“Conversaciones con don
Carmelo”
Sábado; 10 de mayo del 2.
014.-
Y si lo llaman “la segunda infancia” pues es en un estado ya
lamentable.
Yo le seguí escuchando sus peripecias con esa mujer. Todas
eran risibles.
Bueno –pienso yo- que cuando me toque a mí, a lo mejor no seré
tan expresivo ni tendré tantas aventuras como las que me narra cada vez que nos
topamos por el camino.
No es familiar mío, como tampoco pertenece a mi círculo de
amistades, es mas bien una persona que de tanto verlo caminar, por acá o por
allá y de notar que siempre está en actividad.
Sin despreciar para nada ningún trabajo u oficio que le
ofrezcan, sencillamente lo hace y siempre con esa sonrisa a flor de piel.
En meses pasados lo vi atendiendo un kiosco de periódicos y
chuchearías y me llamaba siempre la atención, como coordinaba muy bien el
dinero recibido, con el cambio que debía dar.
…Por cierto, le pregunté el por qué había abandonado esa labor
y me respondió…
- Porque mi hija mayor en una ocasión detuvo su carro y se
bajó furiosa y me dijo:
“¡Papi! ¿Qué estás haciendo aquí? – Y asustado le respondí…
- …Pero hijita…Estoy trabajando… -¡Esa muchacha mía estaba
transformada…Colérica!
- ¡No te hace falta nada! Venirte a trabajar así…Encerrado en
una caja de lata.
¡Es inconcebible! ¿Y a tú edad? ¡Ya no eres un crío!
Pasando tanto calor. ¿Para ganarte tres lochas…?
¡Y no te hace falta! ¡Vamonos!
– Y mi hija comenzó a arrastrarme fuera del kiosco y me dio
pena, por cuanto estaba muy airada…
Y le respondí…
- Hijita me da pena… ¿Qué pensará toda esta gente de mí…Ahora?
(Estaba profundamente apenado y atormentado… ¿Qué dirá esta gente ahora de mí?) Pero a mi muchachita no le preocupaba para nada, puesto que me gritó…
- ¡No me importa! ¡Tu
salud está primero!
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