"Cachirulo"
¿De dónde habrá sacado
ese ser tan gordo y pesado esa agilidad
casi gatuna?
Su esfuerzo no fue efectivo, ya que la filosa hoja logró entrar
en su panza.
Allí quedó plantado
enfrente de su atacante a escasos dos metros y pico.
¡Se salvó de chiripa!
Todos se quedaron en una
sola pieza.
Instintivamente
retrocedieron…Por si acaso.
Esa reacción inesperada y
sorpresiva, los dejó sin aliento.
Sin poder evitar chequeaban
a su compañero del cual brotaban torrentes sanguíneos, a pesar de que con sus
propias manos intentaba frenarlo, no lo lograba.
- ¿Quién se atreve a
dudar de mi palabra? – Y en la medida que lanzaba su pregunta, hundía sin
misericordia su navaja hacía un atacante imaginario.
El Grasiento estaba
lívido.
Sin podérselo creer del
todo, pero allí estaba brotando abundante sangre y era la de él mismo.
Se la contemplaba pero
sin despegar ni un micro instante su atención a su atacante y sorprendido le
dijo:
- …Jefecito…Me está
matando… - Chilló suplicante el pobre Gordo, en la medida, que se inclinaba por
efecto del dolor ocasionado.
- ¡Mis enemigos mueren
como unas ratas asquerosas!
Su atacante, ya no
lo miraba.
Sus ojos inyectados en
sangre, estaban puestos en sitios incógnitos.
Ninguno de los presentes,
se atrevió ni siquiera a respirar.
Al transcurrir unos
segundos preciosos, el atacante, se reía a todo pulmón.
Primero, con respiración
entrecortada.
Y luego, a grandes
bocanadas.
Y así como cuando hizo
unos segundos antes, volvió a su posición de doctor en una amena charla
instructiva.
Como pudieron y tratando de no ocasionar un nuevo ataque,
lograron sacarlo de su vista.
El herido se inclinó hacia su dolor, cayendo al suelo.
Pronto sus compañeros, trataron de
auxiliarlo.
Y en la forma más
silenciosa posible, se lo llevaron.
El atacante, tan solo se
echó a un lado.
Sacó su navaja y la
limpió con un trapo sucio que sacó de uno de sus bolsillos.
Y de la manera más
natural posible, continuó con sus enseñanzas a su grupo cautivo:
- Por eso es que se los
digo: ¡Pórtense bien!
Y no me hagan enojar.
Miren que yo tengo una
paciencia infinita…
Pero cuando, se me portan
mal…
¡Los mando al carajo!
Ya lo acabaron de
presenciar.
Yo no respondo.
Si me atacan yo respondo:
¡Atacando!
Y si que no tengo pelitos
en la lengua.
¿Ok?
¿Así que, qué van a
hacer?
¿Seguir portándose mal
como este Gordito?
- …No jefe, no. ¡Nosotros
nos vamos a portar bien!
- ¿Seguro?
- Sí, sí
- Ok. Lo voy a pensar
nuevamente.
Y ya se los he repetido
hasta el cansancio…
¡No tolero la
indisciplina! ¿Estamos?
- ¡Sí jefe!
- ¡No tolero que duden de
mi palabra! ¿Ok?
- ¡Sí jefe!
- ¡No acepto que me
desobedezcan! ¿Ok?
- ¡Sí!
- ¿Sí…Qué carajo?
- …Sí…Que no le
desobedeceremos, jamás a nuestro Supremo Comandante en Jefe y Jefe de todos
nosotros.
- ¿Seguro?
- ¡Sí jefe seguros!
- ¡Es bueno que se lo
recuerden! Que yo por las buenas, soy como una madre, pero por las malas, soy
su peor pesadilla. ¿Así que se van a olvidar de mis palabras?
- ¡Jamás jefe!
- Y les permito, que me
tuteen así como lo están haciendo ahora.
¡Pero cuando me haga un magnate…Seré algo así, como
un Comandante en Jefe!
¿Saben lo que eso
significa?
-…Sí…Decimos que no jefe…
- ¿Es si o es no?
- …No entendemos…Usted
nos habla como si nosotros tuviésemos su inteligencia… - Replicó humildemente
El Atorao.
- …Jefe…Usted es muy
curto…Yo no logro entenderlo…Perdóneme… - Le dijo suplicante El Avión.
- ¡Eres más sabio de lo
que presumía, mi Avioncito…!
- …Perdóneme que sea tan
burro… - Continuó el subordinado.
- ¡Está bien, Avión, está
bien! Te: ¡Perdono! …Y aprovechando esta
Amnistía…La haré:
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