“Después de mí… ¡Nadie mas!”

Así que de esta manera, Román les llevaba la delantera con sobrada alegría de su parte.
Y los amigos, seguían con la boca abierta y sin poder atinar a qué responder o actuar.
- …Te están esperando en la administración…
Pregunta por el Gerente. Él fue el que habló contigo por teléfono.
- ¿Ah, sí, mi amigo: Dámaso Frías? ¡Amigo mío!
Y sin esperar nada más, se dirigió hacia el sitio que le habían señalado.
Iba silbando y tarareando la misma cancioncilla.
- ¡…Ni siquiera sabía que fuesen amigos…!
- Con amigos como ése… ¿Para qué tener  enemigos, ah Miguel?
- ¡Ujum, claro que sí Carmen! Imagínate…
- La verdad es que no se, cuál de los dos amigos sea el mejor: ¿El administrador o el esposo?
- ¡Prefiero seguir siendo soltera y con muchos compromisos! – Aseguró riéndose Susan.
Y este último comentario, desató una ola de fervor inusitado, ya que los tres suspiraron profundamente y exhalaron por medio de sus fosas nasales una cantidad increíble de tensión ultra-nerviosa.
Todos esperaron hasta que llegara a la oficina.
Allí lo vieron, que abriendo la puerta, se asomó y  desapareció al cerrar tras de sí la puerta.
Los tres seguían en el mismo sitio, con la misma dirección hacia donde miraban y con cara de yo no fui. Se asemejaban a unos pequeños  párvulos y sin saber ni qué actitud tomar  ni qué hacer
Al rato, salió una empleada, corriendo hacia el área médica.
- ¿Ya autorizaron la entrada? – Le preguntó inquietamente Susan.
- Sí. Aquí llevo la autorización. Ya el Seguro dio la clave y ya podemos empezar a tratarla.
Los tres corrieron, tras la empleada y llegaron hasta el área en que le aprobaron a entrar.
- ¡Qué bueno! – Gritó Carmen
- ¡Qué bueno! – Coreó Susan también.
- ¡Un solo familiar…Uno sólo! – Le ordenaron.
Sintieron como un tremendo portazo en el mero hocico.
- ¿Quién es el familiar?
Otra vez, la desolación. Se veían  imposibilitados  nuevamente.
- Somos sus amigos…
- Un familiar o su esposo…Nadie más.
Debían  quedarse  al margen.
- …Por favor, señorita…Déjeme entrar… - Suplicaba Carmen
- ¿Y su esposo?
- Él está en la administración…Por favor…
- Ok, pero solamente un ratito.
Carmen entró. Susan y  Miguel, se tuvieron que quedar afuera, en la salita de espera.
Al rato, se les apareció Román.  
Se le veía muy reposado. Su tranquilidad era pasmosa. Ni señas de ningún tipo de recelo o desconfianza de su parte.
Lo más natural posible.
- ¡Entonces Miguelito! ¿Cómo te ha ido? – Era Román.

- ¡Aquí esperando para ver cómo sale de ésta tu esposa!






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