¿Y para hoy: Viernes...? "Conversaciones..."


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Conversaciones con don Carmelo

- ¿Qué te pasa? ¿Estás creyendo que lo mío es una “locura de viejo”?
Ve que yo no pierdo mi tiempo con gente loca o vaga…Por no decirte lo que estoy realmente pensando… - Nuevamente se me encabritó el hombre. No supe responderle.
Preferí callarme y presentarle mis respetos en forma gestual.
Y creo que me los aceptó, puesto que bajó su cabeza, para levantarla nuevamente y mirar hacia el cielo, mientras parafraseaba lo siguiente…
- ¡…Nos encanta una bota…Un uniforme…
Nos da “tranquilidad”!
Y de eso se lucró ese “gochito”…
Bueno, a decir verdad: ¡Cualquiera!
Con una barbita puntiaguda. Debió ser un hombrecito. –Verraco-
Digo por lo bajito que apareció…Con su mano amenazante…así alzada y con el puño cerrado.
¡Qué hombre tan valiente y decidido!
Puro machote.
…La del general-presidente Crespo.
Lo cierto es que mientras ejerció la presidencia, envió a su compadre-ministro de la guerra a pelear mientras él se dedicaba a “las uvas del tiempo” en su Casa Presidencial.
“Correteando a las niñas” que sus jala bolas ministros les llevaban…
Vos sabéis para ganarse “los favores” del señor presidente y mientras tanto su compadre le estaba matando y liquidando a sus enemigos.
¡Cosas de los gobernantes!
Y así fueron transcurriendo sus días.
Al poco tiempo el general Gómez destrozó a todos los alzados y por fin logró apaciguar al pueblo de tantos “revoltosos” que pretendían quitarle el poder por medio de sus “revoluciones”
Regresando victorioso a la ciudad capital:
¡Había vencido todo reducto rebelde!
Gómez  pregonaba con sus hechos y con su prédica: “Al enemigo ¡ni agua!”
Era implacable, vengativo y eficaz.
¡Muchos muertos a fusil, a machete!
¡La guerra es implacable y sanguinaria!
Nuestra historia reciente no difiere mucho de la que fue en toda su existencia y mientras duró la conquista española. ¡Muerte, masacre, destrucción! Seguimos igualitos…
Quítate tú para ¡ponerme yo! 
…Siempre es lo mismo…
Y luego cuando se tuvo que ir a hacerse un tratamiento médico al extranjero, su compadre del alma: Juan Vicente Gómez –siendo su ministro de Guerra- fue a quién le dejó encargado de su negocito… Para mientras él: Crespo, “veraneaba” y se curaba de sus dolencias…
¿Y buena vaina que le echó su dichoso “compadrito”…No?
…Y cómo es de ingrata la historia…
¿No?
¡Tantas y tantas trampas que le puso el desgraciado! Pero el muy taimado, se las pasaba toditas. Tenía una red de informantes.
Hasta las mismas mujeres que le servían al gobernante, le informaban.
Cómo será que hasta la misma misia –que era su mujer- le informaba del “mal genio” de su propio marido.
En resumen; estaba “muy dateado” por las mismas mujeres de su entorno.
¡Era un zorro, muy astuto y hasta servicial con su “amo”! –Mientras le convino- le bajaba la cabeza y accedía todos sus caprichos…











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