“Otro cuento de Juan”
- Y yo estaba agazapadito…Así (Y se colocó arrodillado. Acurrucado
y en silencio, haciendo el gesto inequívoco de ¡shhhhh!) – Su público en esta
ocasión eran los propios peones de su finca.
Y Juan aprovechando que su hermano mayor había salido al pueblo,
y que mas nadie podía interrumpirlo.
Se aprovechó y los llamó a todos, quería hacerles un nuevo
relato.
En total eran unos seis jornaleros.
Ya todos lo conocían. Era diametralmente opuesto a su hermano
mayor.
Mientras que su hermano los ponía a trabajar arduamente y sin
descanso alguno, él los refrescaba con sus “relatos anecdóticos” pero siempre a
espaldas de su pariente.
(El cual no aceptaba bajo ningún pretexto que estos no hicieran
su debida labor.)
Era muy popular entre todos ellos, y nunca lo divisaron como el
“patrón mandón”, al contrario, era para ellos su “trapito de lágrimas”
- Aja don Juan… ¿Y en que estaba usted? – A pesar de su corta
edad, lo trataban de “don”, siendo el hermano del dueño…era también su
patroncito.
- ¿Yo? Ya se los dije. Estaba descansadito.
Ya estaba agotado, con los sudores que empapaban mis pies.
(Parecían canoas.)
Y por esa razón me senté en ese tronco. Puse mi mente en blanco.
(Hoy; no puedo…)
¡Me dediqué a relajarme! Ya no quería estar en esos agites. (Ya
estaba, hasta la coronilla.)
Y cuando ya estaba entrando en “Alfa”… (…Mas o menos así…)
- ¿En Alfa…Y qué es eso don Juan? – Estaba esperando que se lo
preguntaran.
Asumió la posición de “Doctor” y con mucha parsimonia, comenzó
como a deletrear su contenido…
- …Se llama “Alfa” al principio de todo. Y este concepto es
nuevo a nivel mundial.
Y realmente es poco conocido, me refiero a su concepción y
puesta en práctica.
…Pero trataré de exponérselos al “nivel de ustedes”.
Tal como nosotros, en nuestro abecedario; conocemos a la “A”
como el principio…
- Pero y en ese “fulano” abecedario… ¿Alfa…?
- ¡En efecto! Y si me dejan desarrollar la idea, quizás se los
pueda explicar de una forma… Diáfana.
- ¡Caray jefe! Usted hasta se parece a un “Doctor” de esos de la
capital. – A lo que otro de los peones, les agregó…
- ¡Pero ni siquiera lo han dejado que nos eche su cuentecito!
¿Verdad don Juan?
- ¡Es cierto! – Nuevamente asumía el control de todo.
Sus seis oyentes estaban prestos a escuchar de sus labios toda
su sabiduría.
Así que los contempló nuevamente.
Y alzando sus pupilas, las cerró casi al inmediato, cuando lo
incandescente del Dios Sol, lo obligó a hacerlo.
Aguardó unos instantes para recomponer su dialogo ya
interrumpido.
- Bien. Retomando mi relato…
- “Estaba agazapadito. En esta forma (Nuevamente asumió su
posición física.
Todos lo contemplaron y asentían en señal de su debida
comprensión.
Él se cercioró de que todos estaban en la misma onda y luego
continuó…)
¡…Escuché un tremendo alud! –No entendí nada y por eso me
coloqué en la posición que ya les indiqué; por medida de “seguridad” – Pero
nada vi, ni nada escuché.
-En ese momento me dije: ¿Y ahora qué es lo qué…? – Pero todo a
mí alrededor, seguía allí…A mí alrededor…
- Sin cambio alguno. ¿Me entienden?
Las matas, las piedras, todo seguía sin cambio alguno. ¿Ya? ¿Lo
captaron?
¡Todo seguía en un silencio que yo lo llamo…”Sepulcral”!
O sea…Que nada se movía. Nada respiraba, ni sentía nada…Aún.
Y yo me dije a mí mismo: “Algo malo debe estar ocurriendo…”
¡Mas nada pude apreciar! Mis cinco sentidos… ¡Estaban ausentes!
- Pero…don Juan… ¿Y cómo es eso? – Le preguntó incrédulo José,
uno de sus peones.
- ¿Y cómo es eso de qué José?
- No entiendo, como es ese cuento de que sus cinco
sentidos…estaban ausentes…
¿Cómo puedo entender yo eso?
- ¡Es que sos bruto José! ¿No me entendés porque sencillamente
no tenés el alma poética como la mía?
Y porque sos sordo, ante los gritos.
Y ¡estás ciego ante los
rayos del sol! ¿Y qué puedo hacer?
¡Es inútil caerle a piedras a una montaña de roca sólida!
Que traducido a un idioma en que me podás entender: ¡No hay peor
ciego que el que no quiere ver!
- …Entonces, mi don… ¡Perdóneme es que soy muy bruto y no logro
entender!
- ¡Claro José! – Le recriminó Eustaquio visiblemente molesto, al
ver que interrumpían a cada rato al jefecito. - ¡Callate y déjanos escuchar al
jefe! – El resto aprobaba la moción de Eustaquio y pronto todos a la vez,
guardaron silencio. Dándole un nuevo aliento al narrador.
- …Para que me puedan entender…
Deben agudizar sus sentidos, humanizar sus corazones, afinar sus
emociones y concentrarse en mis caminos. Que yo los guiaré a buen puerto.
(Al decir Puerto, no me refiero a ningún atracadero fluvial.
A esos sitios en donde atracan: Barcos, Buques…Navíos navales.
Lanchas pues.
¿OK? No me interrumpan mas.)
…Ya hasta se me está perdiendo el orden de mis palabras…
¡Bueno ya me está llegando la luz! – Gritó de repente y entre su
auditorio, Eustaquio salió violentamente y corrió hacia el portón de entrada.
Los demás se quedaron con la boca abierta.
- Algo lo habrá asustado… - Agregó entre diente José.
Todos se quedaron estupefactos. Juan temió el que su hermano
retornara antes de tiempo, y los descubriera allí….Sentados escuchando sus
“cuentecitos” y sin hacer nada de trabajo, solo vagueando, como solía
afirmarlo.
- ¿Qué te turba Eustaquio? – Se animó a preguntarle José, una
vez que se hubo acercado nuevamente al grupo.
- Perdóneme patroncito…Temí que hubiese llegado de improviso el
patrón. – Todos asintieron en señal de temor. Un leve rumor se generó entre
ellos.
- ¡Montate en la mata y ve a averiguar si lo ves llegando por el
camino! ¡Nos avisas para arrancar a correr! – Ordenó José en medio del temor.
Y Eustaquio se comenzó a montar. Todos esperaron expectantes.
Hasta que llegó a lo mas alto.
- ¿Viene el hombre? – Le preguntó otro de los peones.
- ¡No! – Les dijo mientras oteaba hacia el camino.
- ¿Seguro? – Preguntó José, mientras miraba al patroncito, quien
al parecer no le daba ninguna
importancia al asunto, pero que no perdía de vista el camino…
- ¿Ya? – Preguntó mas para cerciorarse, puesto que no perdía de
vista el retorno de su pariente.
- ¡Ya! – Gritó desde lo alto Eustaquio. – Pero hable alto, para
que yo también lo escuche.
- Ok. Ok. Bueno ya subsanado este impasse, continúo en rigor…
Yo me quedé anonadado. Expectante. Asombrado de los posibles desafueros los cuales era mas que
evidente que no podía controlar.
¿Y…Cómo? Si ni siquiera los conocía.
Así que allí me quedé. Como si fuese una estatua. ¡Al pie
siempre del cañón!
Una suave brisa corrió al instante, ya que segundos antes, todo
estaba en calma.
-Y yo mismo llegué a pensar- Estoy en las vísperas de “hechos
inauditos y misteriosos”;
Como efecto pasaron, y de esta forma:
- ¿Y de qué forma? – Le preguntó El que estaba subido en el
árbol.
Los demás se molestaron y le gritaron…
- ¡Callate hombre!
- …Es que desde acá arriba, casi no escucho bien…
¿Podría hablar mas alto? Por favor…
- Esta bien hombre. – Le respondió otro de los peones, al
traducirle el rostro de Juan.
- Bueno. Hum, hum, debo aclarar mejor mi voz, para entornarla
muy bien y el que esté arriba, me escuche a la perfección. ¿Ok.? - Todos sonrieron de satisfacción.
El echador de cuentos así lo percibió y sonriendo muy a sus
adentros, se sintió satisfecho: Me están escuchando – Se dijo entre dientes.
Aclaró ostentosamente su voz y se preparó a continuar con su
menester…
- …Estaba todo en penumbras. Nada se podía ver. Tampoco
escuchar…
- ¡Pero don Juan…Ese no es relato de hoy! – Le gritó desde las
alturas Eustaquio. - ¡Ese será “otro de sus relatos”!
- ¿Ah no es el que estaba contando? – Los miraba sin comprender
su error.
- ¡No don Juan! El cuento de hoy, fue en plena luz del día.
- ¿A plena luz del día…Les dije…?
- Si. – Gritó afirmativamente José.
- Si. – Ratificaba Eustaquio.
- Si. – Corearon el resto.
- ¡Cierto! ¡Es cierto! Bueno por una parte me alegra, porque con
esto ustedes me están ratificando que le están poniendo mucha atención a mis
“historias.”
Porque yo no echo “cuentecitos” tal como afirma mi hermano.
Lo que pasa es que mi hermano, nada sabe de: “Buena Literatura”
ni es un “literato” tal como lo soy yo. Que he leído a Chespir. Y a muchos
autores, (Que ustedes ya se que no conocen.)
(Humildemente hablando.)
Continuemos con mis HISTORIAS, nunca “cuentecitos” ¿Estamos
claros?
- Si patroncito. – Gritaron en coro.
- Aclarado este punto muy esencial. Avanzo en mí narración:
¡De pronto todo se quedó estupefacto!
Nada se movía…Nada mostraba vida alguna…
- Don Juan…Perdóneme, nos quedamos en que: Una brisa movió todo…
¡Se recuerda ahora?
- Ya. Ya.
Entonces una suave brisa refrescó el ambiente. (¿Así si?)
…Pero de repente… ¡Tum! ¡Tum! ¡Tum!
- ¡Uy que miedo! – Gritó Eustaquio desde arriba.
- ¡Cuidado te caes por andar de baboso! – Le gritó José.
El anecdotista continuó sin hacerle caso alguno…
- ¡La tierra misma retumbaba! ¡Tum! ¡Tum! –Temí que fuese un
terremoto- Puesto que todo así lo presagiaba. ¡Los cielos se abrieron! Para
después: ¡Cerrarse! (Un ambiente…Algo raro…)
Pronto todo se volvió: ¡Oscuridad absoluta! (¡Susto!)
¡Auuuuuuuuuuuu! ¡Auuuuuuuuuuuuuuuuuuu! Aulló con mucha fuerza algún lobo solitario.
Pronto todo era: ¡Auuuuuuuuuuuu! ¡Auuuuuuuuuuuu! (Asumí que era
toda una manada.
Pero no se preocupen…En realidad estaba con un “poquito” de
miedo. Nada mas.)
Un silencio de muerte se enseñoreó por todo a mí alrededor… (¿Y
yo…? ¡Estaba allí…!)
Yo estaba pendiente del mas mínimo cambio. Mosca. Alerta total.
(Parecía un radar.)
Y ya no hallaba en que forma pararme. O mejor me sentaba. O
mejor…
¡No, debo asumir una posición de “vigilia total”!
…Y por esa razón me coloqué en la posición que ya a todos les
señalé.
Una tenue brisa se hizo sentir.
Seguido de un sonido…El cual no pude descifrar….
¡Uuuuuuuuuuuuu! ¡Uuuuuuuuuuuuu! (Era el sonido de los vientos
huracanados.)
¡Grrrrrrrrrrrrrrr! ¡Grrrrrrrrrrrrrrr ! ¡Grrrrrrrrrrrrrrr! (Con
seguridad eran muchas fieras…)
¡…De repente se hizo la luz…! ¡Un sol brillante nos calcinaba!
(Me vi precisado a buscar un sitio en donde guarecerme, ya que los rayos
solares, me estaban quemando mi piel.)
Y al cabo de unos instantes (Los cuales no pude determinar.)
¡Tum! ¡Tum!
(¿Otra vez? ¿Y no se cansan de esto…?)
– Y yo me preguntaba: ¿Qué clase de ser podría hacer temblar la
tierra misma?
El cómo lo hacía era un misterio insondable para mi propia
imaginación.
Les confieso que llegue a pensar en: ¡Miles y millones de
posibles causas!
(¡En cosas Naturales…Como también las no tan “Naturales”!
¿Me entienden, verdad?
…Por lo que leo en sus rostros…No lo creo.)
Pero lo cierto era que dichos escandalosos ruidos, eran de
repente acompasados, para luego después cesar. Y no tenía ningún tipo de
parámetros –Digo para poder medirlos.-
A todas estas…El sonar, ya estaba comenzando a hacer estragos en
mi humanidad.
…Y temí que fuesen: Tirano saurios o cosas parecidas…
- ¿Tirano…Qué? – Gritó desde las alturas el oyente. Todos sin
mirarlo le gritaron…
- ¡Shhhhhhhhhhhh! ¡Shhhhhhhhhhhh! – Para luego volver la atención
del narrador y decirle…
- ¡Continúe patroncito! No le haga caso.
- Tirano saurios –Para los que no sepan aún – Fueron bestias que
existieron hace millones de años…
- ¿Millones de años? ¡Viejitos los condenados…! – Afirmó desde
arriba.
- ¡Shhhhhhhhhhhh! ¡Shhhhhhhhhhhh!
- ¡Ciertamente eran bestias anti diluvianas…!
- ¿Y qué es eso de anti…Qué?
- ¡No importa! ¡No importa!
- ¿Pero usted las conoció patroncito…? – Le preguntó Eustaquio,
el cual por estar pendiente de la narración, ya no se fijaba en el camino…
- ¡Tienes que estar pendiente del camino Eustaquio!! – Le gritó
José.
Instintivamente se llevó ambas manos a la frente y revisó el
trayecto.
Casi a los diez segundos, les hizo señas de que todo estaba ok.
Y que no había cambio alguno y que podía continuar…Elevando un
poco mas el volumen ya que le costaba mucho escucharle…
- Bueno, como les decía esos animalitos llegaron a medir mas
de…Cincuenta metros de altura…Y unos cien metros de largo…
- ¡Qué bárbaros! – Gesticuló José asombrado.
Y todos se replegaron para tratar de llevar a las medidas
anunciadas y poder obtener una idea mas clara de la magnitud de semejantes
monstruos.
- ¿Cuántos metros de alto jefecito…? – Le preguntó uno de los
peones.
- ¿Yo les dije que…Sesenta?
- No dijo: Cincuenta.
- Pero creo que me estoy quedando corto… ¿Cuánto medirá esa mata
de mango?
- …Yo pienso que unos…treinta…
- ¡No que va! – Le corrigió José. – Yo pienso que
quizás…unos…treinta y dos y medio…
- ¡Y yo les afirmo que tiene el tamaño de un tirano de esos! –
Afirmó Eustaquio.
- …Pero es que, pensándolo mejor. Creo y afirmo que mas bien,
esos “tirano saurios” podían medir mas bien unos ciento y picos de metros nada
mas de alto.
…Y de largo…Unos doscientos o quizás…Trescientos (Posiblemente;
Mas.)…Por la cola.
- ¿Por la cola? – Preguntó asombrado uno de sus peones, sus ojos
estaban horrorizados.
- ¿Y qué apariencia tenían? – Se atrevió a indagar José.
- ¡Unos eran parecidos a los: Dragones!
- ¿Dragones? ¿Y ya existían en ese entonces?
- ¡No hombre! Dije que eran “parecidos”, pero no. No eran los
Dragones que ustedes conocen.
¡De esos que echaban: Fuego por su trompa!
¡Estos eran mucho mas feroces y sanguinarios! (El solo
imaginarlo; ¡Me causa estupor!)
Aunque los había que después que hicieran sus marramuncias (Sus
cosas, pues.)…Corrían.
Otros volaban. (Así mas o
menos de esta forma…. ¡Fuaz!)
Y otros tantos se sumergían dentro de la tierra. (¡Chucuplum!)
Y a cada paso que daban: ¡Temblaba la tierra! (¿Me están
viendo…?)
- Entonces en esa época: ¡Se estremecía todo el tiempo! –
Aseguró el que estaba montado en el árbol y los demás, corearon…
- ¡Hummmm!
- Y asi fue.- Les aseguró convencido. Al ver que su jefecito se
lo aprobó, aplaudieron emocionados.
- El caso es que esas bestias dominaban toda la tierra. Y
durante su dominio nadie se les interpuso en su camino. –Pero esto es material
para otra de mis “Historias”, por lo pronto sigo con este relato…
Estando solo y sin compañía alguna, sigo escuchando…el: ¡Tum!
¡Tum!
(Que ya hasta se me estaba haciendo algo rutinario…)
Yo comencé a chequear… ¿Al norte? Nada.
¿Al sur? Tampoco. (Pendiente: Ojo avizor.)
¿Al este? c…No logro divisar nada, y me quedaba el oeste…Con
mucho temor…Pongo atención hacía esa dirección: ¡No!
¡Por ninguno de los lados! (Algo en mí, me hizo mirar hacia
abajo…)
Y como me encontraba muy próximo a la tierra…La toco. ¡Fría!
(¡Uyyyyy!)
Coloqué mi oído, como para poder escuchar mejor… ¡Que va! (Así
de esta forma…)
¿Entonces me atacarán por arriba? (Entonces miré hacia arriba.)
Pero…Si es por arriba… (Pensé…)
¿Por qué retumba la tierra? (No lograba entender las cosas.)
¿Por qué esos “temblores”?
¿Por qué, por qué…? ¡Muchas incógnitas! Solo misterio me
rodeaba.
¡Estaba comenzando a perder mi poca paciencia! (¿A ustedes no
les pasaría igual?)
No es al norte, no es al sur, ni al este, como ni al
oeste…Tampoco abajo… (¿Y entonces?)
Y a todas estas: ¡Tremenda cacofonía se desató! (Miren eso es:
¡Para correr como un loco!)
¡Todos los que aullaban…Aullaban! (Aquello parecía una: ¡Locura
total!)
¡Los que gemían…Gemían! (¡Y como lo hacían! ¡Jeteando y jeteando
todo el tiempo!)
¡Los vientos se volvieron huracanados! (Eso fue: ¡Horrible, para
locos nada mas!)
¡Me tuve que afianzar mucho mas fuertemente a la tierra! (Y
pateaba la tierras, así…)
¡Temí en muchos momentos que me jalaran hacia sitios incógnitos
y misteriosos para mí!
(Y esto no lo podía dejar permitir. No señor.)
Logré conseguir una planta que apenas me llegaba a las rodillas…
¡Me aferré a ella!
- ¿Jefecito…Por lo que usted mas quiera…Qué era? – Gimió el que
estaba arriba.
Los que estaban abajo, lo miraban y volvían a ver a su narrador,
y ninguno se atrevió ni a agregar, como tampoco a quitar nada. Volvían sus
rostros, hacia don Juan y hacia Eustaquio.
- ¿Que qué era?
- Si qué era por Dios, ¡ya no aguanto tanta incertidumbre!
- …Ya van a ver. –
Todos se volvieron a sentar y en posición de no perderse ni
siquiera un milímetro, ni un micro segundo de esta trepidante “historia”
- ¿Ya les conté que no veía ni del norte?
- Si.
- ¿Y del sur?
- También.
- ¿Y del este?
- Si, ¡como del oeste, y ni de arriba! – Gritó el que estaba
encaramado en la mata.
- Bueno. Ya me estoy cerciorando de que no están perdiéndose de
nada.
Entonces… ¿Les conté lo de la matica?
- Si, que le llegaba a la rodilla y que se aferró a ella. ¿Y
después? – Le aclaró José.
- ¿Después…? Después vino lo peor, o mejor dicho: Salí del
famoso “misterio.”
- ¿Si? – Preguntó José, comiéndose ya las uñas y con ganas de ir
a orinar, pero no quería perderse de ningún detalle de este relato.
- ¿Y cual fue? – Eustaquio por andar pendiente del relato,
abandonó la acción de estar pendiente de que no apareciera el patrón.
- ¡No abandones la vigilancia! – Le gritó otro de los peones.
- ¡Estoy mosca! – Les afirmó, pero sin quitarle su atención a
todo lo que se narraba allí.
- ¡Déle que esto está muy bueno! – Le afirmó a su patroncito.
Y este le sonrió de pura satisfacción.
Se volvió a aclarar nuevamente su garganta y arrancó con toda la
pompa que pudo darse…
- ¡Todas las bestias desfilaban ante mí! ¡Vi con mucho estupor:
Gigantescos Leones!
(No les niego, que en un principio les quise huir…Ustedes saben.
Leones Gigantescos ante mí. ¡Con esos grandes colmillos: Llenos
de sangre!
Y yo solito, sin siquiera un cuchillo, para defenderme.)
¡Elefantes de mas de…Quince o veinte metros de altura! Sus
largos colmillos…Así de Grandes…Torcidos…También: ¡Llenos de sangre!
(En un principio…Creí que eran ellos los que producían semejante
terror… ¡Al andar!)
Y eran mucho mas de cientos y cientos de ellos.
¡Pasaban a mí alrededor! (Yo ¡los vi! Se los aseguro.)
- ¿Y nos tuvo miedo jefecito?
- ¿Miedo YO? ¿Están locos todos ustedes? (No conozco el miedo.)
…Y no les niego, que en algún instante, sospeché que alguno de
ellos, me pisara…Algún talón.
(Eso puede ser muy delicado, aparte de doloroso y me refiero a
mis callos.)
En efecto, pasaron a…Escasos centímetros míos. (Me rozaron.)
Mi cuerpo sintió los efectos, del vacío que imprimían esos
voluminosos cuerpos al pasar a mi lado. (Sentí su magnetismo. Su enorme
fuerza.)
Pero lo soporte, con mucho estoicismo. (Es que soy muy
valiente.)
Y no me quedó mas remedio, que el ver desfilar ante mí: Jirafas
cuyos cuellos eran tan altos, que nunca les pude distinguir sus cabezas. Sus
cuerpos eran enormes. ¡Bestiales!
¡Rinocerontes! Gigantes.
Monstruos peludos y cabezones. (En verdad, tenían mirada de “pocos amigos” Son
muy serios. E intimidantes. O sea que producían: ¡Terror!)
Pasaron ante mí.
Hienas. (Feos animales, sucios y hediondos también.)
Chacales. (Se confundían. Se permeaban. ¿No entienden? Es… ¡Que
son brutos!)
Tigres de todos los tamaños y colores. (¡Qué hermosos son esos
ejemplares! ¿Ustedes no han visto uno…Así tan cerca? Pues a mí me pasaron por:
¡Milímetros! ¡De verdad!)
Ninguno me prestó importancia alguna.
(Yo estaba siempre al “golpe y cuida” ¡Pendiente siempre!)
¡Todos huían
despavoridos! (Era una: ¡Estampida! Qué… ¿Tampoco saben de esto?)
- ¿Y por qué huían?
- ¡…Ese era una incógnita, hasta ese momento!
- ¿Y qué mas pasó…?
- Cálmate Eustaquio. Tu tarea es de “vigilar” que no aparezca el
patrón y nos consiga a todos aquí…Sin oficio alguno. – Le recordó algo molesto
José.
- Yo no he abandonado puesto alguno. ¡Aquí estoy y aquí sigo!
- No estés mirando para acá… ¡Es en el camino en donde debes
prestar atención! – Eustaquio se dignó mirar por un instante, volviendo su
rostro para anunciarles…
- ¡Nada del hombre! – Esperó algunos instantes, revisando
visualmente de que todo estuviese en su posición y siempre pendiente de la
llegada de su hermano, el cual vendría…
En cualquier momento. Ya hubo pasado el tiempo prudencial. Una
vez que se cercioró de que no había cambio alguno, se mojó la lengua y arrancó
nuevamente…
- Y una vez que ya hubieron pasados todos los animales de la
selva… ¡Tum! ¡Tum!
Afiné mi vista y fue entonces…Cuando lo pude divisar… (¡Horror!
¡Estupor!)
¡Allá a lo lejos…Venía…Su altura superaba unos ciento…y…casi los
doscientos metros de altura…Es mas: Su sombra, oscureció mi firmamento…Era…Era…
- Y de repente comenzó a gritar Eustaquio presa de nerviosismo y
bajándose de la mata a toda velocidad.
- ¡Ahí viene! ¡Ya llegó,
de improviso! ¡El hombre se apareció de repente…No me da tiempo ni de bajarme!
¡Corran que ya no hay tiempo!
- ¿Quéééééé? – Gritaron todos de repente y acto seguido todos
corrieron, tal como corren las cucarachas al verse descubiertas. Pronto todo
quedó desierto.
Ya nadie se veía por doquier.
Juan abandonó su posición de “doctor” y corrió a buscar un
oficio rápidamente.
Y en cuestión de…Segundos.
Ya nadie estaba allí, oyendo “los cuentos de Juan.”
Maracaibo; 01 de febrero de 2.014.
Belbaltodano.-
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