Expongo este relato a tu consideración, en espera de tu comentario.


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“Corto  en  relatos”






“¡Situaciones inexplicables!”






“¡Es mi niñito!”






Cuando me llamaron por teléfono, me informaron de que mi hijito estaba en el hospital. No me dieron mayor información.
Era urgente mi presencia allí.
¡Temí lo peor!
¡No puede ser! ¿Qué le pasó…? ¿Mi hijito? - Me comunicaron        -con toda la amabilidad posible-    que fuera a la brevedad posible.
¡Me partieron el alma en pedacitos!
¡No puede ser! – Gritaba desconsoladamente.
Angustiado corrí con la esperanza vana de que se habían equivocado. Que era todo un error.
¡Qué ese no era mi chavalito!
…Pero en cuanto llegué a esa sala de aquel hospital, me fui acercando, mis piernas se negaban a transportarme. Mi visión se volvió oscura y perversa.
Mi corazón parecía que se me estallaba en millones de partes.
Sentí que viajaba a una galaxia extraña, llena de incógnitas  y de desatinos.
Lúgubre y espantosamente insidiosa.
Me pareció una eternidad.
Antes de entrar, me previnieron para lo peor.
Visiblemente estaba en desesperación total.
Cuando llegué vi un cuerpo tapado con una sábana llena de sangre. La levantaron con aprehensión.
¡Y era mi bebecito! ¿Qué hace allí…? ¿Me lo mataron…Quién…? ¿Por qué…?
Traté de ser lo mas valiente posible,  ¡pero fallé! Mis fuerzas escasearon.
La enfermera me contemplaba con compasión.
- Aquí está su billetera. Y este billete de cien.
Me disculpa, pero a todos nosotros nos ha llamado la atención, la forma como estaba envuelto, dentro de su cartera. – Yo lo contemplé ¡Claro que lo reconocí en el acto! Lo tomé y lo besé con todo mi dolor, y les pregunté…
- ¿Quieren saber el motivo…? – Todos los allí presentes me admitieron su extrañeza.
- Este billete, lo dobló de tal manera para que no se le fuera a perder…Lo tenía destinado para comprarle la leche a su hijito… - No pude continuar. Un silencio se esparció por todos los rincones. Nadie se atrevió ni a pestañear.
Tan solo se limitaron a contemplar el dolor incomparable de ese hombre…Su padre.
- Abracé con todo mi dolor, los restos físicos de quien en vida fuera mi máximo orgullo. Mi satisfacción plena. Nadie sabe el dolor que siente un hombre, al contemplar a su hijo…Inerme.
Sin vida. Todas sus esperanzas…Destruidas.












© Bernardo Enrique López Baltodano 2016        









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