Juegos...Perder o ganar.





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“Así no me gusta”



- ¡No, así no me gusta! – Gritó muy colérico
Pedro al ver que el juego ya no le estaba gustando (Se le veía sumamente alterado, las venas en su cuello denotaban intenso tránsito… ¡Hasta se temía que se le explotasen!), puesto que en ese momento  le tocaba perder.
Juan   -su contendor-  se enfrascó en una fiera discusión, ya que si aceptaba lo que su compañerito de juego afirmaba…Él perdería un punto y a esas alturas el juego iba parejo, con la diferencia que ya se estaba consumando su tiempo.
- ¿Ah, no te gusta?
- ¡No! No me gusta.
- ¡Pues te fregaste! Pero… ¿Por qué vas perdiendo…? Y ya quedan unos minutos para terminar este partido. ¡Y con ése punto…Gano yo! ¿Ok?
- ¡Eso es trampa! – Y por mas que protestó, no le hicieron caso.
En pocos minutos finiquitaba el dichoso enfrentamiento, quedando Juan como el ganador.
Y ya una vez que todo se había consumado, quedaba la terquedad de Pedro el cual se negaba sistemáticamente a reconocer ese resultado.
- ¡No vamos a dar “tiempo extra”!
- ¿Y por qué no, me tienes miedo, ah? – Su protesta estaba adquiriendo ribetes de pleito cosa que no se la iban aceptar ninguno de ellos.
- ¡Eso no es justo! – Siguió muy enojado.
Pronto se originó un enfrentamiento, muchos apoyaban la buena lid de Juan en contraposición con la de Pedrín.
 - Vamos a ver… - Dijo uno de los adultos que se vio obligado a intervenir para evitar un enfrentamiento “de manos” de los chiquilines.
- ¿Por qué no aceptas que perdiste Pedrito?
- Porque…Porque… ¡Él me hizo trampa!
- Pero es que todos lo vimos. Y claramente nadie te ha hecho trampa acá.
¿Por qué te resiste a aceptar el veredicto?
Perdiste  ¡y ya! – Visiblemente enojado el Pedrón  se retiró muy molesto y los cuatro o cinco de sus amiguitos que lo apoyaban, se retiraron con él.
Ya han transcurrido unas horas. Ya todos están en sus casas, y Juan decidió ir a visitar a su amiguin el Pedrín.
- El ¿Por qué tú te niegas a aceptar lo inevitable? No lo entiendo.
Acéptalo. Perdiste y ya.
- ¿Y por qué no me dejaste repetirlo, ah?
¡Yo debía ser el “ganador”!
- ¿No te has leído las reglas?
- No. Ni me importa.
- ¿Y por qué no…?
- Porque no quiero ser como los adultos. (Tampoco quiero ser como tú “enterrado entre los libracos” ¡Que te van a volver loco!)
- ¿No quieres ser como los adultos…? 
¿Y…Cómo son ellos?
(¡Qué extraño es este! Tanto tiempo “conociéndolo”… ¡Y mira con lo que me sale, lo desconozco!)
- ¿No los ves? Siempre andan con el ceño fruncido. ¡Amargados y refunfuñando!
- “El ceño fruncido” ¡No te entiendo!
- Prefiero no enterarme de nada. ¡Y así no vivo de las complicaciones de ustedes que se la pasan lee, que lee! – Juan no lograba entenderlo. Y razonaba para sí mismo…
- ¿Quiere decir que me la paso con “el ceño fruncido”, como los viejos…?
¡Válgame Dios con lo que me viene a salir este!
(Querrá decirme que me estoy “volviendo un viejo” ¿simplemente porque leo…? 
Si me la paso estudiando todo lo que me cae a la mano…) Y mientras meditaba, lo estudiaba estupefacto.
No lograba acertar con la lógica del razonamiento de su vecino y amigo de toda su tierna vida. En ocasiones jugaban…Pero es que hoy  ¡se está portando muy “raro”!
- ¿Y cómo pretendes tú andar en este mundo, sin estudiar? ¡Estás loco!
¿No ves que para todo hay que estudiar?
¿…Y para qué asistimos a la escuela…Ah?
- ¿No lo ves? ¡Está clarísimo! Mientras mas uno se entera…Mas irascible se pone uno.
¡No te ves tú mismo? Te la pasas regañándome todo el tiempo.
¡Con tus benditas reglas!
Porque para todo uno tiene que estudiar.
¡No quiero estudiar!  …De nada quiero enterarme…Que si la “cosa” va bien o mal
¡No es de mi incumbencia!
- ¡Ignorante  te vas a quedar!
- ¡Pero me la pasaré feliz! ¡Feliz, feliz como una lombriz! ¿No lo ves? No me importa nada.
No me entero de nada ¡y soy muy alegre!
Y para que te enteres: ¡Me importa un bledo ganar o perder!
Y si no aprendo a leer ni a escribir…
Mejor porque nunca me enteraré de todas las cosas que los amarga a ustedes… ¡Que todo lo saben! – Y diciendo esto comenzó a bailar y a danzar con tanto frenesí, que se tuvo que apartar.
¡No acertaba a entender ese razonamiento!
Y retirándose de esa casa, lo dejó muy entusiasmado en su extraño baile y en su forma de gozar.
(Se regodea en su ignorancia. Se revuelca en su estiércol. ¡Qué lástima me das Pedro!
No logro comprender ese tipo de razonamiento. Pero esa es su vida.
¡Él verá que hará cuando ya sea un hombre! ¡Caletero será!)
Y analizando se fue. No pudo dilucidar ese punto de visto.
Y es que en verdad, depende del ángulo en que uno se coloque.
En su caso muy especial  -al igual que muchos padres-   nunca aceptarían esa forma de ser.
Pero recordándoselo mejor, le vino a su mente, que en esa casa no tenían la figura del padre.
La señora los reponía con mucha frecuencia.
¡Pobrecito el Pedrón!
Bruto nació…Y así terminarán sus días: Como peón, como obrero o caletero.
Y cuando no pueda, pues a mendigo terminará.



© Bernardo Enrique López Baltodano 2015





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