarse.
¿Pero, por qué sería eso?
Ya era un hombre. Todo un profesional en su área. Y en estos
momentos, ya lo entendía.
Y es que las mujeres que se dedican, desde pequeñitas a “Atender y
comprender” a los hombres, se van chupandito y tienden a secarse.
Muchos pensamientos, se le agolpaban en su discurrir. Y es que no
podía evitarlo.
Estos momentos de vigilia se prestan a que sus ideas salgan y
florezcan en la plenitud de su raciocinio.
Tuvo que serenarse y volver a su momento actual. Es preciso no confundir los pensamientos con la
acción y éste es el momento de su accionar.
Miraba insistentemente, hacia la puerta en dónde apareció y luego
desapareció el borrachito de Lucho.
“Tu Diablo borrachito, te salvó de morir con la panza abierta y
con tus vísceras afuera. ¡Aprende a no meterte en mi camino!”
Y recordó nuevamente a su madre. ¡Qué bien que le hizo caso!
Hoy en día. Antes de emprender un trabajito como éste, se prepara
a conciencia.
Compra una caja de velas. Visita
a su brujo, y se le encomienda.
Y ya, hasta está predispuesto a gastar en todo lo que le pidan.
Ya no escatima en gastos.
- ¡Son mi mejor inversión! – Se dice muy contento a sí mismo.
Ya la experiencia de muchos trabajos anteriores, así se lo
confirman.
Hoy en día, hasta se siente que pasa como “Un fantasma”.
Nunca lo han podido percibir.
Y esto es muy bueno para su
negocio. ¡Éxito total!
Se da hasta el lujo, que
como en esta ocasión.
Dominar a todos los animales.
“…Estoy en mi elemento…Y aquí soy un Dios.
Más pequeñito que mi Diosito. Pero pronto creceré y seré mucho más
poderoso de lo que soy actualmente. Sólo es cuestión de esperar…
¡…Pero reino…La oscuridad es mi coto de caza y aquí prevalezco
sólo yo!”
Complacido miraba todo su entorno. Parecía un ventilador, giraba
su cabeza hacia todos los lados. Al igual que sus orejas. Todo lo dominaba.
Y esa sensación de dominio, lo embargaba.
Sintiéndose como todo un Lord. Se agraciaba en contemplarlo. Se
erigía como tal vez lo hacían las águilas. Quienes posándose en lo más alto.
Dominaban vastas regiones.
Cachirulo era muy jovencito
aún. Quizás tendría unos veinte y algo de años. ¿Su apariencia? Era la de un
muchacho que disfrutaba su adolescencia a plenitud. ¿Su altura?
Mide unos ciento sesenta y
seis centímetros de estatura.
Muy delgado. Más bien huesudo. De tez, sumamente blanca. Su piel,
muy lozana.
Refleja salud. De rostro,
más bien agradable.
Muy bien parecido. Su nariz, es bien perfilada. No usa ni barba,
ni bigote. Cuida muy bien su forma de vestir. A muchas chicas, les parecía que era más bien guapo.
¡Un atraco a mano armada! Y abiertamente lo perseguían con la
intención de hacerlos su novio.
Sus ojos, de color azul cielo. Jamás nadie, podría ni remotamente
encuadrarlo dentro de su mundo tan tenebroso. Y el que no lo conociera bien,
nunca podrían aceptar, que en la oscuridad era un rey. Y que como tal ejercía
su poderío. Sin importarle nada, ni nadie.
Inspiraba confianza. Y muchos, lo apreciaban como si fuese un
muchacho bueno, que debido a que nació de una mujer muy promiscua y de muy
malas compañías.
¿Pero qué culpa puede tener, un chico así?
La verdad, es que nadie puede escoger a sus progenitores.
Su madre y su hermana, eran mujeres de cualquiera. Y seguramente,
hasta ya estarían contagiadas.
¿Y quién las habrá contagiado?
¡Impredecible! Eran muchos. Creció en la miseria. En la ausencia
de valores humanos.
Su madre y su hermana, ya parecían ancianas. Estaban muy ajadas.
Muy traqueadas.
Refugiándose en cuanta droga podían conseguir.
Y él Cachirulo, desde pequeño ya consumía la mariguana. Y en estos
momentos, en que ya era todo un Señor. Amplió su radio de consumo en variedad
de estupefacientes.
Y que sentía que lo respetaban, por el temor que les infundía.
Ya poco la consumía y en
esos momentos, consumía cocaína. Y al mezclarlo con el aguardiente… ¡Volaba con
intensidad!
¡Ese era su mayor placer! Y secreto al fin, poco lo revelaba.
Y en ese momento, se recordó. Sus pensamientos, volaban siempre.
Anhelando siempre ser un Gran Hombre. Grande. Fuerte y sumamente
poderoso.
De pequeño, pasó tanta hambre. Que en este momento, ya ni eso
sentía.
Aunque el hambre le alborotaba sus tripas, lo desquiciaba. Pero
cuando se endrogaba…Sentía que ya nada le podía dañar. Nuevas fuerzas acudían a
su ser.
Y en este preciso instante, ya se estaba sintiendo un TRIUNFADOR.
Las señales que percibía, así se lo corroboraban.
¿Primero?
Dominó a esa bestia peluda: ¡El Danger!
Ese animal, que inspiraba pánico…Yacía inmóvil, vencido a sus
pies.
¿Segundo?
¡Esa nube que ensombrecía aún más, esa noche!
Pues claro, que sí…Estaba recibiendo la ayuda necesaria de sus
Santos Malandros.
¡Siempre percibía esa clase de ayuda…Bueno desde que al fin,
obedeció a su Santa Madre!
¿Y…La tercera señal…?
¡El borrachito Lucho! Seguramente, cuando lo vio…
¡Le descubrió su lado oscuro!
¡Su santa oscuridad!
Y por esa razón…Corrió.
¡Se espantó!
Y la verdad, que para buen entendedor…
¿Y el se sentía sabedor de todo? ¡Claro que sí!
Ya sentía, que controlaba todo. El dominarlo todo, le hace
sentirse en perfectas condiciones.
Se irguió en sus solidas piernas. Sus zapatos, eran deportivos.
Estaban nuevecitos. Y los adquirió en uno de sus últimos trabajitos. Cuando,
entrando a asaltar una zapatería, se probó uno a uno, hasta que decidió que ése
que llevaba puesto. Eran los indicados. Y como le gustaron tanto…Se trajo unos
seis pares. Y previniendo todo lo previsible, los escogió de varios colores.
Hoy, se sentía a plenitud. Cómodo y satisfecho.
Hizo calistenia.
Le agradaban.
Los sentía, como si fueran unos finos guantes.
¡Qué placer tan grande!
Pero ya el tiempo, seguía corriendo. Y ese trabajo, tenía que ser
llevado a cabo.
Y como buen jefe, sabía que el tiempo es oro.
Y por esa razón, ya se estaba comenzando a sentirse inquieto.
¿En dónde estaría su hermanito…Cachiporras?
¿Será que se le pasó nuevamente la mano…Y se drogó más de la
cuenta?
¡Se lo dije! ¡No te pases…Te necesito sobrio!
¡No puede ser que se le haya pasado de drogas!
…Pues sí, en verdad que nunca sabe en qué momento parar. Y eso,
que ya lo había golpeado ya varias veces.
Pero es drogadicto y la hierba
es lo único que lo calma.
“Un día de estos…Va a acabar como mi Santa Madre”… ¡Adicto!
Y no era que se hubiese ya muerto, si no que es como si ya lo
fuera. Actualmente la pobre ya no puede vivir bien si no está drogada. Está
toda temblorosa y son pocos los momentos de lucidez que mantiene.
Ya estaba comenzando a sentirse inquieto. Y esto por supuesto, que no le agradaba para nada.
Tendría que hacer unos pequeños ajustes en su banda.
Ya su experiencia, le determinaba que para los efectos de su
propio negocio. Tendría que ser más estricto con sus hombres.
Y su hermanito, no podía seguir siendo la excepción. La sangre.
Siempre la sangre.
En su grupo, contaba con elementos sumamente rudos.
Y para poderlos dominar…Debía ser mucho más cruel y sanguinario,
que cualquiera.
Ya lo experimentó en muchas ocasiones. Incluso, para poderse
erigir como el jefe absoluto…
Tuvo que sacarle las vísceras al jefe anterior. Su compañero y
amigo desde la infancia. “El tuerto”.
Y desde pequeño, siempre le obedecía…hasta que le llegó su turno.
Y ni loco, dejaría pasar
una oportunidad como esa. El Tuerto, murió desangrado.
Podría seguir siendo su amigo pero los negocios, son los negocios.
Y el Tuerto, siempre abusaba de su tamaño y de su poder. Hasta, que Diosito se
lo puso en bandeja de plata.
Esa lucha fue muy cruenta. Recordó como su amigo de la infancia,
le esgrimía su puñal el cual brillaba en todo su esplendor.
¿Era él o su amigo?
Cachirulo eligió muy bien.
Ya que desde que le había hundido su navaja hasta lo más profundo de su
humanidad…Se erigió como el Jefe absoluto.
Y nunca jamás, ha permitido ningún tipo de alboroto, ni de malos entendidos.
- “¡Sin rencor Tuerto…Sin rencor!” – Le dijo a su oído.
- “…No te odio, Cachirulo…” – Le respondió mientras caía. Y como
para corroborarse, que no se levantaría más…Le cercenaba más y más.
- …Sin rencor Tuertico…Solo que entre tú y yo…Ya tomé mi decisión…
De un lado a otro. Con verdadera saña y con la seguridad de que si
lograba levantarse…
Se volvería en su contra.
- “¡No te dejes dominar por esos maricones! No te achipales nunca.
¡El poder es para ejercerlo!
¡Qué no te tiemble tu
mano…Mata al que se te ponga por delante! ¡Mátalos a todos!”
El Tuerto siempre fue muy sabio, sobre todo por ese consejo tan
majestuoso: “¡Qué no te tiemble tu mano!”
Sin duda alguna, “El Tuerto” se reivindicó cuando le aconsejó en
su calidad de caído a su matador o sea a él mismo.
En su mundo, no cabe la duda. No cabe el titubeo. Dudar...Es
perder.
¡Hay que hacerlo…Y punto! La acción debe ser sin ningún tipo de
vacilación. ¡A lo macho!
Y claramente se los participó a todos:
¡Los quiero a todos, detrás de mí! Y al que me desobedezca… ¡Lo quemo, aquí mismo!
Pero, al parecer…La droga los hizo sublevar.
Mal indicio. Muy malo. Y esto contradecía en todo, lo bien que le
estaba yendo.
¡No podía ser posible!
¡Alguna maldición le echaron! ¿Pero quién era capaz de
enfrentársele?
Ardía en deseo por saberlo.
Ya se estaba comenzando a encolerizarse.
Y eso, no era bueno.
Tenía que serenarse.
Pronto debían aparecer: El Cachiporras, El Temblao, Er Kike, El
Gordo, El Atorao y El Avión.
Sus hombres designados para este trabajito. Y hasta hace un rato
pensaba que los tenía hasta aceitaditos y listos para la acción. Pero esta
tardanza…
Caminaba de un lado a otro, repitiéndose hasta el cansancio y
siempre hablándose a sí mismo.
“Si a la cuenta de tres. No aparecen. Comenzaré por echarles una
maldición, que los dejará congelados por el terror.
Se los voy a advertir
nuevamente:
“¡No se expongan a una de mis maldiciones!
¡Qué si se salvan de ella…De mí, nunca se salvarán!
¡Porque los perseguiré hasta el mismo infierno!
…Y si están ya muertos… ¡Yo mismo los volveré a matar, con mis
propias manos!
¡Los exterminaré sin compasión alguna! …Recuerden, que yo si le hago caso a mis
amigos. ¿Recuerdan al Tuerto? ¡Él mismo
me dijo: Mátalos!
…Y ya, como que voy por… ¡Uno! (Miraba insistentemente; pero
seguían sin aparecer)
El Tuerto, me lo dijo claro: ¡Sin compasión alguna hay que
eliminar a las escorias!
…Y ustedes, me conocen…Nací sin corazón en el pecho…
¡Soy más perverso que el mismo diablo! Y yo no le tengo miedo al
diablo…
…Será mejor que me serene…No es conveniente, que me enfurezca y
tenga que matar hasta a mí propio hermano.
¿Pero de otra parte…Será licito…Aceptar que él me ridiculice, ante
mis propios hombres?
¡Eso jamás!
…Ya me he echado al pico, a unos cuantos. ¿Qué significa una raya
más para éste tigre?
Además…Todo me está yendo requeté bien. Debo, serenarme.”
Temblaba encolerizado sin poder tolerar esa falta de respeto a su
orden.
Cachirulo, se volvió hacia el canino. Debía cerciorarse, que aún
seguía bien dormidito.
Lo examinó. Lo detalló, revisó bien el amarre.
Lo examinó. Lo detalló, revisó bien el amarre.
Le pareció que el líquido ya se había extinguido. Buscó su bolso.
Así que introdujo, su mano nuevamente. Palpó la botellita, y la
sacó.
Vació una cantidad considerable, sobre el trapito.
Observó. Pegó su oído…Sí, todavía respira.
Como tenía su sexto sentido, súper desarrollado, percibió que algo
o alguien lo estaba observando.
Y de una manera precisa, levantó nuevamente su navaja.
Amenazó hacia su izquierda, su derecha. Se puso en cuclillas. Sus
ojos giraban velozmente.
Agudizó y extendió sus sentidos.
Aguardó. Nada.
La oscuridad, seguía dominando.
“Mientras haya oscuridad…Sigo mandando:” Se decía una y otra vez.
Pero ya le incomodaba esa mirada.
Se sentía como si tuviese la propia daga del Tuerto, amenazando su
corazón.
Y esto, lo descontrolaba.
Presentía que su enemigo, seguramente aprovecharía un pequeño
descuido de su parte…
Y ¡Zas! Se le abalanzaría sin ningún remordimiento.
Y esta sensación…Lo hacía sentirse…
Chiquitito. Muy chico. Infinitivamente, desquiciante.
No, podía permitir esto. Nunca. Jamás.
Su corazón, se le aceleró. Parecía un caballo desbocado.
Su piel se le erizó. Le molestaba; le producía mucha inestabilidad.
El terror lo invadió. Su
visión se le nublaba. Ríos impetuosos y de repente; se aquietaban.
Sin poder evitarlo, comenzó a temblar. No podía controlarse.
Llegó un momento, en que se puso rígido. Hasta le dolían sus
articulaciones.
Solamente le obedecían sus ojos. Sus parpados permanecían abiertos
de par en par.
Sus pupilas parpadeaban a
velocidad fulminante.
Quiso emitir una pregunta: ¿Quién está allí?
…Pero no salió sonido alguno de sus cuerdas.
…Se estaba comenzando a sentir perdido… ¡Horror!
¿Pero qué podría hacer? ¡No puede ser! ¡Inaudito e insólito!
He logrado vencer en todo…
¿Quién me está venciendo?
¡Ha de ser…Un demonio! ¡Sí, seguramente era un maligno!
¡Por supuesto…Tenía que ser un Mefistófeles!
¿Pero tendría más poder que él? ¡No, no puede ser!
…Yo soy un Dios en mi elemento
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