¡Cónchale chico! Me cansas
tú…
- ¿Ah, sí…Son aquellas? ¡Ya
las vi, ya las vi!
- ¡Cuidado con ese camión!
- ¡Cónchale…No lo vi venir!
La maniobra fue brusca. De
alguna parte, ese camión salió y embistió al carro de Miguel y estuvieron a
punto de colisionar.
Y todo, por quitarle la
delantera.
Aún con las bandas mojadas,
el frenazo que pegó Miguel, detuvo las ruedas, pero como la carretera estaba
mojada, se deslizó por espacio de unos cinco metros.
Y por poco se estrella contra otro vehículo, que venía
ajeno a todas estas peripecias.
De los mismos nervios, Susan
se iba a bajar para pelear contra el chofer del camión, pero como Miguel ya la
conocía, la agarró de una mano y la obligó a permanecer dentro de su vehículo.
- …Te vas a resfriar…Mira que
todo está mojado…No quiero que te pase nada malo.
Quédate aquí conmigo.
Tranquilízate.
La muchacha estaba roja de la
cólera y profirió muchas palabras, que solamente Miguel pudo escuchar.
El chofer del camión, se
percató de la reacción de la muchacha. Y por los gestos de sus manos y la bravura de su rostro,
demostraba que estaba colérico y no con la copiloto, sino contra Miguel, que le
impidió adelantarlo.
Del ruido que produjo ese
frenazo, Marisela y su grupo, se percataron y se detuvieron un poco más
adelante, para esperarlos. Y cuando Miguel, logró acercárseles, ellas le
hablaron así:
- ¿Todo bien Migue?
- Sí.
- ¿Y tú Susan, estás bien?
- ¡Ese desgraciado, mal
parido de ése camión! Que nos quiso quitar nuestro puesto. ¡Pero yo ando
siempre pendiente! ¡Migue está como medio enratonado!
- ¿Te sientes bien Migue? –
Le preguntó Marisela bajándose de su carro.
- Sí. Sí. Es que no vi por
dónde salió. Salió de repente. ¡No lo vi! ¡No lo vi!
- ¿Falta mucho, Mary?
- No. Debemos estar ya muy
cerca…Debe ser en esa urbanización…
- ¡Ayayay! – Gritó Susan.
- ¿La han vuelto a llamar?
- Sí.
- ¿Y qué le dicen?
- ¡Qué está arreglando un
nuevo compromiso de boda!
- ¿Otro? ¡Ése está loco! –
Gritó Miguel, ya fuera de sí.
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