“¡Después de mí…Nadie más!”
Belbaltodano
Octubre - 17 - 2.012.-

I

- No me recuerdo muy bien de la dirección… ¿Será por aquí?  ¡…Todas estas calles son igualitas, cónchale!
- ¡No  Miguel, por aquí no es! ¿Qué te está pasando?
- Pero bueno…Yo siempre he venido por esta calle…Estoy confundido…
- Estás equivocado Miguel, Carmen tiene razón. Yo creo que nos pasamos… ¡Y bastante por cierto!
- Yo creo que la última vez que vinimos…  ¿Habremos entrado por aquí mismo?
No, no…Por acá no fue… ¿Estamos perdidos, verdad?
- ¿Y entonces…Por dónde es? – Miguel miraba y remiraba. Ciertamente que tenían ya mucho tiempo que no pasaban por allí. Se sentía molesto consigo mismo ya que como hay similitud en las calles, seguramente que se equivoco y esto lo tenía contrariado.
Carmen y Susan, se erguían por encima de su asiento. Y no pudieron reconocer, por donde andaban. La amena conversación fue suspendida por el tema de la dirección.
- ¿…Y si nos regresamos…? – sugirió Gersy, tímidamente.
Susan y Carmen, pegaron un grito al cielo.
- ¡No! ¿Estás loca? – Casi gritando le espetó Susan.
- No tenemos tiempo…Ya estamos atrasados. Debimos haber llegado hace media hora.
¡No puede ser! ¿Por qué no te fijaste bien Miguel? – Era Gersy.
- …No lo sé. Pensé que íbamos bien, pero me entretuve escuchándola a ustedes.
- ¡El señor chofer, tiene que estar pendiente es de la carretera! Y no de las conversaciones de sus pasajeros. – Gersy estaba molesta, en realidad, estaba era muy nerviosa. Poco les gustaba quedar mal, con sus horarios, pero lo cierto es…Qué Miguel…Se le olvidó. Todos venían en amena conversación y no se percataron de la vía. Y ahora…Se extraviaron.
- Miguel, comienza a preguntar en dónde estamos… - Propuso Carmen
- Preguntando se llega a Roma, Miguel. – Los alertó Susan.
Miguel se vio precisado a aminorar la marcha. Y a todo el que le pudiera preguntar…Se detenía a consultar.
- Compañero… ¿Sabe en donde queda la Av. 88?
- ¿Av. 88…De qué?
- ¿Av. 88 con calle 65?
- La Av. 88, ya la pasaron…Van por la 102…
- ¡Gracias!
- …Muchachas…Estamos más perdidos  que el hijo de Limberg…
- ¿Y ahora?
Por supuesto  que con este impasse, se atrasarían. Y eso, se lo estaban temiendo.
- Deberíamos de llamar a Marisela…
- ¿Y para qué? Carmen. Vamos a buscar nuevamente la dirección – Insistía Miguel
- Para decirle que nos hemos perdido y que tendremos que llegar tarde. ¿Tienes su número Carmen? – Insistía Gersy
- Ya va, déjame buscarlo en mi cartera…
- ¿Y tú Gersy, lo tienes?
- ¡Ay no chica!
- ¿Pero…No puedes buscarlo? Mira ya Carmen, está revisando en su cartera. Inténtalo, para ver cuál de las dos lo tiene. ¡Plis!
Mientras Miguel, preguntaba la dirección, las dos amigas comenzaron a revisar en sus carteras.
- Compañero…  ¿Por dónde llego a la Av. 88? – Le pregunto a otro transeúnte.
- No se…Yo también ando perdido. – Le contestó éste. Estaban ya molestos, tenían ya un buen rato, preguntando y casi nadie le sabia responder con exactitud.
- Mira Miguel…Allí hay un grupo de personas, porque no te diriges  allí y con calma le preguntamos sobre la dirección de Marisela. – Sugirió Susan.
El chofer, comenzó a mirar de un lado hacia otro, buscando la mejor forma de acercarse en su carro hacia el grupo ya solicitado.
El tráfico de momento se ponía pesado.
- Ok. – Y cuando se dirigía hacia allí, notaba que su amiga estaba como  sorprendida.
- ¿Qué te pasa? – Le preguntó a Susan. Ésta no le contestó.
- …Mira… - Atinó a decirle a Carmen.
- ¿Qué?
- ¡Mira! – Carmen ante la insistencia, dejó de seguir buscando en su cartera y siguió la mano de Susan.
- ¡Ave María Santísima! – Exclamó anonadada Carmen.
Carmen y Susan estaban amarillas, pálidas y no podían disimularlo. Casi por inercia, Susan le dio un codazo a Carmen. No deseaba que Gersy viera lo que ellas estaban viendo.
Pero, ya era muy tarde.
Lo que veían con tanto asombro  era a Román, el esposo de Gersy. Y lo que vieron las dejó estupefacta.
Román estaba besándose con otra mujer. Allí en plena calle y a la vista de todos los que quisieran verlos.
Y el problema…Era Gersy, que al enfocar hacia ése sitio…Lo vio  y quedó  pasmada.
Y en ese preciso instante, su mundo se le detuvo. Su corazón parecía que se quería salir de su pecho. Su respiración a ratos estaba  jadeante  y  al  mismo  instante…Se le paralizaba.
Una nube negra y espesa la envolvió. Sintió un  frio  intenso  y  a  la  misma  vez,  un  calor sofocante  y  asqueroso.
Fue  testigo  de  ese  apasionado  beso  de  puro  amor…Pero  con  otra  mujer.
¿Ése  hombre  era…Román?  No,  no  podía  creerlo.
¿Era  su  Román? No,  le  costaba  mucho  aceptarlo.  ¡Jamás  se  imagino  que  la  estuviera engañándola! ¡Nunca! Siempre  se  creyó  todo  lo  que  le  decía:
 “Te  amo,  solamente  a  ti”
“Eres  mi  luz”  “Eres  mi  sol”
(¡Qué momentos tan bellos y sublimes! En su noble corazón, atesoró gratamente la belleza y sublime de su eterno amor)
Pero, sus ojos  no  la  engañaban. ¡Allí  estaba!  Y  no  podía  ser  una  visión,  ya  que  sus amigas  lo  habían  divisado  antes  que  ella  misma.
La  evidencia  era  espeluznante.  Realmente,  era  lo palpable. 
Por  lo  menos,  esa  era  “Su realidad”
Y  aunque  no  quisiera,  estaba  allí.  Es  preciso  reconocerlo  y  asumirlo  como  tal.
Allí,  estaba.  Parecía  un  verdadero  tortolo  agarrándole  la  mano  a  su  dulcinea.  Muy  tierno   él. 
(Qué  horrible  es  la  realidad.  Horrible)
¿Y  encontrar  a  su  amado?  A  su esposo  querido  y  adorado  por  ella.
Eso,  hay  que  vivirlo.  Hay  que  sentirlo en carne propia,  para  poder  entender  en  su  justo  valor en el shock a que se vio sometida.
 Pobrecita Gersy.  Pensaron sus compañeros de estudio.

En  verdad,  desdichada.

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