- …Mi Señor…tú como que quieres que me coma el tigre…
- ¡Un bagre, es el que te va a comer…empezando por tu desdichada bocata!
- …Esta bocata…te ha dado mucho placer… ¿O no?
- ¡No intentes sobornar y cohabitar mi libre  libertad de acusarte en lo que me plazca! ¡Para ello he nacido de mi propia madre! ¡Y tengo toda la libertad que me otorga mi propio dinero y mi ambición para conseguir a toda costa mucho más! Y qué quede constancia en los anales de la humanidad…que todo lo estoy haciendo para poder conseguir un poco más de dinero.
…Y procede a seguir llamando a esos libertinos de la moral pública  y  la cerrada también.
- ¿…O…sea…que los llame…? ¿A tú…presencia también?
La doña salió rápidamente obedeciendo las órdenes expeditas que su Señor, le había encomendado. Cuando salió,  el trío estaba ya un tanto desperdigado. Ellos le manifestaron que ya estaban fastidiados de tan larga espera y que estaban pensando en la posibilidad de irse y no volver.
La doña…los regañó y les dijo, que su maridito…estaba en otras ocupaciones, ya que era todo un personaje y estaba sumamente ocupado y que había decidido postergar sus oficios, solamente para atenderlos…pero que si se ponían con malacrianzas…entonces ella se lo diría y se trancaría entonces la posibilidad de entrevistarse con él.
Los amigos, ante la dureza que presentaba la fémina…decidieron seguir adelante…pero qué si volvía a suceder…se irían.
La doña, se les plantó cara a  cara, y regañándoles nuevamente…los llamó malagradecidos y malayos muy soeces y vulgares y que si no le presentaban una disculpa que le salvara su maltrecho honor…no los recibiría nunca más.
- ¡Todo hasta aquí ha resultado: Bueno! – Reflexionó José.
- …Ciertamente… - Convino Jaime
- ¡Pero esto tiene que culminar…perfecto! – Asintió Miguel.
- Claro que debe estar mejor…estoy yo… - Concluyó la doña.
- ¿…Y su marido?
- …Está adentro…y nosotros afuera…
- …Bueno… ¿Podremos entrar?
- ¿…Entrar…? ¡….Qué desperdicio…! …Y…pensar…
- ¿Y pensar qué?
- …Pensar de pensar…
- ¿Y cuál es el desperdicio?
- ¡…Ay…tanta basura…! ¡Qué fastidio!
- ¿Basura?
- ¿Está sucio el ranchito? – Preguntó Jaime. No había terminado de hacer su pregunta…cuando la esposa…se fue poniendo rojo…rojo a explotar y todos al ver, la expresión de ella…se quedaron sorprendidos y nerviosos…esperando la explosión femenina.
- ¿…Ranchito? ¿Cuál ranchito me hablas tú?
- …Quise decir…su morada… - Jaime comenzó a retroceder ante la iracunda, quién estaba a punto de reventar  y no escondía su cólera.
- ¿Morada? ¡No mijo! ¡El color de mi Mansión es: B L A N C A!
  ¡Además yo vivo en una MANSION! ¿Estamos? – La doña miraba instintivamente hacia su casa, como esperando que de un momento a otro apareciera su enojoso maridito.
- …Perdóneme -  Tanto Jaime, como sus dos amigos, se contagiaron y temieron que el señor de la casa…ojalá no saliera…pensaron que de haber sido así  el problema…se hubiera tornado  insoportable…porque el pánico que demostraba su esposa…era contagioso.
- ¡…Mi excelso maridito si te escucha te arranca…la lengua! – El trío, tragó fuerte. De ser esa la posibilidad… ¡Adiós comprita!
La excelsa dama, miraba con una mirada cómplice…les hizo notar…qué ella, a pesar de todo…estaba con ellos y de una forma u otra les hacía creer, que era de confiar y que les ayudaría con su esposo.
Haciéndoles señas. Les indicaba, que iría a ver si su esposo…los había escuchado e hizo con ademanes exagerados…qué sigilosamente se percataría de que no fueron escuchados…
Miguel, les hizo señas a sus camaradas. Pidiéndoles más prudencia. Tranquilidad y sosiego.
- Perdóname Miguel…se me salió…nunca pretendí ofenderla… -  Se excusó Jaime, muy apenado.
- …Hay que tener mucho cuidado…la gente del campo…son muy delicadas….
- ¡De que es un Ranchito…! ¡…Lo…es! -  Alegó José resueltamente.
- ¡…Estamos claros…! – Concluyó Miguel.
- …La verdad es que…no me arrepiento de lo que dije…me arrepiento es: ¡…De haberlo dicho!
- ¡Exacto! – Ratificó José.
- …Como quiera que sea… ¡Es la verdad! – Dijo resueltamente Jaime.
- ¡…Y…Ojo! Qué puede ser una estrategia de  marketing… ¡Ojo!
- ¿Ojo? ¿Con qué?
- …Lo que te quiere decir el amigo aquí presente – José le indicaba a Miguel, señalando a Jaime.
- …Es que…de  qué es un ranchito… ¡Lo es! Pero puede ser que también te quieran hacer creer que es una M A N S I O N…y con ese cuentecito…se  te quieran afincar con el precio…
- ¡Eso! ¡Eso! – Ratificó eufórico Jaime.
- ¡…Y tú…por no querer ofenderlos…se lo aceptes!
- ¡No te dejes engatusar!
- ¡Al pan…pan!
- …Claro…claro…estoy claro en eso…  ¡Peeeeero…! ¡…Es bueno que ustedes sepan…que me encanta todo esto! ¡Me… encanta!  ¡Me encanta! Y estoy loco por  comprar   este… r  a  n  c  h  i  t  o…o  esta      M A N S I O N! ¿Estamos?
- ¡…Y estamos aquí…para ayudarte…para decirte nuestro punto de vista. – Ratificaba le Jaime a Migue, en una forma bastante explicita.
José no quiso quedarse atrás y viendo fijamente a Miguel, le espetó:
- Recuerda Miguelino… ¡Qué nosotros somos tus amigos!
- ¡Y nunca nos hemos engañado entre nosotros!
Miguelino…los miraba alternativamente. Asentía de una forma resuelta. Instintivamente, observaba hacia la Mansión…y al no ver a la dama, se volvió hacia sus cuates.
- ¡Está bien! ¡Está  bien! Entiendo todo…pero igual…me gusta y quiero comprar.
- ¡Craso error!
- ¿Craso error?
- ¡Por supuesto Miguelino!
- ¡…Cómo comprador…jamás debes darle entender…que esto te encanta!
- ¡Y qué estás  enamorado de esto  y por ello estás dispuesto a pagar…lo qué te pidan!
- ¡Jamás debes dar la impresión de estar interesado! – Le gritó Jaime, como tratando de que Miguelino entendiera de que para hacer negocio…no debía dar mucha muestra  de interés,  ya que el dueño se podría agarrar de allí para cobrar…una fortuna.
- …Pero…es la verdad…estoy sumamente interesado… - Se excusó Miguelino.
Jaime se puso las manos en la cabeza…en señal de total inconformidad.
José tomó un segundo y tercer aliento. Visteó hacia la Mansión…como previniendo con los dueños, en el caso de que aparecieran antes de ponerse de acuerdo y que  Miguel acepte el punto de vista que ellos asumen que sea el correcto.
José se le adelanto y se expresó así:
- Miguelino… ¡Por Dios!
- ¡…Silencio…ya vienen los dueños saliendo a recibirnos! – Les alertó  rápidamente Jaime, al percatarse, que el matrimonio salía a recibirlos a ellos.
- ¡Déjame negociar a mí! – Casi le gritó Jaime…disimulándolo como un susurro.
-- ¡Déjalo Miguelino! – Le susurró José.
El dueño, se percató de ese intercambio…al pensar de ellos, que era muy sutil…pero ya era evidente y no se pudo disimular. El dueño…zorro viejo al fin…se sonrió para sus adentros.
Los cuates, estaban muy molestos e inquietos…descubrieron que aún no estaban preparados para entrar en una negociación de esa envergadura.  Y el 

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