"Celada"
- No. – Le respondió escuetamente la asistente del profesional de medicina, y la miraba tal como mira una garza a su victima…Pero no quiso agregar nada mas.
- ¿Y a qué hora vendrá? – Insistía la señora. Sin percatarse de la reacción a su acción. – Porque nosotras que vivimos solas y no tenemos un marido que nos “representen” – Y al decir esto miró y le picó el ojo a Josefa.
- Pronto. Pronto. – Respondió alguien. Ninguno se percató de quién era…Era una voz femenina.
El decidió posar su atención hacia otra parte y le llamaba su atención ese jardincito interno.
Estaba muy florido. Abundaban esos colores primarios. Aunque pudo apreciar que los diversos colores de las flores, lo tenían “ocupado”.
El personal de limpieza pasaba por medio de toda esa multitud.
La que llevaba una escoba de esas de tipo industrial, se fijo bien y pudo apreciar que llevaba algo parecido a aserrín, la joven ejecutaba su labor por entre todo ese gentío.
Se acercó un poco mas al jardín, como para evitar ser una molestia cuando le tocara el turno de la limpieza, por su asiento.
Comprobó que en esa zona, al estar abierta sin techo, el sol entraba con toda su intensidad y que además corría mejor el viento. Se sintió mejor, en medio de tanta belleza natural.
Buscó un sitio en donde guarecerse, bajo sombra.
Se le notaba ya relajado y en éxtasis.
Se sentó y esperó.
A esa distancia, a unos ocho metros aproximadamente, los contemplaba con total placidez.
Y de repente entró en su ángulo de visión, venía su esposa y la notó “algo” alterada.
(…Peligro…Peligro…) Pensó para sí mismo.
Esperó a qué llegara, y fue cuando se percató que venía acompañada con la enfermera, la cual se quedó rezagada a unos dos metros y pico de ella.
- Dame dinero. – Fue tajante en su petición. Su rostro denotaba fastidio.
José no entendía nada, con relación a la asistente que se quedó como que si no se hubiese enterado de tal petición.
-¿Qué pasó?
- Necesito que me des dinero. Después te explico. – Y sin esperar su respuesta, metió su mano en el pantalón. Y en su rostro seguía demostrando ese enorme fastidio, de tener que recurrir a él y peor aún el tener que explicarle del por qué de su necesidad instantánea.
- Ya va, ya va…
- Apurate. – Miraba a la otra mujer y le hacía señas de fastidio y desidia, mientras forcejeaba con su “estúpido esposito”.
- …Pero… ¿Para qué?
- Necesito pagar una rifa.
- ¿Rifa?
- Si. La acabo de tomar. – Gesticulaba como dandole a entender su tremendo hastío.
- ¿Y cuanto es?
- Dame…Yo me voy a llevar lo necesario… - Forcejeaba con él.
Y a la final, sacó su mano con todos los billetes en su poder.
- Con esto pago la rifa…Y con esto el almuerzo.
- ¿Nuestro almuerzo?
- No. El de ella. – Le dijo señalándola.
- ¿El de ella? (¿Y quién es ella?)
- Pobrecita…Se vino sin comida y tiene mucha hambre. – Y sin mirarlo mas, le devolvió el resto, no sin antes mirarlo con mucho reproche y le escupió…
- ¡No seas “agarrado”, mira que Dios castiga a los que esconde su dinero y no ayudan al prójimo!
¡Hay que ayudar sin mirar a quién! Además para eso trabajas tú….
– Y mirando a su amiga, le dijo sin volver a mirarlo…
- ¡Él es muy tacaño!
- Eso es malo, señor. Uno tiene que tender la mano al mas necesitado…
Recuerde hoy ella me está ayudando…Mañana seré yo la que la logre “resolver” ¡No sea adorador del “Dios Dinero…”
- Pero… ¿Y nuestro almuerzo? – Obvió el comentario de la que tenía hambre y se dirigió a su esposa. Sin embargo, ella ni le prestó atención alguna…
- ¡Dios siempre me provee! Y por esa razón, a ti siempre te va mal.
¡Ayuda a tu prójimo! ¿Qué te cuesta? – Y mientras se le enfrentaba a su marido, buscaba la ayuda de la “necesitada” quién ni corta ni perezosa, añadía con mucha insistencia…
- ¡Eso es malo, eso es malo! ¡Hay que ayudar a los mas necesitados! – A él se le veía notablemente molesto.
No entendía el por qué su esposa lo sometía a estos escarnios.
(…No es justo…) Se repetía una y otra vez.
Tan solo pensaba en voz alta, preocupado de que el dinero que tenía destinado para almorzar con su esposa…Pues ahora ya no lo tenía, pues quedaba fallo.
- Nuestro almuerzo.

- ¿Nuestro almuerzo? – Se preguntaba ella mientras una mirada cómplice se le notaba con la dichosa empleada.

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