"El niño Edgar" ...Relato...







“El niño Edgar”




Edgar es un niño de apenas unos 6 años (cronológicamente hablando)en el cuerpo de un hombre de unos veinte años, con una figura desgarbada, al caminar bambolea de un lado a otro, tal como si estuviese drogado.
Lo visten como un joven de su edad corporal, pero su rostro  y su forma de caminar es la de un niñito, su mirada está exenta de malicia alguna, mas bien posee una forma de contemplar como la de un crío que todo lo quiere ver.
La primera vez que lo vi, fue en un hospital.
Y su padre lo llevaba agarrado de la mano (tal como si fuese castigado y llevado a la dirección)
E iban en medio de un pasillo atestado de pacientes con sus familiares.
Iba vestido con un pantalón blue jean, suéter de rayas. Le noté extraviado.
Me llamó poderosamente la atención pues pensé que el señor que lo llevaba sujeto por su mano...
Y el mozalbete  iba tratando de llevar el mismo paso rápido que le llevaba su mayor.
Después me enteré que era su papá...
Mas bajo que él. Quizás unos diez centímetros, e iba con un short todo descolorido, de rostro muy grave y le noté muy nervioso, pasaron muy rápido delante mío.
Lo llevaba al consultorio del psiquiatra.
La enfermera los recibió y por lo que pude notar, ya se conocían.
Luego su padre lo llevó y se sentaron en espera de ser atendidos.
Edgar es muy sociable e inmediatamente comenzó a saludar a todas las mujeres que al igual que él, también estaban en espera por ser atendidas.
- ¡Hola me llamo Edgar! ¿Cómo estás? - Saludó a una joven mujer. Su voz sonó muy calurosa y exenta de malos pensamientos.
- ¡Hola Edgar! Me encuentro bien ¿Y tu?
- ¿Yo? ¡Muy bien! Él es mi papi y me viene a traer al doctor…- Y volviéndose a su padre le inquirió- ¿...Cómo es que se llama mi doctor papi?
- Aja hijo, tu lo sabes. ¿O es que ya se te olvidó?
- ...Bueno que yo sepa se llama...Se llama… ¡Doctor!
- No mi niño...Él no se llama: Doctor. Él tiene su nombre y tu lo sabes, solo tienes que hacer memoria… ¡Anda hazlo!
- Él es mi papi. - Le dijo presentándole a su propio progenitor.
- Mucho gusto señor. - Le saludó la señora con el mayor respeto y dirigiéndose nuevamente al hombre con espíritu de niño, le dijo...
- Gracias mi amor. - El infante al instante se volvió a su padre y en su carita se le reflejaba el mayor de los desconciertos, confundidos con una inmensa alegría y le explotó cuestionandolo…
- ¿Viste papi…? ¡Me llamó “Mi Amor”! - Su representante se sonrió y con voz muy calma le explicó…
- No hijo, no la mal entiendas. Ella no te llamó: "Mi Amor", por lo que te estás suponiendo.
Te llamó así, como un gesto de agradecimiento.
Y no hay nada malo en esto. No te estés confundiendo. No te está enamorando.
- ¿...De verdad papi…?
- De verdad hijito. No  te engaño. Bien sabes que nunca lo haría. Te está tratando con el mayor respeto y te dijo eso, por cariño.
Como en agradecimiento, porque te dignaste a presentarme. ¿Entiendes?
- ¿No se está enamorando de mí? - Su mirada era de total desconcierto, pienso que en su manera de ver las cosas, se estaban librando dos edades muy opuestas...Me refiero a la edad que refleja su cuerpo, su físico y la otra la de su cerebro...Que era la de un niñito.
- No. Ya te dije; es un gesto de cariño...Recuerda que ella puede ser tu madre y hay que tenerle respeto. ¿Me entiendes? - Su padre intentaba por sobre todas las cosas, que todo era normal, pero quizás en su pequeño, no era así.
- Si papi. - Él le respondió mientras contemplaba los senos y las piernas de tan voluptuosa dama, que lo miraba con ojos de madre.
- Ahora te tocará pedirle disculpa, por tu error.
¿No crees? - Se le notaba el nerviosismo, ya que apenas se estaba dando cuenta del tremendo batallar que dentro de su pequeñín se estaba desarrollando. Y él, ya estaba comenzando a tratar de controlar al hombre que yacía dormido en su menor retoño.
- ¡Es lo correcto! Eso me lo enseñaste tu. - El aludido se le notaba su confusión, pero trataba de prevalecer en él su alma inocente...Pero ese resurgimiento de macho, lo confundía y lo mantenía en un estado inevitable.
- Entonces comportate como todo un “caballerito” y pidele disculpas por tu error.
El jovencito ni siquiera parpadeó y en el acto se volvió hacia la fémina y con su voz inconfundible
de infante, puso su carita de arrepentimiento y con una voz casi audible se dirigió a ella y le susurró…
- ¿Me perdonas? Yo pensé que te habías enamorado de mi. Porque Jorgito  -uno de mis amiguitos me dijo: Si una mujer te dice:  “Mi Amor” ¡Es porque se ha enamorado tuyo!
...Y yo le creí… ¿Me perdonas? - La candidez de su excusa enterneció a la mujer y en un arranque de emoción lo abrazó (No al hombre, si no al bebito que habitaba en ese cuerpo.)
- ¡No, no  hay ningún  problema  mi amor! -
Y le estampó un beso en su mejilla.
El cuerpo de ese hombre sufrió una erección en el acto (No se pudo disimular.) e inmediatamente intervino su progenitor.
Edgar estaba visiblemente turbado. 
Nervioso comenzaba a tartamudear y no entendía el porque lo abrazaba de esa forma tan efusiva.
- Perdonelo señora...Perdónenos…
Ella sintió el cambio sufrido en él, pero lo disimuló lo mejor que pudo.
El niño especial se encontraba atormentado y sin saber a ciencia cierta ¿qué era lo que le estaba pasando a su organismo? con pena se agarró la tela de su pantalón, pero ya su padre lo había cubierto.
- Perdón...Perdón… - Repetía a cada rato, penoso ante esa acción…
- ...Mi hijo es un niño especial...Y lo traigo a la consulta con su psiquiatra. Es un cuerpo de hombre...Y reacciona como tal...Aunque en su cerebro es apenas un bebito de unos seis a siete años. Y usted sabe… ¡Es inocente!
Por favor no lo interprete mal.
- Lo entiendo señor y le pido disculpas. Es que en verdad me confundí, por dentro es puro amor e inocencia, pero por fuera es...Un hombre.
- Disculpe...No fue su intención. Es que no está acostumbrado a que una mujer tan hermosa como es usted lo abrace y mucho menos que lo bese.
- No. Disculpe usted, me dejé llevar por su ternura.
- Mi esposa  -su madre-  y yo, lo hemos cuidado con el mayor esmero. Pero bueno...Por fuera su cuerpo está en su edad...Pero por dentro es apenas un bebé… ¿Si me entiende?
- Perfectamente. - Todos los presentes trataron de pasar la página y cada uno se concentró en lo suyo.
La señora seguía muy apenada, al igual que Edgar.
Las miradas furtivas del menor se dirigen al objeto de su atención. Una suave sonrisa de complicidad acusaba su tenue perturbación.
Y ya todo parecía estar bajo control, cuando este se dirigió a su padre  en el mayor secreto, le confesó al oído de su padre…
- ¡Sé que está loquita por mí papi!
- ¡Edgar, respeta!
- Tranquilo. Que ya no le voy a hacer mas caso.
En la sala se escuchó una risa generalizada.
Todos escucharon con toda claridad.
El menorcito hundió su enorme cabeza de hombre entre sus piernas abiertas, cerró sus ojitos y se dijo a sí mismo…
- ...Pero la tengo loquita… - Su padre le dio una palmada para que se callara, todos lo escuchaban con una especie de confusión, temor y comprensión...
Pasaron unos minutos mas. Todo se había calmado. Y ya cada uno estaba en sus propios pensamientos.
El niño seguía con su cabeza entre las piernas.
Pero la señora sentía esa cómplice mirada en su cuerpo. Y por unos instantes se sintió insegura.
Y pensó para sí misma:
“He despertado al hombre que subyace en ese ángelito.
¿Dios mío qué he hecho?
¿Habré cometido un sacrilegio?
¡Es un hombre...Con mirada de  inocencia!
He de tener cuidado, los niños son impredecibles.
¿Y ahora cómo salgo de esto?
Y si su padre lo está trayendo al psiquiatra...Por algo será…”
El señor que no perdía un instante en observar a su menor, le dio otra palmada y le hizo señas con sus manos de que se portara bien.
- No tenga usted miedo de mi hijo.
Me apena todo lo que ha pasado.
Pero no volverá a pasar.
Yo le doy mi palabra de: Padre.
Mi hijo no la va a molestar mas.  
Y zarandeando suavemente a su hijo le indicó…
- Debes disculparte con esta señora.
Pues es una Dama. Recuerda que te he enseñado que a ¡las damas se le respeta!
Disculpate de nuevo.
- ¡Perdoname mi Dama bella!
Y no temas por mí.
Jamás te haría daño.
Al contrario, considerame como tu caballero.
¿Sabrás que mi papi me enseñó a tratar bien  a una dama? - La mujer lo miró y en ella se le despertó nuevamente ese amor que tiene  innato toda madre...Pero esta vez se contuvo.
No quiso equivocarse nuevamente.
En su muy adentro corazón…
Sintió corazonadas...Y muchas…
Sintió mucho temor.
Y ellas le indicaban que ya la inocencia se había perdido.
Y ya en ese joven no imperaba la candidez de un ángel del Señor…
Era el elemento…
El Macho.
El que ya cambió todo su aspecto.
Lo percibió, un corrientazo que la hizo despertar…
Y no se equivocaba.
...Las otras allí presentes...Percibieron ese aroma inconfundible del  “Macho cabrío”
Era un secreto a voces…
Las mujeres tienen su muy extraño lenguaje, que solamente ellas lo entienden. Y no necesitan decirse nada...Lo sienten, lo perciben.
El papá estaba inquieto, sabía que ya todo su entorno había cambiado y ya no sería igual.
Y lo lamentó en lo mas profundo de su ser.
Por el rabillo del ojo, pudo verificar las constantes señas silenciosas que las féminas se estaban haciendo entre sí...
La enfermera le hizo señas, todas las presentes
comenzaron a movilizarse…
Apartándose…
Y ella no esperó otro llamado…
Lentamente pero de una forma insegura…
Atendiendo el llamado…
Se levantó y salió de esa sala.
El hombre que hasta hace poco, portaba su inocencia...La miró y protestó…
- Papi...Se va…¡Se va!
- Quédate quieto mi niño. Tranquilo que ya tu doctor nos va a llamar.
- ...Pero papi… - Su padre lo abrazó en un esfuerzo sobrehumano para apartarle de todo sufrimiento posible...Era su hijo...Y le susurró al oído en una forma muy nerviosa...
- “Arrurú mi niño...Arrurú mi niño...Vuelve en él…” - Le besó su frente  y comenzó a consolarlo, mientras con sus ojos llenos de lágrimas veían como todas las mujeres espantadas salían de allí...Sintió vergüenza.
Miró a su vástago con esos ojos que gritaban a todo pulmón:
¡Es mi hijo...Dio me lo envió así.
Y no lo voy a abandonar. Seguirá siendo mío!
...No me lo humillen...Que no es un depredador sexual ni nada parecido...Es un crío...Dios así me lo enviado… - Pero ya estaban solos, él y su menor...





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