“Después
de mí… ¡Nadie mas!”
- Sí tu quieres, yo
te puedo “Prestar el dinero”…
- ¿Harías eso por
mí?
- “Prestadito” ¿Ok?
Y no te vayas mal acostumbrando a eso. ¡Yo no soy prestamista!
- ¡Tan bella ella!
- Ya te dije:
“Prestadito” Y no te me vayas a mal acostumbrar. ¡Eres tú el que tiene que
darme dinero a mí!
- Tan bella ella…
- No te
me vayas a mal acostumbrar. ¡Ya, quítame
esa mano de encima! ¡Apártate chico! ¡Pero bueno! ¿Qué te está pasando,
ah?
- ¡Tan
buena ella…Un poco gritona…Pero buena!
- ¡Mira
hacia la carretera…No a mí! ¿Pero bueno chico?
- ¿Y por
dónde van?
- ¡Por
venir discutiendo contigo…Se me olvidaron!
…Creo que…Ésas son…Mosca pues. ¿Las viste…? ¡Por allá!
¡Mira
hacia adonde señalo y no me mires a mí!
¡Cónchale
chico! Me cansas tú…
- ¿Ah,
sí…Son aquellas? ¡Ya las vi, ya las vi!
-
¡Cuidado con ese camión!
-
¡Cónchale…No lo vi venir!
La
maniobra fue brusca. De alguna parte, ese camión salió y embistió al carro de
Miguel y estuvieron a punto de colisionar.
Y todo,
por quitarle la delantera.
Aún con
las bandas mojadas, el frenazo que pegó Miguel, detuvo las ruedas, pero como la
carretera estaba mojada, se deslizó por espacio de unos cinco metros.
Y por
poco se estrella contra otro vehículo,
que venía ajeno a todas estas peripecias.
De los
mismos nervios, Susan se iba a bajar para pelear contra el chofer del camión,
pero como Miguel ya la conocía, la agarró de una mano y la obligó a permanecer
dentro de su vehículo.
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