"Reflexiones" Un relato....



“Reflexiones”

Me encontraba en el frente de mi casa.
Limpiaba el mucho sucio que se va acumulando por el constante pasar de vehículos de todo tipo.
Tan absorto estaba que no me percaté de que un vecino cuyo nombre es Domingo  -fue el bodeguero de la esquina, hasta hace unos 9 meses-  me estaba observando con un inusitado interés por verme laborar (Reconozco que no lo hago todos los días.)
El caso es que allí estaba contemplándome con insistencia  -y fue tanta, que sentí su mirada en la espalda-  cuando me volví, allí estaba.
- ¿Cómo estás? – Fue su saludo al verse descubierto por mí.
- ¡Epa Domingo! ¡Bien, bien! ¿Y tú cómo te va?
- Aquí me ves. Ando medio tristón.
- ¿Y eso?
- …Por lo visto no supiste lo que le pasó a Rubencito…El hijo de Rubén…Mi vecino de al lado.
- No. ¿Y cuál es él?
- ¡Un carricito que siempre andaba en pantalones cortos y con franelita! Un gordito morenito.
No me vengas a decir que nunca lo viste…
- Bueno Domingo, lo que pasa es que como siempre ando trabajando o encerrado en la casa, que poco me entero. En cambio tú, como tuviste esa bodega… ¡Tú te conoces a todos los del sector! – Se me quedó mirando y reflexionando me dijo…
- ¡Será! El caso es que por tu respuesta, no supiste lo que le pasó…
- No. En verdad que no. ¿Y qué le pasó al jovencito?
- Que lo mataron.
- ¿Cuándo?
- Hace dos días.
- ¿Y cómo fue eso? ¿Dónde?
- Te cuento: Ese muchachito  -porque era eso, puro tamaño, pero “mente de pollo”-   era siempre muy “avioncito” siempre quería estar metido en todo.
Pues bueno, resulta que iba pasando por “La Curva”
Y era eso de las cinco de la tarde.
Cuando de repente se desató una pelea. ¡De ese tipo de peleas callejeras! Y él que era mas metido que “vieja chismosa” se le ocurrió devolverse y al ver que se estaban peleando dos hombres… ¡Se metió!
- ¡Carajo! ¿Y por qué se metió?
- ¡A separarlos!
- ¿Pero los conocía?
- ¡Que va a conocer! Eran dos hombres que por alguna razón se estaban entrompando a golpes.
Y él se metió a separarlos, y les dijo:
“No se peleen. Es mejor que se arreglen sus diferencias”
¿Y sabes cuál fue la respuesta de uno de ellos?
- No.
- Pues se sacó una pistola del pantalón y pegándole ¡Cinco tiros! Le dijo: ¡Por pajúo! ¿Quién eres tú…?
Y: ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!  ¡Pum! ¡Pum!
Lo mató. Allí quedó tendido el cuerpo de ese carajito. ¿No da lástima eso?
- Pero es que no entiendo. ¿Lo mató…Así…Así…?
- Así mismo. Y eso fue lo que comentaron algunos testigos. Pero como entenderás, en cuanto eso pasó el asesino y el otro con el que estaba peleándose. Huyeron a toda carrera.
- ¿Y nadie lo auxilió?
- Cayó muertecito. No dio tiempo de nada mas.
- Perdóname, pero eso parece “de locos” en primer lugar: No entiendo que estaba haciendo ese carajito allá ¡tan lejos de acá!
- Eso nos estamos preguntando nosotros.
Porque a todas estas…No aparecieron ninguno de los que se estaban peleando.
Y además ¡nada tenía que hacer allá, tan lejos de su casa! Si él no conocía a ninguno de por esos lados.
O por lo menos   -eso me lo creo yo-  no entiendo nada de nada. El caso es que ahora está muerto.
Su madre y su padre, están desgarrados.
Imagínate: Único hijo.  Pero loco, callejero y metido en cuanta vaina conseguía.
Lo de él era estar en todo.
¡Nadie lo llamaba…Pero él se metía!
¿Y qué podemos hacer ahora? Su padre siempre estaba detrás de él. Cuidándolo.
Porque al parecer no tenía mala intención. Pero le gustaba estar enterado de todo lo que pasaba.
- Bueno, en verdad que lo lamento mucho.
- También yo. Pero nada mas podemos hacer. – Y diciéndome esto se fue alejando.
Y me quedé con esa terrible sensación.
Pensando en ese pobre padre  -porque ya estaba recordándolo-  y es que en una ocasión presencié una huelga de estudiantes que habían tomado la nefasta decisión de trancar la avenida y de repente lo vi, llegó corriendo por el frente de mi casa…iba muy angustiado.
En verdad era del tamaño de un hombre, con su contextura…Pero si lo observaba bien en su rostro…Era apenas un niño.
Iba vestido con un short de rayas y una franela, y de calzado unas cotizas.
Me llamó la atención que no “entonaba” con el grupo de estudiantes  -que para mí, eran universitarios-  pero hasta allí llegó.
De repente fui testigo de que comenzó a hablar con algunos de esos chicos y al rato lo vi cargando con cauchos y armándose de piedras, en su clara intención de apoyarlos.
Asombrado los vi. Pero de repente un señor de mas o menos mi edad, llegaba presuroso y nervioso.
Lo agarró por la franela y lo regañó.
- Debe ser su padre. – Le dije a mi esposa.
Y en efecto, lo sacó de ese tumulto. Y al pasar al frente de nosotros, lo iba regañando.
¡Justo a tiempo! Puesto que a los escasos minutos se escuchaba la sirena distintiva de los policías.
- Mejor nos metemos. – Me recomendó mi esposa.
Y en la seguridad del hogar comenzamos a escuchar fuertes detonaciones. Gases lacrimógenos.
Y todo el escándalo que esto conlleva.
Me quedé sumido en mis pensamientos; ningún padre es participe de que su hijo esté en esos problemas. Y el señor, le noté muy enojado.
¡Gracias a Dios que llegó a tiempo!
Pero lamentablemente no pudo llegar a tiempo para salvarle la vida a su pequeño retoño.
¡Qué pesar me dio! En realidad me entristeció mucho ese pequeño relato.
Una vida tan joven que se perdió por una insensatez.
¿Qué tenía que hacer por esa zona tan peligrosa y por qué meterse en pleito de extraños…?
No lo sé. Domingo tampoco. Y con toda seguridad ese pobre padre…Ni idea tendrá.
¿Y cómo quedaría esa pobre madre?
Yo como padre, siempre he protegido a mis hijos.
Él lo hizo  -y me consta de ello-  pero en esa última  ocasión…No pudo.
Un hogar destruido, sin razón alguna.
Una vida joven cegada… ¿Pero por qué…?
…Jamás lo sabremos….


Bernardo  E.  López  Baltodano
Belbaltodano.

11 – 11- 2. 014.-


No hay comentarios:

Publicar un comentario