“¡Mi poder soy yo…y radica en mí!”
Belbaltodano.-

- …Escúchenme todos…  ¡Se los pido de una buena vez! – Huber dirigía a su grupito algo pequeño; entre quiénes se encontraban: Diomedes, Madurón,  Franco y otros. Al principio no le prestaban mucha importancia; pero en cuanto levantó su voz y golpeó la mesa….el silencio de todos se dejó sentir.
Diomedes tragó fuerte. De pequeño tamaño, de tez blanca, con porte militar. Se sintió  inhibido y apesadumbrado. Su mayor en jerarquía perdía su paciencia con mucha frecuencia y esto era muy preocupante para él. Así que aunque  lo llamara: “Ojos bonitos” más que respeto le sentía temor.
Madurón era su chofer personal y en ocasiones hasta le servía de guardaespaldas y en muchas ocasiones, hasta su confidente. Un segundón muy confiable para  Huber.
Franco era un hombrecito pequeño, de apariencia frágil, de tez blanca, de carácter muy nervioso dando la impresión de mucha inseguridad. Al escuchar a su compañero de armas…un frío inesperado le brotó de alguna parte de su columna vertebral; calló y sus pupilas vibraban sin parar…
Todos callaron y aguardaron. Y Huber se percató de que cada vez que alzaba su voz y golpeaba alguna superficie…lograba su objetivo de imponerse y de ser obedecido.
- ¿Debo ejercer mi autoridad ante ustedes? – Por respuesta, recibió un grave silencio. Bajaron su cabeza en señal de sumisión. Huber los escrutaba gravemente. Su grupo asumió que estaba muy bravo; era preferible obedecerle.
- …Les estoy tratando de transmitir mis pensamientos, pero es que ustedes son unos insubordinados. ¡No respetan el sonido de mi voz de mando! ¿O es qué no tengo mando, ah? – Ya estaba colérico, alzando sus dos brazos y en señal de sentirse ofendido por tal vejamen.
- …No Mí Comandante….Perdónenos…por favor… - Sonó a súplica y con su tono de estar muy arrepentido, se lo hacía hacer sentir y que viera, que él en lo personal le obedecía ciegamente a todos sus dictados…Madurón, al no sentirse correspondido por su patrón, señalaba abiertamente a sus congéneres acusándolos de ser ellos los que no lo respetaban.
- …Perdóname Huber…yo le explicaba a ellos… - Tartamudeaba ostensiblemente Franco tratándose de justificarse ante su falla tan grande: Interrumpir a su jefe y amigo.
Un murmullo de gestos y de caras apesadumbradas se notaba a leguas. Huber así lo asimiló; en su fuero muy interno, se alegró. Comprendiendo con esto que su  poder era una vez más…cimentado.  Bajó muy lentamente cada uno de sus brazos, asumiendo ya una posición de que sí que los perdonaba…pero esta vez solamente. Ya no toleraría un solo acto de insubordinación más. ¡No señor!
- ¡Decía, antes de ser vulgar y grotescamente interrumpido…! – Su mirada de halcón los fulminaba. Su séquito…se apretujaron entre sí, temeroso de él.
- ¡Aunque por ahora no tenemos el poder…! Pero pronto lo asaltaremos. Y para lograrlo: ¡Todos deben obedecerme ciegamente! ¿Ok? Porque tengo aquí…en mi cerebro todo lo que ustedes deben hacer…
Esta es la señal del perdón: Sintieron que ya volvían a serle de utilidad; y esto los alegró grandemente, así que se distendieron y volvieron a sentirse que pertenecían una vez más a su muy cerrado grupo de primer género. Un grupo selectísimo y de primer orden, de allí él vertía sus directrices y sus segundos se encargarían de diseminar las directrices de su Comandante Supremo.
- Primero lo primero: ¡Asumir el Comando General! Y para esto ya me siento muy bien preparado para esto. Cuento con otros Comandantes, que aunque no viven aquí…siempre han vivido con la esperanza de hacerse sentir. Muchos gobiernos que no diré por los momentos… ¡pero me apoyan! Saben y entienden que solo conmigo…podrán obtener jugosas ganancias.
Pero requiero que me escuchen con muchísimo cuidado… - Todos  sintieron que debían unirse más a él, así que se le acercaron con temor reverencial y prestaron …absolutamente toda su atención; pronto le develaría muchos secretos…qué nadie más podía escuchar. La sombra de un espíritu maligno…los espeluznó.
Pronto serían sabedores de muchos ignotos, misteriosos y encubiertos enigmas, muy valiosos y sumamente importantísimos para toda la humanidad; y faltaba muy poco para que se los revelara…el impenetrable estaba a punto de abrirles su corazón y esto debían aprovecharlo puesto que no todos los días…
Cerraron fila a su alrededor y aguardaron a que brotara de su sapiencia infinita…sus más Sagrados Designios. Casi ni podían respirar. Sus ojos estaban brotados. Sentíase privilegiados, pocas veces eran tomados en cuenta de esta forma. Desconfiados se miraban los unos a los otros, en verdad estaban asombrados. Temerosos de que llegara algún lobo feroz disfrazado de mansa ovejita y les arrebatara su más custodiado y silente clave… ¡Pronto se los diría…ya, inmediatamente…! ¡Qué orgullosos se sentían como tal!  …Así que en lo profundo y en el más reverencial respeto…aguardaron. Acechando a su interlocutor. Querían arrancarle ya y de una buena vez…todos sus designios.  Pero debían esperarlo…y así lo hicieron…
- ¡Clamaré ante todos…Qué voy a liquidar a todos los enemigos de Mí Patria…! – Soltó de repente, pronto las apacibles cortinas de ese salón, sintieron la furia de su vozarrón…una brisa impetuosa inundó el recinto. ¡Huber es muy poderoso…! Ese pensamiento brotó con furia inusitada…asustados se arremolinaron a su alrededor.
- ¡Bravo…bravo…Viva Mí Comandante! – Madurón brincaba alegremente y aunque no entendió nada…pero aún así lo celebró. El resto por inercia se unió a este coro.
- ¡Intervendré y desapareceré a todo enemigo de Mi Revolución!
- ¡Bravo…bravo…Viva Mi Comandante! – Madurón sentía su mirada de aprobación. Algún día…seré grande a su sombra… Se aseguraba, pero mientras tanto…lo aupaba, le llenaba su ego…lo agasajaba por todo. ¿Total, qué podía perder? Jefe es Jefe…
- ¡Yo y solamente yo…seré el Único e Irrepetible…Y nadie me hará sombra! ¿Ok?
- ¡Ese es mi gallo! ¡Hurra! ¡Al fin este país, volverá a sonreír!
- ¡Gracias Madurón…gracias! -  Repetía incansablemente, pero al instante todos  aumentaban sus gritos y sus aleluyas.
Pocos entendían tan profundas y sabias reflexiones, lanzadas con toda la impetuosidad de su orador. Quién permanecía tal cual: Hitler. Imperturbable. Solemne. Majestuoso, seguramente que el legendario Atila y el no menos famoso: Julio César, en su momento lo tuvieron que haber sentido. Claro está que él prefería más a Atila, ya que por dónde su caballo pisaba el césped, no crecía más nunca. Y esto lo representaba mucho más. Ya que su misión divina era destruir todo lo creado por sus más acérrimos enemigos. A su majestuoso paso… Todo debía doblegarse ante él. Así de sencillo.
Pero al nuevo y portentoso Mandón poco le importaba sus antecesores. Seguramente que se sentían con profunda envidia hacia él, ya que su poder con toda seguridad que les haría sombra. Y aunque no llegó a ser un general…y esto fue porque le tenían mucha envidia. Además lo repudiaban por…su origen tan pobre. Por ser de color oscuro. Y por lo que nunca le perdonarían: ¡Ser lo más grande y sagrado que emergió para salvar a la Patria herida y consumida por la perdición ingrata producida por el Imperio corrompido y nefasto!
No podían tolerar toda su magnificencia. Y así se comporta el mundo ante el nacimiento de un ser tan privilegiado y excelso…como él. Resentimiento. Impotencia. Frustración.
Pero en cuánto consiguiera la diana del poder… ¡Todos debían rendirse ante él!
- ¡Todos los pueblos de este mundo: Me Idolatrarán! ¡Haré sentir todo el peso de mí autoridad por sobre todos! ¡Lo juro! – En esta ocasión, el resto le ganó a Madurón…pero  esto no le importaba…él había sido el primero de todos los segundones y esto seguramente que le traería muy buenos dividendos. Esto era lo que él esperaba pacientemente. Algún día…será.
- ¡Y una vez que haya logrado el Poder…pondré a los mejores de mí propio grupo en los puestos claves para dominar a todos mis enemigos! ¡Y ustedes serán mis   servidores! ¿Ok?  
…Aunque de repente, a lo mejor no sean ustedes, ya que posiblemente hayan otros mejores…pero esto no quiere decir que ustedes, mis amigos y fieles colaboradores no lo sean. ¡Ustedes me entienden! ¿Verdad que sí?
Tengo plena confianza que todos sabrán que lo que me toque hacer… ¡Es para el bien mío…y de todos…por supuesto! A todos por igual los llevo en mi corazón y ustedes saben que soy todo corazón.
No los quiero seguir confundiendo más con mis más recónditos deseos…
Lo que quiero decirles es:
¡No importa que ustedes vayan desnudos!  …En verdad…poco importa.
¡No importa que ustedes no coman!  ¿Y para qué? ¡Después se hartarán!
¡Tampoco que los mate la delincuencia!  …Y no me estoy refiriendo a mí séquito…
¡Esto no me importa…digo no le importa a la Revolución!
Porque a este proceso le pondremos como nombre: ¡Revolución!
…Y si algún escuálido desgraciado y mal nacido se interpone en mí camino…Ustedes me lo hacen desaparecer…digo me lo acallan…o lo qué ustedes prefieran.
¿Total…? Poco me importa su destino o su final.
¡El mundo entero sentirá el peso de mi poder! ¡Pronto todos hablaran y me idolatrarán muchos! Y a los poderes terrenales que se me opongan…o los destruyo…o los corrompo…o los hago míos. Poco me importa. Al ser un Ser sobre dotado de toda luminosidad… ¿Qué importancia tendrán ante mí?
Nada me importa más que servirme del poder que obtendré dentro de poco…
¡Águila no caza…mosca!
- ¡Bravo…bravo! – Diomedes se le adelantó muy efusivo. No se le notaba natural, pensaron muchos de los presentes. Pero la verdad es que le ganó por milésimas al Madurón.
- …El que ríe de último… - Se le escuchó murmurar, pero pronto la algarabía y el entusiasmo ennegreció todo vestigio. Había que adorar al Supremo y lo demás carecía de valor alguno.



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