"Así es nuestra vida" Domingo. Final....


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“Así es nuestra vida”
Domingo….Su final…..


- ¡Y ahora por ser un malayo traidor a la patria! ¡Baja tu sucia y horripilante cara…No me mires porque te quemo acá mismo, en el acto!
Te voy a lanzar este robo. ¡Ni te muevas, porque  estás murío!!!
Y mira que ya te tengo arrechera, nunca un criollo debe menospreciar a su compatriota y mucho menos cuando estamos discutiendo asuntos de alta política. ¿Ok? ¡Sucio traidor!
¡Qué te quedes callado y levanta tus manos!
Baja tu mirada…Ni te atrevas a mirarme…
¡Este es un atraco a mano armada!
¿No me ves? ¡Te estoy atracando! ¿Ok?
¡Y por pajúo, ya que no tenía intención de atracar a nadie en el carro de este compatriota! – No sé como lo hizo pero brincó encima de su asiento y en menos de un instante sentí lo frío de la punta de su arma entre mis ojos.
Un frio muy tenebroso giraba de arriba abajo y sus sensaciones me causaban escalofríos muy espantosos que me produjeron espanto.
No sé a ciencia cierta si logré tragar saliva o si se me quedó atorada en alguna parte de mi garganta.
(¿Por qué no le respondí a tiempo? Me lamentaba en mi silencio.)
Me golpeó varias veces, mientras me cachaba con mucha soltura.
- ¿Tú eres “funcionario”? – Me preguntó mientras me amenazaba- ¡No me mires a la cara…Porque estás muerto! ¡Callate que te veo mal!!!
¡Baja tu vista! – Me quitó mi portafolio y me sacó todo cuanto tenía en los bolsillos de mi pantalón.
Me palpó mi cintura –presumo que en búsqueda- de algún armamento.
Parecía un pulpo –no me dio tiempo a reacción alguna de mí parte- pronto me vi “vaciado” de todas mis pertenencias- mi dinero, las llaves de mi casa y en fin todo lo que portaba –por supuesto que lo que tenía valor me era “decomisado”- durante todo esta requisa, no escuché hablar al conductor, presumí que seguía manejando pero claro ya no supe por donde- fueron unos segundos muy dolorosos e inquietantes que me hicieron sufrir este par –asumo que el chofer estaba “encompinchado”, hasta que me demuestren lo contrario- casi me desnudó  en mi propio asiento y cuando ya estuvo seguro de que no era funcionario policial,  ni nada parecido, continuó con su perverso juego de seguir pegándome con la punta de su arma –a decir verdad, eran pequeños golpecitos, pero que en ese momento me producían mas angustia que dolor alguno-me quitó mi anillo de matrimonio –de oro blanco de catorce quilates- que portaba…
- …Aja… Este desgraciado es uno de los ricachones que están oprimiendo a la clase trabajadora…
(¿Ricachón yo…? Y estaba montado en uno de los tantos apestosos “carritos por puesto”…
¡Qué irónico es esta vida! Y ahora este perverso ser me amenaza y me acusa de “rico” tan solo por ostentar mi anillo de matrimonio…de catorce quilates.)
- …Es mi anillo de boda… - Intenté explicarle y por respuesta arreció con su castigo…
- ¡Cállate tú eres uno de los que nos explotan y subyugan. ¡Sucio capitalista…!
¡Tanta gente humilde que se la pasan “mamando” y este hijo de puta “ostentando” esta joya tan costosa! Para que te enteres… ¡Habemos personas que nos la pasamos con hambre…Como yo!
Debería ajusticiarte ya mismo… ¡Mardito desgraciado! –recuerdo que en ese preciso instante pude ver una película que me pasaron a gran velocidad.
Vi el rostro desde que eran infantes de cada uno de mis hijos. En silencio lloré lágrimas de sangre.
Los vi cuando me sonreían, me besaban y me pedían la bendición. ¡Mis hijos! Tan queridos y amados por mí. ¡Los quiero mucho!
Esa visión me trajo muchas  sensaciones muy extrañas…Que me partieron el alma. Me enternecí profundamente. Me sentí muy vulnerable.
Presentí que ya lo mío sería “historia” y que con toda seguridad, pasaría a las estadísticas. Muy lamentable el que tenga que finiquitar mi existencia de esta forma. No era justo. No lograba comprender del por qué.
Muchas escenas de intensa ternura, logré revivir y recuerdo cuando en ese preciso instante, comencé a rogarle al Altísimo por el descanso eterno de mi alma que aunque lo lamentaba mucho, recordé a mi madre ya muerta…La vi que me estaba extendiendo sus brazos de apoyo…Y a su lado, mi padre también extinto.
Noté que se encontraba muy preocupado –pensé que se lamentaba al verme en ese suplicio- y esa imagen causó en mi mucho desconcierto, ya que no quería que se preocuparan mas por mí y que descasaran en paz…Que pronto me les uniría…
– Pero pasaron esos escabrosos momentos- y nada pasó. Silenciosos estaban mis captores.
¡Qué desazón! ¡Qué angustia!
Me inquietaba mi situación tan frágil…El frio del metal, me causaba muchos escalofríos.
…No ayudé a mi madre en… ¡Perdóname por haberte fallado!
Le negué a mi hijo…Recordé su carita… ¡Qué lástima que en este momento lo reconozca!
No debí haber actuado de esa forma en…Fui muy cruel y severo con mi hija…
Muchas escenas, muchas situaciones se agolpaban en mi mente…A todas las viví y en todas sufrí lo indecible.
Debo reconocer que comencé a entregar mis numerosos pecados, sentí pena por las muchas cosas que pude hacer…Pero que por extrañas razones –no hice- y esto me amargó profundamente…
Con mis ojos cerrados y orando, pude escuchar su risita de hiena satisfecha. Estaban disfrutando de mi sufrimiento.  -¡Qué Dios te bendiga malayo!-
Morbosamente comenzó a cachetearme con mucha afabilidad. Y tal como el gato juega con su ratón, antes de darle el golpe certero. Así me hicieron sentir.
¡Disfruta tu momento, desgraciado! –Pasaron instantes muy tensos y nada me pasó.-
Por la vibración que comencé a sentir muchos cambios a mí  alrededor se generaron  y cuando ya me percaté el susodicho había brincado nuevamente a su puesto original y cuando se percató de que ya me estaba recuperando, dijo…
- Mira chofer…Da vuelta a la derecha.
¡Avanza! ¿Qué estás esperando? –pensé que se dirigía a mi- cuando de repente…
¡Parate aquí mismo! – Sentí un duro frenazo y acto seguido volviéndose hacia mi persona, me pegó con la punta de su pistola diciéndome…
- ¡Bajate y no mires hacia mí! ¡Ya! –Acto seguido me abrió la puerta y me empujó.
Yo prácticamente caí de bruces y atrás sentí que me estrellaba mi portafolio y mis pertenencias, las cuales recogí casi en el acto.
- ¡Fuera y no me mires…Porque te coso a tiros! –y volviéndose al que manejaba le ordenó…
- ¡Arranca pajúo! – Ambos arrancamos sin volver a mirarnos.
La verdad es que me habían abandonado en una sola muy apartada. Desconocida por mí.
No volví mi rostro, al contrario partí caminando a toda la velocidad que me podían dar mis temblorosas piernas.
Creo que caminé  a paso muy veloz por algunos kilómetros. Y en la medida que acudía mas sudor a mi angustiado cuerpo, los movimientos espasmódicos dominaban y me imposibilitaban mi andar.
Pronto comencé a jadear.
Respiraba muy desacompasadamente.
Mi ajada camisa y mi pantalón estaban húmedos, literalmente.
Logré tranquilizarme cuando logré llegar a una vía vehicular muy transitada.
- ¡Estoy vivo…! ¿Estoy completo? – Me revisaba a la mayor rapidez posible, tratando de no despertar sospecha alguna.
Una risita nerviosa emergió por mis labios, -no supe determinarla- pero me sentía feliz de haber sobre vivido.
Y cuando logré llegar y caminar entre muchas personas –ajenas a lo que me había pasado- mi susto, aunado a la ingrata “aventura” a la que fui sometido, fue cediendo.
Ya me encontraba a salvo. ¿A salvo…Seguro?
Me revisé mi bolsillo en búsqueda de saber lo que me había dejado ese tipo, me encontré que me había dejado en el estero.
¡Ni las monedas me habían dejado!
¡Íngrimo estaba!
¿Y ahora cómo hacía para regresar?
Mi cartera estaba desvalijada. ¿Desvalijado?
Temía que me vieran.  ¡No, no, no!
Sospechaba que alguno de ellos aún me seguía.
Lloré en el silencio de mi impotencia. No podía hacer nada mas.
- ¡Sigo con vida y no estoy herido!
Tenía que seguir en lo mío.
No perdí ocasión de agradecerle a mi Buen Dios, puesto que en todo me había protegido.
¡Salve a Dios en las alturas y a los hombres que de buena fe…Aún quedamos!  Pero debo alejarme de todo este suplicio. ¡No debo caer mas nunca en manos enemigas!
Bernardo E. López Baltodano.  - belbaltodano.-
Maracaibo; viernes 04 de julio de 2014.-




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