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“Domingo…Mi vecino”

Su casa queda al borde de cuatro esquinas. Y en su frente posee un local  -en donde anteriormente tenía una antiquísima tienda o bodega-   atendida inicialmente por su padre y al morir este, se la dejó a él como herencia.

Ya él se deshizo de ese fondo comercial. Y hoy en día se dedica a vivir de su pensión y de la renta de su local.

(Hasta hace poco funcionaba una fábrica de pasteles, que por situaciones que no viene al caso detallar, se encuentra inoperativa.)

Domingo ya es un hombre de la tercera edad.

El mayor de sus hijos, construyó su casa arriba, y el otro hijo, atrás.

En su patio. (Ya le queda poco espacio en sus dominios.)

Pero Domingo vive solo. Acompañado por dos gallinas (Que ya se niegan a darles sus frutos), un perro, y un gato.

En cierta ocasión salí a caminar y se me ocurrió pasar por su casa.

Era alrededor de las nueve de la mañana. Un día espléndido.

Poco tránsito vehicular y hasta peatonal. Y al llegar al portón de su territorio, procedo a llamarlo…Y a los pocos instantes, apareció el hombre…

-        Epa compañero. ¿Cómo estás?

-        ¿Y ese milagro por estos lados? – Me saludó mientras se restregaba su rostro  -me dio la impresión de que se acababa de levantar de su cama, por las huellas de su almohada en su rostro-

Sin embargo, omití este pequeño detalle.

Y en cuanto me sintió su canino, comenzó a ladrarme desaforado.

(Por ese instante, se aplacó el suave murmullo que producían cierta cantidad de pajarillos, que por esa casualidad de la vida…Cantaban a todo pulmón. Haciéndonos la vida…Mas llevadera.)

Y mientras estábamos charlando, contemplo a su gato.

(¡Qué belleza de animalillo! ¡Qué porte tan gallardo!)

Antes no lo había detallado.

Me dio la impresión de que era de raza Angora. O Persa. (¿O…Qué sé yo? Lo cierto es que es Precioso.)

Alto. Corpulento. Su pelaje muy hermoso.

De un color marrón claro. Con aristas doradas.

(Por instantes hasta sentía el resplandor que producían los rayos solares sobre su pelaje tan abundante.)

Sin duda alguna: Hermoso ejemplar.

El minino me contemplaba desde una distancia de mas o menos unos tres metros. (No mostraba entusiasmo alguno.)

Me miraba. Se hacía el desentendido.

Se movía de un sitio a otro. En aparente calma.

Y mientras mantenía mi conversación, yo estaba pendiente de ese cuadrúpedo. Que estaba a la espalda de mi vecino.

De repente veo, que comienza a largarse, en un aparente fastidio.

Veo que da una vuelta como a unos seis metros.

Se vuelve y  me chequea. Mueve su hermosa cola.

Con esa majestuosidad, que se me asemeja a la de un león, al asecho. Se queda mirando a otro punto, en un aparente despiste hacia mí persona. Pero ya me tenía intrigado este animalito.

Levanta una de sus patas delanteras y comienza a lamerse con la mayor de la parsimonia.

En apariencia, ya dejé de ser una prioridad para él.

Sigo charlando de diferentes tópicos con el dueño de ese lugar.

Y me doy cuenta de que el peludo me está mirando con mucha fijeza. Y dentro de mí, comienzo a detallarlo.

(¿Qué estará tramando este animalejo…? ¿Qué será…?)

Pienso y repienso…

¡Cuando de repente…Se enfiló hacia mí! 

En un principio…Me sentí con cierto dejo de perplejidad.

(Jamás había sentido esto.)

Y Domingo   -algo presintió-   pues guardó silencio y asomó en las comisuras de sus labios una simulación de algo parecido a una sonrisa…Con un dejo de asombro.

(Aunque no me dijo nada en palabras…Pero en su lenguaje gestual acompasado con el de su cuerpo me fueron  -mas que evidente-  y por esa causa: ¡Quedé a la expectativa!)

…Pero en la medida en que con su paso magistral…Lo aderezaba con ese tipo de andar que lo produce cierto nivel de grandeza, aunado a su humildad…Pues vino ronroneando…Anunciando a todas luces: Que venía a “Presentar sus Saludos”

…Y así lo entendí y lo asimilé…

Nos separaba la hoja metálica, con que alguien elaboró ese portón. Era evidente que no alcanzaba…Por lo que se irguió en dos patas…Y con sus manitas…Me saludaba con esa efusividad…

(Me enterneció todo ese gesto y procedí a inclinarme y a responderle su atento gesto.)

Y fue cuando escuché…

-        ¡Sé bienvenido a estos dominios! – (El amigo estaba en cuerpo presente, pero por lo visto no escuchó nada, pues siguió con esa cara de baboso y con su sonrisa que se le helaba en su rostro.)

-        ¡Gracias amiguito!

-        Amiguita. Soy Hembra. Y vengo a presentar todo mi cariño y mis respetos.  Y no te invito a pasar…Porque mi dueño no lo ha hecho.  (Pero déjame decirte: Que ya te he conocido. Y sé dónde vives.) – Yo la escuché. No sé a ciencia cierta, si fue a través de mis oídos humanos…O si fue por transmisión de pensamientos.

Lo único cierto es que el vecino miraba atontado por la deferencia tan grande que su minina hacía conmigo.

Pasamos unos instantes de mutuos reconocimientos.

Y luego…Se retiró. Con ese andar tan elegante. Tan decidido.

Y se escabulló por alguna parte…

-        Bueno vecino…Debo despedirme. Aun no he desayunado.

-        ¡Ah ok! Amigo. En otra ocasión nos volveremos a ver. – Y salí de su órbita visual. Caminé feliz.

Algo me había transmitido ese ser tan especial.  ¡Qué bien!

Por primera vez,  tengo este tipo de experiencia.

(…Algo bueno debe aparecer…Digo…)

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