"Hola Arianita" Sábado - 2 parte






Hola Arianita
Dedicado a un ser muy especial…
 Un  ángel del Señor.

- ¿Qué es esto? – Logró emitir un sonido muy gutural y extraño.
- ¡Soy yo: Arianita! – Le informó ese aliento…
- ¿Arianita? – Se preguntó extrañadísimo ya que la única que había conocido era una niña de escasos seis años… ¡Hacía muchos años!
- ¡Arianita! – Ese nombre retumbó por todos sus mundos internos, no lograba concatenar con su presente realidad…Quedó en suspenso…
- ¿Ya te olvidaste mío? – Su quijada comenzó a temblar desacompasadamente. Produciéndole dolor extremo.
Cuando se volvió no vio a nadie. Instintivamente comenzó a retroceder. No pudo gestionar un solo pensamiento y todo su ser estaba en alarma extrema.
- ¿Será “la pelona”…? – Temió instintivamente.
- Estoy aquí a tu lado. ¿No me ves? – Sintió que lo sujetaba de su mano derecha e inmediatamente miró hacía el sitio señalado… ¡Y allí estaba!
Primero pudo apreciar una figura toda borrosa.
Hecha de luz. Y al cabo de unos segundos, ya se le estaba haciendo patente.
Era una niñita muy delgada.
Blanquísima, pero pálida. Con sus pelitos alborotados y que le caían sobre su bella faz.
Se le notaba muy feliz. Y lo miraba con su sonrisita de angelita de Dios.
Sus cabellos eran amarillos. Apreció que estaba agitada. Sudorosa aunque muy poco.
En sus recuerdos –comprobó que llevaba el mismo vestidito que cargaba en ese entonces- sus ojos eran almendrados y vislumbraba su inocencia.
- ¿No te recuerdas de mí? – Me preguntó.
La observé y la devoré con mi mirada. No podía creerlo. ¡Era la misma! No había cambiado en nada.
- ¡Tienes razón, no he cambiado en nada! – Me dijo respondiendo a mis pensamientos de asombrado.
- ¿…PPero qué haces aquí? – Brotó de mi garganta con una voz que no reconocía en mí mismo.
Ella me miró y se rio de mí. Me señalaba con su manito derecha –tal como me hacía siempre-y comenzó a sacarme la lengua y a brincar en mi presencia.
No podía creerlo. Estaba asombrado.
- No me temas, no he venido a molestarte. Pero papa Dios me dio permiso para venirte a saludar.
Y eso es lo que estoy haciendo. – Contemplé como se puso a brincar y a ejecutar ese juego que hacen los niños…Pintan una figura en el suelo y comienzan a brincar de cuadro en cuadro.
La escuché cantar mientras jugaba.
Es mas hasta me senté. Algo en mí ser me hizo entrar en calma.
Y fue tanta la impresión que de repente sentí como la llama del cigarrillo que a la final no me pude fumar, quemaba mis propios dedos y lo tuve que botar por el tremendo y punzante dolor producto de esa tremenda quemada que me di.
- ¡Ja,jajajaja!¡Te quemaste, te quemaste!
¡Te quemaste y no fue por mi culpa!- Me dijo riéndose a carcajadas mientras yo me sobaba de la tremenda herida provocada.
- ¡No tuve nada que ver, mira que no fue mi intención y papa Dios no debe saberlo! – Me aclaró al comprobarse que mi herida era en serio. Ya la tenía encima de mi propio dedo. Soplaba y me canturreaba esa cancioncita…
“¡Sana, sana culito de rana que si no sanas hoy sanarás mañana!
- Comenzó a soplarme y a rezarme para que mi herida no fuera tan grave y me sanara rápidamente.
- ¡Ya verás que papa Dios me va a escuchar y pronto, muy prontito te sanará!
¡Ten fe! ¡Cree en papa Dios! ¡Él te va a curar!
Acto seguido la vi que se puso de rodillas, sus cabellos se le mezclaban entre sus labios, con rapidez los apartaba uno a uno y seguía en su faena.
Rezaba con mucha ternura.
¡Cuántos recuerdos me trajo el verla ahora mismo en esa faena!
Cuando yo mismo asistía a los círculos de oración de cuyo jerarca era su propio padre, y cuando entrabamos en oración eran momentos de mucho recogimiento y de mucha fe.
¿Qué si fui testigo de milagros?
¡Claro que si!
Los presencié.  
Todos los que acudíamos con religiosidad semana tras semana…Pudimos constatar en carne propia las muy profusas e incontables muestras de la acción Divina.
Y ahora…Después de tantos y tantos años en que me he separado de ese singular grupo –por diversas razones entre ellas cambio de domicilio ya que me mudé a otro estado, por trabajo, etc., etc.- y es ahora en que me he enternecido nuevamente.
…Una niñita de escasos seis años…Me está haciendo recordando con su accionar…Todo esto.
Así que me quedé impávido…Sin atreverme a moverme ni a nada…
Solo viéndola…
Oí que murmuraba y que le estaba pidiendo al Altísimo que me sanara y que no me dejara ningún tipo de marca.
¡Estaba orando y pidiendo sanación tanto de mi cuerpo como de mi espíritu!
¡Me sentí muy reconfortado!
¡Por supuesto que me enterneció! el verla allí mismo al lado de mi cama, oraba con los ojitos cerrados.
Hasta la escuché cantando silenciosamente.
Me quedé extasiado observándola.
(Y su padre me decía: ¿La ves?
Y le respondía: ¡Es maravillosa la obra del Señor!
¡Cuántos recuerdos tan agradables se agolpaban en mí ser!
Su papa de alguna forma desde el sitio en que estaba- me hacía vivir nuevamente todo ese torrente que yacía dormido en mí…)
Ya no sentí temor alguno.
Al contrario una profunda y muy emotiva paz me embargó y me invitó a imitarla.
Y eso hice.
Me sentí: ¡Súper bien!
¡Qué maravilla! Jamás pensé que esa noche estaría allí rezando, alabando  y menos aún en compañía suya.



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