"El pasajero desconocido"
…Pero por supuesto que caímos en una encrucijada.
El chofer angustiado comenzaba a pegar alaridos, halándose las cuatro mechas que aún conservaba en su pensera.   
Las mujeres que estaban allí gritaban y gemían, pero no querían perderse de nada cuanto estuviese aconteciendo.
Pronto se solucionó todo.
En cuestión de angustiosos segundos, que se transformaron en tiempos que no querían pasar.
Al llegar carros de patrullas y una decena más de motorizados, que llegaban de todos los lados.
Aquello fue un verdadero aquelarre.
Todo era confusión.
Gritos y chillidos. Mujeres con ataques de nervios.
Empujones. Amenazas.
Un verdadero infierno, todos desconfiando de todos.
- ¿A cuántos habrán liquidado? – Gritaba el colector presa de pánico.
- ¡Sácanos de aquí chofer estúpido! – Vociferaba una vieja ya fuera de si, que estaba ubicada en la parte trasera.
- ¡Ay Dios Mío…aquí nos van a matar! – Gritaba otra.
Unos chiquillos estaban gozando, viendo como se batían a tiros.
- ¡Se tiraron al gordito…! – Festejaba uno de ellos, ya desaforado y con más de la mitad de su humanidad asomada por una de las ventanillas de esa unidad.
Y en el mismo instante, contemplé como su madre lo golpeaba con furia, para esconderlo pero este ni pendiente de la angustia de su madre.
- ¡Mira como están cayendo como palomitas los bandidos! – Le gritaba otro de los chiquillos.
Estaban emocionados viendo en vivo y directo un enfrentamiento entre ladrones y policías.
- ¡Yo apuesto a los policías! – Dijo uno de los jóvenes, y tenía en sus manos varios billetes como para despejar toda duda.
Pronto se le enfrentaron varios y sorprendentemente fueron ya hombres adultos quiénes emocionados le ofertaban.
 - ¡Yo apuesto a que matan por lo menos a uno de los policías…!
- ¡A qué caen primero…los policías!
- ¡1.000 contra cien: cae un bandido primero!
¿Quién me caza la apuesta…pero ya?
- ¡Va…Aquí están mis cien! – Gritó un anciano que estaba ubicado en la mitad. Corrió y le llevó su billete.
Mi vecino estaba en estado pasivo, yo estaba angustiado y él al notarlo me hizo señas y acompañó con palabras sus gestos…
- ¿Estás viendo…? – Me decía mientras señalaba ese carnaval de bajas pasiones.
- ¡…Ni te creas que esto es nuevo!  Nada cambia, permuta.
¡Ya desde la creación de los tiempos…!
Hace millones y millones de años.
¡Codiciosos hasta la muerte! Así es, y así seguirá,
…Los humanos éramos así
¡…Y por lo visto; no ha habido cambios! Ni los habrá.
…Y eso qué Nuestro Señor Jesucristo vino a redimirnos de todos los pecados. ¿Pecados?
¿Y quién acepta ser un “Pecador”? Nadie.
¡Qué creación tan inhumana, la nuestra!
¡Ni Buda, ni Mahoma, ni Cristo!
Dios nunca se imaginó que al darle el “Libre Albedrío” a sus hijos o creaciones…
¡En el tremendo rollo en que se ha metido!
Todos estaban muy pendientes de esta apuesta. 
De cuánto ganarían con la desgracia o el dolor de otros…
¡No les importaba!
- ¡Cayó un policía! – Chilló uno por allá.
Todos volvieron hacia la dirección que les indicaba.
En efecto, una baja policial. Lo chequearon muy bien…
Y ni siquiera movía ni los dedos de sus manos.
Una vez comprobada la baja, corrieron a cobrar los ganadores.
- ¿1.000 a cien a qué se muere? ¿Quién…quién…?
Mi compañero de asiento, estaba igual que yo, presenciando atónitos todo cuanto estaba aconteciendo.
- …El género humano es muy contradictorio.
¿Te has fijado lo irónico de esta vida?
…Allá se están matando a tiros.
La sangre está fluyendo a fuerza de tiros.
¿Y acá?
¡Están apostando! Esto me recuerda a los “Juegos” que preparaba “César” para aplacar al pueblo: “Pan y vino”
Esa fórmula siempre ha sido muy efectiva. Drena las pasiones. Y aunque no quiera reconocerlo; somos así. –
Fijé mi atención hacia los que íbamos en esta bendita unidad.
Y de verdad, que me dio la impresión de que estábamos en un “Mercado Persa”.
Me sentí muy triste, el comprobar que por naturaleza el ser humano se comporta de una forma mas bien: “extraña”, por lo menos para mí.
Unas cuántas locas están chillando.
- ¿Y por qué chillan, esas de allí? – Me respondió alzando y bajando sus hombros…De impotencia.
Otras están delirando viendo la sangre correr.
- ¿Y esos carricitos? – A lo que me respondió de la manera mas natural…
- ¡Apostando!
Disfrutando de una forma sádica.
¿Y nosotros dos?
¡Asombrados viendo las bajezas humanas!
Dime: ¿No está este mundo Crazzi? 
…O sea: ¡Loco! Este mundo está así…No tiene remedio.
Realmente que estamos hasta vacunados, contra el dolor ajeno.
Ya vemos estas cosas…Y estamos como inoculados, no sentimos…Insensibilizados contra tanta podredumbre pueril y vana…
¿Será esto lo que hemos dado por llamar: Humanidad?
Y en uno de esos instantes, me tocó el brazo, halándome con fuerza y me dijo…
- …Esto me recuerda un enfrentamiento entre narcotraficantes y policías, allá en Ciudad Juárez, México.
¿Conoces esa bella ciudad? – Yo me le quedé viendo. Y hasta llegué a pensar…
(¿Y ahora qué nueva historieta me irá a relatar?)
No supe reaccionar en el momento.
Angustiado como estaba por la tremenda tirazón en que sin querer me encontraba sumido.
Así que sin prestarme la menor atención, continuó con su nuevo relato…
- …Allá en México la situación está bravísima con los del narcotráfico. Es sencillamente: ¡Espeluznante!
¡Se están matando a plena luz del día!
No hay respeto por la vida humana. Por nada.
¡Mira ni idea tienes de cómo están de feas las cosas allá!
Eso es el propio: ¡Infierno! Tierra de nadie.
Todos contra todos.
- ¿Qué también viviste allá? (Le pregunté ya molesto)
- ¿No me crees?
- ¿En México…? (No lo podía aceptar.
Este pedazo de viejo, resulta que es hasta: ¿Cosmopolita?
¡No, me negaba a aceptarlo! No puede ser que haya ido allá, cuando a mí ni siquiera se me ha presentado esa oportunidad. ¡No!)
- Llegué hace poco. Estuve viviendo en Ciudad Juárez y te comento que allí ya no se puede vivir.

¡Todos los días matan gente allá! 

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