"B a r u c a"
- Baisano paciencia, paciencia.
- Si tranquilo. Seguiré viendo las vitrinas.
- ¿Cuándo vas a visitarlo?
- Ni siquiera me has dado su nombre, ni su dirección. ¿Queda aquí mismo?
- No. Queda en tu ciudad de origen. Pero no te preocupes Rommel, ya le informé de ti y  me dijo que sí, que te va a esperar. ¿Para cuándo vas a tu ciudad?
- Hoy es lunes, de repente me voy el próximo miércoles en la mañana.
- O sea que llegarías en la tarde, ¿Cierto?
- Sí todo sale bien, recuerda que son como 400 kilómetros de distancia.
- Claro, pero si sales a las ocho de la mañana, estarías allí a más tardar a eso de la una a dos de la tarde. ¿A qué velocidad vas en carretera?
- A cien por hora. Pero depende, las alcabalas, los huecos, los pueblos…
- Ok, siendo así, no estoy lejos al afirmar que podrías verlo a eso de las…Tres de la tarde. ¿Correcto?
- Sí, si todo sale bien.
- Ok, le avisaré ahora mismo. No te vayas a ir, que necesito enviarle un paquetico. ¿Se lo puedes entregar?
- Claro, claro.
- Espérame entonces, por favor. ¿Quieres tomar algo?
- Bueno ya que están tan brindón…Quiero agua para tomar. – Enseguida le hizo señas a una de  empleadas, le indicó que fuera a comprar una botellita de agua y un café para él. Le dio el dinero y acto seguido haciéndole una seña de que aguardase a que le trajeran su pedido, volvió a desaparecer con su celular llevándoselo a su oído.
(Está hablando con su hermano. En todo momento lo estuvo haciendo. ¡Qué curioso! Está muy misterioso. ¿Por qué será? ¿Será que esto último lo hizo sin darse cuenta o para qué yo estuviese consciente de que era con su hermano con quién mantenía su conversación? …Esperemos hasta ver a dónde nos lleva el rio…)
La tienda entró en efervescencia en la medida que entraban y salían clientes. Para no molestar, él decidió ubicarse afuera, en el frente. La avenida estaba muy concurrida. Se oían a cada rato los vendedores ambulantes, voceando sus mercancías. El que vendía café y toda clase de bebidas. El que vendía dulces. El de los helados. El que vendía productos del mar. Todo un bullicio.
Miró su reloj y se comprobó a sí mismo, que ya llevaba allí más de una hora. Y no era extraño, en diversas ocasiones siempre se acercaba en búsqueda de conseguir al baisano. En ocasiones, estaba ocupado o dialogando con sus múltiples visitantes. Ya deseaba irse, pero se sentía comprometido. Así que trató de ubicarlo en medio de ese maremágnum de visitantes, pero no estaba visible. Era evidente que seguía ocupado.
Absorto como estaba, no se dio cuenta que tenía a su lado, al fumador empedernido…
- Mira me está informando mi hermano, que si está dispuesto a recibirte el próximo miércoles en su negocio y que te agradece si le puedes entregar mi encomienda. ¿No hay problemas de tu parte?
- ¿Por lo de la encomienda tuya?
- Ajá.
- No. Por mi parte, yo le entregaré lo que le estés enviando.
- Ok. Pero me faltan unas muestras y no las tengo. Tendrías problema en volver el miércoles. ¿Antes de que te vayas?
- No. Pero tú abres a las nueve y yo pienso arrancar a más tardar las ocho de la mañana.
- No hay problemas. Nos podemos ver aquí mismo a las siete de la mañana. ¿Puedes?
- Ok. ¿Con seguridad?
- ¡Claro mano, nosotros somos los primeros interesados!
- Bueno en este caso, mejor me voy y nos veremos el miércoles. ¿Te parece bien?
- No. No me parece bien. ¿No te recuerdas que mandé a comprar agua para ti? ¿Qué te vas a ir y me despreciarás mí agüita?
- ¡Ah caramba se me había olvidado! – Así que esperó hasta que llegó la empleada, la cual regresó con lo pedido por su jefe.
Tranquilamente consumieron, él su agua y el dependiente su cafecito. Al terminar, se pusieron de acuerdo en verse.
Rommel se fue con esa sensación de inquietud. La verdad, es que era la primera vez que éste señor le hacía una propuesta como ésta. Pero en fin, ya llevaba varios años manteniendo una línea de negociaciones y siempre fueron fructíferas para ambas partes. Y el conocer al famoso hermano mayor de esta familia, bueno de repente sería una oportunidad más para incrementar las ganancias.
El vendedor volvió a lo rutinario de su diario existir. Y así transcurrió el tiempo y nos volvemos a encontrar el ya famoso miércoles. Antes de las siete de la mañana, Omar telefoneó a Rommel…
- ¡Epa mi amigo! ¿No te estoy importunando, verdad? ¿Ya estabas despierto?
- ¿Quién es…? ¡Ah sí, si ya estoy por prender mi carro! ¿Para qué soy bueno a esta hora?
- ¿No te recuerdas de la encomienda de mí hermano? ¿Siempre te vas de viaje?
- Sí. Sí.
- Bueno te estoy llamando para ponernos de acuerdo.  ¿Nos vemos en las afuera de la ciudad? Rumbo a la

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