"Que puedo hacer"


- ¡Compañeros no debemos dejar que los $$·"ª¿?=)(/&%%$%$·"" nos sigan maltratando! ¡Porque son unos malditos apátridas y deben morir por tanto y tanto daños que nos han ocasionados!
Y por otro lado denuncio por este medio que nos están masacrando y devastando y no contentos con esto: ¡Nos están matando!
Juan arengaba con mucho brío a los suyos. En total eran como unas seis docenas de seguidores, quiénes celosamente lo escuchaban.
- ¡Porque no nos respetan y además de eso nos faltan el respeto! - Arguyó José aprovechando el infinitesimal instante en que el ferviente orador tuvo que tuvo que hacer para aprovisionarse del preciado oxigeno.
Al principio y por efecto de inercia le agradeció el que le facilitara unos instantes mas para respirar, pero en cuanto oyó las últimas palabras, con gestos pomposos lo mandó a callar.
Todos los hombres y mujeres que lo oían, tuvieron la oportunidad en ver como el gran jefe, desautorizaba a su segundo.
Pero José, así no lo percibió, mas bien lo asumió como que su líder se había
apertrechado y que ya no requería de su auxilio, pero que muy en el fondo se lo agradecería.
- ¡Repito para que no quede duda alguna...! - Proclamó mientras miraba con ojo de águila a sus seguidores, los mismos se sintieron inhibidos y bajando sus ojos, tragaron fuerte y esperaron...
- Porque yo los estoy observando...Nitidamente. ¡No les quito mi ojo de encima! ¡Los estoy chequeando, paso a paso! ¡No se estén creyendo que les voy a dejar pasar una...Ni una mas! He sido y no lo niego; he tenido mucha paciencia... ¡Demasiada! Pero ya esto ¡se acabó!
¡Muerte a los oligarcas!
¡Muerte a los apátridas!
¡%$%$%$··"""!!!(_¨¿=$%!
¡Y se lo merecen por ser y seguir siendo unos ///&&&%%$$$···"""!
Yo los detesto con toda mi alma, con todo mi espíritu, con toda la carne que tengo... ¡Con toda mi rabia! 
¡Malditos, degenerados! - Y como ya se le había acabado su reserva de aire, sus pulmones estaban nuevamente lánguidos en espera de su reposición.
Todos contemplaron como se ponía de un color ocre, oscuro...Su voz se le estaba apagando. Instintivamente miraron a José, quién sin esperar mas, tomó esas miradas como el permiso que requería para llenar ese precioso hueco que se producía por las mismas circunstancias.
- ¡No y además de todo esto...Son unos malayos! ¡Malayos...! - Pero no pudo extenderse mas, a una señas de su jefe...Calló.
Todos fueron testigos de que su gran jefe, no aceptaba ayuda de su delfín.
- El jefe no acepta relevo... - Murmuró a muy bajisima voz una de las presentes, su compañero le hizo la señal instantánea de...
- ¡Shhhh! ¿Quieren que nos lapiden a los dos ahora? - Le reprochó visiblemente molesto. Los que estaban al lado le agregaron...
- ¡Los van a malograr!
- ¡Es mejor que se callen y no estén fomentando el bochinche! - Les regañó una de las camaradas que logró escuchar algo...No todo, pero si lo necesario para llevarlos al paredón.
- ¿Estás viendo? - Le reclamó su compañero. Ella asintió y prefirió bajar su cabeza y esperar lo peor.
- ¡Como les decía...Antes de esta interrupción...! - Decía el Mesías reprochando con su mirada a segundón. 
Y este sin percatarse de la "conseja" que le habían pronunciado, se sintió aludido como una felicitación y muy satisfecho le agregó...
- ¡Gracias camarada Comandante! 
Se sintió un profundo espeso y muy degradante silencio. Muchos prefirieron mirar a otra parte o simplemente bajar su cabeza.
- ...No es fácil, no es fácil... - Murmuró aún mas bajo, el vecino. 
- No. No lo es. - Le respondió, pero esta vez casi en su oído y pendiente de sus vecinos mas cercanos y de la camarada que ya los habían regañado.
- Yo como el líder Intergalactico y Eterno les recuerdo que allá en lo mas alto y sagrado...Estaré tal, como lo estoy ahora.
Y seguramente que mas alto aún. Y todo depende de como me comporte aquí.
Por eso los insto: ¡A luchar, a profundizar esta revolución!
Porque nadie nos vendrá a atacar de afuera. Porque yo sencillamente me opondré. 
¿Y quién podrá sacarme de aquí?
¡Nadie!
Por eso les digo...No importa que pierdan...No importa que coman...Ni que anden con hambre. ¡Eso no tiene importancia alguna!
¡Vengan a mí, que yo si les daré comida!
¡Vengan a mí los que tengan: Hambre!
¡Los que se cansen y requieran de: Agua!
¡Yo les suministraré de todo lo que me pidan!
¡Porque yo los alimentaré...Les daré de comer...Y de beber!
...Porque... - Nuevamente se le estaba acabando el aire, se puso nuevamente...verde...rojo...azul...morado...
El segundo en vista de tan vital e inesperado reposo, creyó conveniente intervenir nuevamente, agregándole a todos...
- ¡Y a precios bajos! ¡Todo a precios de revolución! - Una ola de espanto se dejó sentir. Todos quedaron estupefactos.
- ¿Quéééééé? - Todos se miraban entre sí. Y por rebote miraban al orador, quién al escuchar semejante afirmación comenzó a toser y a toser.
- ¡¡¡Sí y no se preocupen...Que nosotros los revolucionarios... - Y no le permitieron terminar el hilo de su alocución.
Un impactante rotundo y seco tiro se escuchó.
José al instante cayó de bruces. Y un charco de sangre brotó de sus entrañas.
Poco hizo de sus estertores. Ya estaba muerto.
Al instante todos lo dejaron solo. Su cuerpo yacía sin vida. Sin movimiento alguno, salvo los borbollonees de sangre que se esparcía por su alrededor.
Y como en cámara lenta...Las miradas que contemplaban el cadáver...Siguieron y se elevaron....Hasta llegar al Iniciador.
Los que pudieron se persignaron...Pero con temor, esto era un pecado aún mayor, ya todos sabían que en la revolución existía un solo Dios y este acababa de ejercer su supremacía...
Arriba y con su pistola aún humeante, el Único seguía apuntando al cuerpo del que fue su segundo, el que había recibido todos sus lineamientos y que inexcusablemente se le había volteado.
Porque, ¿Qué era eso de que dijese, lo que no se puede pronunciar?
¡Nadie podía tomar determinación alguna....Nadie: Solo él!
Él y nadie mas.
¿Necesitaba hablar? Pida su permiso por las vías que ya todos los sabían.
- ¡Aquí hay UNA SOLA VOZ! ¡Y esa es la mía!
¿Alguien mas duda de mis palabras?
¿Quién...? - Todos enmudecieron. Nadie se atrevió ni siquiera a pensar.
A una señal suya, corrieron varios y se llevaron el cuerpo. 
Otra señal y otros corrieron y con mopas, lampazos y trapos....Recogieron la abundante sangre.
Todos esperaron, porque el gran jefe, seguía blandiendo su arma en forma agresiva.
- ¿Alguien mas quiere quitarme mi legitimo derecho a hablarles?
Ninguno se movió.
- ¿Hay algún pendejo que crea que me puede "vaipasear" a mí?
No se oyó ni su eco.
- ¿Entonces  podré seguir con mi "discurso"? - Paseó su mirada por todos lados.
Y en vista de que no tenía "rivales" a la vista, prosiguió con sus...Palabras.
Todo volvió a su normalidad. Todos callados. Todos presentes. 
(...Esta es mi democracia...Y ningún zoquete me la a enturbiar.) Pensó el Guía y siguió con sus arengas....


Belbaltodano.-

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