"cachirulo"
¿Y de esos…?
¡Yo no me fio! Yo los ataco y les doy muy duro.
¡Pero claro…No soy un corrupto policía ladrón!
¡Soy un comerciante honesto y trabajador!
Es más me declaro: ¡Inversionista!
Toda mi vida, la he invertido en mejorarle la calidad de vida, a personas, que como ustedes…  ¡Están siempre a la deriva!
Intempestivamente, Diego que le estaba haciendo señas, de que ya se tenía que ir…Pero su parlante estaba: Bla –Bla – Bla y no cesaba de hacerlo y sin mirarlo siquiera.
Así que aprovechó un descuido y se fue,
Cachirulo siguió imperturbable. Hablando y hablando.
Sus secuaces, que seguían pendiente de  las andanzas de su jefe, así lo apreciaron.
Y viéndolo así, se acercaron rápidamente.
Y su jefe al verlos enfrente siguió parlando, pero cambió de tema al instante.
Alguno de sus hombres intentaban decirle, que ya su cliente desertó y que lo había dejado hablando solo…Pero en verdad, ninguno se atrevió a informárselo. Así que simplemente, se contentaron con ocupar el espacio ya vacio.
- ¿Por qué…Qué les pasaría a las personas como ustedes?
- ¿…Cómo nosotros, jefe?
- ¡Yo les doy trabajo! ¿O no?
- ¡Claro!
- ¡Yo les pago y muy bien! ¿O…No?
- ¡Sí, sí!
- ¿Alguno de ustedes está desempleado…Quién, ah?
- ¡Ninguno!
- ¿Están trabajando…Felices, o no?
- ¡Muy felices!
- Todos viven felices…Pero… ¿Por qué?
- ¿Por qué, jefe…?
- ¡Porque yo los guio! Y los guio muy bien. ¿O no?
- Sí, sí…
- …Y además, todos están felices conmigo. ¿No son felices conmigo…O no?
- ¡Muy felices, muy felices!
- ¿Acaso no somos como una familia, o no?
- ¡Sí, sí!
- Por esa razón…Muchos quieren venir a trabajar para mí. ¡Son muchos!
- ¿Verdad, jefe? – Preguntó inocentemente El Gordo
Y de una forma muy violenta e inesperada, el magnate, sacó su navaja y la esgrimió amenazándole la inmensa panza a su subordinado. El pobre Gordo tuvo que brincar todo su andamiaje grasiento a una súper velocidad, ya que su mentor se la lanzó por medio de su panza.
¿De dónde habrá sacado ese ser tan gordo y pesado  esa agilidad casi gatuna?
Su esfuerzo fue casi efectivo, ya que la filosa hoja logró entrar en su panza. 
Allí quedó plantado enfrente de su atacante a escasos dos metros y pico. ¡Se salvó de chiripa!
Todos se quedaron en una sola pieza. Instintivamente retrocedieron…Por si acaso.
Esa reacción inesperada y sorpresiva, los dejó sin aliento. Sin poder evitar chequeaban a su compañero del cual brotaban torrentes sanguíneos, a pesar de que con sus propias manos intentaba frenarlo, no lo lograba.
- ¿Quién se atreve a dudar de mi palabra? – Y en la medida que lanzaba su pregunta, hundía sin misericordia su navaja hacía un atacante imaginario.
El Grasiento estaba lívido. Sin podérselo creer del todo, pero allí estaba brotando abundante sangre y era la de él mismo. Se la contemplaba pero sin despegar ni un micro instante su atención a su atacante y sorprendido le dijo:
- …Jefecito…Me está matando… - Chilló suplicante el pobre Gordo, en la medida, que se inclinaba por efecto del dolor ocasionado.
- ¡Mis enemigos mueren como unas ratas asquerosas!
Su atacante, ya no lo  miraba. Sus ojos inyectados en sangre, estaban puestos en sitios incognitos.
Ninguno de los presentes, se atrevió ni siquiera a respirar.
Al transcurrir unos segundos preciosos, el atacante, se reía a todo pulmón.
Primero, con respiración entrecortada.
Y luego, a grandes bocanadas.
Y así como cuando hizo unos segundos antes, volvió a su posición de doctor en una amena charla instructiva.
Como pudieron  y tratando de no ocasionar un nuevo ataque, lograron sacarlo de su vista.
El herido  se inclinó hacia su dolor, cayendo al suelo. Pronto  sus compañeros, trataron de auxiliarlo.
Y en la forma más silenciosa posible, se lo llevaron.
El atacante, tan solo se echó a un lado. Sacó su navaja y la limpió con un trapo sucio que sacó de uno de sus bolsillos.
Y de la manera más natural posible, continuó con sus enseñanzas a su grupo cautivo:
- Por eso es que se los digo: ¡Pórtense bien! Y no me hagan enojar.
Miren que yo tengo una paciencia infinita…
Pero cuando, se me portan mal… ¡Los mando al carajo! Ya lo acabaron de presenciar. Yo no respondo. Si me atacan yo respondo: ¡Atacando!
Y si que no tengo pelitos en la lengua. ¿Ok? ¿Así que, qué van a hacer? ¿Seguir portándose mal como este Gordito?
- …No jefe, no. ¡Nosotros nos vamos a portar bien!
- ¿Seguro?
- Sí, sí
- Ok. Lo voy a pensar nuevamente. Y ya se los he repetido hasta el cansancio…
¡No tolero la indisciplina! ¿Estamos?
- ¡Sí jefe!
- ¡No tolero que duden de mi palabra! ¿Ok?
- ¡Sí jefe!
- ¡No acepto que me desobedezcan! ¿Ok?
- ¡Sí!
- ¿Sí…Qué carajo?
- …Sí…Que no le desobedeceremos, jamás a nuestro Supremo Comandante en Jefe y Jefe de todos nosotros.
- ¿Seguro?
- ¡Sí jefe seguros!
- ¡Es bueno que se lo recuerden! Que yo por las buenas, soy como una madre, pero por las malas, soy su peor pesadilla. ¿Así que se van a olvidar de mis palabras?
- ¡Jamás jefe!
- Y les permito, que me tuteen así como lo están haciendo ahora. ¡Pero  cuando me haga un magnate…Seré algo así, como un Comandante en Jefe! ¿Saben lo que eso significa?
-…Sí…Decimos que no jefe…
- ¿Es si o es no?
- …No entendemos…Usted nos habla como si nosotros tuviésemos su inteligencia… - Replicó humildemente El Atorao.
- …Jefe…Usted es muy curto…Yo no logro entenderlo…Perdóneme… - Le dijo suplicante El Avión.
- ¡Eres más sabio de lo que presumía, mi Avioncito…!
- …Perdóneme que sea tan burro… - Continuó el subordinado.
- ¡Está bien, Avión, está bien! Te: ¡Perdono!  …Y aprovechando esta Amnistía…La haré: Amnistía General.
- …Perdóneme jefe…Ahora soy yo el que no logro entender nada…Recuerde que yo también soy un burro… - Agregó El Temblao.
Éste lo miró al principio con rabia en sus ojos, pero al asimilar muy bien sus palabras, encontró que su inferior, no lo estaba atacando. Así que se tomó unos segundos, mientras miraba con mirada encendida en cólera a todos sus adláteres.
Se enseñoreó entre todo su auditórium.
Y en su análisis  se comprobó a sí mismo, que no corría peligro alguno.
Carraspeó de una forma soez. Como si fuera el macho cabrío.
 - …Sí, pensándolo bien: ¡Declaro la amnistía General!
Y declaro, este día: ¡Júbilo Nacional! Así que a partir de este momento y hasta que declare otra cosa…Cada uno de ustedes, hará exactamente lo que yo les ordene.
Así, que por los momentos, cesaré en mi docta labor y me dedicaré en consecuencia a analizar otros escenarios del devenir cotidiano.
Como por ejemplo…La distribución equitativa de todos nuestros ingresos en consonancia con nuestros egresos.
Esto quiere decir, que solamente yo y nadie más que yo, decidirá el destino que cada partida le toque partir.
Por otra parte es conveniente aclarar, que bajo ninguna circunstancia, ninguno de los presentes ni mucho menos de los asistentes  podrá ni siquiera, pensarlo.
(¡Ayyy  mi Madre! Ya se le incorporó el espíritu de la disuasión. ¿Y ahora qué podré hacer?
…Nada, tendré que quedarme aquí…Mirándolo…
Pero sin pensar en nada más.
Y es casualmente en momentos que como este…Es sumamente peligroso.
Es mejor mirarlo, pero no darle ninguna impresión de que estoy pensando en nada.
Tengo que respirar, pero que no se entere de esto.
Tengo que mirarlo, pero que no se crea que lo esté viendo.
Debo prestarle atención, pero mi mente puede vagar…Pero yo no.
Es delicado, si me quedo y él se entera…Me mata.
Pero si me voy, y no me ve…También estoy frito.
Debo ser visible, pero a la vez: Invisible, tanto en mente como en cuerpo.
Es bueno aparecer ante él, como si fuera un baboso  pero si lo hago creer que soy así, a la vez me condeno…Pero tendré oportunidad de sobrevivir.
Tengo que vivir y respirar, pero darle seguridad de que ni le quito espacio, como tampoco le estoy quitando su oxigeno.
Y si quiero seguir  moviendo y existiendo, tengo que ser transparente, así pierda mi esencia.
¿Total? ¿De qué me sirve enojarlo?
Mi vida, solamente es preciosa para mí.
¿Y para él?
Él solamente. Es su sol y su luna. Es el compendio, de lo que necesita.
¿Los demás, como yo?
Existimos. Solamente para llenarle un vacio, del cual él solamente se percata.
Mejor, sigo poniendo mi cara de pendejo. Y en ocasiones como esta…Tienen su valor.
Y la prueba de ello, es que contra mí, nunca ha atentado. Me llaman: El Avión. Y les hago creer, que soy una tortuga. Pero soy más astuto, que muchos de los aquí presentes…Entre ellos: El Gordo. ¡Estúpido! Por andar de baboso, te rajaron la panza. Conmigo esto no ocurrirá…Y espero
Que nunca ocurra eso) El Avión, meditaba mientras trataba de pasar desapercibido.
El resto, no encontraba qué posición asumir.     
Se movían de un lado a otro, pero con temor, de irritarlo nuevamente.
Y conociendo que su carácter era sumamente inestable y violento, pues ninguno se lo hacía ver.
Y allí se quedaron.
Su patrón, parla que parla.
- …Mi Comandante…Permiso para hablar con usted… - Ese sonido, sí que le había gustado. ¿Y quién osaría interrumpirlo? ¡Ah, él buena gente del Avión!
(¡El avioncito…Es el Avioncito! Y me llamado: “Mi Comandante” ¡Ése sí que sabe tratar a un tan Alto Dignatario, como lo soy yo!)
- Dime, Avión. ¿En qué te puedo ser útil?
- …Perdone mi osadía: Mi Comandante. ¡Permiso para hablar con usted!
- ¡Concedido, habla!
- …Estaba pensando, Mi Gran Señor: Allá en su Residencia. En su Alcoba Presidencial: Tengo para usted y solamente, para su Alta Personalidad…
- ¿Qué tienes para mí? Habla.
- ¿Se acuerda de la coca, que usted tiene?
- ¡Ah, sí!
- …Pensaba…Que podría merendársela junto con un par de Mises, de ésas que le gustan a usted… ¿Desea que se las haga traer?
(¡Ese Avión…Ese Avión! Siempre me da lo que requiero… ¡Ese es mi Avión! ¡Claro que me están haciendo falta! Sí, que le aceptaré su propuesta: ¡Aprobado!)
- ¡Me gusta mucho esto! ¡Claro que acepto! – Y diciendo esto. Se movilizó.
Y el grupo, se desplazó al compás de su líder.
En esta ocasión, lo hacían con mucha alegría.
En pocas ocasiones lo seguían tan alborozados. Ya que todos disfrutaban de ése tipo de ágape.
Y en pocos, minutos, ya se encontraban en el Palacio. Todos se acomodaron, con mucha complacencia.
El Avión  muy solicito, ya esperaba a que llegaran las mises.
Pero antes  le suministró a su mentor  toda la coca, que le hacía falta. Y al llegar las alegres féminas, alegraron la inesperada reunión.
- …Jefe…Además tenemos: Heroína. ¿Cuál prefiere?
- ¡Ah! …Entonces…No las  hagamos esperar…
- ¿…Y con cual arranca, mi Señor?
- ¿Entre la coca y la heroína…?  …Es difícil elegir. Pero empecemos con… ¡Coca! Y prepara la heroína…Tenla en la cola…

Pronto el gran jefe, comenzó a volar y a disfrutar de sus honduras.

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