"El  pasajero                         


desconocido"
- …Si, pero de verdad…Nunca me enteré…
- ¡Eso Salió por todos los periódicos y todo! – Y me miraba como si yo fuese un…Extraterrestre o algo parecido. Me hizo sentir muy incómodo.
- …Está bien…pero no me enteré. Pero sigue, sigue…
- Contaron… ¡Seis! ¡Fueron seis los delincuentes que ella misma liquidó!
¿Y no sabes lo que le pasó a ella? Verdad… ¿Qué no?
- …No…Lo ignoro.
- ¡Nada!
- ¿Nada? ¿Qué era la “Mujer Maravilla” o qué?
- ¡No le pasó absolutamente…Nada!  - Como por cosas de loco…
Entraron un grupo de personas, como unos cinco o seis hombres, venían vestidos de “charros mexicanos” y no bien habían subido, cuando de repente sonó una trompeta a unos cuantos millones de decíbeles.
¡Que espanto! ¡Quedé electrocutado!
…No supe como podía reaccionar…
Me podía tirar por la ventana, pero mi compañero me obstaculizaba…
 …Y seguramente que mis pelos se habrán erizados hasta quedar como un puerco espín.  
En verdad, no supe ni qué hacer. Mucho menos hablar. Todo se detuvo.
Solamente sonaba ese escandaloso instrumento, que seguramente en un sitio abierto y amplio, uno podría escuchar los arpegios… Solamente pude “escuchar” volúmenes estereotipados.
…Mis tímpanos estaban a punto de: implosionar o de explotar.
A ciencia cierta, aún lo he podido describir.
¿Cómo se podía apreciar algo ante tanto bullicio…?
Uno de ellos cargaba una guitarra inmensa, grande, enorme…
Y por el volumen tan estrambótico de ese instrumento de viento, no lo pude apreciar y el pobre
le costaba mucho mantener su propio equilibrio.
(A pesar del escándalo, me pareció gracioso el ver los esfuerzos que realizaba para poder mantenerse en equilibrio y de llevar el ritmo.)
Un tercer ejecutante cargaba un violín… ¿Un violín…? ¿Y quién lo podía escuchar?
¡Yo no lo pude apreciar! Y este se meneaba tanto a la derecha como a la izquierda, como para atrás y para adelante. Ridículamente gracioso.
Un cuarto perteneciente a ese grupo musical, venía con un sombrerote grandotote el cual luchaba por mantenerlo puesto en su cabeza, a la vez que pegaba unos berridos…
Que para decir verdad…No supe apreciar.
Un quinto perteneciente, cargaba los sombrerotes del resto, ya que el cantante era el único que persistía en tenerlo puesto sobre su cabeza.
Y el sexto, quién no venía “disfrazado de charro” estaba haciendo las presentaciones de rigor.
Solo que yo, en lo personal, no escuché.
Pero en un instante en que todos se callaron, al parecer todos estaban de acuerdo, entonces el “presentador” a viva voz y con toda su emoción comenzó a presentar a cada ejecutante.
Primero fue el trompetista…Quien lanzó sonidos cada vez mas y mas altos, perdiéndose el poder escuchar su nombre.
Luego el de la inmensa guitarrón….
El del violín se lució, porque aparte hizo unos pases de “torero” que de “mariachi”, muchos de los presentes se levantaban y le lanzaban “vivas”.
Y cuando le tocó al cantante, primero se lanzó nuevamente el de la trompeta, el del guitarrón, el del violín…
Y por lo menos yo no le supe apreciar si tenía voz de: soprano, o de barítono o de bolerista.
O si era un guarachero. 
Y no bien habían terminado una melodía, cuando arrancaba con la otra.
La situación era harto insoportable. Por espacio de unos diez minutos estuvieron en su función.
Pero para mi…Fueron unas cuantas horas de suplicio.
Con ese calor extremo.
Con las peripecias de ese loco chofer.
Con el tráfico endemoniado que había en ese momento.
Pero no me quedó mas remedio que aguantármelo… ¡No tenía escapatoria!
Aguanté estoicamente todo.
¡Hasta que al fin, terminaron y su presentador comenzó a pasar su sombrero por cada uno de los que allí estábamos!
Y a los que como yo, no dimos ninguna propina…
Nos lanzaban pitas tan escandalosas…
No me quedó mas remedio que meter mi mano al bolsillo de mi pantalón y saque el primero que pude tocar.
Y el muy desgraciado, ni chance me dio de poder ver si era de baja, mediana o de alta denominación.
Me lo arrancó de mi propia mano, que aún no había sacado a plenitud.
¡Fue rapidísimo todo, ni tiempo me dio de pestañear!
¡No me dio oportunidad alguna!, ya que el trompetista me “atacó” con mucha vibración de su instrumento de viento, atrás venía el de la guitarra enorme, el del violín que no se me pudo acercar ya que hubiese tenido que pasar por encima de sus compañeros.
Y como para “justificar” esa acción, se detuvieron a mi lado y todos los instrumentos se enfocaron hacía mi persona.
¡Todo mi ser se estremeció!
¡Qué desfachatez!  Y este suplicio tuve que pagarlo.
Y hasta que no llegaron hasta el último…No se pararon.
¡Al final…Así como se montaron…Se bajaron!
¡Qué alivio! ¡Suspiré hasta que mis pulmones se quedaron vacíos!
Para mi asombro, mi compañero de asiento se levantó de forma espontánea y los aplaudió y vitoreo con mucha alegría.
¡Tan solo lo miré, sin pronunciar palabra alguna!
Luego se sentó y con la mayor naturalidad, sacó su “botellita” y se empinó un trago largo mientras tarareaba sin son esa horrible melodía.
Los ecos de esa terrible trompeta, retumbaban en alguna parte interna de mí ser.
El sordo y rimbombante sonido de las cuerdas, movían una parte vital de mi estomago.
Volvimos a la “normalidad” los gritos y maldiciones del chofer, quien no perdía ocasión para insultar a todos los que con seguridad: No le oían.
Y a mi lado…El pasajero desconocido.
Pasados unos segundos, me volvió a interrumpir.
(No deseaba tener ningún tipo de contacto con mas nadie.

Tan solo ansiaba que llegara mi esquina, en dónde mandaría a parar y poderme bajar…Completo de allí.)

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