“Después de mí… ¡Nadie mas!”

- ¡Y venirnos a conseguir con esto! – Les espetó Carmen.
- ¿Qué Román está casado? – Le espetó la doña, sin poder darle crédito a todo cuanto escuchaba.
-  ¡Y con dos hijos…Más el que viene en camino! – Clamó  Susan, dándole más énfasis a cuanto afirmaba.
- ¡No puede ser! – Chilló la atormentada novia.
- ¡Y viviendo con Gersy! – Aseguró Carmen.
- ¡Ése es un vagabundo! – Gritó la doña al ver las fotos. Madre e hija, chequeaban foto por foto.
- ¡Todos los hombres son unos sucios vagabundos! ¡Todos!
Escrutándolas hasta el cansancio, seguía vociferando contra todos los hombres.
-¡…No…No puede ser…! ¡Yo nunca podré creer esta bajeza mami!
- ¿No estás viendo las fotos?
- ¡No mami…No puede ser!
- …A mí me va a dar algo….  – Y mirando fieramente a su marido, le espetó: ¡Mijo te vieron la cara de pendejo!
- ¿Pendejo a mí?
- ¡Sí y de pendejo que no te la brinca ni un venado!
- ¡Pendejo a mí!
- ¡Sí! Y de compromiso y todo. Y tú grandísimo maridito mío… ¿No te diste cuenta de este engaño?
- ¿Qué me engañaron a mí?
- Sí a ti mismo. Tú que te la tiras de ser muy jodido. ¿Estás viéndote ahora mismo? ¿No era que tu descubres a cualquier tramposo? ¿Por qué no le ahorraste a tu hija este cruel desengaño?
- ¡Ahora resulta, que ya conseguiste a tu culpable! ¡Ósea…Yo!
- ¿Y  mi matrimonio…Qué? Yo pensaba casarme con él de velo y corona. ¿Y ahora qué será de mí? ¡Y todo por culpa de todas estas brujas…No me podré casar con mi adorado noviecito!
 Mireya estaba hecha un mar de llanto. Todas sus ilusiones, se diluían en un absurdo y cruel engaño.
- ¡Él no puede casarse nuevamente! Yo soy su esposa legal. Estos son  sus hijos y  éste que llevo en mi vientre, que  nacerá dentro de poco. También es su hijo legítimo.
Tanto la madre como la hija, no parecían darle crédito. Pero las pruebas eran irrefutables. Y Román Muñoz aparecía muy sonriente. En su boda. Cargando a sus hijos. Efectivamente era él mismo ser. El mismo que se estaba bañando en su bañera. Se miraban furtivamente. Y para colmo, estaban esos tres testigos más.
La esposa, miraba como una leona herida a su marido.
- ¡Te engañaron viejo! ¡Con tu cara de arrecho y todo…Y te engañaron aún así! ¡Pura estampa caballero!
- ¿A mí?
- ¡Sí, viejo pendejo!
- ¿Y quién estaba de mona con ese tipo?
¿Y quién se ufanaba de su “Yernito lindo y bello”?
- Bueno…Se veía tan seriecito…
- ¿Y quién me fastidiaba y fastidiaba para que lo dejara entrar en mi casa? ¿Quién fue?
- Bueno…
- ¿Y quién me engañaba a mí, diciéndome que era un  tipo de fiar?
 ¿Y quién me reñía para que complaciera a la hija?
¿Y quién le abrió las puertas de esta casa?
Y ahora…Resulta  que me vio cara de: ¡PENDEJO a mí! ¿Me vieron a mí? ¿Y no será que fue a usted mi amiga a quien le vieron su cara de zonza?
 - ¡Bueno…Tú eres el hombre de la casa! ¡Tú tienes que defenderme siempre!
- ¿El pendejo? ¿Acaso soy “el perro bravo”  de esta casa?
- El macho de esta casa. El que grita y se impone siempre. ¡Mi marido que es muy fuerte y poderoso!
- ¿Y ahora, si soy el macho, verdad?
- ¡Siempre  lo has sido!

- ¿Siempre?



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