"...Mi pequeño saltamontes..."




Conversaciones con don  Carmelo


¡La vida…!  ¡…La vida, mi “querido saltamontes”!


Nov…25…2.014.-



- ¡Ah mucho cuidado conmigo!
Mira que mas cuerdo que yo…
¡No lo eres tú! ¿Ok? – Le asentí con la cabeza, pues preferí omitir palabra alguna.
Me miró de reojo, en varias ocasiones y cuando ya se percató de que todo lo tenía arreglado, continuó así…
- ¿En dónde…En dónde? ¡carajo!
Estarían esos “guarda – espaldas” que ¿la estaban custodiando?
Por mi inquietud es que acordando de estos hechos que se suscitaron hace ya…
¡Muchísimos años luz! 
…Y por supuesto que no estoy esperando el que tu me entiendas y mucho menos me comprenda. ¡Pero solamente yo, sé el desarrollo de esos acontecimientos y que estoy presto a revelártelos…
Si me tienes paciencia!
Así que arranco nuevamente a seguir en la narración de aquellos hechos….
Y estos continúan así…
Como ya te había referido…
¡Esa mujer me sacó de mi mutismo!
Que aunque te cueste creérmelo…
¡Soy muy tímido!
Y allí estaba. Y te juro que fue así.
Ella me estaba “atacando” ¿y yo?
Anonadado. Sin poder reaccionar ante ese acoso tan divino.
Y me dejé “abordar” ¡qué rico ser consumido! por tan hermoso ejemplar…
¡Pero! Y siempre existe “un pero” esa fruta tenía su dueño.
Que por supuesto, no estaba dispuesto a compartirlo: ¡Con nadie!
Y ella no quería o no supo percatarse de este minúsculo detalle.
Sus guardianes eran muy celosos con ella.
Unos se lo permitieron…Pero uno de ellos: ¡No!
Y ese “uno” fue el fiel de la balanza, que determinó nuestros destinos.
Nunca se imaginó que “ese” señor la fuera a desgraciar… ¡Llevándome por delante!
- …Me tiene en ascuas… - Le señalé al verlo tan dubitativo.
Me escuchó con paciencia, pero era rehén de sus propios recuerdos.
Se tomó unos instantes  -muy prolongados para mí-  al cabo de los cuales los tomó para revivir en sus adentros todas esas escenas, que de una u otra forma se negaba a hacerlas públicas.
Y eso entendí, por lo que no me quedó mas remedio que esperar a que él siguiera el ritmo de sus vivencias, aproveché para visualizar el entorno ya que había perdido esa noción.
Miré hacia todos lados, para estar pendiente de todo.
Y me pude comprobar que nadie estaba en sintonía con nuestra conversación.
Todo seguía su ritmo normal. Al escuchar nuevamente su ya conocido tono de voz, suprimí mi atención a todo nuestro entorno y me volví a concentrar en él…
- Nos encontrábamos nosotros muy absortos en nuestro incipiente
¡Gran amor!
Demostrándonos el afecto requerido…

Y no sé precisarte ni en el espacio, como tampoco en el tiempo…

Bernardo....

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