“Celada”
- Ven mi amor,
acompáñame a la consulta que tendré con mi doctor. No puede ser que yo esté
todo el tiempo sola.
Para todo lo tengo
que hacer siempre sola. ¡No lo acepto mas!
¿Vendrás conmigo,
plis? - Josefa miraba a su marido José, con esa típica mirada que le hacía cada
vez que quería que este hiciera lo que ella misma le pedía.
- ¿Pero qué voy a
hacer allí?
- Acompañarme.
Darme tu respaldo. Tú eres mi esposo, y pienso que tu presencia me va a dar mas
ímpetu. Anda no seas malo y no me niegues este mi deseo. – Su marido la miró,
sin decirle palabra alguna.
En verdad, él pensó
que nada podría perder. Aunque tenía labores que ejecutar, pero sin embargo
podía aplazarlos o sencillamente, no hacerlos.
Analizó muy bien, y
a la final le indicó…
- Bueno, esta bien.
Estaré presente. – Observó a la masa de personas que al igual que ellos,
estaban esperando a que se apersonara el galeno.
- …No hay mucha
gente que digamos… - Opinó sobre su medio ambiente, ella paseó su mirada por
sobre el grueso de personas allí reunidas.
- Lo que pasa es
que hay esa cantidad grande de personas, pero cada uno vendrá a una
especialización distinta.
- Menos mal. ¿Por
qué te imaginas, si todos vamos al mismo especialista?
- Si mi Rey.
¿Entrarás conmigo? ¡Tú nunca me acompañas! Siempre tengo que hacerlo yo sola,
como si no tuviera marido. Últimamente me estoy haciendo la siguiente pregunta:
¿Para qué estoy
casada? ¿Para qué…? ¡Siempre sola…Como el viento!
Como si fuese una
mujer abandonada por su marido…
No me abandones
mas, ¡te lo pido por favor!
- No te estoy
abandonando, aquí estoy a tu lado.
- Si, pero nunca
quieres entrar conmigo. Y yo sola me he tenido que enfrentar a todos.
- ¿Sola? ¿Y yo,
qué?
- Tú eres mi
hombre. Tú tienes que defenderme siempre.
- Y lo hago.
- Te quedas afuera.
No entras conmigo. ¿Y para qué me casé? ¡No tengo quién me represente!
¿Dónde está mi
hombre? ¡Atrás, rezagado!
Y es entonces
cuando yo siempre me he preguntado: ¿Para qué tengo a mi macho?
¿Para qué? Dime…
- OK. OK. Ya te
dije que voy a entrar.
- ¿No crees que
esto me avergüenza?
- ¿Qué?
- Todas mis amigas,
me cuentan que siempre las representan sus maridos.
- …Pero qué: ¿Van a
un conflicto?
- No van solas. –
Su señora estaba realmente muy molesta.
- Siempre tienen a
su hombre al frente, defendiéndolas siempre.
Como debe ser.
En cambio, en mi
caso…Siempre sola.
¡Esto me
avergüenza! ¡No puede ser!
¡Tú debes
acompañarme siempre a todo!
- ¿Y mi trabajo?
¿Qué debo hacer?
¿Abandonar siempre
mi trabajo, por acompañarte a todo?
- Hay tiempo para todo.
Además, ¿Qué es mas importante para ti…
Tu trabajo o lo que
me pueda pasar a mí…?
- Y yo me pregunto
–en este momento precisamente- ¿Qué malo te puede suceder…?
Si vas a una
consulta con tu medico.
¿Qué maldad puede
haber encerrado por allí…o por algún otro “nefasto” lado…?
¿Te da miedo
atravesar…una calle o hablar por ti misma?
¿Qué maligno puede
haber allí?
Es una consulta
médica. No vas a un Tribunal de la República.
No vas a un
“enfrentamiento” con los Poderes del Estado.
- ¡Para ti, lo
único importante es que se trata de tu esposa!
¡Tú tienes que
dejar abandonado todo, para estar al lado de tu esposa!
¿Hay algo mas
importante acaso?
- Bueno, se supone
que yo debo trabajar para poder mantener a mi familia.
Y se supone que
debo hacerle frente a todo lo referente a mi familia…
- Nada hay mas
importante para ti: ¡Yo soy tú esposita!
Y cuando esté en la
calle…Debo estar siempre protegida…
¿Y por quién mas?
- Entiendo.
Entiendo que mi trabajo en este caso – muy especifico- no tiene importancia alguna,
por lo menos para tí.
…Pero siempre me
estás pidiendo dinero… ¿Y en dónde lo podré conseguir…?
¡Tengo que
trabajar, producir!
- En tu trabajo,
tienen que entender, que eres tú y nadie mas que tú, quien siempre tiene que
darme la seguridad necesaria.
- …Pero si
solamente vas a una consulta médica. Mas nada.
- ¡Adonde yo vaya,
tú tienes que seguirme! ¡Para eso eres mi esposo!
- Que buena broma
me he echado yo. Ya te dije que entraré contigo.
Me aburriré como
una ostra. Bueno OK, ya te dije que lo voy a hacer. Ya calmate.
- ¿Qué me calme? –
Ella lo miró con mirada que presagiaban cantidades inmensas de lágrimas. Y él
comprendiéndola, trató de minimizar los efectos de esa temprana discusión.
Le tomó la mano y
la fue jalando a su cuerpo, para luego darle un cálido abrazo.
Y así se
mantuvieron por unos espacios de segundos.
A su alrededor,
decenas de hombres y mujeres, con papeles en sus manos, buscaban las
direcciones exactas del consultorio al cual debían visitar.
La mañana estaba
calurosa, a pesar de que soplaba viento.
El aire
acondicionado que salía de los despachos refrescaban mas que nada a los que
estaban aledaños a sus entradas.
El resto de los
espacios, se ventilaban gracias a que los corredores eran amplios y muchos
espacios vacíos.
A cada lado de los
pasillos, se destacan jardines muy floridos, ¡qué bello, exótico, increíble!
con unas cercas de
aproximadamente un metro de altura y los cuales podían servir de asientos
ocasionales, en caso de que fuesen innumerables personas.
Pero en este caso especifico,
se notaba una gran cantidad de pacientes y familiares que los acompañaban, pero
aún así se notaba cierta holgura.
Las enfermeras iban
llegando, y esta era una buena señal.
Ya que les indicaba
que detrás vendrían los diferentes galenos.
Cada quien se fue
ubicando lo mas cerca posible de cada consultorio, en la espera de que en
cuanto se acomodaran mejor las asistentes médicas, pues procederían a llamar
por orden de llegada.
- Me siento muy
satisfecha. – Pensó en voz alta, ella mientras miraba su entorno.
- Qué bueno.
- Ni siquiera te
puedes imaginar lo feliz que me siento, al saber que ya no estaré sola con el
especialista. – Ambos guardaron silencio.
Estaban en la
espera de que apareciese la dichosa enfermera, pero en su caso, aún no daba
muestra de aparecerse por allí.
- ¿Usted sabe dónde
queda el consultorio de Obstetricia? – Le preguntó una angustiada señora a
Josefa, esta comenzó a mirar hacia los distintos consultorios en la espera de
poder precisar con exactitud cual era y en dónde se encontraba.
Al chequear a todos
lados, finalmente le respondió…
- No señora. Y me
disculpa, pero yo también soy nueva aquí. No se en verdad…
¿Por qué no le
pregunta a la enfermera que está allá…La ve?
- ¡Ah sí…Gracias!
- Vaya, vaya que
con toda seguridad, ella sabrá mejor que nosotros. – Le concedió a manera de
despedida José.
La susodicha, miró
y hacía allá se dirigió con sus carpetas en una de sus manos y en la otra su
cartera.
- ¿Te estás
fijando? – Josefa le pregunta a su marido, señalando a la mujer que iba sola.
- ¿Y…Qué se supone
que deba fijarme?
- ¿No te da
vergüenza? ¡Tú pobre mujercita, va casi siempre como lo va esa pobre señora!
¡Sola siempre! ¡Sola
para todo y todos!
Como si no tuviera
ni esposo, ni compañero. ¡Siempre sola!
¿Hasta cuando? ¡No
lo acepto mas!
- ¿Vas a seguir con
“esa melodía”?
- Si porque algún
día entenderás que esto no es justo.
- ¿Y qué no es
justo? ¿No te dije que voy a entrar?
- Si pero…
- ¿Pero qué? El
gato solo tiene cuatro patas.
¿Por qué insiste en
seguir buscándole mas patas?
No sigas buscando
lo que no se ha perdido…
- ¿Perdido? Y no me
vas a negar que tú nunca me quieras acompañar.
¡Nunca me
acompañas! ¡Nunca!
- Recuerda que
también trabajo.
- ¡Por supuesto que
tienes que trabajar! …Y ni te creas que
yo te voy a mantener…
Mas importante
debería ser: ¡Yo! Y no hay nada mas importante para ti.
¡Yo y solamente yo,
que para eso soy tu esposita!
¿…O es que no me
consideras “tu esposita”?
- …Amor con hambre:
No dura.
- ¿Si? ¿Y quién te
lava siempre tu ropa? ¡Quién está limpiando siempre tú casa?
¿…Y quién es la que
siempre está pendiente de ti…?
…De tus pantuflas
en cuanto llegas…
- Tú.
- ¿Y quién te hace
tú comida?
- Tú.
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