- ¡Es tú culpa…nunca debes permitir que se vayan!
- ¿Y qué puedo hacer?
- ¡Tú eres mujer…tú sabes entretener a un hombre!
- …Pero…yo…
- ¡Corre…corre bruta…tráelos! ¡Corre! ¡Si se van es por tu
culpa!
La mujer, al recibir los empujones de su Señor…comenzó a trotar
y después corrió desaforada tras ellos.
- ¡Opa…opa! ¿Para dónde pretenden irse?
Ellos se detuvieron.
Jaime, le hizo un ademán a Miguel y a José, la fémina no se percató de ello.
- ¿Y…por qué
ese mal
carácter? ¿Están locos? …Vamos…regresemos
a seguir dialogando…Vengan…vengan… …Así no se puede negociar…mi amor…no los
quiso ofender…es que la actitud tuya… ¿Estás loco? ¿Por qué vienes a destruir
mi rancho…digo mi Palacio? ¿Estás loco? ¿Ustedes aceptarían a este rolo
loco…destruyendo tu casa? ¡ESO NO SE HACE!
Poco a poco, los
regresó. Su Señor…tenía cara de… ¡Yo no fui!
- ¿Y qué habrá
pasado? ¡…Ustedes son mis Invitados…! ¡Aquí ninguno los ha atendido mal! ¡Yo
por lo menos…jamás! ¡…Y si esta mujer…los ha tratado mal…Me lo dicen!
…Y para reparar
cualquier daño que sin querer…mi mujer,
los haya ofendido…les ofrezco un…cafecito…para bajar las tensiones…para
ponernos a tono… ¿Les parece?
Los asistentes
hicieron señas de agradecimiento. La mujer, contestó así:
- ¡…Me parece muy
bien…muy bien…!
Los hombres la
miraron. La mujer asentía muy convencida. Pero no se movía…hasta que al final su
esposo le espetó de muy mal talante:
- ¿Y qué estás
esperando?
- ¿…Esperando…?
- ¡Corre bruta! ¡Ve
a preparar el café para todos nosotros! ¡Corre haragana! – Y dirigiéndose hacia
sus invitados, les agregó:
- ¡Estas mujeres de
hoy día! ¡Hay que estarlas arreando! ¡Brutas…haraganas!
Sus invitados
guardaron silencio. Nada podían agregar y no querían meterse en problemas
innecesarios.
- …Hay que tener
paciencia…digo yo…a la final… ¡Son mujeres!
El
negociador…hablaba y hablaba, pero ninguno…ni lo miraban. Al percatarse de que
su perorata…no tenía audición…disimuladamente se fue alejando hacia la cocina y
como hablándoles pero sin mirarles…se fue como murmurando.
Los tres se
percataron y se sonrieron. No había necesidad de hablar.
Miguel, se fue hacia
el frente. Observó desde la puerta de entrada. Y sin decir palabra
alguna…arrancó a caminar y a caminar. Tomó su decisión…quería inspeccionar su
futura tierra…sentirla un poquito más cerca.
José lo vio
marcharse y se fue lentamente detrás.
Jaime…no tenía
intenciones de ir. Se quedó rezagado.
Comenzó
distraídamente a ir inspeccionando y en eso estaba, cuando se percató al dueño
detrás de él.
- …Intuyo
Jaimito…que usted…como que le está buscando cinco patas al gato…
- …No es eso…
- ¡…Yo le voy a
proponer algo a usted…!
- ¿…Algo…y qué
sería…?
- …Algo que
usted…desea…
- ¿…Y qué será…?
- …Ambos somos
hombre de negocio…
- …Ujum…
- …Ambos somos
hombres de mundo…
- …Ujum…
- …Ambos sabemos lo
qué queremos…
- ¿Y…qué quiero yo?
¿…Dinero…acaso…?
- Yo poseo, lo que
usted ansía…
- ¿Sí?
- Si y por sus
miradas…intuyo que la desea.
- ¿Qué será lo que
deseo? ¿Acaso me ha leído mi mente?
- Usted sabe que
puedo.
- ¿Y que será eso
que tanto deseo? ¿…Será dinero…?
- ¡…Ambos somos
hombre de dinero! …Si usted me ayuda a venderle a su amigo y cuate…Miguel…yo le
ofrezco…a…alguien…escúcheme bien…yo solamente la he poseído… ¡Ayúdeme a vender
esto! ¡Ayúdeme y se la…regalo!
En ese momento…se
escuchó gritos.
- ¿Escuchó gritos?
El magnate lo sujetó
con fuerzas, el joven forcejeó para librarse.
- ¡Cerremos primero
este negocito! ¡Ayúdeme y le pago su comisión…yo pago siempre! – Jaime corrió
hacia los gritos y el don corrió a su cocina.
- ¡Imbéciles!
¡Ineptos! Estoy rodeado de tanta inmundicia. De tanta iniquidad.
Se negaba a atender
las llamadas que se escuchaban.
II
Miguel, salió muy
contento. Contemplaba y admiraba todo a su alrededor. Todo le parecía
encantador y por supuesto él estaba encantado y muy satisfecho con todo. Sus
amigos le hicieron mucho hincapié con la chocita. Y estando consciente de que
tenían su razón…poca atención le otorgó. De hecho casi ninguna.
Con tumbar eso,
solucionado ese problemita. Claro, Jaime, le había insistido en que ese
viejo…seguramente querría una fortuna por esa tierra. Por supuesto que
coincidía con esa apreciación, también José acertaba en esa misma dirección.
En todo caso, guerra
avisada…no mata soldado y si lo mata…
Lo que no le
cuadraba mucho, es esa unión de esos dos…tan disimiles…inexplicable, pero ¿Qué
se podía esperar de esa pobre consorte? Ciertamente
es molestosa y hasta obstinante, pero…
Divisó como a sesenta metros una protuberancia. Le pareció
interesante. Es más…lo intrigaba. Había
como una hondonada, a su lado…así que se fue acercando.
Su atención iba de
un escenario a otro. Apreciando el paisaje, se retrotraía una y otra vez a esa
extraña negociación- Extraño personaje. Se le asemejó a Don Quixote. No se
negaba que era sumamente grotesco…divertido…y ridículo.
Pero también era
cierto que era como muy…conflictivo…odioso. ¡Pedante…pero sobre todo
un…Patán!
¡De mil amores…se
largaría de allí! ¡Qué viejo tan
ridículo y cursi! …Si no fuera que estaba decidido a comprar al costo que
fuese… ¡Pero ya lo tenía harto!
…Es más…cuando nos
retiramos…estaba dispuesto a abandonar toda negociación con ese ridículo esperpento…Si esa fémina, no
los hubiera alcanzado…
En ese preciso
instante… ¡Sintió que lo apretujaron por el cuello…! Todo se detuvo a su
alrededor.
¿Me están ahorcando?
Se preguntaba una y otra vez.
¿Cómo puede ser
posible esto?
Como loco, comenzó a
tirar golpes y fue cuando se percató que sus pies no tocaban suelo.
Sintió que estaba
como al borde de un precipicio…sólo que no podía detectarlo.
…Pero… ¿Cómo?
Sintió que estaba
pataleando y pataleando.
Lanzando golpes por
doquier, pero ninguno lograba hacerlo efectivo, sentía que sus golpes se
perdían en el infinito.
Luchaba con todo su
ser…ese fue un ataque sorpresivo y traicionero.
Quiso
gritar y gritar. Ofender y retar a su atacante.
Pero no pudo. No le
salieron palabras. Tan solo sentía que lo estaban ahorcando. Instintivamente
buscó con sus manos, hacia arriba, creyendo que lo sujetaron desde lo alto.
¡Pero no pudo
conseguir, nada!
¡Qué momento tan
angustiante!
Sus manos, se fueron
a su cuello y fue cuando tuvo la certeza que lo sujetó por allí.
Quiso ver qué lo tenía sujeto. Quiso mirar hacia
sus piernas, apenas pudo imaginar que estaba pataleando con mucha fuerza.
Pero tampoco pudo
verse. Su visión era borrosa.
En ese momento, su
angustia llegó al paroxismo… ¿Quién lo atacaba? ¿…Quién…?
Y de repente,
escuchó una voz potente y como de ultratumba…
¡Lo paralizó el
pánico!
¿Fue un trueno…el
que le ladró?
Escuchó con
detenimiento. Azuzó sus sentidos.
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